lunes, 14 de octubre de 2002

Buscando en una vieja agenda del año pasado (la prehistoria) el teléfono de un viejo amigo con el que coincidí en un viejo periódico de una vieja ciudad y del que creo recordar que me separó una vieja historia con un viejo amor, me he encontrado un par de poemas con los que quiero hundir definitivamente la calidad literaria de esta página.

A una desconocida (creo)

Erguida en tu columna,
Han hecho una cascada de oro negro
Con tus rizos en la peluquería,
Pálida, inmóvil, ¿quién dice que estás viva?
Yo, me muero.

Rocío, la poetisa erótica

Tu mirada es un verso. Está cargado.
Tan ninfa que aún conservas
El musgo verdadero entre tu pelo.
Me dices "ya nos vemos" y me atizas
Con tu épica sonrisa, justamente,
La que usaba Caronte al recoger
A un nuevo pasajero.

Hace tiempo que no buceaba en el pasado. Es bueno para entender. Ahora entiendo por qué, probablemente, no fue tan amistoso el novio de Rocío cuando nos encontramos en el Espárrago Rock. Y lo que significará que mañana encuentre ese estúpido teléfono de ese estúpido amigo con el que tuve esa estúpida historia por culpa de ese estúpido amor viejo.
Ah, ya recuerdo. Mi vida no empezó hace dos septiembres.
Ya tengo el diagnóstico. Una alucinación que amplificaba uno de mis temores, uno que no me deja dormir algunas noches. Son las veces que oigo mi corazón y me asusto pensando que va demasiado de prisa y que la voy a palmar en cuanto me duerma. Iba más deprisa de lo normal debido al cocktail politoxicómano, y la percepción alucinada era que iba a explotar. Pues vale. He tirado el resto de las setas mágicas en una papelera del aeropuerto. Aunque he traido la marihuana para mi compi Kike y las esporas que me encargó cris. Confío plenamente en que las maltrate y se le mueran. Pero vamos, que si salen las setas ya se las pueden comer los pitufos, porque lo que soy yo...
Cris se reía mucho con el relato de mi fin de semana. Bien. Sólo faltaría que me tomara en serio. Lo único que le ha cabreado es que le diera 40 euros al taxista. "Pero cristina, cariño, si yo estaba seguro de que sólo me quedaban unos minutos de vida. Quería repartir mis bienes entre la gente que había sido amable conmigo. Pensé en escribir mi testamento". "Vale, pero yo no te vuelvo a dejar pasta".

En fin, por fin en mi cuarto, frente a los espejos. No estoy tan mal.
"Bueno, cielo, creo que con esto me he quitado cinco años de vida, pero como serán los cinco últimos, como que me da igual".

Al próximo o a la prójima que me llame inteligente y/o interesante le doy dos tortas y una hostia.