sábado, 31 de diciembre de 2011

Me enamoré en un Trash entre amigos

Me enamoré en un Trash entre amigos
El beso asomó por primera vez en el último escalón de un cine lleno al que nos habíamos colado. Le agarré de la cintura, dijo "no te pases". Pero entonces apareció, brotó en el rinconcillo de mi cabeza que se ocupa de eso. Y ya no pensé en otra cosa durante los dos días siguientes. A unos pocos minutos del notepases, apoyé su cabeza en mi hombro. Vigalondo tiraba una lata de cerveza al escenario o lo intentaba quemar. El beso ya estaba poniéndose cómodo en el cubículo correspondiente, no pensaba salir de ahí. Levanté su cabeza del hombro, acerqué la boca. Me dijo nonono. Un nonono que sonó con toda claridad a “como sea sísísí, entonces qué hacemos”. Como soy un buen chico, lo tuve que dejar estar. Las siguientes peripecias de aquel día incluyeron todo el rato al beso asomando y asomando. Nonono, corrientes eléctricas que moverían un molino cada vez que nuestras rodillas se rozaban, narices juntas con beso en elipsis. Beso, beso, beso beso beso.
Para cuando terminaban las 48 horas, estábamos en mi sofá, haciendo el cíclope. Solos no habríamos podido llegar, nos había traído, claro, el fantasma del beso delincuente. Deslicé la mano por debajo de su camiseta verde. Su piel, qué sé yo porqué, tenía la suavidad delicada que se espera siempre de una chica tan pálida. Subí despacio hasta los hombros, mientras ella metía su rodilla entre las mías. Las caras estaban pegadas, no distinguía cuál de los dos era el que respiraba cada vez. Si sabía cuál era mi nariz es porque la suya seguía congelada. Cada región de su piel que pisaban mis dedos se convertía en terreno ganado para siempre, empezaba a estar seguro. Ya no hablábamos, sólo me miraba con los ojos abiertos a todo lo que daban. Me mordió el cuello. Siguió hacia los hombros. Esto no tiene ningún sentido, dije, te voy a besar, porque es como si ya te hubiera besado, qué más da. Acerqué mi boca a la suya, me sentí culpable nada más hacerlo, había prometido que esto no pasaría. Metí la lengua despacito, me choqué con la suya, quise esquivarla y recorrí su boca. Nunca había estado en un lugar como ése.