martes, 9 de diciembre de 2003

"Dios ha muerto, Nietzsche ha muerto y yo mismo no me encuentro demasiado bien"
(ésta no sé de quién es)

Supongo que al final es verdad eso de que las cosas tienen su caminito, que de tanto rezarle de cani, conseguí un ángel de la guarda y soy un tipo con suerte hasta cuando no la tengo. Ayer me ardía y me dolía el pecho, tenía un ataque de ira con profusión de taquicardia que me estaba asustando. Pero encontré un Valium. Y, justo después, miguelito, mi sicólogo, decidió hacer de séptimo de caballería en una peli de sábado por la tarde y llamarme. Y es que esta relación, me temo, sólo se podía analizar en términos médicos. La buena noticia es que puede que esto se ponga más divertido a partir de ahora.

viernes, 5 de diciembre de 2003

Si os he de ser sinceros, tenía pensado echarme una siesta en el baño con esta media hora que me sobra. Vengo del Casino, de comer la tortilla del siglo XXI del pesao del Adriá sin mancharme, qué mayor, y de beber por este orden Valbuena, Marqués de Riscal, Barón de Bilches, Marqués de Riscal, Marqués de Cáceres, Marqués de Riscal, Viña Nosequé (estaba ya como para). Todos reservas y gran reserva, así que si no me he ganado la siesta yo, no se la ha ganado nadie. Pero me he puesto a leer a chatín y me le he imaginado leyendo mi post del lunes y, quizás, poniéndose triste sin motivo, bueno, con todos los motivos que él tiene. Y como todos somos perdedores y todos somos aves fénix y todos descubrimos sólo en cabeza propia que los problemas sólo lo son de verdad cuando se convierten en obsesiones (lo cuál lleva implícita la receta para deshacerse de ellos) he pensado en contar mi noche de anoche para que se eche unas risas o se distraiga o algo, y se salve un ratito de lo que le martillea. Va por ti, maestro.

Veamos. La cosa empezó cuando V la belga me invitó a la inauguración de la exposición de su amiga. Calibré el momento, la oportunidad (partido del Madrid-Madrid en todos los bares) y los contras (porcentaje de chicas asistentes a las que les gustan las chicas) y decidí que era una buena idea echar un vistazo a todas esas artistas con abrigos de fantasía hasta los pies. La cosa empezó bien, vino de Rioja, palomitas y unas obras raritas que daban para lucirse. "A ver, tú ponte delante de la instalación. Empecemos por el olfato. No huelas los cuadros, huele la idea del conjunto. Ahora el tacto, el oído, el gusto y por fin la vista. Ahora únelo todo". Se me ocurrió un día con Jose, que es un cenutrio que se pasó una exposición entera diciendo "eto que coño é", y funciona siempre. Luego fuimos a cenar a un loft escondido en una especie de garaje cerca de la casa de almu, a la que abrasé a llamadas. Mmm, ¿qué estaría haciendo?. Todo era estupendo hasta que llegó la cuenta. Hasta entonces estuvimos hablando de política, que ya sé que está prohibido, pero bueno, era lo que había. Enfrente estaba un gallego nacionalista antinacionalista que decía que no. Así, en general. Y en particular que no, que la base del nacionalismo no es el etnocentrismo sino un deseo de contar con gobernantes cercanos. Ya te digo. Precisamente de eso se habla en los mítines. De todas formas, a lo mejor sí que está eso en la cabeza de los votantes, pero no en la de los votados. Más vino, por favor.
Los cuatro que quedan siempre (¡sí! ¡estaba yo!) se fueron a un bar. Hablé con la artista, que me parecía superinteresante. Y mona. E interesada. Luego me presentó a su hijo, que me sacaba cabeza y media y puso su silla inquietantemente cerca mientras la chiquilla me explicaba, con la voz de Elvira Lindo y algo de su presencia, que todo el mundo y ella misma veía en sus cuadros y esculturas pollas en erección y coños y artilugios y yo intentaba cambiar de conversación, ejem. Luego todo lo que hablaban V y ella sobre religiones, la culpa como fuente de los males de nuestra sociedad y el materialismo acumulativo como intento fallido de alcanzar la felicidad me resultó tan cierto y tan revelador que me resulta sospechoso hoy mientras lo intento recordar.
Luego buscamos otro bar por La Latina. Encontramos uno abierto en la calle Segovia. Pero vi, un poco más abajo, un neón que me hipnotizaba, que me llamaba por el nombre con el que sólo saben llamarme los líos y vociferé "¡ese, ese, ese!". Se llamaba La Noche. Creí que nada podría superar el piano karaoke del Tony 2 al que me llevó Noe, pero sí. La Noche son los dominios de un grupo de señoras mayores, algunas de más de sesenta, chavalines de cincuenta, un conductor de Alsa y un clon de Carlos Latre teñido de rubio. No había nadie que no estuviera tambaleándose. Bueno, sí, un enigmático señor de pelo blanco envuelto en humo de pipa en un rincón, el demiurgo, supongo. Nada más entrar nos dio un ataque de risa. Me pasé todo el tiempo intentando contener las carcajadas, más que nada para evitar linchamientos. Ellas, más que bailar, mantenían el equilibrio y ellos intentaban poner la mano más arriba o más abajo. El Latre falso se caía de vez en cuando sobre los sillones de ciertopelo rojo. La música era el Fary, la Pantoja, pachanga de bailar en grupo, todo acoplándose continuamente. Había decenas de focos de colores, bolas de espejo, tiras de luces de árbol navideño, y, como quiera que el local estaba cubierto de espejos, el fulgor parecía la iluminación de Eyes Wide Shut, terminaba por hacerte entrecerrar los ojos y aumentaba la sensación de que no nos habíamos metido en un bar sino en un sueño raro. De pronto, todo se aclaró, salió el artista, Tiny Ferreiro, primero con un disco de fondo y luego con su guitarra. Él cantaba cosas como La romería de Victor Manuel, pero el público era todavía más bestia y le pedían canciones como Paquito el Chocolatero. Él, cada vez que cogía aire entre estrofa y estrofa decía: "¡puta madre!" y al final de cada canción soltaba el mismo discurso: "nos lo estamos pasando de puta madre, de puta madre, de puta madre". Y la gente aplaudía mogollón. Sus otras frases estaban dedicadas a zaherir a cualquiera que se metiera en su escenario, que no era otra cosa que un trozo del bar sobre el que él había trazado una línea imaginaría. "A ver, el cobrador del autobús, que no se ha enterado de que ha empezado ya el espectáculo". El Latre entraba de vez en cuando y se caía y le sacaban. Fui al baño y el de Alsa le guiñaba el ojo a V y se agarraba a todo lo que se movía. Allí me encontré con un tipo, supongo que en tercer grado, que me pidió perdón por tener la puerta cerrada. "No es por -y me gesticulo con todo lujo de detalles una sodomización-, es por -y me gesticuló lentamente cómo le ponían una navaja al cuello y se lo rajaban de parte a parte-". "Sí a estas horas no te puedes fiar" (y yo ya mearé en casa). No podía ser fruto de nuestra imaginación. Nadie tiene tanta imaginación.
Ahí fue, cuando me senté, cuando no pude más, tenía los labios morados de mordérmelos y se me empezaron a caer unos lagrimones. Lloré de risa, me retorcí, no podía más, me dolía todo. V tampoco. Asi que antes de que acudieran todos, como en la peli de los ultracuerpos, a por nosotros, decidimos irnos. Nada más llegar a la calle empezamos a desternillarnos y ya no pudimos ni decirnos adios antes de entrar en el taxi. Me encanta Madrid. Estoy deseando cumplir los cincuenta para hacerme habitual de La Noche.

miércoles, 3 de diciembre de 2003

En Bombay dicen que hay
terrible peste bubónica.
Aquí, Urrecha hace la crónica
de un drama de Echegaray.
¡Mejor están en Bombay!
Ramón María del Valle Peña

"Poeta, narrador, ensayista, traductor ejemplar (ahí está, como espléndida muestra, su versión del Viaje de invierno de Wilhelm Müller), Andrés Neuman es el hombre de letras por excelencia de la nueva generación". A José Luis García Martín sólo le ha faltado terminar su entradilla en El Cultural de El Mundo con "mejor persona y gran amigo de sus amigos". La verdad es que me estoy pensando si emplear en el libro de Neuman los 10 euros que tengo guardados desde el verano para darle ajenjo a fire. O si no, los quemo directamente. Yo que he malgastado tantos, todavía no he quemado ninguno y ya tengo edad. Creo que será lo mejor. Mejor están en Bombay.

lunes, 1 de diciembre de 2003

Arantxa me telefoneó para contarme que su padre había muerto el domingo. No sabía que decir. Creo que le expliqué que un tiempo después de que muriera mi madre empecé a creer que su vida había sido un ciclo cerrado y pleno, que tuvo seis hijos, se casó con quien quiso, llevó una vida tranquila, sólo supo querer y la quisieron. Eso me ayudó a vivir. Su funeral, el de una madre y ama de casa, con los pasillos de la iglesia del Salvador abarrotados me dio, con el tiempo, una pista más. Luego Arantxa dejó caer que me había llamado porque la Innombrable había ido a darle el pésame. "Ha venido para que conociera a su hijo, me dijo, ¿no sabes que ha tenido un niño? Siempre que la veo pienso en vosotros dos como pareja y me da mucha pena". Le conté que al final cada uno hizo lo mejor para él, aunque de la peor manera. Que ella conmigo no habría podido tener una casa, un coche, un niño, una foto en la que apareciera vestida de blanco en algún parquecillo del extrarradio. Que yo no habría sido feliz o no habría sido libre. Que no trabajaría aquí ni habría visto nada ni habría aprendido nada. Que todo encuentra su lugar, que esto es como un puzzle en el que las piezas van cayendo y luego se colocan solas. No sabía qué decir.

miércoles, 19 de noviembre de 2003

QUERIDA MISS STUART:

Sólo un apunte. Recuerdo una tarde de verano en la que revolviendo entre los trastos del Brideshead de mi amigo Jorge sacamos una cesta de picnic y un gramófono. De los discos, seleccionamos uno de Carusso (¿o era una foto amarillenta?) y Reloj, no marques las horas. Quemé un corcho y me pinté unos bigotes en espiral. Cantamos a gritos, esquivando la luz oblicua del atardecer castellano en el último piso de lo que fuera el ala de la servidumbre, sobre las caballerizas. Luego hubo que aguantar preguntas sobre ese bigote toda la noche. En realidad estábamos haciendo la mudanza de aquella casa para siempre. Después de cuatro siglos. Supongo que se merecía una despedida como esa y no llantos de cerillera.
"Los días malos terminan, casi tan deprisa como los días buenos, pero de ellos, de los malos, nunca me queda recuerdo", dices. De los días malos nunca me queda recuerdo en este blog.

Para una vez que lo intento hacer sin perder la dignidad... Dejé cuidadosamente las cosas de Madame de Merteuil en el pasillo, su camisa, su jersey, su aparatosa caja de pinturas de los cincuenta, su sujetador, su cajita de música que toca As time goes by. Sobre ellas la nota: "Deja las llaves en la mesa, por favor". Supongo que cuando uno hace eso es para fastidiar, para que escueza como poco un poquito. Pero ella andaba algo ocupada esos días y mandó a su compañera de piso a por una mesita que se había dejado y no apareció a por sus cosas. Así que el que veía la nota todas las noches era yo y me sentía un poco tonto. Pero sucedió que, a la mitad de la semana, Pilar, la encantadora señora que se pelea todas las semanas contra mi ex caótica habitación, se encontró la nota y no supo si dejar las llaves, si llamarnos, si irse, si estaba despedida...

