miércoles, 27 de noviembre de 2002

(a ver, rubia, no me seas contradictoria, he dicho que ni un enlace más y ni uno más hasta que tú hables de mí en tu blog)

"Lo del piso, ya te lo he dicho, no va a venir a buscarte, asi que mueve ese culito, anda, que tiene muchos mas usos de los que tu le das". Reconozco que hace dos meses que le dije al casero que me iba y que, desde entonces no he movido el dedito de marcar para buscar nada. Lau me acoge. Pero lau me echa pasado mañana, porque viene el nuevo a ocupar la habitación. Hoy por fin me he decidido, a eso de las ocho de la tarde. En la misma calle de mi trabajo. 130 euros menos que el anterior. Para entrar pasado mañana. Vaya, parece que tiene buena pinta. Asi que por fin he hecho mi primera llamada. "¿Puedes venir a verlo ahora?".
Tiene dos compañeras, una argentina que cuenta unos chistes que no entiendo muy bien y otra que estudia por la Uned por puro afán de conocimiento. Pero mejor, así aprendo un sentido del humor nuevo y puedo contarle mis batallitas de abuelo cebolleta a la del saber no ocupa lugar. Mmm, juraría que la argentina me ha mirado el culo cuando me he girado, y eso es un punto en contra, porque no es que lo tenga infrautilizado, como insinuaba mi amigüita en el mail, es que no tengo culo. Mis primeros ahorrillos van a ir para la Corporación Dermoestética, para que me pongan un trasero.
Me encanta esa forma de vender los pisos. "Este armario tiene mucho fondo". Pues tendrá fondo, pero lo que es superficie... "Y es la única habitación con espejo". Ah, ¿en ese trozo de cristal colgado de un clavo te puedes mirar? Pues como mucho cabe una espinilla o un ojo.
Luego, durante todo el cásting he tratado de recordar el sabio consejo que me ha dado mi redactor jefe, mi kindergardener, que me conoce: "si quieres que te den el piso, mejor no abras la boca". Asi que sólo contestaba a lo que me preguntaban. "Sí, sé que el orden y la limpieza son los principales problemas en un piso compartido. Yo nunca he tenido problemas con eso" (ningún problema, si me sale una rata del baño la saludo y cada uno por su lado. Nunca me meto en la vida privada de mis compañeros). "No hay ningún problema con el dinero. Pero hoy no te lo puedo dar, mañana me acerco al banco" (mejor que no me acerque a menos de 50 metros del banco porque me apedrean. A ver a quien se lo pido).
Asi que todo iba muy bien hasta que ella me ha dicho: "bueno, mi novio viene algunos fines de semana y me apetece estar con mi novio y cuando viene quiero estar con mi novio" (novio novio novio, ay, en cuanto lo pillan cuánto se les llena la boca de novio a algunas lagartas, pobre chaval). Y he tenido que hablar: "no, si por mí no hay problema, no tengo novia, pero no pienso mantener el celibato". Y entonces se le ha encendido la bombillita: "oye, pero que aquí no traemos a cualquiera, ni hacemos fiestas, ni hay gente todos los días...". "No, si tampoco tengo tanto éxito".
Hala, ya me he quedado sin piso, por hablar.
Eso sí, como me llamen y me lo vengan a traer a casa, JUA, lo que me voy a reir.
Pero eso sí, como no me llamen, JUA, lo que me voy a mojar.

