martes, 21 de enero de 2003

EL POST DE LOS 30 MINUTOS
Vale, tengo 30 minutos para este post, prisa, prisa, no me iré por las ramas.
He llegado un pelín exaltado a la redacción a las 5,30 de la tarde. "¡Hola!, ¡hola!, ¡hola a todos!. ¿Qué es esto? me voy un momento y esto es un sindios, ¿qué hace un redactor haciendo de director? Dónde está el redactor jefe? ¡Hola, hola! ¿Has estado de compras? (a las de la redacción de al lado) ¿Me has traído algo?"
–Pues no, zoquete, es el chopping para un reportaje.
–Ah, perdón.
Luego he tirado el perchero.
Le decía antes a Bob que no sé para que se molestan en invitarme al Jockey, si a mí me ponen un cubo de tintorro y es el mismo efecto. Lo que pasa es que llego a los sitios y me pongo un poco nervioso y busco al camarero con la bandeja de las bebidas. ¿Comida? No ¿Concretas? No (ah, no, que ha dicho la Real que no se llaman concretas). ¿Drinkeo? Pues que sí. Y hoy tenía más peligro porque el primer vino ha sido el del desayuno. Me he levantado a las 12,30 tan avergonzado (tan avergonzado como todos los días), que he llamado al redactor jefe para explicarle que me iba a comprar zapatos, porque no tenía zapatos adecuados para la comida y las otras doce que tengo estas dos semanas. Pues vale. No consigo asombrarle. (y aquí hago un inciso para aclarar que cada vez le tengo más cariño, pero que nuestras relaciones se han enfriado por mi extraño concepto de la puntualidad o por su gripe, no sé, voy a traerle una cesta de frutas un día de estos para que todos me llamen pelota pero con razón).
Así que me presento, y voy a darle la mano a un viejillo de la competencia que anda por ahí y me da el costado. Y luego me llaman no se qué por acercarme sólo a las churris en los saraos. A ver.
Como me quedo con la mano en el aire aprovecho para acercarla a la bandeja de las cervezas. Vale. Hay que mezclar. Imprescindible.
Mmm, me voy a sentar el primero para ver quién elige ponerse a mi lado (prueba científica). Bueno no, mejor me siento al lado de ese bolso que yo diría que es de una de las dos únicas jovencitas que hay en la sala. Acetate. Me siento bastante orgulloso de mi buen ojo y muy pedo antes de que empiecen. A mi lado un chaval de la prensa económica me entra compartiendo conmigo su extrañeza por las últimas compras de la empresa que hace la presentación.
–A lo mejor no compraron a estos porque no les interesaba ese segmento del mercado.
–Sí, si es lo que yo digo siempre…
Llevo la misma ropa que en la boda de mi primo. Camisa negra de rayas verticales y corbata de topos. En aquélla ocasión mi hermano el mayor hizo una crítica constructiva de mi indumentaria. "Pero tú ¿qué gracia crees que estás haciendo vestido así?" A mi hermano no le gusta mucho como visto. Bueno, en general nada de lo que hago. Y de lo que digo, para que os voy a contar. Yo medité, en la puerta de la iglesia, sobre sus sabios consejos mientras veía como le forraban el Jaguar de papel higiénico. No participé, pero tampoco lo impedí, ojo. Qué bien se queda uno. La verdad es que a mi hermano el mayor le quiero más de lo que se imagina. Y sin que se de cuenta me fijo. Y le imito. Se supone que éramos los más listos de la casa. De una casa con muchos listos y matrículas de honor y tal. El lleva una empresa que factura 150.000 millones de pesetas. Y yo ahora me voy a beber una botella de un trago para ver si se me pasa la resaca y mañana llegaré calladito y meteré la cabeza en la pantalla del ordenador para ver si se me pasa la vergüenza laboral. Y lo cierto es que debe de tener razón, que una camisa oscura con traje queda como de cateto modernillo. Ay, tantas reglas y tan poca cabeza.
La chica de mi derecha dice mucho "claaaro", "sí, sí, sí", "por supueesto". Al principio pienso que me toma el pelo, pero no, que es así de aseverativa. Al ratito pone al novio sobre el solomillo. Mi novio, mi novio. Ay, qué pereza. Luego me miro en el espejo a ver si tengo algo escrito en la cara.
A dos cuerpos de distancia está la otra churri. De la ciudad del acueducto, el cochinillo y los carritos de bebé (es que es lo único que hago cuando voy allí). Quedamos para sacar a pasear a mi sobrina la próxima vez. Quedamos los tres para vernos la semana que viene en una feria. Quedamos en ir a una fiesta dentro de dos jueves. Quedamos en que las mando un email. Apuntan móviles. Piden móviles. Pido un Marie Brizard. Luego acompaño a la número dos, que ha ascendido, en un taxi y me doy cuenta de que cecea. Nos gusta Madrid. Antes se ha levantado para ir al baño y me he dado cuenta de que tiene un culazo. A los viejos verdes de cualquier edad nos gustan los culazos.
Miramos a nuestro alrededor y estamos solos en la mesa. Hasta han quitado las sillas. Una vez más, no sé como lo consigo. Prueba a levantarte sin tambalear. Acaricio el brazo a la de prensa (una absoluta desconocida) mientras hablo con ella y tratamos de averiguar dónde nos hemos visto antes. Probablemente en ninguna parte, pero no se lo digo. A mi jefe no le sorprenderé, pero a mí sí, todos los días. y siempre por lo mismo.
Clink! 30 minutos. Su post, gracias.