jueves, 25 de marzo de 2004

DIARIO DE DUBLÍN. DIA 3.
VUELVO. BESOS.

Volvió a salir el sol. Salió sobre los vivos y sobre los muertos. Lo primero que hice fue levantarme muchas horas más tarde de lo que había planeado. Lo segundo, dejarme mis múltiples mapas, llenos de rutas y visitas, en la habitación. También me dejé el teléfono de la rubia.
Dicen los folletos que lo mejor de Irlanda es su gente. En el autobús, unos hollingacitos abrieron la ventana de emergencia, el conductor paró y les echó a la calle en medio de una carretera, entre las risas y los comentarios zaherientes de la concurrencia. Acto seguido, un tipo grandote se puso a imitar la voz de una ancianita, mientras las treceañeras de mi lado le hacían los coros a gritos. La gente grita mucho por aquí. Y yo que sé, es todo, la chica de la hamburguesería te coge la mano para darte el cambio, la chica de la tienda se ríe estrepitosamente ("¿tienes la camiseta que dice everybody loves an irish girl?", "really? everybody? you too?"), y, asombrosamente, las camareras de los pubs del centro te sonríen. A ver, contextualicemos, Irlanda es un país con una población de poco más de tres millones y medio. Cada año lo visitan 6 millones de turistas. Supongo que casi todos tendrán que pasar por Dublín. Y no creo que haya muchos que no se tomen una pinta en Temple bar. Y aún así, las camareras te sonríen como diciendo "pobre". De verdad que les hace gracia que pronuncies así y sonrías con cara de bobo.
Lo primero que hice fue pasarme por el centro James Joyce. Hay una sala donde se reunía con su amigo León (el rey de la selva) para discutir cómo complicar las páginas de El despertar de Finnegans que escribía por la mañana. Curiosa forma de trabajar. Había una mesa y unas sillas, el sol entraba por los ventanales, y si encendías un cassete Joyce en persona te leía un capítulo, con un acento de irlandés guasón que a veces hablaba lentamente para luego subir el ritmo como en una ennumeración. Me quedé con la frase de un póster: "¿Tú qué hiciste en la gran guerra? Yo estaba escribiendo el Ulises". Me la voy a poner en una camiseta para responder a los que, cargados de razón, me llaman vago. Vale, yo no he escrito el Ulises, ni siquiera lo alcanzo en cantidad de páginas (porque en calidad ni hablamos, que las comparaciones son odiosas), pero si cuela, cuela. En fin, que ahora que tengo que hacer un reportaje alusivo voy a ver si me lo termino, porque me pasa como con las series de la tele, que nunca consigo pasar del capítulo uno. De momento ya me he leído la web Ulysses for dummies, superinteresante. Si alguien ha estado alguna vez en el Bloomsday que se ponga en contacto con moi para darme información y le invito a una pinta.
Bueno, me está pareciendo un rollo todo esto que estoy contando. Voy en el avión y se me está acabando la batería. En fin, que di vueltas por Dublín, me tomé alguna que otra media pinta, una de ellas frente al Liffey con un par de guitarristas que cantaban una canción sobre el Liffey. Vi los fuegos artificiales de San Patricio desde la noria y haciendo ooooh, a la manera de mi pueblo, con todo el cuerpo, hasta que la familia de la cabina de al lado me siguió -hay que exportar las sanas costumbres, las guturales funcionan estupendamente en todo el mundo-. En la noria sonaba Sinatra, que es algo que me dio mucho que pensar. Qué diferencia de nivel con nuestros feriantes. Claro que subir a la noria también costaba lo que una entrada a los toros. Por ese precio me ponen a Bisbal y les denuncio. (He visto la noria desde el avión, ahí plantada, en Merrion Square. Se veía toda la ciudad como si fuera una maqueta. Y los montes de alrededor como los mapas en relieve que acariciaba de chinorri -claro, hay que ser muy rarito de pequeño para llegar aquí de mayor-). Luego volví hacia el río mientras los fuegos sobresalían entre las casas bajas, se reflejaban en los edificios de cristal y hacían saltar todas las alarmas. Los irlandeses estaban borrachos, berreaban más que nunca, me saludaban guturalmente al cruzarse conmigo (¿ves? idioma universal). Manadas de menores portaban botellas de vino medio vacías o medio llenas, depende, y lucían una envidiable resistencia al frío con esas minifaldas y sin medias (yo, a su lado parecía el tío Poto o un muñeco de nieve, con el moquillo colgando). También se lleva mostrar un poco de tripita entre el pantalón y la camiseta independientemente de cuál sea tu talla (me apunto) y ponerse unas pestañas falsas encima de una base de Titanlux. En fin, todo muy bonito, muy tierno y muy tranquilo, todo para mi álbum, pero nada que merezca vuestro tiempo.
Vuelvo. Besos.