Hoy he visto una cola que daba la vuelta a la manzana para comprar lotería en Doña Manolita. Pensaba que me iba a tocar a mí, pero veo que la gente está loca y que hay demasiada competencia. De esto se puede sacar una moraleja, que siempre es bonito: si tienes que apartar tentáculos y alas para llegar hasta la chica del bar, no insistas.

lunes, 17 de noviembre de 2003

"Desde que te conozco, vivo en un musical", me decía entonces.
No me había enterado de que estaban haciendo La venganza de Don Mendo cantada.

lunes, 10 de noviembre de 2003

(viene del post de hoy de llua sobre los siete pecados capitales)

La soberbia porque yo lo valgo.
El pecado de mi pueblo de los veranos viene siendo la envidia desde hace siglos. Lo cuentan en una obra de Lope de Vega. Lo sufren vecinos de todas las edades y por los motivos más peregrinos. Cuando era el crío que terminaba ese extraño segundo curso de mi carrera y empezaron a detectar lo que ellos creían que era "irme bien" (o sea quedarme casi sin verano para trabajar un montón de horas cobrando cero, pero eso sí, en un programa nocturno de la radio en el que nos reíamos muchísimo. Sí, la verdad es que me iba bien) empezó a surgir un run run amargado cada vez que daba la espalda a un nutrido grupo de envidiosos. La cosa siguió con una escalada que terminó en trifulcas, peleas a puñetazos y constantes "si viene él, yo no voy". Decidí que: a) siempre iba a ir yo, b) me iba a ir todavía mucho mejor y c) siempre que pudiera me encargaría de que se enteraran de lo bien que me iba. Con todos los detalles. Y funcionó estupendamente, así que lo recomiendo mucho.
No sé cómo se puede vivir con esa rabia sorda. Y subiendo. Lo que sí que sé es a quién perjudica de verdad y para quién es algo menos que una leve molestia. Pues hala, buen provecho.
Y, completamente, eres un solete llua.

viernes, 7 de noviembre de 2003

LO QUE ESCRIBÍ AYER

"El amor es ciego, pero el matrimonio le devuelve la vista"

He comido con Betty más que nada para ir formalizando los detalles de la boda para cuando cumpla los 40... Bueeeno, no hemos hablado de eso pero sí de Japón, la industria farmaceútica, las facturas, la creatividad y sus tarifas, el sexo en el asiento de atrás de un coche, tamaños y cariños, la chica de la radio, su amiga la del bar, su amiga la que se sube a bailar en la barra del bar, la mujer de su jefe, las putifaldas de colegiala, su futuro profesional, las posibilidades en una empresa grande y en una pequeña, las conductas poco inteligentes y sus consiguientes oportunidades perdidas, la vez que me puse a mear a tres centímetros de la cara de una pareja que estaba en un coche (sin querer) y el zuzto, la amistad y lo buenos y lo guapos que somos y lo atractivo que soy yo, ea.
Me ha regalado unos calcetines de rayas, los que llevo puestos. Se ha trincado la media botella de vino que le he dejado. No hacía más que llenarme la copa, pero se ha portado como una dama y no se ha aprovechado de la situación. Betty, hijita, aprovéchate pa otra vez, anda.

(lo que he escrito hoy)
Por la tarde me fui al preestreno de un muermo. Debe de ser temporada de becarias, porque iban todas muy arregladitas para el cóctel anterior y se comían los canapes con bisoñez. No vayais a ver la peli, Love actually ("love actually is in all", dice su lema, "love actually is compartiendo celda con el Conde de Montecristo" diría yo). Ahora estoy dudando: Valladolor, León, Valencia... Tengo una habitación en un hotel de Valencia ¿si voy me sacas a pasear, irenita?

jueves, 6 de noviembre de 2003

Recetario

RECETARIO

No quiero perderte no es una cosa que se dice, es una cosa que se hace. Alguien preguntaba por aquí antes de verano cómo salir con bien al cortar una relación. La receta llega tarde pero es sencilla: amor y bondad para preocuparse genuinamente por quien tienes enfrente. Sobre todo en ese momento crítico, en el que hay que rehogarlo todo con una pizquita de valor para comerse, sin que se enfríe, el pequeño marrón que conllevan estas cosas. Crispi me regaló aquella caja de bombones llena de marihuana, Elisa se aferró a mí y no dejó de mimarme hasta asegurarse de que todo estaba bien. Lo que tienen en común es que dejaron claro que les importaba lo que pasase después. La innombrable, en su línea de irresponsabilización, quiso hacerme creer que no podía evitarlo, que sólo podía hacer las cosas así. Y no es cierto, se gasta la misma saliva en hacer las cosas bien que mal, lo que pasa es que así es más cómodo de momento. Tampoco está de más no perder el culo detrás de la tercera persona inmediatamente. Puedes hacerlo mañana o la semana que viene, no hay prisa.

El amor y la bondad no son sólo cosas que se tienen, son cosas que se hacen. Por ejemplo, si yo anoche le pido un abrazo a bob, él me da tres o cuatro, si llamo a betty cuando ya está en la cama me tiene dos horas y pico al teléfono haciéndome reir, aunque se tuviera que levantar hoy a las seis (cuidadín con no desmochar la pantalla de una cabezada), si le pido desde aquí a burbuja que me escriba un mail divertido después de tanto tiempo sé que lo hará. Pero hay quien no usa el cóctel. No es una circunstancia, es una elección. Creo que ya he dejado por aquí esa definición aséptica de la inteligencia que dice que es la capacidad de plantearse y resolver problemas. Hay quien siempre se plantea los problemas que no son y luego los resuelve con el culo.
En fin, resumiendo lo que ha pasado con un diálogo de Atraco a las tres que luego salió en Mortadelo y Filemón: "estoy disponible, chati", "pues no me extraña".
Me siento en disposición de recibir muestras de amor, de bondad y de perfumes caros. Gracias.

miércoles, 5 de noviembre de 2003

"De tanto no afeitarme, me he dejado barba". Cuando salía por la puerta se me ocurrió la frase que no encontraba para empezar el anterior post. Y es que esto del "blogs" (como diría un ilustre) es como andar en bicicleta. Y a veces como follar, si no se te da, no se te da, pero casi nadie te lo va a decir.

martes, 4 de noviembre de 2003

TRES O CUATRO COSAS DE ESTA AUSENCIA

TRES O CUATRO COSAS DE ESTA AUSENCIA

Ahora que nos hemos quedado cuatro patos en esta página, os confesaré que tenían razón todos los que aseguraban que no se necesitan drogas, que se pueden hacer las mismas cosas sin ellas. Confirmado. Yo el miércoles me fui al concierto de un amigo en Galileo. Estaba medio empanao, tenía una sonrisa tontorrona, le toqué la pierna disimuladamente a la chica de la izquierda con consecuencias y a la de la derecha sin, dije algunas frases sin sentido, fui muchas veces al baño, me meé en la manga del jersey, en mis desplazamientos por la sala pisoteé, empujé y tiré la copa a uno de cada tres, tenía muchos mocos, me quejé mucho del concierto, recordé con mi amigo las canciones que le compuse en BUP (sobre todo el jit "Francamente querida") y, al final, me quedé un poco dormido. Y todo eso sólo con dos cervezas.
Por lo demás, tengo a Madame de Merteuil con fiebre en mi cama, llevo un par de días haciendo de enfermero. El fin de semana la dejé sola y se enrolló con un mexicano. Todo el fin de semana. Como me gana por tres y le extraña un poco que yo me haya vuelto bueno (la edad, la pereza, la inteligencia superior de la nueva generación femenina...) pues voy a hacer un esfuercillo y me voy a liar con alguien. Bueno, no. Ay, qué esplín. Sólo me apetece con una que ya casi no me contesta a los mensajes. El caso es que Merteuil dice que yo soy más guapo y que el mexicano es más atractivo. Yo creo que no quiere decir lo que dice con eso. O es que soy un optimista. El caso es que, desde el principio, cada vez que le echo la bronca me dice "¡ay, qué ojos tan bonitos tienes!". Y, oye, que no pillé el truco hasta un par de meses después. Madame también se dio un beso con lengua con una chica de su clase. Y es que ella siempre va con dos lenguas de ventaja.
Y yo me veo un poco mayor para esas cosas y un poco alcohólico para el resto de las cosas. Mi drama es que me he vuelto alcohólico de vino bueno, que está carísimo.
También tengo a la chica de la radio, que estaba interesada hace un par de jueves. Betty no se lo creyó, que tiene narices que betty no se lo crea, pero güeno, también es verdad que yo daba tumbos, y que a alguna de sus amigas no les parezco demasiado interesante y creo que ella misma no tiene un alto concepto de mi físico ni de mi estilazo de bailar. Pero eso no lo es todo. Con la chica de la radio estuve un poco sobreactuado, le dije que la oí esa misma tarde, que estar ante ella era para mí como conocer a Mick Jagger. Yo esperaba que le hiciera gracia, pero se lo tomó en serio, que es otra forma de. No es lo mismo, pero vale. Lleva dos semanas preguntando por mí. La suya no es una gran emisora, y, como todo el mundo, prefiero la tele, pero algo es algo.
Durante este tiempo también he cuidado a mis sobrinas. Las llevé al parque y mi ahijada se comío la arena. Bueno, elegía las piedras con mejor aspecto. Es muy sibarita ya.
Silvia se ha despedido con un pico hoy. Dice que se ha traído un foie muy bueno y que me invita a cenar. Aprovecha para tocarme cuando hay un roce fortuito. Siempre que estoy con ella recibo una lección de buenas maneras, descubro cada vez cómo se sienten ellas conmigo.
Un domingo conocí a las hermanas Lumiere, que son impresionantes. En tantos sentidos. Les hice unos huevos cocidos y unas tostadas. No sé si lo saben, pero para que nos comiéramos esas cuatro tostadas tuve que quemar otras doce o catorce. Es lo que tiene la cocina, que es un trabajo muy anónimo y muy poco reconocido. Ellas no se quejaron nada. Si es que el secreto de una buena reunión es tener más bebidas alcohólicas que comida, y si ves que no, estropear la comida. Ahora estoy esperando a que me inviiiiten ellaaaas.
Por lo demás he ido a un montón de comidas y cenas y tal, estuve en las bodegas de Vega Sicilia, hice un par de litros de calimocho con un crianza estupendo y descubrí que el vino bueno no deja resaca. Todavía estoy explorando el hallazgo, ya os contaré, la ciencia va despacio. Por lo demás todas y cada una de las veces que he salido a trabajar a hoteles y chiringuitos he vuelto borracho, como hoy sin ir más lejos, pero en cambio, ya casi no piso los bares los fines de semana. Menos este sábado, que me fui al único bar guei de mi ciudad, pillé una cosa blanca y me pasé toda la noche bailando. Me preguntó Santi que si sus amigos se portaron como caballeros. Tanto tanto que salieron huyendo en cuanto se fue él. Y es que yo era el único que estaba un poco halloween ese día. Aunque no daba tanto miedo como los grupos de solteronas treintañeras de por ahí. Yo nunca llamaría solterón a un treintañero, por la cuenta que me trae, pero es que en mi ciudad lo son. Me presentaron a una diputada y su segunda pregunta fue si tenía un contrato fijo o era freelance. La primera trataba de averiguar mis inclinaciones sexuales ("inclinarme, lo mínimo, que uno ya no está..."). Valladolor está mu rara.
Merteuil me espera en casa, para que le haga un caldito, los muebles de Ikea para que los monte. Me estoy echando a perder.

lunes, 29 de septiembre de 2003

En el metro me siento al lado de chica con libro. Nos miramos de reojo. Ella lee Jane Eyre y yo las memorias de Casanova. Me ha parecido supercomplementario.

jueves, 18 de septiembre de 2003

MUERTO AL LLEGAR

MUERTO AL LLEGAR

"que al que nace martillo,
del cielo le caen los clavos"
"Otra victoria como esta y estamos perdidos". Pirro.

Vuelta al cole con la sensación de que todos miran a través de mí. Dos horas sintiendo que no me reflejo en el espejo, que todos saben algo que yo no sé. "Paranoia es tan sólo saber la verdad", escribió Burroughs. Casi todos me reciben con cariño, abrazos y eso. Casi. La cabeza me huele a pólvora, tengo cara de fiambre.
Comienzo mi vida miserable, de ahorros y abstinencias, yendo a casa a comer. Compro medio pollo asado. "¿No quieres tortilla?", "no", "¿y pimientos?", "otro día". "Como dijo aquél -se mofa la cubana dependienta de la pollería- hoy sí que tengo hambre, lo que no tengo es mucho dinero..." Pa mí que se me ve en la cara. Es una pasada lo de cocinar en casa, lo que ahorras y lo bien que se está. Aunque de momento la receta haya consistido en pasar el pollo del recipiente plateado a un plato. Es un comienzo.
Luego en el trabajo se me pasa el mal rollo, casi me desparece esa sensación. Casi. Huelo a cadaver.
Hablo con Merteuil sobre el futuro. Siempre hay que tener un plan B. Nunca había pensado en cobrar el paro. Cobrar el paro y escribir. Suena bien. O trabajar de colaborador, con todas esas ventajas y todos esos aeropuertos internacionales. Suena a música. A la banda sonora de Desayuno con diamantes.
Acaba el día, he sufrido mucho, pero he logrado cumplir horarios, he currado y he ahorrado, creo. Hago cuentas. Veamos, me llevo cinco, pongo seis, que no se me olvide eso... A ver, he escrito un folio y me he gastado 40 euros. Cojonudo. Para final de mes estoy en la cárcel.

lunes, 15 de septiembre de 2003

Me dice _ que estoy demasiado evidente en el msn. La verdad es que nisiquiera suelo estar, pero esta última semana de vacaciones he tenido una intensa messenvida, algo bastante absurdo. Eso sí, tengo mis atenuantes. En los últimos siete días he tenido dos ataques localizados de ansiedad/pánico y varios pequeñitos, he descubierto que estoy arruinado, he estado un par de veces en el hospital, me han salido granos por todo el cuerpo por una alergia indeterminada que se une a la de siempre que me tiene atascado, me ha sentado mal casi todo lo que he comido en las fiestas de mi ciudad, que encima, por una vez, estaba animadísima, he tenido fiebre día sí y día también, ejem, y diarrea, una medicina que creo que se llama Corticoles me ha jodido el estómago y me ha dejado flojo y sin mucho espíritu, se me han inflamado las encías, me duele una muela desde hace dos días, y, en fin, el comienzo de una relación a (puñetera) distancia me tiene tan ansioso como salido, supongo. Como para estar ingenioso y hablar de otra cosa que no sea La Cosa.
Pero no pasa nada, el miércoles empiezo a trabajar. Lo peor es que no consigo despegarme de la intuición de que lo peor está por venir.

miércoles, 10 de septiembre de 2003

HOUSTON, WE HAVE A PROBLEM

Houston, we have a problem,
We don´t want to get back.

