jueves, 5 de julio de 2007

La primera sandía de la temporada me la comí hace tres semanas en Roma. Salía de Stazione Termini. Tenía todo el fin de semana por delante. Tantísimo tiempo. Las termas de Diocleciano al frente, las romanas minifalderas y asustadizas esperando en el paso de peatones, la mussoliniana Piazza de la Reppublica apareciendo de pronto. Y en una esquina un puestecillo de frutas con grandes trozos de sandía a un euro. Le hinqué el diente y me supo a verano. A todo eso del verano, infancia, césped, tiempo, yo, yo nuevo. Venga va, lo voy a poner: libertad. Más a cada mordisco. Pasé por las Quatro Fontanas de Bernini mordisqueando la cáscara. Más.

La segunda sandía de la temporada me la comí hace dos semanas en Venecia. Era parte del desayuno del gran hotel, con su propio canal con yatecitos. Un poco menos roja y más domesticada. Partida en cuadrados. Sentados junto al canal, en la terraza, desayunando con pocas palabras. Merteuil me dijo: creo que deberíamos dejarlo por una temporada. Hubo un silencio largo. Luego yo dije esta sandía está un poco pasada.

No hay comentarios: