martes, 23 de julio de 2002

Había una rubia alta, joven, espectacular chupándosela a un madero en el rincón de una discoteca de la playa. All Inclusive por cinco dólares. Ultima hora, italianos borrachos música de mierda, pachanga italiana. Nadie veía nada. Chakira me había contado que detenían a las chicas a las que pillaban con extranjeros en zonas retiradas, playas, coches... Algunos policías (no todos, claro) les daban a elegir entre hacérselo con ellos o una denuncia que podía suponer ocho años de cárcel.

-Joer cómo esta Cuba. Llena de putas y pesaos.
-¿Sabes lo que te digo? Que las putas somos nosotros. Yo, que no voy a contar lo que he visto.
-¿Y por qué no?

¿Por qué no? Me pongo a escribir y hago lo que tengo que hacer, pero también hablo, de pasada, de la presión política, de las jineteras y de su control, de lo que hay que hacer para echar un polvo. Irse a la playa o a una pensión ilegal.

"¿Tú te lo has hecho alguna vez en la playa?", me pregunta anoche Cristina. Cinco plomizos segundos para darme cuenta de que ha estado leyendo mi reportaje, cinco segundos de duda antes de contestar. "No, nunca, por qué me lo preguntas, bueno sí, creo que he hecho algunas cosas, pero no me consigo acordar..." Diez, quince segundos mirando por la ventana. "¿Dónde estás?, ¿dónde te has ido". "No, es que no me acuerdo, creo que sí... sí, vi como una pareja se lo hacía mientras nos mirábamos en Larrabasterra, una playa nudista de Vizcaya, bueno, y a otra a medias y creo que fui con mi ex alguna vez y nos miramos con otras parejas, pero hacerlo hacerlo, nunca". Soy temerariamente indiscreto conmigo mismo. Vosotros lo sabeis mejor que nadie.
Sé que se acabó o, al menos, que es el momento de dejarlo, mientras haya recuerdos divertidos.
Luego, la noche empeoró.