Back to the earh – Carlos Jean

“Hagas lo que hagas, ámalo como amabas la cabina del Paraíso”, aconseja Alfredo a Totó en Cinema Paraísoº. De niño solía esperar en la sala a que mi padre apagara todas las luces del cine –programa doble, sesión continua hasta las doce y pico- y me hipnotizaba la sala vacía, con un silencio antinatural justo después de que hubieran pasado tantas cosas -las persecuciones de Mad Max 2, la violación de La naranja mecánica, los mamporros de Bud Spencer, King Kong en gris oscuro subiendo a un rascacielos, unas tetas saliendo de un camisón en Al este del oeste, de Pajares y Esteso, el Maestro Borracho dándole la alegría de su vida al Mono Parlanchín cuando le explica que no ha muerto porque se colocó una placa en el pecho, justo igual que Clint Eastwood en ¿Infierno de cobardes?, La guerra de papá, gracias a la que papá se compró el 131 Supermirafiori-. Mientras él estaba arriba yo me sentaba en el respaldo de una de las butacas rojas de la última fila para ver como el telón se cerraba lentamente y las luces se apagan una por una, de delante a atrás. Supongo que desde entonces siempre he amado las cosas que hago como amaba aquella sala, como un espectador único y solitario que cuando mira mira los engranajes, que acostumbra a ponerse en la última fila para asistir a todo casi desde fuera, que elige un tono melancólico pelín grimoso.
Tiene más mérito ser feliz así, porque lo que suelen producir estos ingredientes son filósofos depresivos y plastas meditabundos. A mí, sin embargo, el que casi cada momento del día se me haga de piedra al instante me viene sirviendo para saber lo que vale, para mejorarlo, no desperdiciarlo ni detenerme en él. Están los días de bajón, claro, pero en general pasé de saber que todas las jornadas tienen un atardecer que lo redime todo a descubrir que cada gradación lumínica del día es tan hermosa como los latigazos anaranjados del ocaso.
He sabido en cada momento lo que valía este regalo veraniego, lo he visto todo, no he pensado nunca en lo que pasaría cuando se apagasen las luces.
Y la pequeña Madame de Merteuil me regala un poema de Montero, ese poema que te viene como polla al culo (como dice mi amigo Luis) y te explica eso que tú sentías.

AUNQUE TU NO LO SEPAS


Como la luz de un sueño,
que no raya en el mundo pero existe,
así he vivido yo
iluminando
esa parte de ti que no conoces,
la vida que has llevado junto a mis pensamientos...



Y aunque tú no lo sepas, yo te he visto
cruzar la puerta sin decir que no,
pedirme un cenicero, curiosear los libros,
responder al deseo de mis labios
con tus labios de whisky,
seguir mis pasos hasta el dormitorio.


También hemos hablado
en la cama, sin prisa, muchas tardes
esta cama de amor que no conoces,
la misma que se queda
fría cuanto te marchas.


Aunque tú no lo sepas te inventaba conmigo,
hicimos mil proyectos, paseamos
por todas las ciudades que te gustan,
recordamos canciones, elegimos renuncias,
aprendiendo los dos a convivir
entre la realidad y el pensamiento.


Espiada a la sombra de tu horario
o en la noche de un bar por mi sorpresa.
Así he vivido yo,
como la luz del sueño
que no recuerdas cuando te despiertas.


Así he vivido yo el paseo nocturno por la playa, con la camisa abierta, las conversaciones de horas en la terraza frente a la crema catalana y al Marqués de Riscal, mi llegada a la estación, cuando nos mirábamos con desconfianza y deseo, los paseos buscando bar, las botellas de vino, el baño en la piscina, los masajes pedidos y los ofrecidos, la ducha que me dio como a un bebé, las comidas en el chino o las cenas en el bar de los pinchos. El viaje en autobús, el primer encuentro en el hotel, los ratos trabajando mientras ella dormía en tanga a cinco metros -a veces la veía dormir, a veces me miraba trabajar-, sus asombrosas formas de hacerlo todo.
También he hecho magia. El primer beso en el ascensor, esos sorprendentes orgasmos, el desayuno en la cama, mis famosos espaguetis con gambas, su restaurante que le encontré inesperadamente abierto por un día, el poema que le escribí en la esquina de la playa, el baile en la verbena que apareció de pronto, los vistos buenos a sus perversiones, las preguntas acertadas en el Trivial, la medida exacta hasta su punto G, los versos rezados en la terraza, la mejor edición del libro que ella quería, la violación de mentirijillas junto al frigorífico, los cuadros que hacía aparecer en El Prado.
Y no lo disfrutaba menos porque supiera que era tiempo pasado, si no más, sabía lo que valía. Y no quería volverºº.



ººLa otra versión de las vacaciones la está escribiendo la deliciosa madame de Merteuil aquí.

ºEl DVD Nuovo Cinema Paradiso contiene una entrevista con un comercial de la distribuidora titulada El emblema de Lauren Films. No he querido ni verla, pero me imagino que habla de lo orgullosos que se sienten de una película que les rinde homenaje a ellos o a la gente con la que trabajan. La película habla de un mundo intensísimo que se fue, el de los cines de los pueblos. Hace cinco o seis años escribí un artículo de esos que salían con la foto de mi cara pensativa al lado en el que hablaba de "la ración invaluable de cultura que tuvo que suponer ver Historias de Philadelphia desde los bancos de madera, escuchar La marsellesa de Casablanca en la España de Franco, asistir siendo analfabeto a una peli de Billy Wilder", o algo así. También hablaba de lo poco que le interesaba a nadie salvar todo ese patrimonio cultural vivo que llevaba décadas haciendo libres a las zonas rurales y que ahora seguía siendo necesario. A los cines de los pueblos los mataron los espectadores, claro, que preferían irse al centro comercial de la capital más cercana. Pero el golpe de gracia se lo dieron las distribuidoras, supongo que con Lauren a la cabeza, que un buen día decidieron que no les resultaba rentable la estructura con la que mantenían sus ventas en los pueblos, dejaron de cobrar precios proporcionales al público que se podía lograr en ellos y comenzaron a cobrar los precios de las capitales, imposibles de cubrir. El resultado evidente iba a ser el asesinato de las salas rurales, la muerte de todos los cines paradiso de España. Por eso me jode tanto esa entrevista que no he tenido estómago para ver, porque no hay criminal más repugnante que el que se le roba las botas al muerto cuando ya no puede defenderse, el que se lo apropia y se atribuye sus méritos. Y a nadie le duele más que a sus herederos, a mí, que he crecido en todos esos cines que abría y cerraba mi padre, con esos edificios que imitaban toscamente el lujo de los teatros decimonónicos o pretendían los aires de grandeza imperial de los cincuenta o aprovechaban un convento mudejar y colocaban, con continuidad simbólica, la pantalla donde estuvo el altar. A, mí que he pasado horas en sus cabinas llenas de fotogramas desechados, la empalmadora, las bobinas, las viejas máquinas de carbones esquinadas, los clavos en la pared sujetando las hojas de censura y los comprobantes, los tacos de entradas y los carteles de las pelis de Bruce Lee y de las primeras tetas del destape forrando las paredes. Su historia es la biografía de mi padre. Mi padre, que podría haber ganado más dinero con otros negocios, pero sabe de sobra que con esto ha estado décadas, cinco décadas, desde 1945, ofreciendo diversión y cultura. "Esto es mucho más bonito, no es sólo un negocio. Hay veces que una película no funcionaba bien, pero la gente salía diciendo que le había gustado y te quedabas contento. Otras veces se llenaba el cine, pero todo el mundo se quejaba y te ibas fastidiado a casa".

sábado, 6 de septiembre de 2003

MANERAS DE PEDIRLO JUNTO AL MAR (oh, la constancia)
(reivindico el espejismo
de intentar ser uno mismo)


-Me pierdo en tus ojos...
-¡Gracias! ¿me haces una mamada?

-Vamos a hacer como que somos dos viajeros que tienen que compartir habitación.
-Vaaaale...
-¡Oiga salga de mi habitación!
-Pero, pero...
-blablabla
-blablabla
-blablablita
-Pues yo me llamo Magdalena y soy lesbiana.
-¡Uy, qué bonito!
-Jua jua
-Perdona es que tengo que coger una cosa de la mesilla.
-Oye juajua esas manos ¡jua!
-Uy perdone
-Tú eras de un pueblo ¿no?
-Sí, de una aldea perdida en la montaña en Zaragoza, grabaron dos episodios de Heidi allí.
-Jua jua, me encanta como te metes en el papel.
-¿A que sí? ¿me haces una mamada?

Las doce en la cama.
-A ver, he traído donuts, zumo, coca cola, jamón, queso, galletas de chocolate, pan, un pastel, empanada, tomates...
-¡!
-Gracias. ¿Cuando termines de desayunar me haces una mamada?

Noche en la terraza. Pierde al strip poker.
-Ahora tengo que mandarte algo... mmm... no sé, no sé qué pedirte que me hagas...

-Es que a mí los viajes siempre me ponen muy nerviosa
-Oye, pues si ves que te relaja me puedes hacer...

-Jo, de verdad que me da mucha pena que te vayas, que ha sido muy bonito y me estoy poniendo triste.
-¿Quieres que te haga una mamada?

lunes, 1 de septiembre de 2003

En la esquina del día

EN LA ESQUINA DEL DÍA

En la esquina del día y de la playa
la silenciosa Merte se despliega.
Ignora a lo que sabe, a lo que huele,
no conoce las gracias que derrama
ni el sendero de pétalos que pisa.
Hoy tiene pensamientos de una frase:
"El agua está muy fría.
También quiero volar.
Estoy contigo".

miércoles, 27 de agosto de 2003

Un amor de verano

UN AMOR DE VERANO

El sábado por la tarde nos conocimos. Nos emborrachamos por toda la feria de Málaga. Fuimos a mi habitación a que me metiera unas rayas. Charlamos. Salimos. “¿Has visto lo bien que me he portado?”. “Demasiado bien”. Así que la besé en el ascensor. Salió del hotel flotando. Yo ya flotaba desde hacía un rato.

El domingo dormimos juntos. ¿Qué tal fue?, me preguntó fire. Pues hubo mucho cariño. Qué iba a haber con el pedo impresentable que llevaba. También mucho sexo oral. Hablar, hablar, hablar hasta que el blanco sol malagueño terminaba con la noche. No, no terminaba nada, sólo empezaba. Empezaba el día y a ella se le quedaba en la garganta un te quiero tímido que quiso salir muchas veces en aquellas horas de camas con ruedas que amagaban con rompernos la cocorota en cada cambio de postura, lo nunca visto. Me invitó a su casita de la playa, en la costa de Cádiz. Allí ella me cuidaría, me observaría mientras escribo, inventaría una fantasía para cada noche. A cambio me pidió que la afinara. Me pareció un buen trato. Nos regalamos algunos adelantos.

Lo que pasó la noche del lunes ya lo he contado, aunque sigo sin entenderlo, sus motivos, su comportamiento, mi reacción. Esto lo que menos. Cuando aquél tipo, el menos colocado y sin embargo el más cortito de los tres, lo convirtió en una competencia, tuve que competir, y ella se fue conmigo, como pensaba hacer desde el principio -“a él le beso, pero contigo me voy a acostar”, me había dicho la primera vez-. Y con mis condiciones. Pero eso sólo hace que entienda aún menos el resto.

El martes, fuera de mis cabales y después de vagar y beber y masticar bajo el sol la duda dolorosa de lo que podría pasar si me quedaba, decidí que valía la pena arriesgarse. Durante todo el trayecto hasta su pueblo traté de adivinar con cuál de las dos protagonistas de Las amistades peligrosas se había quedado al final –ya me había hablado de elegir entre ellas en un mensaje muy anterior a todo esto-: Madame de Mertieul o Felicite. Pensé en volver a explicarle que en ambos casos yo tenía que ser el vizconde de Valmont. Nada más que eso. Pero tampoco menos. Llegó la hora de las explicaciones, hizo un breve amago de fingir que no se acordaba de nada y luego aceptamos pulpo, me prometió para luego una carta con explicaciones más sensatas, y yo no quise revolcarme más en ese sentimiento tan ajeno a mí, los celos, que se habían colado en un resquicio de mi (cada vez más) rara cordura tal vez viajando en un grumo de cocaína mal cortada. Quería dar carpetazo, pero no podía. Los gestos sospechosos se sucedían en torno al móvil, ese chivato. Los celos se convirtieron en obsesivos, no dejaron sitio en mi mente para nada más. Era una sensación fea y nueva. Se me quitó el hambre, me encerraba en largos silencios, maquinaba. Mentiras, puede que piadosas, abrazos, intentos de recuperar la confianza... Agotados, nos dormimos.

