martes, 19 de noviembre de 2002

(además, que ella nunca habla de mí en su blog)

Querido diario:
He perdido el toque y no sé dónde buscarlo. Las palabras ya no están de mi parte o la paranoia se ha adueñado de mi alma irremisiblemente. Casi prefiero lo segundo. Mierda.
Aún así lo intentaré.
Hace dos viernes vinieron a verme mis amigüitos y estuvimos bailando funk y fue muy diver porque parecía que estábamos en una excursión del cole, todos fuera de nuestro patio habitual. No nos metimos nada. mer hubiera estado orgullosa de mí. Bueno, si no me hubiera retirado el saludo. Bueno, tampoco le hubiera parecido tan bien, porque hubo alcohol en abundancia y marihuana en los bares menos adecuados. Y yo estaba expresivo y hablaba y bailaba funk y sacaba la lengua a las de alrededor y bailaba a Chenoa. En realidad mi única aportación verdadera fue cantar con Patri por todo Madrid y cada diez minutos periódicos "las chicas tienen algo especial/ las chicas son guerreras". Lo malo es que sólo nos sabíamos ese trozo. Y Patri estaba muy pedo. Y guapa. Y entraba a todos los chicos que pasaban a su lado. Admirable. Claro que nosotros hacíamos de perros. Guau guau. Y no la paso nada. Nada bueno tampoco. Guau. Y que nos encontramos con unas de mi pueblo, que ya es casualidad, y cuando Susana me estaba diciendo eso de "a ver cuando me presentas a algún famoso, que no he visto ni un famoso desde que estoy en Madrid y blablabla famosos y blablabla famosos" pasaron por su lado Leonardo Dantes y el matrimonio Draculín (como se quieran llamar). Y yo asentía con la cabeza como el perro colgante de un 127. Sí, sí, famosos, sí, sí, ya te presentaré. Pero a los únicos a los que les pasaron cosas el viernes fue a Jose y Patri. Ella se cayó varias veces hasta que propuse meterla en un taxi, rechazando la moción de Jose de acompañarla todos a casa en dos taxis y volver. "Anda, chaval". El se ofreció a acompañarla hasta la calle y no volvieron. A la hora de comer del sábado nos contaron la siguiente historia: "salimos a una calle ancha –presumiblemente la Gran Vía porque probablemente estábamos en el Morocco, quién sabe– y venían a toda velocidad un coche y una moto con dos tíos. El coche golpea a la moto en la pierna del que iba de paquete. Le destroza la pierna, que se queda colgando. Se cae a la calle. El del coche sale pitando. El de la moto ¡también! Patri, alcoholizada e impresionable, empieza a llorar y gritar como un, ejem, cochinillo. La gente no sabe si mirar al accidentado o a la chica que berrea con toda la cara negra del maquillaje, ejem, corrido. Los coches pasan a toda velocidad. Jose intenta parar el tráfico para que no atropellen al otro pobre. Llega la policía. El del suelo se arrastra hasta la acera, porque los agentes ni le tocan. En eso aparece un taxi echando humo por el motor y se para allí mismo. Todos miran hacia él. Se abre la puerta, y de su interior sale un enano que intenta abrir la tapa del motor pero no llega y la intenta dejar sujeta dando saltos. Patri sigue berreando.
Vamos a ver, Jose, hijito, tú lo que tenías es ganas de irte a casa para usar el excusado, como siempre, y nos has contado Twin Peaks.

El sábado estuvimos en el Penta y escuché la canción que le cantaba a Ana la Cocainómana y que no podía recordar: "ya no persigo sueños rotos/ los he cosido con el hilo de tus ojos". Uf, cuánto pasado. Luego seguimos y seguimos y bebimos y bebimos y llegamos a un bar muy cuco y muy pijito y quisimos hacernos otro porro de esos de cuatro cogollos con los que llevaba yo toda la noche, pero nos dimos cuenta de que les estropeábamos el paisaje a los del bar y nos sentamos en un rinconcito oscuro y charlando y charlando formulé una de mis teorías, la de que en los grupos mixtos de amigos la gente se enrolla con la gente, y que no entiendo por qué no lo hacemos nosotros y que teniendo en cuenta que Patricia es la única chica del grupo que no es novia de alguien debería espabilar y enrollarse con uno cada noche. Bajo los efectos de, todo empezaba a estar muy nebuloso y me fui al baño. Supongo que Javi y Patri siguieron desarrollando el tema y que yo pude tardar... una hora o cinco minutos, no sé, empezaba a estar fuera del tiempo y el espacio, un viaje relativo que me duró toda la noche. Encendía un cigarro y pensaba "coño, me he olvidado del cigarro, ya se debe de haber apagado". Miraba mi mano y allí estaba, recién encendido. Y con las copas lo mismo. No conseguía recordar lo que había pasado unos minutos antes. Era raro.
Pero cuando volví con J&P estaba aún en este mundo, al parecer, porque, no sé cómo, supe que se habían enrollado. Patri se levantó. "Javi, ¿os habeis enrollado?". "Sí, macho". Luego estuvieron toda la noche jugando al gato y al ratón. Yo hacía de nube. Al día siguiente puse cara de "anoche no era yo", porque me daba pereza convertirme en confidente de más secretos y secretos. Qué pereza. Qué maría. No sé si te das cuenta, querido diario, pero un rollo entre dos amigos del grupo cuya cabeza está ocupada el 80% del tiempo con SEXO es un escándalo de proporciones fabulosas. Dantescas queda mejor. Asi que no se lo voy a contar ni a mi director espiritual. Ahora, que si alguien del grupo lee este diario, pues yo que sé, no es culpa mía.

