miércoles, 30 de enero de 2013

A las 12.30 me fui a buscar a Patricia y a Virgenyfurioso, que 
habíamos quedado en Plaza Castilla para ir al cumpleaños de Meri. De 
cumpleaños en cumpleaños y tiro porque me toca. No conocíamos a 
Virgenyfurioso, que era un chico de Internet, y allí le conocimos. Un chico muy 
majo, pero demasiado gay para mi gusto. Se supone que es hetero, pero tiene más 
pluma que los pavos reales, y eso no me mola nada. Sábado, 1 de octubre de 2.003

sábado, 26 de enero de 2013

Nadie ha vuelto para contarlo


Nadie ha vuelto para contarlo
Sólo pensar en la muerte ya es una faena. Nada que se te ocurra en esos momentos va a tener la mínima gracia. Así que lo dejas estar, haces lo que puedes por no darle vueltas y el efecto rebote te lleva a creerte inmortal. No inmortal en plan eufórico, poderoso, indestructible. Inmortal para mal, inmortal de, en fin, como esto va a durar un montón, me voy a permitir este día de papeleo y este otro de estar tristón.
Hoy me he levantado soñando con una página de El Jueves que no he leído en El Jueves. Un chiste que hablaba del más allá, pero que no era de uno de los dibujantes muertos, como debería haber sido; lo hacía uno de los vivos. En el duermevela he pensado “porque nadie vuelve para contarlo”. He pensado que mi madre nunca ha vuelto para contarlo, que si hubiera podido, habría hablado conmigo o con mis hermanos. He pensado que todo termina con un fundido en negro, como en Los Soprano. No he pensado nada que no sepa, sólo en cosas que suelo evitar.
Todo esto no es siquiera agradable de leer, lo sé.
Me ha venido a la cabeza mi amigo Javi y he pensado que él es el que tiene razón. Mi amigo Javi se va al Sudeste asiático no sabe a qué. Sabe que se va, sabe el día y sabe dónde llega ese día. El resto ya se verá. He recordado cómo era el despertarse en un lugar extraño y dirigirse, como una polilla, al lugar en donde estén la luz y la belleza, sin más objetivos. De todos nosotros, él es el que tiene la razón.
Pensar en la muerte ha estado bien esta vez. Me he dado cuenta de que me tengo que soltar, de que esto no consiste en más que amar lo que hagas cada día. En encontrar la energía para tirar todo lo que sobra en casa y abrir bien los ojos para estar atento a las oportunidades de dirigirse hacia la luz y la belleza. He recordado el verano que pasé como voluntario en el barrio más chungo de Santo Domingo y lo que aprendí. Aprendí a mirar a mi alrededor con amor y a dar lo que el mundo necesita de ti de verdad, una sonrisa, un rato de mirarles bien y escucharles y sentir tú, sentir de verdad, que tienen algo importante dentro por lo que vale la pena pararse un ratito con ellos al borde del camino.
He pensado que me voy a soltar. En todo, pero especialmente al escribir. Que no puedo esperar que una iluminación me baje del cielo el texto perfecto. Que si me siento así de bien cuando escribo, con lo que escribo, que sólo tengo que sentarme y hacerlo. Y que unos días tendré más suerte que otros. Tengo que saquear mi cabeza, como estoy haciendo ahora y confiar en que aunque no vaya a pasar a la historia con el texto de hoy, éste será un buen día gracias al texto de hoy.
Porque no tengo un día que perder.

Nueve atardeceres de Ibiza. OCHO.


Nueve atardeceres de Ibiza. OCHO.
Un dios egipcio anima el sol de hoy. Por una parte, es fácil imaginarlo dentro. Este sol brillante y puro, redondo e imparable, es la encarnación de la fuerza y está sobre todos nosotros y deja claro que es enorme y poderoso. Por otra, resulta difícil imaginar a un dios de la antigüedad redondo. Ahora, con las religiones adaptándose como el que más y con la ciencia ficción ya inventada y deconstruída, y con los dibujos japoneses y con el átomo dibujado y reventado, no resulta tan difícil imaginarse a un dios bola de energía. Pero entonces las religiones eran orgullosamente antropomórficas. Hasta para adorar a un animal. Hasta para tallar sus tótems. Cuando el sol ha caído del todo y sólo nos llega un recuerdo irreal como el del aroma de una amante en la almohada, puedes imaginar todo un reino divino al final del mar, puedes creer que es el sol el que se ha alejado y no nosotros. Es la explicación más sensata, es lo que ves: un dios cotidiano que nos perdona un día más. Y que se retira a seguir con sus cosas en otra parte. Justo después de observarnos y calentarnos y prevenirnos y convertir cada día en una oportunidad nueva, un camino sin pisar que no tiene nada que ver con el anterior, por mucho que se parezca todo lo demás alrededor.
Las diosas isleñas mayas de la fertilidad y las divinidades doradas que decoran los bares del paseo de Sant Antoni de Portmany, el hippismo y el nudismo de por aquí deben de tener algo que ver con esto, con cómo te rodean en una isla las cosas fundamentales, el mar, el sol y lo demás. Porque parecen nacer, vivir y morir sólo para ti y sólo alrededor de ti.  
1 de noviembre de 2012