El miércoles le robé el móvil, lo llevaba yo, le espié todo, me porté como nunca hubiera imaginado (y recordemos que nos conocimos el sábado). Por la noche, por fin me cambié de tema. Sentados en una terraza, marie brizard y batido de almendras y dátiles, sentí una sensación casi física en mi cabeza, como si se deshiciera un nudo. Mi estómago se relajó, sonreí. Aquella noche volvimos a estar tan cerca como el domingo, sólo que, ejem, como el día anterior, en una casa llena de gente que pasaba continuamente por el salón en el que pasábamos la noche como pasan las noches los cuerpos imantados.

El jueves todo volvía a estar en su sitio. Hicimos la compra. Me dio una palmada en el culo y me dijo “anda, compra unas natillas de caramelo”. Sabe hacer una cosa con las natillas de caramelo. Me puso una dieta, me restringió las cocacolas, ante el cachondeo del resto de los compañeros de casa. Me dijo que me quedara en la piscina mientras me traía el periódico. “¿Te acompaño?”, “no, quiero tratarte como a un rey”. Por la noche nos dimos un paseo larguísimo junto al mar, nos sentamos en unas hamacas, descubrí que está llena de vida, descubrí gestos historias, suspiros, breves gemidos cuando la rozo. Decidí que quería seguir descubriéndola. No he encontrado nada que no me guste.

El viernes me dijo que me sentara en la terraza mientras me traía el desayuno y luego me fui a Madrid. Por la noche me preguntó enfadada que por qué le había borrado el teléfono de aquél tipo. Le conté que lo hice el miércoles cuando decidimos que todo estaba bien y que la había avisado. Le pareció bien, pero yo me empecé a preguntar por qué había buscado su número cinco minutos después de que yo saliera de allí. Dice que fue por casualidad, buscando otro número. Me pregunto que habría sido de Sherlock Holmes si hubiese creído en el azar y no en la causalidad, si no hubiese profesado el deductismo y la elección de la opción más probable. Habría acabado en Scotland Yard, supongo. Pero no importa, ya no tengo la cabeza taladrada, ya me divierte también que exista la posibilidad de que ella sea la Madame de Merteuil más perversa con la que me he topado.

El sábado vuelvo a Málaga, ella me espera allí, dice que se ha encontrado con fire. Hablo con fire y me dice que ella le ha contado que yo quería que la cuidase durante mi ausencia. Vuelvo a hablar con ella tres horas después y me dice que muuy bien con fire y que nada de irnos al pueblo, que nos quedamos en la feria. Joer con las nuevas generaciones. Con este carrerón, con está relación de años comprimida en una semana, yo había pensado, qué ingenuo, que a lo mejor ya podíamos hacer algo normal, no sé, ir al cine. Valmont tendrá que ponerse las pilas.

martes, 19 de agosto de 2003

En la encrucijada

EN LA ENCRUCIJADA
Podría contar cómo nos conocimos, lo sorprendente de que supiera más de mí que yo mismo, el primer beso en el ascensor, cómo se nos han ido enredando unos gramos de más de dulzura en lo que iba a ser un historia veraniega de besos y literatura. Cómo me ofreció su casa junto al mar, hacer de musa y amante. Pero este no es ese post, por desgracia. Este empieza anoche en un estúpido after de Torremolinos en el que yo me desabroché la camisa para bailar y me acerqué a ella y al otro tipo. Incómoda, dijo que fuéramos a la pista los tres, pero se quedaron a mitad de camino. Y me fue presentado, entonces por primera vez, el monstruo de los ojos verdes, del que sabía por Otelo que se inventa historias, conversaciones, gestos, roces. Pero yo no soy de esa cofradía, sólo soy un paranoico. En una conversación de hace mucho con bob me dijo algo tan lúcido como que nuestra paranoia no era tal, porque siempre acertábamos, así que sólo puede ser una intuición inteligente que anticipa situaciones, intenciones, palabras. Un sexto sentido basado en lo que sabemos.
-Si lo haces me picaría, pero no me jodería- le dije en teoría sin venir.
Cuando volví del baño, allí estaban, besándose, atentos a la puerta por la que no salí.
-Si me besas a mí también, no pasa nada. Podríamos hacer un trío...
Todavía no sé lo que pasó, pero me quedé fuera. Dijo que me lo iba a explicar hoy. Descubrí que me importaba más de lo que creía. Y no, no era orgullo. Esa no era la mejor manera de descubrir sentimientos, pero bueno, los hallazgos son lo que hacen que se mueva el mundo, aunque se te caiga una manzana en la cabeza y te haga un chichón.
Cada vez que me daba la vuelta lo mismo, y no cuadraba, no cuadraba lo que hacía con lo que me dijo después, con lo que yo ya suponía. Y mis opciones no valían: o conmigo o si quieres hacer esto, cuando no esté yo o me voy. Pero no.
Todavía no sé porque tuve que quedarme y verlo tantas veces. Pero lo que me dolía era que a mí me dedicaba caras serias, "ahora no puedo pensar en eso", gestos tensos. Y a él sonrisas. Sólo eso me dolía. Y la obligué elegir, y no quería obligarla, porque esperaba que lo hiciera ella sola. Y que me eligiera a mí, claro.
Cuando volví al hotel di vueltas alrededor de las camas hasta que hice un surco, hasta que todas las situaciones se desgastaron en mi cabeza volada, hasta que agotado caí en la cama.
En algo menos de una hora me despertaron para que abandonara la habitación. Y aquí estoy, vagando por Málaga, llamando a fire, a betty, a ella, y todo son contestadores y calles atestadas de bailarines y vasos abandonados, y calles desiertas bajo el sol. Consigo perderme, llevo encima una resaca depresiva de tres días de coca, con lo que eso supone, es como respirar boqueando, como dar saltitos con los pies forrados de plomo para asomar la cabeza por un pozo que te ahoga de una manera muy oscura y muy desgarradora y muy sucia. Quien lo haya probado lo sabe.
Y no sé si ir o no ir, no sé si ya nada será como pensamos. Y llevo horas dándole vueltas como un imbécil, resolviendo encrucijadas al azar. Y no sé si llamarla o volverme a Madrid. Y no sé en que quedó con aquél tipo.
Y cuando ya por fin no tengo ni idea de donde estoy ni quién soy ni qué hacer, saco un poco la cabecita para buscar una cabina, un cordón teléfonico umbilical que me traiga a betty (su tono de cuando la comprensión y el cariño, por favor, lo necesito), a mi padre, a miguel, a bob, a fire, a una voz amiga para contarle que todo va bien o que todo va mal, ya veremos. Y encuentro el teléfono y busco la tarjeta que no está porque me la he dejado en la otra cabina, en el otro extremo de la ciudad, a saber dónde. Y cuando estoy maldiciendo mi mala suerte empiezo a sangrar por la nariz y no puedo arreglarlo, no puedo arreglar ya nada (no habrá pañuelos de seda/ para limpiarme la cara).
Y mientras camino pálido bajo los cuarenta y cinco grados malagueños que vacían las calles por donde paso tratando de detener la hemorragia, me sobreviene por fin esa confortable sensación familiar. He tocado fondo. Y suspiro aliviado y se me deshace el nudo del estómago y sonrío por primera vez pensando que, ahora ya, haga lo que haga, nada de todo esto es importante.

jueves, 14 de agosto de 2003

Paradoja

PARADOJA
–¿Ves como hablas mucho por teléfono?
Es la tercera vez que la chica del Burger King me dice eso. Es que con la factura de la recarga del móvil te regalan un burri menú. Siempre me dice algo, como por ejemplo "¿estás atendido?", cuando sabe que sí que estoy atendido.
–No, si hace como diez días que no vengo.
–Es que como siempre vienes en mi turno...
–¿Lo puedo hacer gigante?
–Sí (...) pero no te puedo dar el regalo, porque las promociones no son acumulables.
–Bueno, no importa.
(...)
–Toma, el regalo. Pero no se lo pidas a mis compañeros ¿eh? pídemelo siempre a mí.
Me alejo con el regalo pensando que lo mío con la chica del Burriquín es imposible, porque, por una parte, por pura ley de probabilidades, cuanto más mensajes mande por el móvil más posibilidades hay de que me cace una chica extra hamburguesera, y por otra, si sigo viniendo a comer rata me voy a poner como un churrasco y dejaré de gustarle.

sábado, 9 de agosto de 2003

Busco mecenas

BUSCO MECENAS
Estaba yo una mañana de junio tranquilamente tranquilo en mi trabajo, sin meterme con nadie. "¿Hiciste al final la declaración de la renta?". "¡Coño!". "Pues es el último día".
Después de horas y horas sentado en una cafetería, leyéndome las instrucciones y haciendo las cuentas a mano (incluídos porcentajes que se salían de la hoja) opté por llamar a mi redactor jefe para pedirle que me hiciera las divisiones (" el 18,72% de 5.678,78678633", de verdad te lo digo que es el único santo de mi santoral). A las 2 menos 2 minutos conseguí un resultado: me toca pagar 300 euros. ¿QUÉ? ¿Para eso me paso toda la mañana matando neuronas, que se me ha quedado la cocorata como un solar? En fin, que lo siguiente fue una carrerita y encontrarme Hacienda cerrado. Y como Hacienda somos todos pero yo no tengo llaves, después de suplicarle al de la puerta, me contó que para los rezagados y los tipejos abrían un par de ventanillas por la tarde. Me fui a mi trabajo pensando que tenía que haber un error. O muchos. Volví a hacer las cuentas y efectivamente, que alivio, había metido unos cuantos datos mal. Ya con el programa Padre, que me ayudó con las cuentas y también a experimentar un complejazo de Edipo, descubro que efectivamente no son 300 euros, SON 500.
En fin, después de aquéllo todo ha ido cuesta abajo economicamente, me impuse un control de gastos y nada, las facturas del viaje a México no las pasé y ahora tengo que esperar a que acabe el verano, las brujas no me devuelven la fianza las muy brujas. Y etcétera. Y piense lo que piense todo el mundo no me he gastado casi ná en drogas.
En fin, que visto lo visto decidí consagrar mi verano a la literatura. ¡Por fin iba a escribir mi libro! Pensaba irme a la casa del pueblo, bici, piscinita, cesped, cerca de Madrid, cerca de mi extraña tierra natal... En cuanto lo dije en casa, mi hermana y mi hermano pequeño se apuntaron a ir después de años sin pisar el pueblo. COmo dice mi hermano César, el cuarto: "en esta casa te haces un bocadillo de mierda y quieren todos" Peeero... mi padre decidió alquilársela a unos portugueses diez minutos antes de mis vacaciones.
Así que, a lo que iba, que necesito un mecenas. Alguien que me deje una casita del 20 de agosto al 19 de septiembre, no sé, cerca de la playa, donde puedan visitarme las musas, donde los vecinos no oigan mis ronquidos de cuando estoy inspirándome, donde haya una mesa y una silla y una cama. A cambio ofrezco derechos de autor. Mmmm, un 5%, que calculando por lo bajo estará entre los 5 y los 50 millones. Sí yo también creo que más cerca de los 5 (euros), pero si tú crees en mí como autor es el momento de demostrarlo. Pon un gorrón en tu casa.
(y el 15 voy a la feria de málaga y el 23 al sonorama)

viernes, 8 de agosto de 2003

NO ME VUELVO A ENAMORAR

NO ME VUELVO A ENAMORAR
Me desperezo en la cocina y frente al espejo del baño frente a mi ventana frente a mí se estira la larguísima vecina semidesnuda; desde la ventana del salón se ven, a cualquier hora del día y de la noche y en alto picado, decenas de ombligos callejeros a través del escote; crispi se va a ir por segunda vez con su nuevo novio a los mismos sitios gaditanos en los que estuvo hace un año menos un mes comiendo atún de almadraba conmigo ("será perra", le digo a Ana cuando me lo cuenta); Silvia me escribe para decirme que ahora que es rica se aloja en un spa mientras escribe el libro y que tiene una habitación doble y que vaya; MJ, mi ex, me llama porque se va a Tunez y quiere que le dé algún consejo ("llévate un abanico"); la chica del curriculum me anuncia que también va, igual que yo, a la feria de Málaga ("¿hay que hacer algo? ¿desnudarse?", "¡pues claro que hay que desnudarse!"); lo único que quería de la niña era quedarme con la sensación de que se admitían devoluciones (esa patada al diccionario tan confortadora de las dependientas de mi ciudad "...y si no te queda bien lo puedes descambiar", aunque sepas que nunca encontrarás el ticket, ni el ratito para volver a la tienda, ni la tienda misma si me apuras), pero sólo he conseguido ver que todo es tan irreversible como la propiedad de estos ojos color miel tan parlanchines que tengo; mis comentarios siguen llenos de chicas encantadoras; tres becarias de la revista de arriba (las eligen por la foto, cada vez estoy más seguro) vienen a pedir un ejemplar, les doy una lección tonta sobre el azar y las posibilidades profesionales y prometen que bajarán a invitarme a un café. Y yo con estas barbas de luto nórdico.
Ahora que soy soltero, prometo aplicar el método cartesiano a todas mis relaciones. Ahora que soy soltero, lo único que le pido a la vida es un amigo que se llame Tento, para estar siempre con Tento.

