sábado, 19 de octubre de 2013

No tenías nada malo

No tenías nada malo
una colección de tebeos
un gusto musical dudoso
tiernamente choni
un orgasmo diario
un no saber perder
una intransigencia activa
una mirada fija
fija en mí casi siempre
bailabas sacando el culo
y nos reíamos de nada
querías entrar en mí
y expandirte
y rellenar los huecos
y rellenar donde no había huecos


me podía abandonar
pero ya no me sentía bien abandonándome


si hubiera tenido quince años
nos habríamos quedado a vivir allí


estuvimos girando
sobre tu eje
hasta que yo no pude girar más
y pasamos a un dentro fuera
que terminaba en fuera


yo no tenía nada malo
un querer ser artista
muchos libros a medias
ese montón de cosas que contarte
de asombro cotidiano
de amor universal
un verte desde fuera
que nunca te valía
que no te parecía conocerte
una vida en proceso
un montón de caricias
centrífugas
un reírnos de nada
un par de grupos ñoños
un día diferente cada día
un dudar diferente cada día
un amarte de lejos
que requería que estuviéramos lejos


podrías habértelo aprendido
pero tú no querías aprender
tú querías finales
y otras cosas redondas


estuviste asediando mis murallas
ahora están como un queso
vencer no es convencer
y nunca hay invasión
sin Resistencia


si hubieras tenido ruedas
aquello hubiera sido una bonita

bicicleta

jueves, 17 de octubre de 2013

Monólogo interior

-No me voy a liar contigo.
-Como quieras.
...
Se lanza a un beso tibio y largo, de los que no se dejan un rincón.
...
-Vamos a la cama.
-Venga.
...
-Mira, no vamos a follar, sólo vamos a dormir.
-Vale.
...
Trepa encima. Serpentea. Sube y baja. Acelera. Termina. Se separa. Se tumba.
-No es que te lo hayas currado mucho.
-Bueno.
-Claro,  y te habrás quedado a medias.
-Sí.
-Joder, es que me gustas y no me gustas.
-Ya.
-Mira, vamos a dormir.
...

domingo, 13 de octubre de 2013

Por qué no enamorarse

El otro día tenía una resaca tristona y miserable. En medio de la bajona me emocioné con la idea de lo bonito que sería tener novia otra vez. Acurrucarse en el sofá, hacer piececitos y morderse de vez en cuando mientras pasas la hora del almuerzo debatiendo sobre quién le coloca al otro y al DVD su película favorita y quién llama al chino. Así que empecé a hablar de amor aquí y allá, a lo loco y probé que tal sería centrarse en una sola chica, conocerla despacito, seducirla sin prisas, poner su foto de fondo de escritorio y darle la turra a los amigos con eso. Hoy, con una resaca equiparable, me he comido un cocido y mucho mejor.


Lo malo del amor es que muchos hombres lo confunden con gastritis y, cuando se han curado de la indisposición, se encuentran unidos en un santo matrimonio a una mujer con quien, en una situación normal, no los pillarían ni borrachos”
Groucho Marx. Memorias de un amante sarnoso.


