domingo, 13 de octubre de 2013

Por qué no enamorarse

El otro día tenía una resaca tristona y miserable. En medio de la bajona me emocioné con la idea de lo bonito que sería tener novia otra vez. Acurrucarse en el sofá, hacer piececitos y morderse de vez en cuando mientras pasas la hora del almuerzo debatiendo sobre quién le coloca al otro y al DVD su película favorita y quién llama al chino. Así que empecé a hablar de amor aquí y allá, a lo loco y probé que tal sería centrarse en una sola chica, conocerla despacito, seducirla sin prisas, poner su foto de fondo de escritorio y darle la turra a los amigos con eso. Hoy, con una resaca equiparable, me he comido un cocido y mucho mejor.


Lo malo del amor es que muchos hombres lo confunden con gastritis y, cuando se han curado de la indisposición, se encuentran unidos en un santo matrimonio a una mujer con quien, en una situación normal, no los pillarían ni borrachos”
Groucho Marx. Memorias de un amante sarnoso.


Estaba pasando canciones que no quería oír. Pasando un montón de canciones. No encontraba ninguna en la que me apeteciera quedarme. Me di cuenta de que últimamente lo hago mucho y de que todas son canciones de amor. No quería que me cantaran sobre eso, no me apetecía escucharlo. Fue entonces cuando me di cuenta de que no quería saber nada del amor. Las comedias románticas me aburren enseguida, las historias de "estoy enamorado" las recibo con una sonrisa de contable y las parejas abrazadas por todas partes no me dan ninguna envidia. De hecho, suelo pensar: "pobre chico". De hecho, cada vez que me cruzo con una chica tan llamativa como para que me apetezca inventarle una historia, la que le invento es la de las manías que tendrá como novia. Luchas de poder, llantos aleatorios y macetas por los aires, todo con muchos afectos especiales. Si me enrollo con una chica termino haciendo el payaso y bebiendo de más para dejarlo todo claro. Sólo conozco a una de la que cabe la posibilidad de que hubiera alguna opción de que en un futuro más o menos lejano pudiera enamorarme, así que la evito concienzudamente.
No sé si esto sólo me pasará a mí, porque veo a la mayoría de mis amigos deseando activamente volver a enamorarse, tirándose a los brazos de nuevas relaciones como oasis o puliendo sus "es complicado" ("es complicada" más bien) para ver si a la quinta vez que frotan sobre limpio lo suyo termina brillando como una relación verdadera, como la que tienen los demás, que parecen todos muy enamorados y muy felices.
Yo pienso en el amor y veo un ochomil infinito cuyo pico supera la estratosfera y luego sigue. Pienso lo que tendría que trabajar por una extraña, por alguien a quien todavía ni conozco y que me da igual. Pienso sobre todo en toda esa faena voluntaria, el único trabajo fijo que te ofrecen en estos tiempos, el de escuchar pormenorizadamente todas esas cosas que le preocupan. El intentar no ser tan tú, no ser tan intenso porque ellas son prácticas, ser menos caótico porque hay que acompasar el paso y empezar a pensar en el futuro, que no existe. Pienso en todo eso y en las ventajas, en el cuerpo confortable al otro lado de la cama, en ir de la mano al cine y en alguien que te lo entienda todo y te trate con esa mezcla de condescendencia maternal y complicidad de socio mercantil en la que viene desembocando el amor. Lo miro reunido y la verdad es que preferiría ir al dentista. 
Todo es mejor que el amor. Los poemas de amor son mejores que el amor.
Pero el mundo alrededor es como es y estamos programados biológicamente para que nos parezca que las princesas Disney saben mejor que tú lo que hay que hacer. Así que uno termina sintiéndose un poco culpable de ser un descreído. Un descreído que tiene razón. Y a estas alturas ya sólo te entienden tus propios viejos textos.

El amor es un tópico. No hay nada nuevo que decir sobre el amor y su sombra, el desamor. Puedes descender a los pozos de tu inteligencia y rebuscar las palabras precisas sobre él, que luego, al reducirlas cartesianamente, se quedan en un refrán o, con suerte, en un verso. Collige virgo rosas, el tiempo lo cura todo. Puedes intentar razonar con él, cogerlo del cuello, desmontarlo a la manera de los relojeros, pero el resultado de tus trabajos va a quedar inevitablemente a tiro de piedra de Corín Tellado. Es tan tópico que incluso el que sientas que nadie alcanza la altura de tu vuelo o la bajura de tu dolor, que pienses que estás solo porque no puedes explicarte ni ellos entenderte, ya nos ha pasado a todos.

Y eso no es ni bueno ni malo, sólo da una pista definitiva sobre su esencia, sobre lo que el amor es.”