jueves, 7 de agosto de 2003

El último refugio

EL ÚLTIMO REFUGIO
El último refugio de las personas libres no es la esperanza, es el sentido del humor. Yo sin él, sin poder reirme de mí en los peores momentos, no soy nada.

martes, 5 de agosto de 2003

V Y F INVENTARIUM (a la manera de Atxaga, claro)

V Y F INVENTARIUM (a la manera de Atxaga, claro)

42 revistas,
21 periódicos de los últimos tres meses,
18 tebeos,
5 libros,
7 botes de productos cosméticos, algunos vacíos,
3 toallas usadas simultáneamente
8 cajas de cartón,
1 abrigo de cuero cuarteado por el sol,
1 botella de ron,
1 botella de coñac,
6 despertadores, 5 de ellos estropeados,

una nota arrugada bajo el radiador.
"No sé cómo no me di cuenta, si no es la primera vez, si no sé si será la última, que todo aquello, lo de primero uno, luego otro, no era el qué, sólo el síntoma. Como lo de Ana la Cocainómana con el camarero, como lo de la innombrable con el buitre. Todo empezó, qué estupidez, a mediados de junio después de una comilona de carne en un centro comercial. Celebrábamos algo, lo de siempre, ella a mí, yo a ella, pero qué estupidez, si a ninguno de los dos nos sientan bien las parrilladas con gula ni los centros comerciales. Ella se impacientaba mientras yo elegía doce libros de poesía. Yo no quería ver bolsos. Yo quería ir al cine y ella sí y luego no. Pensé que no iba a depender de los caprichos de nadie. Pensé, por primera vez, en presentarle mi egoismo a ese amor perfecto de ojos brillantes y gritos al teléfono ("¡bombón!") y madrugones inéditos a cambio de un ratito de pieles pegadas y almas voladoras. Junto a la taquilla dijo que hiciera lo que quisiera, se fue, la llamé, no se volvió. Y, agazapadas, pero nunca muy lejos, vieron su oportunidad las sombras de nuestro peor pasado para caer sobre nosotros, envolvernos y aplastarnos y asfixiarnos y atarnos, convertirse en una estúpida losa de plomo que nos pegaba los pies. Acortamos, en un instante, la vida de la sensación más dulce que nunca habíamos tenido hasta entonces, porque ángeles y demonios nos tenían envidia y nos inocularon durante un minuto, suficiente, la mezquindad. O quizás porque ambos somos autodestructivos y no nos conformamos con que todo vaya bien. "Esto me suena, ya lo he hecho, no pienso ir detrás de ella". "No quiero hacer todo lo que él diga porque él lo diga, ya sé lo que es eso". Qué estupidez no darse cuenta de que no nos conocimos en blanco. Su espalda desapareciendo por las escaleras mecánicas no era sólo su espalda, la mirada que sentía clavada en ella mientras se alejaba era también la mirada de otro."

(((bajo la nota encontramos una caja con objetos alineados alfabeticamente:

Unas gafas rayban con un pequeño rayón
Unos pendientes de oro de 18 kilates con forma de sombrero charro
Una botella de aceite de oliva de cuello alto
Un beso en una servilleta
Un cuadrado de oro con la letra "B"
Una colcha que fue un vestido
5 poesías manuscritas y manchadas de hierba
Una luna y una estrella fosforescentes
2 pulseras desgastadas que antes fueron colgantes
Varios mensajes aparentemente copiado de un móvil. Como "Te quiero querer", "xq no contestas bicho malo", "de ti no me he olvidado ni un momento en todo el día, no estás allí, estás aquí", "estoy cruzando los dedos para que tengas billete, que se me han olvidado tus besitos y tus mimos. Y tus ojos. Y tu mirada. Millones de besos y mordisquitos" y otros que no podemos reproducir en este inventario
Un vestido blanco de bordado mexicano doblado cuidadosamente
3 discos sentimentalmente poco significativos
Uno que sí
Un tornillo de cama
Un antivirus
Un paquete de Winston con una leyenda en letras de tinta azul, picudas e inclinadas hacia la derecha: "acuérdate de mí que te quiero mucho mucho. Eres un cielo por aguantarme."))))

"Una encrucijada para darnos cuenta de lo frágil que era todo aquello o para aprender, poco a poco, a mirarnos con desconfianza. Su amor no resistió y el mío no puede saltar sobre lo que ya es imposible porque aquélla vez no podía ser sólo yo y ella debía ser ella y otra más. Teníamos que hacernos perdonar los pecados de otros y ninguno de los dos sabíamos cómo. Entré y me senté solo en la butaca sintiéndome idiota, pensando en cómo pedirle perdón. Regresó porque no quería que su maldita cabezonería le costase tan cara y me buscó a oscuras por la sala. Tarde, tarde ya. Y aunque mi orgullo no era contra ella ("menos mal que has vuelto, no sé dónde estoy ni cómo llegar a casa"), y aunque su rencor no se dirigía a mi pecadillo ("siempre hay que hacer lo que tú quieras"), algo se había roto, crack, en nuestro corazón.

jueves, 31 de julio de 2003

Inventario

INVENTARIO
Hicimos castillos en el aire tan hermosos que nos permitimos vivir en sus ruinas.

martes, 29 de julio de 2003

Mugre y (mi) sexo en Jerez de la Frontera

///MUGRE Y (MI) SEXO EN JEREZ DE LA FRONTERA///

JUEVES POR AHÍ
"Tengo los billetes, pero no he conseguido asientos separados". Con este emotivo mensaje al móvil comenzaba el fin de semana de hostilidades entre mi amigo Lucifer y yo en el Espárrago Rock, un festival cuyo nombre supone un ratito de chascarrillos si le pides un día para ir a tu jefe. Suena mucho mejor Internacional de Benicassim, pero me aburro, no conozco a ningún grupo, hay muchos modernillos. Bueno, el año pasado estuvo bien, fui con crispi, no recuerdo nada de sexo en la tienda de campaña, creo que no existe el sexo en la tienda de campaña, pero sí conservo escenas imborrables. Después de una noche de bronca monumental ("¡me das asco!, eres un guarro, estás echando los hielos en la botella y están sucios de tierra y de meados", "pero crispi, si los estoy cogiendo de mi vaso...") vino una mañana de reconciliación (sentados en un bordillo del pueblo se disculpó. "Anoche me pasé". "Sí". Silencio. Silencio en el que ella aprovecha para meterse el dedo en la nariz. "¡Mira un moco!", y yo, escandalizadísimo y con razón "¡¡¡y yo soy el que doy asco, y tú me llamas guarro a mí!!!"). Si es lo que yo digo, que otra cosa no, pero esta chica sabía zanjar los asuntos.
Ocho horas de tortura, intentando convencer a Lucifer de que los cuatro euros de la almohada inflable eran una buena inversión ("luego que no tienes pasta"), hasta que en la siguiente parada las vimos a dos euros (JUAJUA). Tablas.

JUEVES EN LOS CONCIERTOS
Aterrizamos, dejamos las cosas en consigna, Luci se compra 10 pastillas por 10 euros cada una. Y luego que yo gasto. Los grupos son locales, con algo de flamenco, Telephunken puede ser que estuviera bien, pero quién se acuerda de nada con la prisa que teníamos. Bueno, sí, descubrimos dos locales imprescindibles dentro del recinto: hamburguesería Conchi y Superpatata. Luci me abronca por decir porros, le parece muy folclórico. A él le avergüenza un poco salir conmigo, porque no soy nada moderno y hago frases completas con sujeto verbo y predicado y así no te comes una rosca. Lucifer tiene un master en comunicación callejera que lleva años perfeccionando, aunque pa mí, que se ha quedado un poco en los 90, con Bowie, T-Rex y Courtney Love. Le sigue funcionando de vez en vez. Menos cuando sale conmigo, claro. Yo es que quiero que me quieran como soy, hay que entenderlo, si no pa qué. Quién sabe, podría pasar. También es verdad que las últimas veces que se me ha acercado una rubia se la he desviado, hablándola de él y de lo malo que es. Pero no me lo va a reconocer. Hola Lucifer, no me lo vas a reconocer.
El caso es que, no sé cómo, se acabó la noche, y allí estábamos, maldiciendo la idea (mía) de dejar la tienda en consigna. Acampamos haciendo corro con unos de una ciudad de por allí en un sembrao junto al bar que con toda probabilidad se iba a convertir en un infierno de sol en picado y tecno ratonero por las mañanas. Recuerdo haber puesto un par de clavos que Lu me quitaba para colocarlos en otro sitio.

VIERNES POR AHÍ
En cuanto salió el sol el viernes, aquello era, efectivamente, un infierno de calor justiciero y malditos bongos y salí hacia las duchas comunales empapado en sudor. Cuando llegué me di cuenta de que era el único vestido de pies a cabeza de la cola. Bajo la atenta mirada de los 50 amiguitos que venían detrás de mí me metí en el agua con mis pantalones presuntamente blancos. Una vez empapados, me quité los pantalones y la camiseta y todos seguían mirándome. Se me cayó el tapón del gel y cuando me agaché me di cuenta de que tenía el pito fuera y saludando. No sería la única vez en la que tendría que avergonzarme profundamente.
Después de horas de peregrinaje en varios vehículos para llegar a la ciudad y dar una vuelta ("pero hombre, habrá que hacer algo de turismo", "pero vamos a ver ¿tú ves a alguien que esté a las tres de la tarde, con este sol, visitando Jerez?"). Después de un satisfactorio paseo en el que no vimos nada ("vamos hasta allí, que eso parece un edificio histórico") nos volvimos a la tienda.
-Lucifer, me acabo de encontrar un dilema moral.
-A ver...
Una bolsita de polvo blanco apelmazado semienterrada que se le tenía que haber perdido a uno de los vecinos.
-Trae pa cá.
A mí me gusta eso de tener cerca a un amigo que te resuelva los problemas morales, porque yo soy un poco amoral y no distingo bien. De verdad que no sé para qué me mandaron a un colegio del Opus y a uno de jesuitas si luego resulta que no me he enterado de nada. Si luego no tengo valores, bueno, tengo uno, lealtad, que no sé muy bien dónde lo he aprendido, en el cole no creo, pero sólo ese. Y además, ni siquiera servían para vigilarte, que recuerdo que en COU entré 6 veces en todo el año a primera hora y pocas más a segunda. A ver ¿para qué estaban los gordos muros de dos metros y medio, el Eusebio y los delegados pelotas que pasaban lista? También entonces dormía bastante bien. Luego en casa lograba que me firmaran una carta indeterminada: "ha tenido que ir al dentista". "¿Has tenido que ir al dentista todos los días?", "es que tenía una avería..." En fin, que espero, para que a nadie más le pase lo que a mí, que en la clase de Hecho religioso se enseñen listas de lo que está bien y lo que está mal. Por ejemplo, quedarse con la coca de los vecinos está bien, y ya está, y no tienes que andar preguntando siempre.
Lucifer, para tranquilizar mi confusión moral, me recordó que gracias a ellos habíamos tardado tres horas (dos de ellas bajo el sol mortal) y tres caros vehículos en llegar a Jerez por la mañana. Iban con el coche vacío, les pedimos que nos llevaran y desaparecieron para no tener que hacer un favor, aunque fuera gratis. Lucifer no está cómodo con los andaluces, dice que ellos son muy desconfiados y que nunca van a hacer nada que suene a generosidad, supongo que eso les parece quedar como tontos. Algo de eso vimos por ahí. A mí me gustan mucho en cambio, quiero vivir en Andalucía algún día pronto. Puedes hablar con cualquiera, porque nunca parecen pensar, las pobres, que tengas ningún propósito más allá del buen rollo y el intercambio verbal.

