jueves, 13 de junio de 2002

Como son las doce y pico y aún quedaba un sandwich de chorizo en la máquina y este reportaje tenía que haber estado entregado hace dos semanas, pero sobre todo hace dos días, y me he perdido una fiesta esta noche por capullo y por malgastar tanto el tiempo y tengo que seguir unas horitas... bueno, pues para celebrar todo esto, voy a escribir un ratinín sobre cosas de mi empresa.
Pero antes, os quiero anunciar el probabilísimo cambio de contenidos en esta página. Resulta de que (se dice así ¿no?) se acabaron los tiempos del artista frente al mundo, de la torre de marfil y todo eso que alimentaba mis fantasías de bambino precoz. Ahora creo en Yoko y en la comunicación. Y si escribo este webblong! tengo que pensar en mis lectores y consagrarme sólo a ellos. Resulta de que la mayor parte de mis lectores llegan aquí desde un buscador a la caza de contenidos que de momento no les doy. Los que más abundan, por cosas de la vida, son los que quieren "poesías de boda", "poesías que lee el padrino a la novia", "poesías que lee el hermano de la novia" "poesías que lee el ex novio de la novia que todavía se la tira y por eso le ha elegido como padrino" y etcétera. Otro menos sagaz (o que valore más su tiempo libre) no tendría en cuenta esta circunstancia, pero yo he llegado a dos conclusiones: a) que la gente sigue pensando que la internez esa tiene poderes mágicos y no le piden información sino tres deseos y b) que hay una demanda importante de poesías que lee el padrino etcétera. Así que ando con la duda de si montar un chiringuito a la puerta de Jump o de Beep para recibir a los que salgan de la tienda con la computaora bajo el brazo con un rótulo que diga: "Desasnamos consumidores compulsivos".
Pero tampoco estaría mal ofrecer poesías que lee el etcetera por unos euritos. Como muestra gratuita y para mi eterno descrédito, os cuelgo aquí la que le escribí a unos desdichados amigos a los que no se les ocurrió nada mejor que hacer un sábado de agosto que casarse. La cantamos en la misa unos veinte amigotes, a traición y a capella, ante mi vergüenza infinita. Ellos creían que lloraba de emoción, como la novia. Va. Cuidado, que es pornográfica:

Que mantengais fresca esa sonrisa,
que los días pasen dulcemente,
que todas las noches sean
noches de boda,
que el amor os dure para sieeempre.

Carlos el sereno y fiel amigo,
siempre alegre y sincera Sofía
hoy unen sus vidas y sus
dos corazones
nos tocais un poco los cojooones.

Plagios, ripios, y un verso final que hubo que reemplazar a última hora, no recuerdo por cuál. Os parecerá fácil, pero la gracia era que encajara en una estupida música que me persiguió durante dos meses, mientras me resistía con argumentos como "¿Y si le llevamos a un puti en la despedida?, eso también le hará ilusión..." Mi primera redacción fue:

Son como un compás los dos amantes
cuando el uno gira con dulzura
amorosamente se reclina
el otro
y forman un círculo perfecto

Por mucho que les expliqué que no era ninguna guarrada y que en ningún momento se aludía el agujero del culo, si no que se trataba de una versión de un soneto de John Donne, con todo su simbolismo renacentista, que hablaba de la música de las esferas, de la armonía del universo encarnada en la de la nueva pareja y todo eso, no hubo manera de que se la quedaran. Como además no pegaba con la música ni pa trás, accedí a sustituirlo.