lunes, 25 de noviembre de 2002

Entre semana invité a Has, la chica de padres árabes que sale más abajo, a un preestreno. Seguía teniendo unos ojos espectaculares y sonreía y me tocaba mucho y me miraba más a mí que a Bustamante, que andaba por ahí. Se pasó toda la peli comentando las escenas y tenía una risa un poco así, pero bien. Luego fuimos al Mc Donalds y yo le dije que no iba a cenar porque había estado en un cóctel, y me puse a hablar de mi semana, por hablar de algo que no fuese su apostasía del Islam y esa religión que se ha inventado y que se parece sospechosamente a la adjudicación de las potencias del alma a las zonas corporales que se inventó Platón un poquito antes que ella. El caso es que hablándole de cócteles, cenas y cosas de esas, desde la alta autoridad de los esquemas a voleo que todos tenemos a los veinte años, se quedó con la copla de que yo era un pijo insufrible. Y a partir de ahí "te voy a llevar a un sitio que está de moda. Bueno, y el único que conozco". "Es que yo soy cutre y no voy a sitios de moda". "Mmm, pues en un sitio cutre ya hemos estado, pero tú dirás". "No sé, soy cutre". Vale. Después de ese trago, y terriblemente acomplejado he hecho una de mis famosas encuestas entre mis amigos y sí, soy un pijo. Hala, pues soy un pijo. Y cuando dormí en un banco de Cádiz sólo estaba de turismo entre los indigentes. Y cuando me quedo sin pasta y como un sandwich en todo el día soy un pijo pijo pijo. Y cuando rompo el ritmo de las conversaciones coñazo en las cenas y hablo de cosas que están feas en la mesa soy más pijo que nadie. Pero por la ropa, que es lo que imprime carácter. Y lo digo sin ironía. Si lo piensan mis amigos... Si un hombre te dice que pareces un camello, no le hagas caso. Si te lo dicen dos, mírate al espejo, escribí en mi carpeta clasificadora de Mortadelo de pijo del cole.
Luego en el Chicote, con la música chill out y un par de cócteles (bueno, ella sin alcohol, no bebe ni bebidas gaseosas, no fuma, nada de droga y no es un pendón que se lía con chicos) hablamos mucho del zodiaco y de que todo mi caos vital está escrito en las estrellas y se lo saben como nadie la bruja Lola y Aramis Fuster. Me sentí un anciano y me daba tanta pereza explicarle los beneficios del sexo... El caso es que si había venido después de mi mensaje y si me hacía esos signos que no sé si interpreté bien por la diferencia generacional (mierda, debería haber estado en otra parte, entonando La bola de cristal con todos esos puretas de mi edad) era muy posible que estuviera esperando un beso. Pero yo estaba esperando que alguien me pusiera la zancadilla para caerme encima de ella, porque me daba taanta pereeeza.
Luego me fui a Valladolor y me quedé un viernes en casa. O.
El sábado hablé con Cris que quiere dilapidar la calderilla de nuestro amor. Me habló de delimitación de derechos, que es como empiezan las guerras. Tú no tienes derecho a enfadarte conmigo. Pero tengo derecho a escribirte sobre lo que yo quiera hablar. Pero tengo derecho a no contestarte. Pero yo tengo derecho a decepcionarme. Y mucho. Pero yo tengo derecho a enfadarme porque tú te enfadas. Y yo tendré derecho a no volver a hablarte nunca más, a no ponerme al teléfono, a poner excusas baratas para no verte, para que sepas que son excusas baratas. Ratatatata. Todos muertos. Dos cadáveres más en el absurdo historial sentimental de ambos.
Supongo que todo esto me afectó más de lo que pensaba. Asi que fui el rey de la fiesta. El cumple de Pilar y Jorge. Lo comencé quedándome dormido en un estupendo sillón de orejas junto a la chimenea, mientras los demás lo preparaban todo. A la única chica libre de la fies, que se sentó junto a mí para darme palique, le avisé de que no me pensaba levantar para que me robase el sitio. A los rezagados a los que abría la puerta les anuncié que prefería estar muerto a estar en esa fiesta. Me fumé varios porros en la cocina de la casa de los padres de Pi y le sentó regular. Metí cizaña entre el matrimonio C. y S., hasta que acabaron peleados. Me metí con todo el mundo. Pisé el cd varias veces y el equipo una. Le ofrecí maría a Jesús, que ha estado ingresado por un problema de corazón hace nada (y no le he ido a ver). Como no quería, le ofrecí Red Bull. Me reí de Jose cuando estaba contando la historia de un tío que le regateaba unos durillos pero se había gastado 30 kilos en comprarle un manto a una virgen granadina. La verdad es que me dieron varios ataques de risa. Conspiré. Golpeé la puerta del baño gritando "¡salid cabrones, que sé que os estais metiendo de todo, salid, que no os va a pasar nada!" hasta que contesto una voz femenina "enseguida salgo". Me empeñé en recitar a Garcilaso. Me quedé dormido varias veces. Le dije algo a Patricia sobre Javi y se quedó triste, aunque igual la culpa era del propio Javi. O de la propia Patricia que se entristece con todo. Con nada. Me comí la ensalada directamente de la fuente. Tuve conversaciones en las que gritaba mucho frases como "podría entenderlo, pero ¡no me sale de los cojones entenderlo!". En fin, un cielo de invitado. Creo que cuando les pregunte que que van a hacer en Nochevieja, casualmente van a compartir todos el plan de quedarse en casa, por una vez.
El domingo discutí con todo el mundo en la feria a la que fui. Y luego a casa de mis tíos, que me enseñaron fotos de un tatarabuelo gobernador militar de Zamora que se comió seis quesos manchegos de una tacada. Y de su segunda mujer, que se fugó con un barítono a Cuba justo antes de que perdiéramos las colonias. Luego se arrepintió, y volvió. Mi abuela me cantó una bonita canción de una madre orgullosa de su hijo porque se ha afiliado a las JONS y va a dar su vida por España.
Luego estuve hablando con una chica que me gusta o que me puede gustar. Bueno, no, ya me gusta. Pero como tenía este fin de semana tan raro no dije lo que quería decir ni como quería decirlo. Además casi me quedo dormido al teléfono a eso de las cinco de la mañana. Pero era tan agradable... "¿Tienes sueño? ¿m? ¿eh, qué va, qué va?" Y me sorprendo pensando en ella. Mucho.
...y gracias al amor, una vez más me he despertado a las 12, sólo que en Valladolor, y para cuando he llegado a Madrid eran las cuatro y mis compañeros me han recibido sin ningún gesto de asombro, sin preguntar siquiera el por qué. Ay, qué mal cuando las relaciones laborales se vuelven rutinarias y se pierde la capacidad de sorprender al otro. Quiero el divorcio.
¿Podría conseguir un poco de rutina? ¿Podría desintoxicarme y mantener el celibato? ¿Podría comer a la misma hora, dormirme a la misma hora, levantarme a la misma hora? ¿Podría dejar de fumar y de beber bebidas gaseosas, como Has? ¿Podría tener un barrio, un grupo, una chica? ¿Podría dejar los Excesos, los cócteles, el ponche y el vodka? ¿Podría trabajar ocho horas diarias? ¿Podría lavarme los calcetines en lugar de comprarme un par cada mañana? ¿Podría salir de los números rojos?¿Podría dejar de machacarme el pelo con gomina? ¿Podría comer cosas sanas y en cantidades similares cada día? ¿Podría buscar un piso? ¿Podría comprármelo? ¿Podría decirle a Telefónica que me corte el número que ya no uso? ¿Y a Vodafone? ¿Podría ir a ver a mis sobrinos? ¿Podría quedarme un fin de semana en casa? ¿Podría llegar entre semana a la hora de cenar? ¿Podría ahorrar? ¿Podría sacarme el carnet de conducir? ¿Podría entregar los textos a tiempo? ¿Podría ver a la gente que no veo y dejar en paz a la que saturo? ¿Podría?
Uy, esto es fantástico. Cuando empecé a escribir esta lista, eran deseos. Ahora que la releo, son cosas que paso paso paso de hacer. Anda ya.

