miércoles, 16 de julio de 2003

Dan igual los horóscopos adversos, el viento mordiéndonos el hueso de la risa, la intemperie del teléfono contigo pero sin ti. No importan la lluvia de interrogaciones haciendo sopa de nuestros parlamentos, las palabras de amor escondiéndose bajo los charcos, el termómetro de nuestra imaginación recogiendo símiles invernales a cuarenta grados en la calle. A paseo las ganas de correr a resguardo del granizo de lo que no sabemos, los trompos sobre la carretera de nuestros cuerpos ya no tan resbaladizos, las soluciones prácticas y evidentes de los ratos de claridad nívea. Yo lo que te prometí fue no dejarte ni un minuto sola. Y si me desdigo, será para ampliarlo: ni un segundo. Seré de roca (ciego, absurdo, solo y desnudo, parece que va a llover, parece que viene el diluvio universal). Estaré aquí, no me pienso mover.

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