El lunes fui a una fiesta de inauguración de un hotel de cinco estrellas. Hice una entrada espectacular. En el hall, con una copa de champán en una mano alcancé al camarero de las ostras, con la aceleración me lo metí todo a la vez: ostrachampán. Seguidamente, me atraganté, tosí y se me salió el champán por la boca y la ostra por la nariz. A mi alrededor, todos me miraban con sus corbatas y sus trajes de cocktail y su cara de asquito. Y la escena me hizo sentir un poco desgraciado, y todo el mundo estaba con alguien y yo había ido solo y me puse a beber en lugar de cenar. Y luego salí a la terraza y llamé a V. la belga, que se alegró mucho de recuperarme (es cierto, cuando tienes el culo móvil necesitas un teléfono móvil) y me contó que teníamos que salir un jueves, porque a ella la acababa de dejar el novio el sábado y llevaba dos meses sin parar de follar y le apetecía salir por la noche y ver mundo ("pero para encontrar nuevos amiguitos con los que follar ¿no?", "bueno, sí", "es que el vicio...", "es que el vicio que tenemos..."). Y volví a entrar y pillé un ravioli en una cuchara y decidí probar el vodka ruso con ginger ale, que seguro que está bueno. Y ya me encontré con gente conocida y me admitieron en su grupo y estaba una morena que me mola, pero que yo creo que me mira calculando la edad ("demasiado joven") y el sueldo ("pocos ceros"). Asi que salí a llamar a Cris para decirle que tenía un móvil nuevo. Y empezó a chillar como una descosida y nos reímos mucho hasta que quise hablarle en serio (tanto como soy capaz) y le dije "ya sabes que si eso...". A lo que me respondió: "sí, sí, ya sé que cuando eso, eso". Y como no quiere hablar en serio ni me contesta a los dos mails en los que le he hecho consideraciones extra humorísticas, pues oye, que le den morcilla, que yo no pienso hablar solo de temas pactados que uno tiene su ética periodística (bueno, no sé dónde me la he dejado, pero la tenía por aquí). Que si eso, paso de eso.
Así que entré a por otro vodka ginger ale, y el camarero me lo puso antes de que abriera la boca, un síntoma que ya debería haberme puesto sobre aviso. Y conocí a las organizadoras y a la que traía a los famosos y a otra que me insistía mucho en que su marido estaba de viaje, y estuvimos hablando de los temas típicos, sexo y drogas. Bueno, típicos míos, porque no he visto a nadie en estos saraos hablar más que de sandeces, que no escuchan más que ellos mismos, con su voz impostada. Pero allí estaba yo, con una conversación de relax total, rodeado de chicas, como una más, sintiéndome como la última coca cola del desierto. Alguien propuso irnos a una habitación a probar esa maría tan buena. Pero no salió y me fui a casa haciendo eses incluso cuando iba sentado en el taxi.

El martes empezó bien, renové mi vestuario en un mercadillo chollo para periodistas triperos y estaba francamente mafioso con toda esa ropa oscura. Pero luego tuve un día de esos. Uno en el que sabes a qué huelen las nubes, y una niña china te sonríe y le dabas una hostia a alguien. Supongo que era la resaca (oh, qué sagaz). Y cuando ya me iba a casa farfullando me llamó Patri, que además de amiga es mi concuñada y tenemos una ahijada a medias, y me invitó a una fiesta en su piso. "Es que somos sólo chicas y nos faltan hombres". Sólo decir que efectivamente. Y cuando Patri se fue a dormir yo me quedé con las otras trece o catorce en el Karaoke (nunca se me olvidará la cara de desolación del pobre pincha cuando le pedí la canción de Pimpinela). Y todas se acercaban y me hablaban y cantaban conmigo y bailaban conmigo... Me sentí como la última Coca Cola del desierto, ahora con mayúsculas. Si las del día anterior andaban por los cuarenta y pico estás estaban en los 20-21, eran de la misma peña del mismo pueblo. Y yo estaba muy crecido, y no me seas literal, querido diario. Después de tontear por aquí y por allá me decidí por una chica encantadora, de padres árabes. Y me enamoré de ella. Pero ya se me ha pasado. Es lo bueno que tengo. Nos dimos la mano en la despedida como Ana Ozores y el deán de la Catedral de Vetusta. "Te llamaré mañana". "Sí". Y en lugar de eso le mandé un mensaje cursi, casi con promesas de matrimonio, del que me avergoncé tanto que, como no me contestó, no la llamé. Si es que, si es que.

