viernes, 19 de abril de 2002

Hala, cuánta ausencia. Es que he tenido (con perdón) la polla metida en el trabajo toda la semana. Y esto que digo no es una zafiedad tan gratuita como parece. Hoy mismo discutía con mi redactor jefe sobre qué era mejor, el mejor de los polvos o un buen reportaje, una idea genial, un punto en su sitio. Aunque no os lo creais el que apostaba por el periodismo como superorgasmo era yo. Y es que me pone.
Ayer nuestro director nos dio una arenga de cuatro horas y media (verídico, de ocho a doce treinta de la noche sin dejar de hablar ni de darle al ron dominicano). El resumen es algo así como que publicamos demasiadas mariconadas, que hay que escribir con los cojones, que los redactores somos dioses y el director el enemigo, que el quiera ser contable que se vaya a una de las revistas que hay detrás del biombo, porque nosotros somos los únicos que hacemos periodismo, que tenemos el privilegio del folio en blanco para decidir lo que queramos, que nos tocan los cojones los compromisos publicitarios, que al final el que decide es el director, pero que si antes de que lo decida nos hemos callado y no nos hemos cagado en su puta madre para defender nuestra idea es que somos unos mierdas, que nada de titulares del tipo el orgullo del tercer mundo y que si esto se hunde por lo menos que estemos satisfechos de haber hecho una cosa con personalidad y cojonuda.
Os lo creais o no a mí esto me ha dado mucha moral, jopé, que es verdad que es que eran un poco mariconcillos los titulares y todo, y yo me había creído que es que tenían que ser así, pues no, como dice él, la revista soy yo y lleva mi sangre.
Piensa mi redactor jefe que es que me emociono con todo, y también es verdad, que soy un emocionao, pero a mí lo de ayer me pareció un momento histórico. Desde luego esto ha sido mejor que un sicólogo para subir mi autoestima ¿Follar? No, escribir, que ahí es donde (¡también!) soy un figura y puedo hacer cosas tremendas ¿Para qué quiero mi vida si no es para eso? De momento estoy venga a parir ideas blancas y furiosas, como los conejitos del cuento de Cortazar (está en Bestiario, pero no sé cómo se titula). Y ahora me voy a Alicante toda la semana, así que no sé si escribiré algo. Bueno, lo intentaré.
–¿Qué te pareció la charla de ayer?– me preguntaba el redactor jefe.
–Pues como Apocalypse now. Es una película cojonuda pero le sobra la última media hora.

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