miércoles, 21 de mayo de 2003

"Y si me dejas yo te canto una bossanova,
Y no te voy a dejar ni un minuto sola"

Decíamos ayer que eres un ángel. ¡Una santa! Pero es injusto que esté tan comedido, tan tacaño. Porque eres más que eso, eres pura como un riachuelo de agua de Evian en un paraje de arbustos olorosos y flores extinguidas que alimentan a una población de koalas, grillos, bichitos de luz y unicornios. Como un vodka al amanecer.
Y aunque ya sé que tus lustrosas lágrimas son de polo de fresa, se me encogía la garganta cada vez que me llamabas sollozando y no podía hacer nada y le hubiera dado una patada en el culo a quienes te hacían llorar.
Te voy a fabricar un reloj que marque las horas al revés, no las que han pasado, si no las que te quedan. Para que tengas siempre presente con cuánto futuro cuentas. Con cuánto cada día, con cuánto cada estación y en cada una de tus vidas. Las conmigo y las sin mí.
Y que seas libre. Sin las cadenas imaginarias de todo lo que te exigieron, de las responsabilidades que no deberían ser tuyas ni de nadie que no se las busque. Y si la tele nos agrede con su estúpida normativa de consumo la lanzaremos por la ventana, y si las revistas nos escupen cuerpos de photoshopping las prohibiremos a nuestro paso. Quiero ser tu subalterno para el trabajo duro, para hacer de albañil del parapeto de poesía con que defenderte de las balas de frivolidad, maldad y memez con que quieren agujerear tu exacta belleza animal.
Porque la poesía está de nuestra parte siempre, porque no he encontrado un sólo verso que reclame un peso con decimales.

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