viernes, 8 de agosto de 2003

NO ME VUELVO A ENAMORAR

NO ME VUELVO A ENAMORAR
Me desperezo en la cocina y frente al espejo del baño frente a mi ventana frente a mí se estira la larguísima vecina semidesnuda; desde la ventana del salón se ven, a cualquier hora del día y de la noche y en alto picado, decenas de ombligos callejeros a través del escote; crispi se va a ir por segunda vez con su nuevo novio a los mismos sitios gaditanos en los que estuvo hace un año menos un mes comiendo atún de almadraba conmigo ("será perra", le digo a Ana cuando me lo cuenta); Silvia me escribe para decirme que ahora que es rica se aloja en un spa mientras escribe el libro y que tiene una habitación doble y que vaya; MJ, mi ex, me llama porque se va a Tunez y quiere que le dé algún consejo ("llévate un abanico"); la chica del curriculum me anuncia que también va, igual que yo, a la feria de Málaga ("¿hay que hacer algo? ¿desnudarse?", "¡pues claro que hay que desnudarse!"); lo único que quería de la niña era quedarme con la sensación de que se admitían devoluciones (esa patada al diccionario tan confortadora de las dependientas de mi ciudad "...y si no te queda bien lo puedes descambiar", aunque sepas que nunca encontrarás el ticket, ni el ratito para volver a la tienda, ni la tienda misma si me apuras), pero sólo he conseguido ver que todo es tan irreversible como la propiedad de estos ojos color miel tan parlanchines que tengo; mis comentarios siguen llenos de chicas encantadoras; tres becarias de la revista de arriba (las eligen por la foto, cada vez estoy más seguro) vienen a pedir un ejemplar, les doy una lección tonta sobre el azar y las posibilidades profesionales y prometen que bajarán a invitarme a un café. Y yo con estas barbas de luto nórdico.
Ahora que soy soltero, prometo aplicar el método cartesiano a todas mis relaciones. Ahora que soy soltero, lo único que le pido a la vida es un amigo que se llame Tento, para estar siempre con Tento.