...Y eso mismo haré con cualquier encargo que reciba. A partir de ahora, escribo poemas para bodas, estimados padrinos. Lo siento por los que disfrutaban con mis batallitas de abuelo Cebolleta, pero ante la demanda de la mayoría vosotros no sois negocio. Sois algo así como los espectadores de La 2. Un gobierno con buen criterio como éste, decidió que pa que iba a poner cosas de calidad que no veía nadie, ni ciclos de Cine Club ni pollas. De día, enternecedores deportes, de noche, Pedro Ruiz y mi tío segundo el calvorota, y de madrugada, saldos italianos. Nobleza baturra como mucho, y daros con un canto en los dientes (como aperitivo del suicidio, supongo).
En primero de carrera, a mis tiernos 18, publiqué un anuncio en un periódico gratuito en el que me ofrecía para escribir cartas y poemas de amor por un precio módico (lógica aplastante: necesitaba dinero, eso es lo que sabía hacer, ergo...). Tuve bastante éxito, porque casi estuvo a punto de pensar en llamarme la hermana de un compañero de clase. Ahora va a ser incluso mejor. Me voy a forrar.
Lo que no sé es cómo voy a resolver otras cuitas que le plantean al oráculo de google antes de penetrar en mi página. La mejor: "el secreto para follar con quien quieras es" (probadlo, sale mi página). Voy a tener que leer mucho...
Otros de los clásicos de mis estadísticas son "Isabel Gemio desnuda", "benidor" y "ligar suecas".

Y ahora viene lo que os había anunciado (no os durmais ¿eh?), la historieta sobre mi empresa.
Siempre he tenido curiosidad por conocer a los redactores de dos revistas que se hacen en los pisos de arriba. Me intrigan. Se creen superiores a nosotros, se odian entre ellos, tienen unas becarias jamoncísimas, salen a su hora y siempre montan mucho jaleo. Hoy, como estoy haciendo una cosa para ellos, por fin, he subido para pedirles el último libro de Pérez-Reverte (puaj), dispuesto a fijarme mucho y a presentarme a cualquiera que se cruzara en mi camino. Cuando estaba en ello, una redactora se levanta y dice: "a ti te conozco, tú has comido hoy conmigo". "Sí, sí". Y me he ido abochornado.
Hagamos un flash-back para entenderlo.
Quince minutos antes de las dos, como siempre, me dicen que me vaya a una comida a un restaurante muy fino y muy estupendo, el Nodo. Pantalón verde fosforito de pastillero, jersey con una franja transparente y nada debajo, zapatos coloraos. Ah, pues voy bien. Un blanco, por favor. Un cigarrito, un tinto. Un tinto. Pescado crudo. Tinto, tinto. Conversación de marujas stupendas, lo típico de estos sitios. Tinto. Pescado cocinado. Tinto, tinto, tinto. El 11-S. Solomillo. Tinto, tinto, tinto, tinto. Ya ni me entero de lo que dicen, sólo sonrío. Bizcocho de chocolate. No te lleves la copa, por favor. Y cuando puedas me la llenas.
Así que cuando me voy sólo quedan una decena de mujeres al otro lado de la mesa (hoy había partido de España, era el día de las redactoras y los raritos). Me crezco. Vamos a ser simpáticos y a decirlas adios. "Adios". Ni caso. "Hasta otra". Ni miran. "¡¡¡¡¡¡¡¡¡EEEEEEEEH!!!!!!!!!!!!!! ¡¡QUE ADIOS A TODAS!!". Un silencio sepulcral hasta que cruzo el umbral y todas las miradas fijas en mí. Esta bonita anécdota no sé si la vais a entender en toda su amplitud. Pero es que el sitio era muy fino, había hasta reporteras famosas, de las que salen en la tele, y todas iban vestidas cuidadosamente de "soy magsnífica". Seguro que se habían arreglado por la mañana pensando en la comida, no como yo que me he vestido pensando en por cual de los agujeros del jersey sacaba el brazo. Salí haciendo pucheros y haciendo eses. Al menos no me despedí con un coloquial y amistoso "¡adios perras!", como hubiera sido mi deseo íntimo.
Así que cuando me he encontrado a una de ellas en el piso de arriba... En fin, pelillos a la mar, ya se me ha pasado hasta la resaca, aunque sigo escribiendo raro.
Así son las cosas y así se las hemos contado.