sábado, 15 de febrero de 2014



Sé que quedo fatal reconociéndolo (y si no, para eso ya está el resto del blog), pero este último año probablemente haya sido de dormir más que de follar. Acompañado, digo. No es que me parezca mal, hay finales de noche en que todo lo divertido ya ha pasado hace rato o en que no estás para horas extras o que, puestos en la balanza, te apetece más un 22 que un 69. Y a mí todo eso me pasa mucho, que soy muy nena. No es que me queje, pero ha venido pasando con una regularidad extraordinariamente anormal que casi lo está convirtiendo en LO NORMAL. He dormido sin follar más que cuando tenía novia. Me han ofrecido más cucharitas que comentarios en el blog, y eso que las tengo a todas por lectoras. Chicas que se quitan casi toda la ropa o ninguna y se duermen a tu lado. Chicas que te besan durante horas con la misma vehemencia con la que roncan luego durante muchas más horas a tu lado. Chicas que aparecen en el suelo o en el baño a la mañana siguiente. O durmiendo en una postura mal, con la cabeza en los pies y los pies en el vaso de agua de la mesilla. Chicas que te llevan a su cama, pero sólo para dormir. Chicas con una regla que siempre te toca a ti con la puntería de un francotirador amigo de Pérez Reverte. Ya sé lo que estáis pensando, que ahí hay un patrón. El patrón soy yo,

(inspirado en el post de Rebeca de Pueblo y en un puñadito de noches tróspidas)