VIERNES EN LOS CONCIERTOS
Entramos y vimos a los Delincuentes ("yo no me junto con lo malos, los que manejan, ni los guapeaaaos") y a mí se me caía la baba, pero necesitábamos dopaje, así que fuimos a Superpatata a comernos un kebab. Los festivales son así, puro vicio. Luego hablamos con una gente... luego con una gente... y vimos a unos grupos... No sé, juraría que la noche comenzó a hacerse muy vaga. Ah, sí, vimos a Los Planetas. "Quiero que sepas que ha sido un infierno estando contigo, el infierno no es tanto castigo, te pareces bastante a Satán". Se la he dedicado ya varias veces a Lucifer y no me canso. Por lo demás son malos en directo y parece que salgan al escenario a pasarlo mal. Era como si les cayésemos fatal. Aunque vete a saber, tal como iba yo, igual era otro concierto.
Al final de la noche, por fin, una chica le ofreció algo de beber a Lucifer, y como yo estaba en mi mundo, pero por allí cerca, le dio el vaso a su amiga la rubia y le dijo que se ocupara de mí y me lo ofreciera, señalándome con el dedo índice tan discretamente que casi me lo mete en el ojo. Ella se acercó para encontrarse con un tipo en bañador, mocasines, calcetines de rayas multicolores y una camisa blanca abierta (o sea, todo sin nigún sentido) (a ver ¿por qué llevé sólo ropa blanca a un festival que debería patrocinar una lejía milagrosa). Como además tenía los ojos inyectados en sangre y abiertos como platos y la sonrisa del Joker, dijo ¿quieres? y me dio el calimocho como si fuera el palo de la carrera de relevos. Si no quedó la primera quedó la segunda, porque no la volví a ver.
Cuando llegamos a la tienda, la peor montada de todo el camping por aclamación popular, la parte de arriba se había volado, los amarres se habían soltado y en fin, el interior presentaba un aspecto imposible para una estancia de sólo una noche. Me acordé de betty que el miércoles, en nuestra tarde en la hierba, decía admirada "no sé cómo lo has hecho pero has conseguido desordenar el Retiro". Miré a nuestro alrededor y había llaves, revistas, tabaco, restos, bolsas, calcetines, zapatos... Todo mío y todo dando una sensación no de desperdigamiento, si no de desorden. Es un don.

SÁBADO POR AHÍ
A la mañana siguiente, la del sábado, me despertó Lucifer que no sé de dónde venía y me pilló en canicas. Cuando llegué a las duchas me di cuenta de que era el único en calzoncillos, pero ya a estas alturas... Después de un rato peleándome con las piedras del suelo y con el interior de mi ropa interior, decidí bajármelo hasta las rodillas ante el respetable, porque así no había quién se enjabonara. Empezaba a tener complejo de Shin Chan.
Por seguir con el tema mugre y para no ahorraros ningún detalle repugnante os podría contar como estaban los baños del Espárrago (tres días sin limpiarse)... Mira, os lo voy a ahorrar, así me lo ahorro yo de paso. Intentaré olvidarlo el resto de mi vida.
Ese día fuimos más listos y en vez de comer en la gran ciudad lo hicimos en un restaurante campestre de por allí. Recuerdo como mis argumentos en la conversación que el capitalismo encaja perfectamente en la naturaleza humana y la justifica, mientras que el comunismo requiere un esfuerzo artificial de todos a la vez y por eso no funciona. Como además el segundo tema que saqué fue Amaral, "estuvo genial el año pasado, cantando en sujetador y a cuatro patas como una perra", pues la chica que comía con nosotros se agarró a la silla, atemorizada. Tiene razón Lucifer, que así no vamos a ninguna parte, pero quien quiere ir a algún sitio, lo que importa es el camino, que decían Homero, los Argonautas, los peregrinos jacobeos y la Pantoja haciendo El Rocío.

SÁBADO EN LOS CONCIERTOS
Entramos y tocaba Barricada, que a éste le gustaba y a mí pichí pichá. Hasta que sobre el calvo antes melenudo que cantaba pasó una estrella fugaz. Mientras sonaba "sólo quiero ser más rápido que ellos, echar todo a perder un día tras otro y un buen rato después saber llegar a casa antes de que el sol me diga que es de día" pedí que La Niña se curase, que quisiera curarse. Y me puso de buen humor, porque me encanta que ese sea mi deseo, porque eso es que mi vida está bien y porque se va a cumplir porque se tiene que cumplir.
Teníamos la pasta justa y decidimos bebérnosla. Al primer litro de cerveza yo ya estaba inarticulativo, se nos había olvidado cenar. Nos sentamos en un suelo a hablar sobre mujeres, un tema siempre renovado y del que somos grandes teóricos, y fijamos cuatro sitios absurdos en los que quedar si nos perdíamos: donde estaba el muerto la primera noche (un borracho que luego nos encontramos en la estación de autobuses, no estaba muerto, estaba de parranda), en el cartel de cocacola, junto a los baños y cerca de ese contenedor de basuras tan móvil. Gracias a nuestro plan perfecto, y sin batería en los móviles, nos asegurábamos de que si nos perdíamos, nos perdíamos para siempre.
Vimos a los Funkillos, que son unos pesaos, vimos a los Orishas, que zalamean al público como sólo los cubanos pueden hacerlo, no como Amaral, que es tan sosa la pobre. La muy perra. Gracias a los Orishas me enzarcé en una conversación sobre hip hop en español con un entendido (pero a ver ¿es que yo he oído alguna vez un disco de hip-hop? el caso es dar guerra). Con Amaral bailé como un pijo con unas pijas y luego vino lo mejor: Fangoria.
Yo es que como soy un ignorante musical y nunca voy a un concierto (de ahí y de más cosas el título de la página, ¿veis?), no había visto a nadie. Y me emocioné tanto que hasta me puse en plan fan ("en el espacio hay un astronauta solo, flotando aqui en la Tierra la señal que manda se va apagando"), y no hacía más que decirle a la chica de detrás "¡qué buenos son!", y ella le gritaba a Alaska en un ciclo periódico eufórico "¡ere la mejó!". Llamé a bob en un frustrado intento de compartir el momentazo que él ha definido así: "qué lindo llamándome pese a tu incapacidad para el mundo del móvil (una mañana de estas, la china enana que habita tu celular va a salir de él, harta de tocar el xilofón para que te despiertes, y te va a dar de hostias :-))". El guitarrista me tiró una púa y yo me giré para regalársela a una chica cualquiera que en un primer momento se pensó que la iba a pegar, por la energía. Le escribí una nota a Nacho Canut y luego se me olvidó tirársela. Mejor, porque no entiendo nada de lo que pone.
Y luego Carlos Jean, mister Jean, pero qué requetebueno. Me pasé el rato antes del concierto convenciendo a todas las desconocidas con las que me cruzaba para que fueran a verlo. "Como sigas animando, lo vamos a ver solos", sentenció Lucifer.

Luego la cosa se descontroló, ya me entendeis.

DOMINGO POR AHÍ
Para mi última ducha, con la cabeza como un bombo, me llevé el bañador, dejé mis zapatos a una distancia prudencial y decidí no enseñar la colita por un día, ya que nadie lo hacía. Encendí la ducha y al principio todo iba bien, pero de repente dejó de salir agua. Me enjaboné pacientemente pensando que se había cortado y que ya volvería y vi a unos tíos detrás de mí descojonándose. Me di cuenta de que lo que pasaba es que el cable de la ducha se había soltado y el chorro apuntaba hacia la lejanía. Me puse en la trayectoria muy dignamente y seguí duchándome. Los quillos seguían riéndose. "¿Zon tuyo ezo zapato?". Mis preciosos Camper de piel, los únicos zapatos buenos que tenía, justo situados donde caía el agua, snif. Jarto ya, decidí quitarme el bañador y ponerme los zapatos, hala, que esto parece una excursión de teresianas. Como todas las buenas obras pankis tienen su recompensa en esta vida, al lado del único tipo desnudo, se situó la única chavalita que se duchaba en tanga de todo el festival. Una sonrisita me quitó la resaca, que es que yo soy así.

-No mira, Lucifer, nuestro autobús es el 3, debe de ser uno especial que han puesto para los que no hemos follado.
-Pues vamos a ir muy anchos.
...
-Que no, hombre, ¿ves?, ya trae unos cuantos feos de San Fernando.

miércoles, 23 de julio de 2003

La comida y yo, un blog sobre bulimia.

Por aquí están empezarlo a hacerlo muy bien. Para una enfermedad del coco como ésta yo diría que viene estupendamente saber que no estás sola (o solo ¿hay bulímicos? tiene que ser que sí), que antes que a ti le ha pasado a alguien lo de la vergüenza, la culpa, el asco, pero que tarde o temprano necesitas que lo sepa gente de confianza, alguien que te ayude. Que como decía bandaluna en un comentario, es una enfermedad y cuando uno está enfermo va al médico, sin más. Vale, algunas enfermedades dan más vergüenza que otras, y uno puede estar años sufriendo en silencio las hemorroides hasta que se pregunta para qué o decide practicar sexo anal. Pero son enfermedades, con sus complicaciones si no se tratan, sus procesos y sus curaciones.
Pero lo mejor de este blog yo no creo que sean las grandes respuestas generales, esas están por aquí y por allá, por toda la red; lo mejor podría ser el relato de las batallas cotidianas, las perdidas y las ganadas, los avances pequeñitos y los grandes retrocesos, las decisiones, los amigos, los primeros pasos con asociaciones y médicos. Las historias de quienes están en plena guerra y también (e importa mucho) las de quienes las ganan o las van ganando. Betty dice que es imposible dejarlo, que quien lo cuenta miente. Supongo que no es la única en pensar así. A lo mejor un email o varios de quienes demuestran con su buena salud que sí que es posible podrían hacerle cambiar de opinión y darle esperanza.
¿Qué necesita este blog? Necesita co autores que cuenten su día a día. Los que lo tuvieron, los que pelean, los que están cerca de ellos. Necesita (urgentemente) una maqueta atractiva, alguien que pueda indexarlo adecuadamente en los buscadores, alguien que ponga unos comentarios. Necesita que la enlacemos y que la apoyemos y que la leamos. Ella desnuda allí lo que menos le gusta de sí misma y pone sus horas y su buena voluntad. Dice que si puede ayudar a una sola persona valdrá la pena.
Está claro que yo nunca había pensado un solo minuto en este problema, ni se me había ocurrido hacer nada por quienes lo están pasando fatal e incluso se están jodiendo la vida con él. Hasta que me lo encontré muy de frente. Es entonces cuando tienes que elegir entre volver la cabeza o aportar ese poco que tú puedes. Y te estoy pasando la pelota.
La comida y yo, un blog sobre bulimia.
El jefe me manda un email: "He recibido otra vez la noticia por otro boletín. Guardala por si la necesitas. Cuidado con las erratas en el corredor turístico que va de Mahahua al Pulticub".

miércoles, 16 de julio de 2003

Dan igual los horóscopos adversos, el viento mordiéndonos el hueso de la risa, la intemperie del teléfono contigo pero sin ti. No importan la lluvia de interrogaciones haciendo sopa de nuestros parlamentos, las palabras de amor escondiéndose bajo los charcos, el termómetro de nuestra imaginación recogiendo símiles invernales a cuarenta grados en la calle. A paseo las ganas de correr a resguardo del granizo de lo que no sabemos, los trompos sobre la carretera de nuestros cuerpos ya no tan resbaladizos, las soluciones prácticas y evidentes de los ratos de claridad nívea. Yo lo que te prometí fue no dejarte ni un minuto sola. Y si me desdigo, será para ampliarlo: ni un segundo. Seré de roca (ciego, absurdo, solo y desnudo, parece que va a llover, parece que viene el diluvio universal). Estaré aquí, no me pienso mover.

martes, 15 de julio de 2003

Me dejan casi sólo en vacaciones y tengo que editar textos que dicen: "el clima y la luz mediterránea que nos saludan ante la mirada de las palmeras gigantes de la entrada". Las palmeras no miran, la luz no saluda, yo me desespero. En este reportaje los rosetones son magníficos, la comida muy buena y las calles muy bonitas. Y sólo me sobran dos mil caracteres. Y sólo es la una y media de la víspera del día de cierre.
Mi compañera E me confunde con el redactor jefe, que es el sabelotodo (y no lo digo por las gafas), y me pregunta por países conflictivos para no sacarlos en su sección. No debemos hablar de países conflictivos. "¿Ha pasado algo en Turquía?", "¿ha pasado algo? ¡no me asustes!". ¿Qué tal India?", "¿mucho calor?". "¿Has estado en Nueva York?", "no" (¿y esa a qué venía?). "¿Y Persia?", "Persia muy bien, en Persia están perfectos, saca Persia" (...) "oye, que Persia es Irán", "ah, no, pues entonces no". "¿Ho-chi-min?", ¿Ho-chi-min? ¿Ho-chi-min? ¡yo qué coño sé Jochimín!
Nos vamos a comer E y yo, y mientras me explica con profusión gesticulativa por qué nunca compartiría mesa con el maquetador nuevo, le da un sopapo a su cocacola que cae sobre la mía y ambas se vuelcan encima de mi pantalón, mi camisa y todo lo demás. Me espera una tarde pegajosa. Esta chica es una sicópata encantadora. Pero ya está mucho mejor. El verano pasado, cuando nos quedamos solos quemó mi papelera. Como el fuego era pequeño me la llevé al baño para apagarla y a la altura del ascensor se avivó nosecómo entre mis brazos y casi me quema las cejas. La tiré en el suelo y las llamas seguían creciendo, así que me puse a pisarla y se me atascó el pie dentro, entre las llamas. Pero ya está mucho mejor.
El director me dice que quite de mi texto los "lo cierto es que...", "la verdad es que...", "y es que...", que le parece que está leyendo a Buruaga todo el rato. "Eran para unir los párrafos". "Pues si quieres unir párrafos puedes usar puntos y seguido, puntos y aparte, comas..." Y es que lo cierto es que las disquisiciones de estilo son de lo más divertido que pasa por aquí.
Me llama mi niña. Dice que no me quiere hacer daño. Le digo que entonces no me muerda la próxima vez y ya está.
Me acerco humildemente al maquetador en prácticas. "Perdona, es que en esta página hay que meter...", "¡¡no!!, ¡¡ahora no!!". "Disculpa, no hagas eso, es que todos los textos los tengo que revisar yo antes de que los lleves a...", "¡¡¡nononono!!! ¡luego, luego...!". Jo, espero no haberle molestado.
Me llama la niña y lloramos un ratito.
Me llama la niña y me cuenta lo que lleva puesto y lo que no lleva puesto y a mí eso me anima mucho, porque a quién no le mola una erección continuada durante toda una noche de trabajo salvaje frente al ordenador. A mitad de conversación se queda dormida con mi voz sedante. Yo creo que sólo me quiere para eso.
Me llama la niña a las dos de la mañana y me pide que busque en google si había o no había gallos en la época de Jesucristo. Dice que si no no puede dormir, que le dan miedo unas profecias que ha oido. Hablamos mucho rato sobre los códigos ocultos de la Biblia y si creemos en Dios y si Jesucristo existió de verdad y eso.
Las dos y media. Ya queda menos.