Estaba pasando canciones que no quería oír. Pasando un montón de canciones. No encontraba ninguna en la que me apeteciera quedarme. Me di cuenta de que últimamente lo hago mucho y de que todas son canciones de amor. No quería que me cantaran sobre eso, no me apetecía escucharlo. Fue entonces cuando me di cuenta de que no quería saber nada del amor. Las comedias románticas me aburren enseguida, las historias de "estoy enamorado" las recibo con una sonrisa de contable y las parejas abrazadas por todas partes no me dan ninguna envidia. De hecho, suelo pensar: "pobre chico". De hecho, cada vez que me cruzo con una chica tan llamativa como para que me apetezca inventarle una historia, la que le invento es la de las manías que tendrá como novia. Luchas de poder, llantos aleatorios y macetas por los aires, todo con muchos afectos especiales. Si me enrollo con una chica termino haciendo el payaso y bebiendo de más para dejarlo todo claro. Sólo conozco a una de la que cabe la posibilidad de que hubiera alguna opción de que en un futuro más o menos lejano pudiera enamorarme, así que la evito concienzudamente.
No sé si esto sólo me pasará a mí, porque veo a la mayoría de mis amigos deseando activamente volver a enamorarse, tirándose a los brazos de nuevas relaciones como oasis o puliendo sus "es complicado" ("es complicada" más bien) para ver si a la quinta vez que frotan sobre limpio lo suyo termina brillando como una relación verdadera, como la que tienen los demás, que parecen todos muy enamorados y muy felices.
Yo pienso en el amor y veo un ochomil infinito cuyo pico supera la estratosfera y luego sigue. Pienso lo que tendría que trabajar por una extraña, por alguien a quien todavía ni conozco y que me da igual. Pienso sobre todo en toda esa faena voluntaria, el único trabajo fijo que te ofrecen en estos tiempos, el de escuchar pormenorizadamente todas esas cosas que le preocupan. El intentar no ser tan tú, no ser tan intenso porque ellas son prácticas, ser menos caótico porque hay que acompasar el paso y empezar a pensar en el futuro, que no existe. Pienso en todo eso y en las ventajas, en el cuerpo confortable al otro lado de la cama, en ir de la mano al cine y en alguien que te lo entienda todo y te trate con esa mezcla de condescendencia maternal y complicidad de socio mercantil en la que viene desembocando el amor. Lo miro reunido y la verdad es que preferiría ir al dentista. 
Todo es mejor que el amor. Los poemas de amor son mejores que el amor.
Pero el mundo alrededor es como es y estamos programados biológicamente para que nos parezca que las princesas Disney saben mejor que tú lo que hay que hacer. Así que uno termina sintiéndose un poco culpable de ser un descreído. Un descreído que tiene razón. Y a estas alturas ya sólo te entienden tus propios viejos textos.

El amor es un tópico. No hay nada nuevo que decir sobre el amor y su sombra, el desamor. Puedes descender a los pozos de tu inteligencia y rebuscar las palabras precisas sobre él, que luego, al reducirlas cartesianamente, se quedan en un refrán o, con suerte, en un verso. Collige virgo rosas, el tiempo lo cura todo. Puedes intentar razonar con él, cogerlo del cuello, desmontarlo a la manera de los relojeros, pero el resultado de tus trabajos va a quedar inevitablemente a tiro de piedra de Corín Tellado. Es tan tópico que incluso el que sientas que nadie alcanza la altura de tu vuelo o la bajura de tu dolor, que pienses que estás solo porque no puedes explicarte ni ellos entenderte, ya nos ha pasado a todos.

Y eso no es ni bueno ni malo, sólo da una pista definitiva sobre su esencia, sobre lo que el amor es.”

