jueves, 18 de septiembre de 2003

MUERTO AL LLEGAR

MUERTO AL LLEGAR

"que al que nace martillo,
del cielo le caen los clavos"
"Otra victoria como esta y estamos perdidos". Pirro.

Vuelta al cole con la sensación de que todos miran a través de mí. Dos horas sintiendo que no me reflejo en el espejo, que todos saben algo que yo no sé. "Paranoia es tan sólo saber la verdad", escribió Burroughs. Casi todos me reciben con cariño, abrazos y eso. Casi. La cabeza me huele a pólvora, tengo cara de fiambre.
Comienzo mi vida miserable, de ahorros y abstinencias, yendo a casa a comer. Compro medio pollo asado. "¿No quieres tortilla?", "no", "¿y pimientos?", "otro día". "Como dijo aquél -se mofa la cubana dependienta de la pollería- hoy sí que tengo hambre, lo que no tengo es mucho dinero..." Pa mí que se me ve en la cara. Es una pasada lo de cocinar en casa, lo que ahorras y lo bien que se está. Aunque de momento la receta haya consistido en pasar el pollo del recipiente plateado a un plato. Es un comienzo.
Luego en el trabajo se me pasa el mal rollo, casi me desparece esa sensación. Casi. Huelo a cadaver.
Hablo con Merteuil sobre el futuro. Siempre hay que tener un plan B. Nunca había pensado en cobrar el paro. Cobrar el paro y escribir. Suena bien. O trabajar de colaborador, con todas esas ventajas y todos esos aeropuertos internacionales. Suena a música. A la banda sonora de Desayuno con diamantes.
Acaba el día, he sufrido mucho, pero he logrado cumplir horarios, he currado y he ahorrado, creo. Hago cuentas. Veamos, me llevo cinco, pongo seis, que no se me olvide eso... A ver, he escrito un folio y me he gastado 40 euros. Cojonudo. Para final de mes estoy en la cárcel.