lunes, 22 de marzo de 2004

DIARIO DE DUBLIN. DIA 2.
DUBLÍN ES HERMOSO CUANDO NO ESTÁS GRIPOSO

Querida Crispi:
Aquí estoy otra vez. Desde que he llegado me estoy acordando de ti, empezando por los asientos del aeropuerto y la noche tan bonita que pasamos allí. Me gustaron tanto que no me quería ir. Las imágenes que guardaba de Dublín eran las horas de fiebre en la cama del hotel y la calle en la que cogimos el bus al aeropuerto bajo la lluvia. Pero qué va, estuvimos en un montón de sitios. Hoy me acordaba de todos, me sonaban todos los pubs y todos los chiringuitos de comida basura. He pasado por el mcdonalds de O'Connell y por el pub en el que le hiciste la foto al grifo de cerveza. He pasado por el Trinity College. Te juro que lo he intentado, he hecho los deberes y me he empollado la guía, hasta me he vestido con cuidadito, un jersey luego una camisa luego un abrigo que abriga y luego una gabardina para la lluvia, he decidido que iba a visitar lo que pone que hay que visitar. Pero nada, que no tengo alma de turista, que lo único que me sigue interesando de lo que pone en el libro es lo de las tonadas típicas que cantan los borrachos en los pubs. No hay nada que me conmueva en las fachadas del Trinity College. Para el próximo viaje le diré a javierito que me dé unas clases de arquitectura, que es un entusiasta. Tampoco esta vez he conseguido encontrar la entrada a la biblioteca. Yo creo que no hay, que sólo la han visto los que estaban dentro cuando la hicieron, porque si no, no se entiende ¿Sabes que hacía sol? Pues sí, pues flipas, jajaja, hacía sol, y en agosto tú y yo luchando contra los elementos. Y cuando he salido del Trinity College adivina lo que me he encontrado. Una feria, jajaja, lo que les gustan las ferias por aquí. Tiene una noria enorme y mañana me voy a montar. Va a ser San Patricio pronto y hay un montón de cosas por aquí. ¿Te acuerdas de la Rose of Tralee? No he vuelto a ver un concurso con tan poco nivel, jamía, lo ganaba cada elementa ¿te acuerdas del escaparate con las fotos del palmarés? Pues eso. Tengo fotos de Tralee que yo creo que no has visto. Salimos borrachos bajo la lluvia, con varios gorros en la cabeza y un oso naranja en el hombro haciendo de loro. ¿Te acuerdas de que me lo regaló el tipo de la feria de la pena que le dio que fuera tan negado para sacar el premio en la carrera de camellos? ¿Cómo se llamaba ese oso? ¿Oso? He pasado por el parque que tiene la estatua de Oscar Wilde, muy cerca de donde estuvimos haciendo manitas en un banco. He pasado por un centro comercial que parece un merengue de cuatro pisos, al lado del parque ese. He entrado porque una rubia que conocí en el avión me dijo que tenía que entrar ahí a comprar algo, pero cuando he entrado ya no me acordaba de qué. Le he dicho a una chica que me hiciera una foto pensando en mandártela, porque es que estaba todo el rato acordándome de ti, a ver. Ahora me parece una tontería, porque en ese sitio no estuvimos. Ya me haré otra más significativa. Me he comprado una cámara de usar y tirar, cada vez las hacen mejores, pero yo cada vez salgo peor en las fotos, hum, la edad. Cumplo un montón el 26, estás invitada. Bueno, pues eso, que me aburría un poco haciendo el turista. Cuando me aburro es peor, porque empiezo a pensar maldades. Hay un sitio en el sur del que dice la guía que no hay que pasar por allí, porque se cometen delitos relacionados con las drogas. ¿Qué delitos serán esos? ¿Robar drogas es delito? ¿Será agredir a alguien tirándole un chinazo a la cabeza? ¿Será que las venden? No sé, habría que investigarlo. También he descartado atracar el banco de Irlanda, porque tienen cañones. Al final me he decidido por mezclarme con la población, pero tampoco he tenido mucho éxito. Por la calle sólo se me ha acercado una negra muy rara