sábado, 5 de octubre de 2013

Por qué enamorarse

Si no me hubiera enamorado nunca, no estaríamos aquí ni vosotros ni yo. La primera vez que se me ocurrió torear lo que quería era impresionar a una chica rubita de 9 años que me habían dicho que quería ser mi novia. Ya me diréis qué otras razones puede haber para jugarse la vida delante de un animal que pesa exactamente 10 veces más que tú y al que no le hacen falta ni cuernos porque te podría zampar de un bocado. Mi carrera taurina terminó con mi hermano lanzándome por encima del burladero agarrado del pellejo, como a los chotillos, mientras pataleaba en el aire. Luego, ella y yo nos fuimos a un lugar apartado y oscuro y como no sabíamos qué hacer la besé en la mejilla y salimos corriendo. Al cabo de los años aquel rincón de romanticismo rudimentario se destapó como el desagüe de todos los vecinos de alrededor. Y eso es una metáfora tan diáfana como apestosa sobre la esencia del amor.
Si una francesa de 15 años no me hubiera dado mi primer beso con lengua en un ascensor mientras yo apretaba los dientes con terror, quizá yo nunca hubiera tenido esa imagen de las francesas como unas frescas muy deseablemente avanzadas y no me hubiera apuntado a francés en la Escuela de Idiomas. Llegué hasta la parte de la fonética y ahora soy capaz de leer cualquier texto en francés con un acento perfecto y siendo perfectamente capaz de no entender una palabra. Nunca más me he vuelto a besar con una francesa, pero voy a seguir intentándolo.
Si no hubiera pesado sobre nosotros, adolescentes de epicentro removido, la promesa de hipotéticos amores no hubiéramos construido una chimenea en la fábrica de ladrillos que nos servía de peña durante los veranos castellanos. Cuando estuvo terminada, conseguí besarme con una chica en el sofá frente a la chimenea, hasta que el humo, que salía por todas partes menos por donde debía, hacía de antidisturbios del amor y nos evacuaba muy bien. La chica sabía a pepinillos.
Luego vino lo de escribir. Mi primer poema lo escribí pensando en una chica que me sacaba diez años. Como era casto y entusiasta, lo amplié en un par de versos místicos y lo enseñé diciendo que estaba dedicado a la Virgen. Creo que a San Juan de la Cruz le pasó lo mismo. Luego esto de los parches y los añadidos y el hacer como que estás escribiendo de otra cosa lo he trasladado a los artículos y me ha funcionado muy bien y me ha salvado algunas tardes.
Tras eso, me dio por escribir para ligar, una cosa muy de tímidos. Funcionaba en teoría, pero con el tiempo descubrí que a ellas no les interesaba lo que escribieras, que lo que querían era un amante, un novio o un marido, dependiendo de relojes biológicos varios, que siempre parecen están pitando. O hasta de relojes de verdad, porque hay novias que te tienen cronometrada la relación hasta que pasa el verano o hasta que llega el siguiente. Y entonces ya no les interesa lo que escribas, tus dotes taurinas, tu poliglotismo o tu pericia poniendo ladrillos.
Y sin embargo, amigos, el amor sigue siendo lo que mueve el mundo. Piensa en la cosa más loca que hayas hecho y ahí detrás, en alguna parte, está el amor o la falta de amor. El amor romántico, el amor de pareja, el amor como eufemismo de “estoy salido”, da igual. Ahí te tiene, varado en la estación de autobuses de Zaragoza a las 4 de la mañana, paseando por un congreso de peluquería en la feria de muestras de Bilbao, deslomándote en mudanzas de cinco pisos sin ascensor en Malasaña, pegándote trompazos entre la nieve mientras escalas una montaña en Guadarrama, cargando por todo Palencia con un equipo de grabación que requeriría una mula (que eres tú), sometiéndote a un tratamiento exfoliante para que practique su prima en Ronda, poniéndole a las cosas nombre de pastelito en el barrio Salamanca.
Eso es el amor y si nos sigue funcionando, aunque sepamos como termina, es porque no encontramos un motor tan poderoso para hacer las cosas que transforman el mundo. Y consuela saber que no somos los únicos. El tipo que lió a 20.000 obreros para levantar el Taj Mahal en la era previa al gotelé quería recordar a una de sus esposas, una tal Muntaz Mahal. Y por amor. Sus 14 hijos en común son la prueba. Bueno, y el Taj Mahal. Groucho Marx empezó a levantar las cejas porque una tía suya, pelirroja y mullida, le dijo que qué ojos más bonitos tenía. Enrique VIII cambió de religión a todo el país para poder enamorarse a gusto las veces que quisiera (que fueron seis). El tipo de El paciente inglés vendió a sus amigos a los nazis por amor, al parecer, como cerca de hora y media después de que yo me durmiera en el cine.
Por no hacer esto muy largo, atajaremos diciendo que no todo lo que somos, pero sí buena parte de lo que hacemos se lo debemos al amor. Yo tenía esta barba antes de que estuviera de moda (por fin he podido decirlo) porque una novia me dijo que odiaba las barbas en todos menos en mí. Aprendí todos mis trucos de comunicación no verbal porque quería atreverme a hablar a una chica. Estudié periodismo porque Clark Kent tenía a Lois Lane. Me vine a Madrid porque aquí el amor tenía menos letra pequeña. Me trasladé a esta terraza desde la que escribo y que siempre me hace sentir como que he pasado un día en el campo porque quería probar a vivir solo con esa chica. He hecho grandes amigos porque siempre estoy en los bares, unas veces buscándola y otras huyendo de ella. Aprendí a conducir porque una novia me llevó a un pinar para “enseñarme a conducir”, dijo. Y resulta que me enseñó a conducir.

Así que, ¿por qué enamorarse?: porque aún te gustaría aprender esgrima, pasarte 14 horas seguidas bailando (13 ya lo he hecho), pilotar un avión, tener fuerzas para escribir una égloga pastoril de mil versos, irte a vivir a lo alto de un faro, tener a alguien que te mire dentro de los ojos y le guste lo que ve y no pida más. Por probar.