miércoles, 9 de julio de 2003

Vine al trabajo con una camiseta de publicidad y barba de una semana, y mi compañera se puso a buscar a otro para que fuera a la inauguración del hotel. Hasta preguntó a gente de otras revistas. Así que salí del taxi un poco dormido y un poco acomplejado, la verdad, hasta parecía que el abrepuertas me miraba mal. Pero la que me recibió fue ni más ni menos que almu, que estaba también en minoría frente a todas esas corbatas, vestiditos, bisutería. Compartiendo el mismo disgusto, que así se hace más llevadero, entramos hasta el fondo, pero parándonos mucho, un poco amilanados hasta que nos hicimos con la situación, esto es, hasta que llegamos a la barra.
Me presentó a su amiga A, que tenía un problema superpráctico con sus pezones. En mi humildísima opinión, eso adorna cuantitativa y cualitativamente más que todas esas joyas falsísimas que había por ahí. Y que todos los problemas tenían que ser así.
El hotel creo que era el más grande de Europa o el que tenía más columnas de Europa o algo así. Las había de todos los pelos y colores y estaban puestas por aquí y por allá al azar, como en una instalación. Las que llegaban hasta el techo estaban hechas del mismo material que los espejos de la risa, debe de ser eso del metraquilato. En realidad todo el hotel era un ejemplo excelente de reciclaje y buen rollo ecológico. ¿Que no sabemos que hacer con la vajilla de la abuela?, pues la ponemos aquí, ¿que tengo unas cortinas del burdel que me cerraron? pues pa la puerta. ¿Que no le hemos encontrado utilidad a estos capiteles jónicos recuerdo de Atenas tamaño persona? pues uno a cada lado de la puerta. Y así todo. Por ejemplo lo de las columnas brillantosas era un material que no sabían que hacer con él. Que no sabían que hacer con él en los 70.
Y por lo demás, me cogí el pedo de todos los pedos, que he perdido mucha práctica. Me bebí mil copas, creo que esto es la edad y que ya me empieza a aparecer el instinto Imserso, que si veo algo gratis me pongo a la cola, sea jamón, copas o pegatinas.
Llegué a casa, me hice una pizza, por postear, posteé post-it para bob y O. por toda la casa (dibujos y tonterías), rompí un vaso (losientolosientolosiento), hablé con betty, que siempre se puede confiar en que a la misma hora esté un poco más pedo que tú, y mandé a mi niña un mensaje cariñoso, largo e intrincado. Qué bonito sería acordarse de lo que puse.
Por la mañana venía dormido en el metro, me he despertado en mi parada, he salido corriendo, se me ha caído un tebeo, he vuelto a por él, he salido, y allí al lado estaba A. Ya no tenía los problemas de anoche. Sic transit gloria mundi, qué resaca.

lunes, 30 de junio de 2003

“¡Oh! Sí, bellísima Inés
espejo y luz de mis ojos;
escucharme sin enojos,
como lo haces, amor es:
mira aquí a tus plantas, pues,
todo el altivo rigor
de este corazón traidor
que rendirse no creía,
adorando, vida mía,
la esclavitud de tu amor.”


El sábado me quedé medio atrapado en Madrid. Sin móvil desde hace meses, como casi siempre, anulé los planes demasiado tarde como para hacer otros nuevos. Así que me fui al cine a ver una peli con moraleja –¿dónde me he dejado mi buen gusto aleatorio para elegir sala?–. Llamé a mi niña antes, no es que dos días separados sigan siendo un abismo feo, es que lo son más que nunca. Le dije que era porque yo me quedaba y ella se iba. Me preguntó si ahora entendía lo de mis 17 días mexicanos. Ay, que sólo entiendo las cosas por las malas. Me recorrí la Gran Vía y la calle Princesa andando. Y eran todas carne, carne, carne. Con lo que a mí me gustaba la carne.
Nadie pone morritos como las francesas, nadie tiene los ojos de las indias, nadie las tetas de las danesas, nadie la agresividad dulce de las italianas, ni sus piernas largas, nadie la gracia de las gaditanas, nadie baila como las cubanas, para nadie tiene el alcohol tal poder afrodisiaco como para las inglesas, nadie se mueve en la cama como las tailandesas (dicen), nadie es tan sana como una irlandesa, nadie lleva los escotes de las yankis, ni lo pasea todo con la sonrisa de las mexicanas, ni gasta el desparpajo de las extremeñas, ni habla con la voz sugerente de las portuguesas, ni anda como las brasileñas (eso es andar, y lo demás pìsar el suelo). O eso creía. Porque resulta que mi niña es una belleza internacional.
Así que estoy como con un huequito, y me voy a casa. No puede ser tan malo eso de quedarse en casa un sábado por la noche. Enciendo la tele y ponen un reportaje sobre la movida madrileña.

(Gracias por hacer la cama, por cocinar tan bien, por lavarme la ropa, por darme cariño, por abrazarte a mí tan fuerte, por pedirme besos y achuchones, por venirme a buscar, por ponerte ese camisón, por intentar despertarme por las mañanas, por coserme la mochila pochola, por ser tan dulce, por fregar los platos y limpiarlo todo. Por echarme de menos, por quererme. Soy un patán, un zoquete y un torpe y nunca me doy cuenta de nada. Un torpe enamorado, pero eso no es excusa. ¿Qué puedo hacer ahora para que tú también estés tontita? Algo difícil –¿un soneto en alejandrinos? ¿empezar la novela? ¿no dejarte hacer nada para la próxima? ¿comprarme un armario y ordenar la habitación? ¿todo?– y algo fácil –te voy a querer como en los ripios del tenorio–)

miércoles, 25 de junio de 2003

Instalado en Segovia
Instalado en Segovia, la primera noche me superó. Parece ser que até mal a las niñas y Cande se tiró al suelo desde el sillón, con sillita y todo, previo rebote con la cabeza contra la mesa. Dos veces. Oli lloraba sin parar y lanzaba el chupete debajo de los muebles como una pelotari. Yo no sabía qué era lo que querían. Carolina, cinco años, decidió combatir el caos por su cuenta yéndose a la cama ella sola, a pesar de que había puesto Noche de fiesta, lo que ella quería, y salía la parte de Avelino, la que prefiere. A la una de la mañana del sábado estaban dando botes, meneando la cabeza, tirándose al suelo, llorando ahora Oli, ahora Cande, practicando el lanzamiento de objetos. Mucho mucho mucho más despiertas que yo.
Cuando llegaron mi hermano y mi cuñada se encontraron el salón como un campo de batalla, la tele a todo volumen, todos los muebles movidos, restos de la cena, juguetes dispersos por todas partes y yo dormido y vestido en su habitación, dándole la mano a Oli. Caro contaba a la mañana siguiente que se tuvo que tapar las orejas con las manos para poder dormir. Qué pulmones, dios mío. La última vez fue parecido, sólo que me encontraron con una niña berreando a cada lado y yo en medio, dormido como si hubiese extraviado el Whisper XL
.
Así que, cuando he dicho que me habían ofrecido un par de habitaciones en Madrid y que probablemente volvería la semana que viene, se han quedado un pelín desolados (“qué desastre, nadie se quiere quedar con nosotros”) y me han enumerado las ventajas de Segovia: ropa planchada, cena preparada cuando llegue, ratos con las niñas (¿y la ventaja?) y que en el autobús se puede leer bien. La Sepulvedana tiene hasta luz por la noche. Bueno, veremos qué tal se me da la semana. Hoy, además, ha venido mi hermano el de Madrid con los dos niños y mi cuñada A. Cinco niños, cuatro adultos y lo que quedaba de mí. Yo les miraba un poco alucinado, todos gritando a la vez, todos queriendo llamar la atención, uno que no quiere comer, la otra que se enfada porque no le retiran el plato inmediatamente, las pequeñas que se turnan para llorar, y el último, que ha vomitado sobre la tapicería de cuero del Jaguar justo un minuto antes de llegar a destino, parece que tiene gastroenteritis. Detrás de nosotros comía Pablo Carbonell, y he estado pensando en poner la oreja para contarlo en el blog, pero sólo oía palabras dispersas (Santiago Segura, póker, Kiko Veneno...) punteadas con berridos. La última vez que comí con tanto niño estaba Aparicio, el ex ministro, creo, y uno de mis sobrinos fue directo a meter la mano en su plato nada más llegar.

Yo no sé qué hacer para entretenerles, sobre todo cuando ya tienen en la mano unos garrotes que han sacado de nosedonde y amenazan la integridad de la vajilla y de mi cocorota alternativamente. Juntamos varias sillas y simulamos el descubrimiento de América. Utilizo lo que me queda de astucia después de la terrorífica noche del sábado y nombro a mi sobrino R, el hiperactivo, mascaron de proa, y al otro, timonel. Una tormenta, ¡¡¡tierra a la vista!!! ¡¡¡¡tierra a la vista!!! (ante el estupor del resto de los clientes), las conversaciones con los indígenas, R se pone muy serio cuando me concede una entrevista televisiva como capitán de la Santa María, les cuento la historia de nuestro tatarabuelo segoviano que viajó a América con Pizarro, motín a bordo, una visita a los vikingos, otro par de entrevistas y volvemos a España con las bodegas cargadas. ¿A que no sabeis lo que traían? Oro, plata, patatas, chocolate y tabaco, que lo descubrieron allí. Así que me voy a fumar un cigarrito. ¡¡¡No!!! Sí, piedad, merced.

La vuelta, diez en un coche, me recuerda a cuando íbamos al pueblo en verano, aunque aquello era un 600 y llegamos a caber doce, según cuentan los mayores. Luego les canto a las niñas una habanera “dulce es la caña/ pero más lo es tu voz/ que de amargura, que de amargura/ limpia mi corazón”. Antes dormía a Carolina con eso y aún antes a la innombrable, qué cosas. También tiro del romancero, con algunas canciones bastante escabrosas, sobre asesinatos pasionales y pactos con el demonio y la muerte. Me miran alucinadas, pero creo que sólo entienden que hay un tipo cantándoles, tienen ocho meses.

Caro me saca a recorrer toda la ciudad, nos sentamos a los pies del acueducto para oir a las comparsas. Hablamos de las supernenas, está aprendiendo a leer y me recita todos los letreros: telebanco, taller de joyería, restaurante Castilla. Paseamos la calle Real, el Tontódromo, la sede de la afición segoviana favorita: subir y bajar sin destino. A la mitad me doy cuenta de que mi sobrina preferida se esta restregando la cara contra la manga de mi cazadora de cuero.
-Pero nena, ¡pídeme un pañuelo! ¿Quieres uno?
-No.
No, claro, ya no.
Cada vez que ve a una niña de su clase se abre el abrigo con pretendido disimulo para que vean su traje de faralaes.
-No ha dicho nada del disfraz.
-Pues ha puesto cara de que le ha gustado.
Disfruto maleducándola y enseñándole canciones como la del pastor cabezudo que tiene las uñas negras de tanto rascarse el culo, y aliento especialmente las conductas transgresoras, pero insisto en que diga gracias y por favor, en que pida las cosas en otro tono, en que aprenda a respetar a los demás.