(bueno, lo de los teléfonos hay que arreglarlo. Cabrones)
(y a mis sobrinos este finde, sin falta)
NUNCA NADIE NADA
Al parecer, todo es posible.

martes, 19 de noviembre de 2002

(además, que ella nunca habla de mí en su blog)

Querido diario:
He perdido el toque y no sé dónde buscarlo. Las palabras ya no están de mi parte o la paranoia se ha adueñado de mi alma irremisiblemente. Casi prefiero lo segundo. Mierda.
Aún así lo intentaré.
Hace dos viernes vinieron a verme mis amigüitos y estuvimos bailando funk y fue muy diver porque parecía que estábamos en una excursión del cole, todos fuera de nuestro patio habitual. No nos metimos nada. mer hubiera estado orgullosa de mí. Bueno, si no me hubiera retirado el saludo. Bueno, tampoco le hubiera parecido tan bien, porque hubo alcohol en abundancia y marihuana en los bares menos adecuados. Y yo estaba expresivo y hablaba y bailaba funk y sacaba la lengua a las de alrededor y bailaba a Chenoa. En realidad mi única aportación verdadera fue cantar con Patri por todo Madrid y cada diez minutos periódicos "las chicas tienen algo especial/ las chicas son guerreras". Lo malo es que sólo nos sabíamos ese trozo. Y Patri estaba muy pedo. Y guapa. Y entraba a todos los chicos que pasaban a su lado. Admirable. Claro que nosotros hacíamos de perros. Guau guau. Y no la paso nada. Nada bueno tampoco. Guau. Y que nos encontramos con unas de mi pueblo, que ya es casualidad, y cuando Susana me estaba diciendo eso de "a ver cuando me presentas a algún famoso, que no he visto ni un famoso desde que estoy en Madrid y blablabla famosos y blablabla famosos" pasaron por su lado Leonardo Dantes y el matrimonio Draculín (como se quieran llamar). Y yo asentía con la cabeza como el perro colgante de un 127. Sí, sí, famosos, sí, sí, ya te presentaré. Pero a los únicos a los que les pasaron cosas el viernes fue a Jose y Patri. Ella se cayó varias veces hasta que propuse meterla en un taxi, rechazando la moción de Jose de acompañarla todos a casa en dos taxis y volver. "Anda, chaval". El se ofreció a acompañarla hasta la calle y no volvieron. A la hora de comer del sábado nos contaron la siguiente historia: "salimos a una calle ancha –presumiblemente la Gran Vía porque probablemente estábamos en el Morocco, quién sabe– y venían a toda velocidad un coche y una moto con dos tíos. El coche golpea a la moto en la pierna del que iba de paquete. Le destroza la pierna, que se queda colgando. Se cae a la calle. El del coche sale pitando. El de la moto ¡también! Patri, alcoholizada e impresionable, empieza a llorar y gritar como un, ejem, cochinillo. La gente no sabe si mirar al accidentado o a la chica que berrea con toda la cara negra del maquillaje, ejem, corrido. Los coches pasan a toda velocidad. Jose intenta parar el tráfico para que no atropellen al otro pobre. Llega la policía. El del suelo se arrastra hasta la acera, porque los agentes ni le tocan. En eso aparece un taxi echando humo por el motor y se para allí mismo. Todos miran hacia él. Se abre la puerta, y de su interior sale un enano que intenta abrir la tapa del motor pero no llega y la intenta dejar sujeta dando saltos. Patri sigue berreando.
Vamos a ver, Jose, hijito, tú lo que tenías es ganas de irte a casa para usar el excusado, como siempre, y nos has contado Twin Peaks.