que antes de hablar conmigo estaba hablando sola. Me ha preguntado la hora. Tres veces. Se ve que la pronunciación del número seis la tengo que repasar. Estoy supertorpe. Todo es más difícil sin tenerte de sherpa. Y siempre miro al lado que no es cuando cruzo las calles, ya sabes. Eso sí, he descubierto otra cosa de Dublín que me gusta. La última vez, por supuesto, ni me fijé, pero ahora me gustan las dublinesas. Tienen cara de ser muy simpáticas. Cada diez pasos te cruzas con una que lleva un vestido rojo o unos tacones altísimos como si nunca se hubiera puesto un vestido rojo ni unos tacones. Parecen disfrazadas o debutantes o chicas de pueblo que han venido a una boda. Lo bueno es que estoy en un hotel que tiene de tó, que comparado con los nidos de ratas crujientes y los albergues de ocho literas de la otra vez, pues gana mucho. El email te lo quería mandar desde un ciber, pero no funcionaba el hotmail. Luego, desde aquí, pero aunque he venido a una presentación de un hotel hipertecnologizado no va la conexión. Y con el grado de entendimiento que tengo con los de recepción, como les llame para comentárselo me suben un sandwich de atún. Creo que te lo mandaré desde allí, en cuanto llegue. El hotel es inteligente, que a mí me parece muy bien, pero lo importante no es lo listo que sea si no de parte de quién está. Si toda esa inteligencia la va a usar contra mí, pues casi que prefiero una pensión tonta. Por ejemplo, cuando sacas algo de la nevera se activan unos sensores y se marca directamente en tu factura. Ya me debo de haber bebido el minibar entero, porque me traía unas birritas y en algún sitio se tienen que enfriar. Estoy como Indiana Jones, calculando el peso para hacer el cambio rápido y que no salten los cinco euros de cada puñetera botellita. Superestresante, un sinvivir, me tienen controladísimo. La habitación tiene muchos espejos, un teclado inalámbrico que no funciona y una decoración minimalista, sobre todo en el baño, pero no sé con qué fin. He cenado un kebab y me han subido el desayuno a la cama. Tenías que marcar en una lista las cosas que querías y me he dejado un par de espacios sin cruz, para que no haya habladurías en conserjería. Me he subido en un autobús de dos pisos. Se veía el atardecer entre las nubes, había luz y ¡sol!. Me he comprado una guía buenísima, con 500 direcciones dublinesas, y mañana voy a ir a algunos sitios, como una tienda de ropa pastillera de segunda mano. Me he comprado un bono de autobús para todo el día y me voy a ir todo lo lejos que pueda, espero no bajarme en el barrio equivocado. Si es así, te lego mi biblioteca de guías turísticas afanadas. También quiero ver la National Gallery y quizás busque otra vez la entrada de la biblioteca del Trinity. Como va a ser San Patricio ahora habrá música callejera y fuegos artificiales a las 6. La rubia del avión me habló de un par de pubs, uno superelegante y otro cutrillo y con música en vivo. También me dio su número de móvil, pero no sé si llamarla. Si me canso de pasarme el día solo, llamo. Ah, y para un reportaje me voy a hacer la ruta que se hace en el Bloomsday, o sea la que hace el protagonista de Ulises de Joyce, que empieza bañándose en el río y termina en los prostíbulos de la zona chunga. Así que, si no nos vemos te lego etc. Te voy a comprar una camiseta que te va a gustar. Una razón más para que nos veamos, al menos una vez. Insisto enérgicamente. Es verdad que no te escribo ni te llamo, igual que tú a mí, pero mira que pedazo de carta, vale por unas cuantas ¿no?. Es una tontería pensarlo ahora, pero ¿sabes? si volviera al cruce ese, junto a la iglesia de Killarney, tiraría con la bici para la derecha, justo detrás de ti. Supongo que tú no harías lo contrario, que eres muy cabezona, pero yo ahora sí. Qué tontería ¿no?
Un beso.