Nos hemos pegado una paliza, Carolina se caía cada 20 metros encima de mí y a mí sólo me sostenía en pie la ilusión de llegar a casa, comer algo y tumbarme.
-A ver quién es el primero de los dos que rueda por estas escaleras.
Y una madre jovencita, guapa y rubia se da la vuelta y me sonríe.
El sábado por la tarde mi cuñada Su me había sacado a dar una vuelta. Decía que con las mellizas en el coche doble iba a ligar mucho.
-Aunque bueno, así sobre todo vas a dar pena. “Pobre chaval, mira como está, le habrá dejado su mujer con las dos niñas”.
Y es que últimamente me he abandonado un poquito. Llevaba una semana sin afeitarme, y con la camisa por fuera, pelos de loco y el abrigo largo, parezco un naufrago. Así que me lleva de compras. Por el camino es cierto que ligo, pero sobre todo con venerables miembros de la tercera edad.
-Qué bonitas son, pero claro, me dirás que dan trabajo.
-Pues no se crea señora, de momento no me han dado mucho.
Llegamos a la tienda.
-¿Qué te parece este pantalón?
-Pues un poco putón.
Mi cuñada me mira asombrada. Es más peque que yo, y en el pueblo perteneció a la misma peña, pero no está muy acostumbrada a oirme decir esa clase de tonterías. Con la familia soy tan formalito...
-Pues es lo que se lleva -dice la dependienta-. Lo que pasa es que vosotros queréis que estén guapas primero para luego tenerlas encerradas en casa.
Así que en un ratito ya tengo señora, familia semi numerosa y soy un moro, aunque a ésto ya estoy acostumbrado.
-¿Y este jersey para ti?
-Un poco Retorno a Brideshead.
-¿?
-Es que yo lo quiero MUY Retorno a Brideshead. De pico, más tenis, más guei.
Dice mi padre que soy igual que mi cuñada, que siempre tenemos que estar comprando cosas.
-¿¡Yo!?
-Sí, tú, en la piscina del club tienes que estar pidiendo continuamente.
-Hombre, papá, pero es que es muy distinto. Lo suyo es consumismo y lo mío alcoholismo.
El caso es que ahora puedo dar un respiro a mi camiseta de Jack Daniels (dice bob que más que una camiseta de publicidad es un sponsor) y combinar mis pantalones desbotonados y mis zapatos rotos (antes tenía un gran fondo de armario de zapatos rotos, pero me he tenido que desprender de varios en la mudanza, y sólo me queda un par, snif) con una cazadora Levis con una bandera parecida a la estadounidense en una manga (“a ver si me acuerdo de no ir a las manis con esta”), una camiseta de Custo y un jersey de Moschino. Qué coño. Malos rollos fuera, como en un fin de semana pastillero, y gastándome más o menos lo mismo que en algunos de los más tontos.

-Oye, que me podrías comprar algo a mí.
-Pues mira, le debo el regalo de reyes a mi ahijada, si quieres te lo compro a ti, que total, hasta que no aprenda a hablar no se va a quejar.
-Ah, pues vale.
Somos unos desalmados.


Me decían el viernes en la redacción que iba a estar deseando que llegara el lunes para ir a trabajar. Imposible, decía yo. Ja, menudo ingenuo. Ocho horas sentado delante de un ordenador me parecen ahora el paraíso. Estoy motivadísimo. Pero para llegar hasta este infierno infantil tuvimos que pasar antes por el purgatorio de la mudanza, que ya me dejó los brazos como muertos, la espalda machacada y esos estigmas en los hombros que aparecen siempre que cargo pesos, los mismos que provocaban invariablemente las desconfianzas de mis exes.
El traslado se hizo en dos tiempos. Kike me acercó a casa de bob con unas decrépitas cajas.
-Arf, en cada mudanza los alquileres están más caros y yo en peor forma.
-Ya, y tus cajas también.
Sí, mis cajas a punto de deshacerse. Pero es tanto lo que hemos pasado juntos. Se las coje cariño. Por desgracia, al primer meneo fuera del coche una de ellas se suicidó y esparció su contenido de peines, jaboncitos y ropa de cuadros junto al portal de bob. Una vez amontonado todo, llamé a su timbre, me encendí un cigarro y un bonito chucho, hijo de cien mil perras, salió de la nada para hacer una meada relámpago sobre la más consistente de mis cajas de cartón.
Después de una breve negociación sobre a quién le molaba más lo de la lluvia dorada (“ya, pero mezclada con zoofilia, no”) decidimos unilateralmente que la parte húmeda era para mí.

Esa noche me pasé por casa de Jordi para jugar un mus y sólo apareció Q. Cuando me pidió el mechero aproveché para hacer manitas con ella, mi truco estúpido e infantil favorito del mes. Ella se quedó tensa un ratito, pero tensa bien. Puede que no, que se quedara tensa mal, pero, pensé, mientras pueda elegir entre la realidad y mis deseos porque no me iba a quedar con lo que más me convenga. Dice Jordi que la cosa fue bien, que luego ella me invitó a patinar sobre hielo al día siguiente. Es cierto, me invitó a patinar. El que sea una propuesta absurda no quiere decir que no sea una invitación. Qué miedo, podría morir degollado por mis propios patines por obseso sexual.

El caso es que Jor estuvo recordando que yo era su amigo más antiguo, desde los cinco o los seis años, así que aproveche para llevarle unas bolsitas y unas cajitas al día siguiente.
-El portero tiene que estar flipado, primero ve instalarse aquí a Silvia y hoy te ve a ti.
-Pensará que has salido del armario.
-Pensará que tú has salido del armario y te has traído todos tus trastos.
Ese humor catalán, jeje. Luego Silvia me ofreció la habitación que no usa pero paga en su casa. Sus compañeras de piso, sobre todo aquella que sorprendí en la ducha (para los que tengan memoria) (bueno, luego si me acuerdo pongo el enlace).

Justo cuando Jordi me estaba recordando (“so cabrón”) que le di plantón el día del cumpleaños de Mic y Meri, llamó M la belga, a la que no había vuelto a ver desde entonces. Percibo un pequeño cambio de actitud a partir de que le dijera que se viniera conmigo al servicio, cafre que es uno. Aunque la verdad es que con el pedo que llevábamos todos aquél día lo que me extraña es que no metiera la pata mucho más. Asistí en primera fila a la aparición del verdadero ser de los que estábamos allí. Cuando llegué, tímido y asustado, bob estaba muy militante, Mic, enigmática, y cristina, bella y distinguida. Unas horas y mucho vino después, yo estaba mucho más teletubbie exaltado y científico, abrazando y experimentando en mi estómago con la ensalada de licores, bob, divertido y enamoradizo, Mic más cercana, y cristina, bella y distinguida.

Luego me fui a Torrejón, al cumpleaños de meri maravillas. Como no tengo mucho permiso para hablar, sólo os remitiré a los relatos ajenos sobre aquella noche, que me definen como arrimacroqueta (2 de febrero) y como un guei con más pluma que los pavos reales. ¿Alguno más cerca? Fue bastante surrealista a la par que humillante oir como me llamaban cada vez que me perdía en los 30 metros cuadrados de algún bar “¡virgenyfurioso, virgenyfurioso, que nos vamos!”. La jefa de los follasteros me pareció asombrosa, y tan divertida como esperaba, y untied me metió mano unas cuantas veces (eso es que nos caímos bien) (y eso que no le gusté :P) y con Meri hablé mucho, aunque estoy seguro de que ella no se acuerda de nada. Tengo dos imágenes. La primera, cuando huyó despavorida de mí, corriendo con una pierna hacia el este y la otra hacia el oeste, sólo porque la abracé mientras caminábamos, sólo porque iba sin mangas en una noche bajo cero, ejem. Y la segunda (que es más bien una confesión pública), cuando se desmayó encima de mí. Meri: me puse tan nervioso que en vez de darte unas bofetadas como hicieron luego todos al estilo Aterriza como puedas, me incliné y te besé. ¡Lo siento!, ya sé que estabas inconsciente, no me vas a creer, pero coño, ¡estaba muy nervioso y no sabía qué hacer! Fue lo primero que se me ocurrió.

Mi último encuentro bloguero fue con betty. Para simplificar y aunque quede fatal con todas, incluida ella, es la bloguera más atractiva que he conocido (y hay nivelazo) y tiene un deportivo precioso, que nos conviene, digan lo que digan por ahí. Además aceptó ir conmigo al cine un día de resaca y eligió ella la peli con el mismo criterio con el que lo habría hecho yo: tan sólo porque nunca había oído hablar de ella y porque en la cartelera ponía bien grande bajo el título “un día sin sexo es un día perdido”. Pero sobre todo betty es un pelín alcohólica, como yo. Tanto como para ser capaz de meterse un vodka cinco minutos antes de la peli y, es más, entrar tarde porque lo primero es lo primero y había que terminárselo. Nos pasamos la proyección diciendo “oye, esta peli es muy rara” o “qué peli más rara”. Yo lo dije unas siete veces y ella sólo tres o cuatro. Al principio pensé que era porque estaba borracho, pero luego me di cuenta de que era bastante rara. Al final yo me levanté para ir a... ejem, y cuando volví me encontré con los títulos de crédito.
-¡Coño! Bueno, no habrá pasado nada, como en el resto de la peli...
-Pueees... sí. (spoiler). Le ha matado con una cámara de vídeo.
-¡No me lo puedo creer!
Lo que siguió fue también un poco penoso, un bar, sin tarjetas, sin dinero, nos fuimos por donde habíamos venido. Pero bueno, betty es un caos reconocible con el que me identifico. Así que hemos quedado para que yo le enseñe mis ambientes y ella los suyos, que no me van a parecer tan desconocidos como viceversa. Va a ser divertido.

jueves, 19 de junio de 2003

Entré en la única discoteca de la ciudad del otro lado del Atlántico que se llama como la mía con Zacarías, el gringuito que estaba haciendo prácticas en la oficina de turismo. Fue una de esas noches en las que sales con un desconocido que te termina garantizando que tienes un amigo para siempre en Indiana. Nos cachearon antes de entrar a un sitio que no podía recordarme otra cosa que el interior de una de las picudas pirámides que llevaba quince días escalando. Si las pirámides fueran huecas, claro. Un tequila y dos cervezas después Zac estaba de acuerdo conmigo en que ese chico inmóvil junto a la barra parecía un guerrero maya y ese otro que bailaba, un sacerdote. Ellas eran otra cosa, muy mestizas muy cocteleadas, con lo que eso supone. Tres contactos visuales. El estudiante me pregunta que si tengo novia. Que sí. Hablo de lo diferente que es esta discoteca a todo lo que se ve por ahí. Todos sentados en gradas alrededor de una pista enorme, bajo un techo altísimo, los mexicanos controlando cada movimiento de las chicas que les acompañan. Le cuento que en los viajes hay que salir un poco por la noche y siempre da miedo, todo lo que pase es más incontrolable, nunca sabes cómo vas a acabar, pero que vale la pena, conoces la otra ciudad, la gente de noche, haces amigos. Me dice que claro, que cuando está fuera no hay novia, jajaja. Tres tequilas lleva y ya no hay manera de entenderse. El mensaje universal de las palmaditas, las risas y los brindis. Viva México cabrrrrón. Salimos a bailar. En eso paran la música y anuncian que va a entrar una chica del Gran Hermano mexicano. Es huerita, alta, nos explica que está muy contenta en su segunda semana desde que salió y menos nerviosa que en la primera, que estaba más nerviosa. Apasionante. Creo que desciende de unos conquistadores españoles que eran primos hermanos de los antepasados de María José Galera y Jorge y todos los que vinieron después, que ya no me los sé. Mientras le explico la jugada al de Indiana anuncian que la intelectual va a firmar autógrafos, se me enciende la lucecita y tengo la grandiosa idea de pedirle uno. Luego sólo queda rellenar la tarjetita con un precio y, hala, factura falsificada. No es que me guste, pero en 15 días he pasado por 9 hoteles, con sus correspondientes maleteros de llegada y salida, he comido en unos veinte restaurantes distintos, he tomado nosecuantos taxis y he tenido una decena de guías. Y da no se qué no dejar propina a estos simpáticos meseros y conductores que contestan con monosílabos, te intentan timar y nunca nunca te hacen factura. Pero que casi sólo cobrna tu propina. Así que me he gastado una pastaza en trabajar, y no me vendría mal poder justificar una pequeña parte. Voy para allá y hay una cola tremenda. Me he comprado una camisa que me ayudará a pasar inadvertido junto con el corte de pelo maya -que parece que me ha quitado cinco años. Hoy en el cine: "¿tienes carnet joven o de estudiante?" "pues no, pero gracias por preguntar"-. Pero parece que una escena de manga sobre un fondo rojo llama más la atención que sus collares de oro, sus camisetas sin manga y tal. Me voy de la cola un poco intimidado. Zac está bailando con su sombra literalmente. Voy y vengo nosecuantas veces y siempre hay cola y cuando parece que me va a tocar, la chica y los camareros hacen una coreografía de Macho Men y Quai am si em. Desde la escalinata de los autógrafos veo al becario tambaleándose y pidiendo otra cerveza de las que pago yo, y me doy cuenta horrorizado de que por mucho que falsifique una factura, mucho más caro me va a salir lo que se beba el muy cabrrrrón. "Hala, Zac, majo, nos vamos a casa". Sentados en un peldaño de la plaza de la Catedral hablamos de lo fácil que es viajar de cualquier manera y lo complicado que parece desde casa, de lo que se conoce, de lo que se aprende, de la velocidad a la que se vive. La luna creciente mexicana no es vertical, tiene forma de sonrisa. La miramos a la vez y reímos como tontos.