El resto de la semana yo que sé, no hubo mucho más que contar, que llego tarde a casa y Laura se despierta (qué coincidencia) tan despeinada, tan dormida, tan sexy... Y no sé si darle un beso, porque no la veo nunca aunque vivamos juntos o entrar con ella y arroparla, pero mejor no. "Estás muy guapa con ese pijama". "Pero si es una camiseta vieja y un pantalón de chico". "Entonces eres tú, que te sienta bien cualquier trapito". Y pasa a mi lado, pero no nos rozamos, y trato de pensar en otra cosa cuando me meto en la cama. Y me fumo un porro y me leo el prólogo de un libro que me compré en Cádiz "Cómo dárselas de entendido en sexo sin serlo".

Me encargan medio libro. La respuesta a mis números rojos. Y, si no me lo gasto todo, a lo mejor debería comprarme un piso. Jajaja, si no me lo gasto todo. El jueves voy a la presentación de un hotel liberal en el Caribe. Yo sé de qué va eso, pero en mi mesa están los de siempre oyéndose a sí mismos, tratando de impresionar a las chicas. Ellos: "Es que eso no va a funcionar, porque enseguida aparecerán los celos". Yo: "Pero es que la gente que va allí puede que lleve años haciéndolo, no creo que vayan a ver que pasa". Ellos: "Eso no le puede gustar a nadie, mejor irse a un país de turismo sexual". Yo: "Eso es precisamente lo que más les gusta, lo que más morbo les da, eso sin contar el componente bisexual". Ellos: "Nadie se va a ir hasta allí para eso". Yo: "La gente de ese rollo va a donde sea y se gasta lo que sea para eso y para no encontrarse con sus vecinos". Ellos: "Además está la seducción, que es lo que más nos gusta a todos". Yo: "Aquí también hay mucha seducción, pero cortita, porque lo que se buscan son resultados, sexo, fantasías". Ellos: "No deberían anunciarse en revistas porno". Yo: "Pero es que ahí está su público objetivo. Anunciarse en otro tipo de revistas puede significar que de cien mil lectores, con suerte, haya cien interesados en el intercambio de parejas, es matar moscas a cañonazos. En cambio, en una revista o una web de contactos, de 30.000 lectores hay 30.000 interesados. Es como si Jaguar decidiera, en lugar de patrocinar torneos de golf, patrocinar Gran Hermano". Por fin se deciden a hacerle el vacío a ese chaval listillo. "Qué descaro, quién se ha creído que es, yo llevo años y años pontificando en este tipo de cenas sin tener ni puta idea de nada". Así que, a partir de ahí, en esa mesa nadie me mira ni me contesta cuando hablo. Oh, qué tristeza, debería habérmelo pensado antes de llevarle la contraria al clan de los imbéciles estructurales. Para la próxima tengo que apuntarme en alguna parte que debo hacer reverencias y reir muy fuerte esas bromas taan originales y taan espontáneas. Quizá mi público está entre las chicas. Una de ellas, la morena del lunes, que ahora me sonríe intrigada. Durante unos días pareció que era yo el que me iba a ir a ese hotel caribeño. Pero no, esta vez no toca. Casi mejor, porque algún día correrá una pequeña leyenda sobre mí, y no sé si quiero que sea nada de lo que se pueda hacer en ese hotel. Quizás sea una que hable de una misteriosa desaparición en el golfo de México, como la de Cravan, o en la frontera, como la de Bierce. Ya no me quiero jubilar en mi pueblo. Sólo dejarme ir. Internarme en algún territorio desconocido, morir explorando.

El sábado en Valladolor hacemos más o menos lo de siempre. Al final de la noche miro a mis amigos. Luis me dice que está muy contento de haber tenido fuerza de voluntad y haberse metido poquito, porque lo va a dejar. Calculo que lleva encima, al menos, dos gramos de farlopa. Cuando un amigo te dice que va a dejar las drogas y que sólo se va a meter una pizca, date por jodido. Es como los que están dejando de fumar. Acaban con toda tu cajetilla. Y Javi y Jorge hablando toda la noche de mujeres, sin acercarse a nadie pero absolutamente obsesionados con el tema, haciendo continuas excursiones a los baños. Y me miro a mí. El más patético de todos. Me siento mal. Me duele el estómago, estoy acatarrado, me dan arcadas, pero me lo meto todo. No me engaño, no digo que vaya a dejarlo. Ya no quiero enrollarme con nadie, ni siquiera encontrarme a ninguna amiga. Despacho a la chica de la tele, tan sonriente y cariñosa siempre, en un minuto. Lo único que quiero es estar colocado.

Y el domingo por la noche una chica encantadora me devuelve por un ratito mi imaginación. E imagino. Y hoy, frente al ordenador, escribo una cosa absurda contra tres de las religiones major (el confuncionismo, no, pobres). No debería estar ahí, pero dicen que está bien y que se publica. Ellos me excomulgarán, lanzarán una fatwa contra mí y me castigarán a reencarnarme en burro por lo que digo. Yo, por cómo lo digo. Mi cabeza funciona a medias y estoy perdiendo las palabras. Y me asusto, porque sin la palabra no sé quién soy.