PD: No es que estemos en época de revivals, pero chica, es que esto parece que va por rachas y por barrios. Este fin de semana mi hermana ordenó sus papelotes y apareció el libro de Bonilla, Partes de guerra. En su primera página escribí:
Vestida, en tu bañador
azul, hundirás el agua,
y saldrás desnuda, amor ;
que el mar sabe lo que hace
para que te quiera yo.
Está datado en Cádiz, el 11 de septiembre de 2002.

jueves, 18 de marzo de 2004

DIARIO DE DUBLÍN. DÍA 1.
11 DE MARZO.

De lo de esta mañana no tengo mucho que decir que no sepais, que es un asco morir porque aún duren los delirios de un pueblerino ridículo que quería ser hidalgo en el siglo pasado, ocioso y repleto de los peores prejuicios de su época, ya anacrónico entonces. Pero se sacó de la manga un logo (copiado) y un exitoso jingle bélico. Y ya se sabe que el éxito publicitario estriba en la cantidad (de veces que se repita el spot), no en la calidad. Si los Corn Flakes consiguieron crear un imperio a partir de un anuncio que decía "ante la escasez de copos de maiz se ruega a la población que no compre más", él también podía. El problema sí que es el nacionalismo.
He empezado el día con la llamada alterada de Betty, que quería saber si estaba bien. Justo después, la madre de Merteuil, con la que llevaba un buen rato de hostilidades destinadas a dilucidar si me tenía que levantar ya o si cinco minutos más, ha llamado llorando. Todos llorábamos, a mí también se me ha revuelto el estómago, aunque he encontrado ahí la excusa que todos buscábamos para evadirnos del dolor sin sentirnos culpables. Tengo que ser fuerte para que ella esté mejor. Las noticias eran desalentadoras, la cuenta macabra de cadáveres iba aumentando y dejándonos sin esperanzas, las llamadas de los que nos querían y no sabían nos ponían un nudo en la garganta detrás de otro, he perdido el avión. Iba muy tarde, pero si hubiera habido taxis y un tráfico normal estoy seguro de que no hubiera sido así. En el trabajo se contaban historias. El hermano del jefe ha cogido el tren anterior. No he podido comer en paz. Me parece como un sueño, decía Merteuil. Y yo ya no sabía qué decir para que la comida no nos supiera tan triste. Cada uno de ellos era yo, con sus temores, sus inseguridades y sus sueños, con sus pequeños actos heroicos, con el retrosueño de primera hora de la mañana, con sus deseos de cambiar el mundo y de ceder el asiento o quedárselo un poco más. Cinco minutos más, sólo cinco minutos más.

