lunes, 14 de octubre de 2002

Buscando en una vieja agenda del año pasado (la prehistoria) el teléfono de un viejo amigo con el que coincidí en un viejo periódico de una vieja ciudad y del que creo recordar que me separó una vieja historia con un viejo amor, me he encontrado un par de poemas con los que quiero hundir definitivamente la calidad literaria de esta página.

A una desconocida (creo)

Erguida en tu columna,
Han hecho una cascada de oro negro
Con tus rizos en la peluquería,
Pálida, inmóvil, ¿quién dice que estás viva?
Yo, me muero.

Rocío, la poetisa erótica

Tu mirada es un verso. Está cargado.
Tan ninfa que aún conservas
El musgo verdadero entre tu pelo.
Me dices "ya nos vemos" y me atizas
Con tu épica sonrisa, justamente,
La que usaba Caronte al recoger
A un nuevo pasajero.

Hace tiempo que no buceaba en el pasado. Es bueno para entender. Ahora entiendo por qué, probablemente, no fue tan amistoso el novio de Rocío cuando nos encontramos en el Espárrago Rock. Y lo que significará que mañana encuentre ese estúpido teléfono de ese estúpido amigo con el que tuve esa estúpida historia por culpa de ese estúpido amor viejo.
Ah, ya recuerdo. Mi vida no empezó hace dos septiembres.

No hay comentarios: