martes, 29 de abril de 2003

A MODO DE EPÍLOGO

Uno se hace adicto facilmente a las emociones fuertes. A las fuertes y positivas, a las fuertes y energizadoras, a las fuertes y buenas, a las fuertes y embriagadoras y pacificantes y alegres. Engancha el amor sin condiciones. El de ida y el de vuelta. Saber que todo lo que hagas estará bien, que todo lo que te hagan será desproporcionado. Ya sólo quieres que te quieran así, sin un solo pero.
A veces me quedo durante minutos mordisqueando un trozo de su piel, uno cualquiera, hasta que de pronto despierto y ella me está mirando. Y me avergüenzo, porque pienso que piensa que qué cosa más extraña. Y resulta que no, que ella no estaba usando la cabeza tampoco. Sólo lo disfrutaba. Justo como yo.
Estoy enganchadísimo, y me siento igual de bien entre sus brazos cuando ríe que cuando llora, y no sé si eso debería ser así, pero sus lágrimas en mi hombro me llenan de paz, su risa ahogada sobre mi pecho me transforma, me hace mejor.
No hay nada material entre nosotros, nuestro sexo no es de verbos ni de nombres. No he hecho con ella una sola cosa pensando en mí, jamás ha tenido un mínimo gesto de egoismo. Aunque claro, todo eso es el egoísmo máximo, la avaricia del otro que nos hace sentir como dioses.
A veces me asombra su sensatez, su fuerza y su optimismo. Todo lo que yo necesito lo tiene ella. Y me lo da tan gratis que ni sabe que me lo está ofreciendo. Y no entiendo nada, no entiendo cómo existe alguien así, ni por qué me mira con tanto amor.
El primer choque de mi piel contra su cuerpo desnudo es exactamente un golpe de agua fresca en el río, un despertar en el suelo del monte, con todos sus sonidos y su luz temprana, una lengua deseada que hurga tu boca por primera vez. La primera descarga de serotonina tras el MDMA. Es todas esas cosas que ya he vivido y muchas nuevas.
Debemos ser sociables y comportarnos. Nada de cariñitos ni miraditas ni manitas ni diminutivos, nada de aislarnos. Sabemos que debemos, pero no queremos ser sociables ni queremos comportarnos ni queremos no aislarnos.
Y me sigue preguntando si mañana querré verla, y me sigue proponiendo cada día el mismo plan como si fuera la primera vez.

A veces siento que no me creeis, y me horroriza pensar que debajo de la hojarasca de los guiños y los trucos no estoy siendo capaz de que veais ese inmenso territorio de amor o de cariño. Ella me dijo una vez que tampoco se fiaba, ya me había pasado antes. Así que me pregunto para qué, si ya sólo escribo para sus ojos, y me pregunto cuál sería el atajo para borrar mi pasado, para ser uno nuevo, ser quien quiero y puedo ser hoy, y no un efecto de la causalidad. Y me sé la respuesta.


Y me escribe:

"Qué de conciertos! al de Presuntos podíamos ir...... jejeje o al de Chenoa jajajajaj cuando tu vas....

jo! yo tampoco te voy a ver hoy, no voy a ver como me besas, y me mimas y me quieres, aunque solo sea un poquito.

Ni voy a ver la cara de interesante que pones cuando trabajas.

Ni voy a oír los suspiros que se te escapan.

Ni voy a ver tu cara negándome.

Ni me vas a traer todo lo que quiera.

Ni me vas a encender un cigarro mientras conduzco.

Ni vas a ir asustado en mi coche.

Ni me vas a llamar taxista cuando me meta con los demás conductores.

Ni me vas a pedir un beso, de los de verdad, cuando te deje en casa.

Ni me vas a llamar nena.

Ni me vas a decir "Te quiero".

Ni me vas a poner el pijama.

Ni vas a hacerme sufrir.

Ni te vas a reír de mis lloros, grititos, suspiros, y "dioses y joderes" varios.

Ni ná.

Pero mañana todo, ¿vale?

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r

o"

Porque con esta carta, porque con su mirada me inventa, me modela, me crea, sólo puedo repetir mil veces un verso,

"yo no quiero más luz que tu cuerpo ante el mío"

Y nada hay que pueda añadir a esto.


Pero mañana todo ¿vale?

1 comentario:

María A, dijo...

Eso era amor.