Pero ya estoy en Dublín. Alguien se ha rajado en el último momento y he conseguido una plaza en el de las 19,35, concretamente una que incluía una rubia a cada lado. La de la izquierda es de Chicago, y me señala a sus amigas. La he mirado mucho en la taquilla de facturación, estaba justo delante. La de la derecha vive en Dubñín, y hablamos de los días irlandeses para no sacar el tema. "No quería ni venir", "yo tampoco". Me da su teléfono para que salga con ella y su amiga el sábado. Tiene una voz de motete y yo intento abrir los ojos sin mucho éxito, anoche trabajé hasta las cuatro. Es una vez al mes, pero jode. La coterránea de Al Capone me cuenta que estudia nosequé en Toledo, me roza la pierna, le digo que nos encontraremos, que Dublín es un pueblo. El avión da bandazos demasiado cerca del suelo, bromeamos con la idea de que no nos haya pasado nada en Madrid pero vayamos a acabar como pegatinas en una pista aérea de Dublín. Aterrizamos. Y suena en el avión el aplauso acojonado de estas veces, no es la primera vez que lo oigo. Hay viento y frío, llevo una gabardina encima de un abrigo que va encima de una camisa. Llueve. Cuando llego al hotel descubro que a veces puedo decirlo todo en inglés, pero que siempre me pierdo en las frases más simples. Hay una extraña fiesta para periodistas y "analistas" de todas partes. Me pido una Budweiser ("¿badgüeiser?", "¿badgüiser?": "budgüaisar", tampoco era tan difícil, camarero con turbante, podías haberlo adivinado por el número de sílabas). Me dirijo a uno con corbata, con pinta de cortar el bacalao. "My plane has just came and I am very very hungry" "very very hungry?" "yyees". Se va a por la camarera guapita que me dice algo de un sandwich "yes, sandwich" luego me parece oirle algo de unos chiles con carne, pero no pué ser un sandwich de chili con carne. Digo que yes. Evidentemente, acabo comiendo una bandeja de chiles con carne. Supongo que aquí tengo la pinta de alguien que se alimenta cada día de chiles y totopos, lo que pasa es que hoy no tocan totopos. Aquí soy mexicano, pobre de mí, tan lejos de dios y tan cerca de Inglaterra. Da igual que, por una vez, no esté viajando a México, Mi estómago se pasará igualmente toda la noche bailando la Cucaracha. Dos cacatúas me abordan en el ascensor. Las entiendo el principio, cuando dicen que no tengo pinta de turista, y que ninguno lo somos en este hotel. Las inglesas es que se sueltan en cuanto pasan la mediana edad. Luego me pierdo en un monólogo de la más venerable que incluye incómodos silencios con miradas de soslayo en un ascensor inoportúamente detenido. Hasta que me apercibo de que lo que me están explicando es que ya estamos en la planta 1 y que el botón que tengo que apretar es el G de ground.
Camino lentamente entre los informáticos borrachos, me paro a menudo, la gente comenta que es mi quinta vuelta, las anglomozas, vestidas como putas o como espantapájaros (¿quién quiere términos medios?) acercan los bolsos a sus regazos a mi paso, los grupitos comentan que es mi quinta barra. Mi paranoia trabaja a tope cuando no entiendo el idioma. Estoy tratando de cazar un acento o una palabra en español en alguna de las conversaciones. Como es que no, tomo la medida a la barra para beber sin medida. Pido una cerveza belga y me traen una coronita. Me subo a mi habitación informatizada. Después de remover todo el contenido del minibar para colocar mis birras de supermercado leo el cartel en la puerta: "Mini-bar automático completamente automatizado. Cada producto que usted remueva será cargado automáticamente a su cuenta". En mi humilde opinión, la palabra automático se repite más de la cuenta en mi cuenta.
Ponen una peli de Cary Grant.
Huyo de Euronews.
Escribo.

viernes, 5 de marzo de 2004

ALGO ES ALGO

ALGO ES ALGO

en vista de que estoy vago, pesadito y tal os copio este "borrador para el comienzo de un relato" que me he encontrado por ahí. Jo, las visitas están bajando mucho. Debo de estar haciendo algo mal. bua.

Ahora que todo está perdido, cuando ya se ha borrado la última huella de nuestro amor sobre la arena, cuando tú vuelves a ser tú, y yo soy uno nuevo una vez más, ahora que miro la delicada litografía que me me regalaste la primera vez que comimos juntos, un beso, con los dos lobos solitarios morreándose, con el horizonte de mariposas y orquídeas que se abría entre ellos al separar la tarjeta, justo ahora recuerdo que me dijiste con convencimiento que no lo abriera aún, que esperara a estar dentro del taxi, y recuerdo que tomé las riendas por una vez, que hice algo que todavía me resulta ajeno, que me hace plantearme si el destino se adueña de nuestros actos, si convierte nuestras manos en sus guantes cuando estamos en una encrucijada fundamental y decide hacer algo extraño a lo que somos, tan difícil de imaginar como acto propio como cerrar la puerta de un taxi y despedirlo, abrir un regalo ante las tímidas protestas de la chica, leer su contenido, un beso, y besarte, besarte como tú lo estabas deseando, besarte con torpeza y que a ti te parezca el mejor beso que te hayan dado nunca, que te resulte tecnicamente impecable y te sepa a un caramelo nuevo, aunque sólo tenga el recuerdo del anís de la sobremesa, a veces me pregunto si de verdad eran mis brazos los que te apretaban con fuerza suficiente para que entrases dentro de mí sin traspasarme, a veces me pregunto qué hubiera pasado si me hubiese subido al taxi, si hubiera hecho lo que se esperaba de mí y te hubiera dejado de pie junto a las puertas, dándome las gracias por la comida, sonriente, alejándote sin moverte del sitio mientras yo indico "Cartagena, 12", a veces me pregunto si fueron mis manos, mis labios, mi lengua, si hay un cupido loco manejando estas situaciones para arrojarnos hacia lo imposible, para subirnos en lo inesperado, para robarnos el aliento y hacer que nos reconozcamos sin palabras, que reconozcamos lo que sentimos, que de repente no nos dé miedo ni vértigo la palabra amor, que se despoje de la carne la palabra sexo,...