lunes, 25 de noviembre de 2002

Entre semana invité a Has, la chica de padres árabes que sale más abajo, a un preestreno. Seguía teniendo unos ojos espectaculares y sonreía y me tocaba mucho y me miraba más a mí que a Bustamante, que andaba por ahí. Se pasó toda la peli comentando las escenas y tenía una risa un poco así, pero bien. Luego fuimos al Mc Donalds y yo le dije que no iba a cenar porque había estado en un cóctel, y me puse a hablar de mi semana, por hablar de algo que no fuese su apostasía del Islam y esa religión que se ha inventado y que se parece sospechosamente a la adjudicación de las potencias del alma a las zonas corporales que se inventó Platón un poquito antes que ella. El caso es que hablándole de cócteles, cenas y cosas de esas, desde la alta autoridad de los esquemas a voleo que todos tenemos a los veinte años, se quedó con la copla de que yo era un pijo insufrible. Y a partir de ahí "te voy a llevar a un sitio que está de moda. Bueno, y el único que conozco". "Es que yo soy cutre y no voy a sitios de moda". "Mmm, pues en un sitio cutre ya hemos estado, pero tú dirás". "No sé, soy cutre". Vale. Después de ese trago, y terriblemente acomplejado he hecho una de mis famosas encuestas entre mis amigos y sí, soy un pijo. Hala, pues soy un pijo. Y cuando dormí en un banco de Cádiz sólo estaba de turismo entre los indigentes. Y cuando me quedo sin pasta y como un sandwich en todo el día soy un pijo pijo pijo. Y cuando rompo el ritmo de las conversaciones coñazo en las cenas y hablo de cosas que están feas en la mesa soy más pijo que nadie. Pero por la ropa, que es lo que imprime carácter. Y lo digo sin ironía. Si lo piensan mis amigos... Si un hombre te dice que pareces un camello, no le hagas caso. Si te lo dicen dos, mírate al espejo, escribí en mi carpeta clasificadora de Mortadelo de pijo del cole.
Luego en el Chicote, con la música chill out y un par de cócteles (bueno, ella sin alcohol, no bebe ni bebidas gaseosas, no fuma, nada de droga y no es un pendón que se lía con chicos) hablamos mucho del zodiaco y de que todo mi caos vital está escrito en las estrellas y se lo saben como nadie la bruja Lola y Aramis Fuster. Me sentí un anciano y me daba tanta pereza explicarle los beneficios del sexo... El caso es que si había venido después de mi mensaje y si me hacía esos signos que no sé si interpreté bien por la diferencia generacional (mierda, debería haber estado en otra parte, entonando La bola de cristal con todos esos puretas de mi edad) era muy posible que estuviera esperando un beso. Pero yo estaba esperando que alguien me pusiera la zancadilla para caerme encima de ella, porque me daba taanta pereeeza.
Luego me fui a Valladolor y me quedé un viernes en casa. O.
El sábado hablé con Cris que quiere dilapidar la calderilla de nuestro amor. Me habló de delimitación de derechos, que es como empiezan las guerras. Tú no tienes derecho a enfadarte conmigo. Pero tengo derecho a escribirte sobre lo que yo quiera hablar. Pero tengo derecho a no contestarte. Pero yo tengo derecho a decepcionarme. Y mucho. Pero yo tengo derecho a enfadarme porque tú te enfadas. Y yo tendré derecho a no volver a hablarte nunca más, a no ponerme al teléfono, a poner excusas baratas para no verte, para que sepas que son excusas baratas. Ratatatata. Todos muertos. Dos cadáveres más en el absurdo historial sentimental de ambos.
Supongo que todo esto me afectó más de lo que pensaba. Asi que fui el rey de la fiesta. El cumple de Pilar y Jorge. Lo comencé quedándome dormido en un estupendo sillón de orejas junto a la chimenea, mientras los demás lo preparaban todo. A la única chica libre de la fies, que se sentó junto a mí para darme palique, le avisé de que no me pensaba levantar para que me robase el sitio. A los rezagados a los que abría la puerta les anuncié que prefería estar muerto a estar en esa fiesta. Me fumé varios porros en la cocina de la casa de los padres de Pi y le sentó regular. Metí cizaña entre el matrimonio C. y S., hasta que acabaron peleados. Me metí con todo el mundo. Pisé el cd varias veces y el equipo una. Le ofrecí maría a Jesús, que ha estado ingresado por un problema de corazón hace nada (y no le he ido a ver). Como no quería, le ofrecí Red Bull. Me reí de Jose cuando estaba contando la historia de un tío que le regateaba unos durillos pero se había gastado 30 kilos en comprarle un manto a una virgen granadina. La verdad es que me dieron varios ataques de risa. Conspiré. Golpeé la puerta del baño gritando "¡salid cabrones, que sé que os estais metiendo de todo, salid, que no os va a pasar nada!" hasta que contesto una voz femenina "enseguida salgo". Me empeñé en recitar a Garcilaso. Me quedé dormido varias veces. Le dije algo a Patricia sobre Javi y se quedó triste, aunque igual la culpa era del propio Javi. O de la propia Patricia que se entristece con todo. Con nada. Me comí la ensalada directamente de la fuente. Tuve conversaciones en las que gritaba mucho frases como "podría entenderlo, pero ¡no me sale de los cojones entenderlo!". En fin, un cielo de invitado. Creo que cuando les pregunte que que van a hacer en Nochevieja, casualmente van a compartir todos el plan de quedarse en casa, por una vez.
El domingo discutí con todo el mundo en la feria a la que fui. Y luego a casa de mis tíos, que me enseñaron fotos de un tatarabuelo gobernador militar de Zamora que se comió seis quesos manchegos de una tacada. Y de su segunda mujer, que se fugó con un barítono a Cuba justo antes de que perdiéramos las colonias. Luego se arrepintió, y volvió. Mi abuela me cantó una bonita canción de una madre orgullosa de su hijo porque se ha afiliado a las JONS y va a dar su vida por España.
Luego estuve hablando con una chica que me gusta o que me puede gustar. Bueno, no, ya me gusta. Pero como tenía este fin de semana tan raro no dije lo que quería decir ni como quería decirlo. Además casi me quedo dormido al teléfono a eso de las cinco de la mañana. Pero era tan agradable... "¿Tienes sueño? ¿m? ¿eh, qué va, qué va?" Y me sorprendo pensando en ella. Mucho.
...y gracias al amor, una vez más me he despertado a las 12, sólo que en Valladolor, y para cuando he llegado a Madrid eran las cuatro y mis compañeros me han recibido sin ningún gesto de asombro, sin preguntar siquiera el por qué. Ay, qué mal cuando las relaciones laborales se vuelven rutinarias y se pierde la capacidad de sorprender al otro. Quiero el divorcio.

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