viernes, 8 de noviembre de 2002

(oye se acabó el patrocinio de urban-noises ¿eh? a ver que va a ser esto)

–Oye Puri, ¿has visto esto? Yo dejo la escobilla en el lado derecho del váter y me la encuentro en el izquierdo de vez en cuando. Y hay unas manchas negras en la pared, justo en el lado del que me quitan la escobilla. Llevaban una temporada sin aparecer, pero mira, hoy ha vuelto a pasar. ¿Para qué coño me cambiarán la puñetera escobilla de lado esta panda de capullos?
–Veamos. Mmm. Las manchas en la pared son de zapatos. No hay duda. Aquí hay alguien que se echa siestas en el suelo del baño, en posición fetal. Y debe de ser de la revista XXX, porque les cambiaron de planta y por eso no viene tanto por aquí. O no se atrevía a bajar al baño de su antigua planta sólo a dormir, hasta ahora, que el sueño y el escaqueo han sido más fuertes que su vergüenza, a la que supongo escasa, por otra parte.
–¿Y la escobilla?
–¿La escobilla? Bueno... Por la posición está claro que sólo le gusta dormir apoyado en su costado derecho. ¿Qué tiene el izquierdo que no tenga el derecho? El corazón. A este tipo (y es un tipo, porque este es el servicio de caballeros) le da pánico oirse los latidos del corazón mientras duerme, así que sólo puede acostarse con los pies a la derecha del váter, y, para eso, tiene que situar la escobilla en la otra parte.
–Diantres, cuánto sabes, Puri.
–Elemental, querida Jennifer, pa eso me estudié el temario de "método deductivo y literatura victoriana" en las oposiciones. Y por eso soy jefa. Y esta media horita que te has pasado aquí con esto, me la haces extra para limpiar la mesa del guarro alcohólico ese de la tercera, que un día le va a salir una rana de un vaso de ponche abandonado.

Este diario ha tenido que cambiar necesariamente. Se ha llenado de señoritas con las que me gustaría pasar un rato a oscuras y en relativo silencio o en la playa y desnudo o en el coche y clavándonoslo todo o... Y algún compañero de profesión. Y dos amigos. Y muchos heteros comedidos.Y luego está bob, que me lo consiente todo. Al estilo de la señora P atro, a la que le maté treinta huevos de pato, justo antes de nacer. Cuando toda la familia, sedienta de justa venganza, se dirigía al corral en el que yo aún sostenía el palo homicida, más que nada para ir a golpear a los pollos en cuanto no estuvieran tan vigilados, la señora P atro les detuvo. "Ay, dejadle, pobre chico". Pues eso, gente que me malcría. (Y por cierto, qué tiempos aquellos, ojalá hubiese mantenido hasta hoy una pequeña reserva de instintos asesinos, mira que nunca pienso en el futuro)
Así que ante toda estas personas de bien yo ya no puedo contar cosas verdaderamente íntimas, de esas con las que quedas fatal. Hay que cuidar la imagen ahora. Sería contraproducente que explicara que el otro día me quedé mirando la boca de una chica en el metro. Una chica a la que el brazo de su novio, guiri como ella, le tapaba la parte superior de la cara. Así que me concentré en su boca. Una boca normal, de una chica normal, una rubia pequeñaja, de las que me cruzo últimamente. Lo cierto es que, no sé en que iría pensando, pero empecé a imaginar cómo estaría esa boca con mi polla dentro. En ese momento, se abrió. La lengua asomó ligeramente, curvada como si alojase sobre ella un objeto cilíndrico invisible. La sacó un poquito más, y empezó a balancear la cabeza de atrás hacia adelante. Quizás me había leído el pensamiento. Abrió aún más la boca. Tenía unos dientes muy bien organizados, asomando apenas detras de los labios. Volvió a cerrar un poco la boca, justo con la forma de un huevo en horizontal. Repitió la operación varias veces bajo mi supervisión, adelante, atrás, lengua fuera, lengua curvada, lengua dentro, dientes asomando. Hasta que por fin, un par de estaciones más lejos de donde había empezado con aquello, estornudó.
Pero claro, ese no es el tipo de cosas que pueda contar aquí ahora. Ni eso ni que en ese momento se abrieron las puertas y tuve que salir del vagón colocándome el paquete para que no se notara tanto. Demasiado íntimo. O por decirlo de otra manera, que ninguna bloguera o lectora de pro querría acostarse conmigo después de saber que soy un desagradable y un guarro.
Asi que no lo cuento.