lunes, 8 de abril de 2013

A coscorrones



Hace unos días nos hablábamos con cariño, ella me pedía fotos para no borrar nada, yo las ordenaba para que no se me perdieran. Era la continuidad natural de un año y medio en el que habíamos creído el uno en el otro por encima de todas las cosas, por encima, sí, de la realidad que, a coscorrones, nos iba imponiendo cada vez más límites. Es posible que ya no nos veamos mucho, es posible que ya no nos veamos más. Seguro que nos merecíamos otra despedida, la que se merecían los chicos sentados en el portal de su casa aquella noche, acariciándose con la mirada y con las palabras, abrazándose sin besarse. O sin irse tan lejos, los que se amaban hace unos meses en la cabaña entre la nieve alpina. Eran días como esos los que se alzaban brillantes y hacían que todas las dudas parecieran tan poca cosa y que valiera la pena haber llegado hasta allí.
Yo no quiero creerme que seamos estos, porque no lo somos, porque somos aquellos otros, sólo que hoy estamos abrumados y confundidos. Prefiero, cada vez que piense en ella, susurrarle desde lejos, una vez más, su frase bálsamo: "todo va a salir bien". Y que funcione como un sortilegio para que todo, algún día, acabe estando bien.