El sábado estuvimos en el Penta y escuché la canción que le cantaba a Ana la Cocainómana y que no podía recordar: "ya no persigo sueños rotos/ los he cosido con el hilo de tus ojos". Uf, cuánto pasado. Luego seguimos y seguimos y bebimos y bebimos y llegamos a un bar muy cuco y muy pijito y quisimos hacernos otro porro de esos de cuatro cogollos con los que llevaba yo toda la noche, pero nos dimos cuenta de que les estropeábamos el paisaje a los del bar y nos sentamos en un rinconcito oscuro y charlando y charlando formulé una de mis teorías, la de que en los grupos mixtos de amigos la gente se enrolla con la gente, y que no entiendo por qué no lo hacemos nosotros y que teniendo en cuenta que Patricia es la única chica del grupo que no es novia de alguien debería espabilar y enrollarse con uno cada noche. Bajo los efectos de, todo empezaba a estar muy nebuloso y me fui al baño. Supongo que Javi y Patri siguieron desarrollando el tema y que yo pude tardar... una hora o cinco minutos, no sé, empezaba a estar fuera del tiempo y el espacio, un viaje relativo que me duró toda la noche. Encendía un cigarro y pensaba "coño, me he olvidado del cigarro, ya se debe de haber apagado". Miraba mi mano y allí estaba, recién encendido. Y con las copas lo mismo. No conseguía recordar lo que había pasado unos minutos antes. Era raro.
Pero cuando volví con J&P estaba aún en este mundo, al parecer, porque, no sé cómo, supe que se habían enrollado. Patri se levantó. "Javi, ¿os habeis enrollado?". "Sí, macho". Luego estuvieron toda la noche jugando al gato y al ratón. Yo hacía de nube. Al día siguiente puse cara de "anoche no era yo", porque me daba pereza convertirme en confidente de más secretos y secretos. Qué pereza. Qué maría. No sé si te das cuenta, querido diario, pero un rollo entre dos amigos del grupo cuya cabeza está ocupada el 80% del tiempo con SEXO es un escándalo de proporciones fabulosas. Dantescas queda mejor. Asi que no se lo voy a contar ni a mi director espiritual. Ahora, que si alguien del grupo lee este diario, pues yo que sé, no es culpa mía.

El lunes fui a una fiesta de inauguración de un hotel de cinco estrellas. Hice una entrada espectacular. En el hall, con una copa de champán en una mano alcancé al camarero de las ostras, con la aceleración me lo metí todo a la vez: ostrachampán. Seguidamente, me atraganté, tosí y se me salió el champán por la boca y la ostra por la nariz. A mi alrededor, todos me miraban con sus corbatas y sus trajes de cocktail y su cara de asquito. Y la escena me hizo sentir un poco desgraciado, y todo el mundo estaba con alguien y yo había ido solo y me puse a beber en lugar de cenar. Y luego salí a la terraza y llamé a V. la belga, que se alegró mucho de recuperarme (es cierto, cuando tienes el culo móvil necesitas un teléfono móvil) y me contó que teníamos que salir un jueves, porque a ella la acababa de dejar el novio el sábado y llevaba dos meses sin parar de follar y le apetecía salir por la noche y ver mundo ("pero para encontrar nuevos amiguitos con los que follar ¿no?", "bueno, sí", "es que el vicio...", "es que el vicio que tenemos..."). Y volví a entrar y pillé un ravioli en una cuchara y decidí probar el vodka ruso con ginger ale, que seguro que está bueno. Y ya me encontré con gente conocida y me admitieron en su grupo y estaba una morena que me mola, pero que yo creo que me mira calculando la edad ("demasiado joven") y el sueldo ("pocos ceros"). Asi que salí a llamar a Cris para decirle que tenía un móvil nuevo. Y empezó a chillar como una descosida y nos reímos mucho hasta que quise hablarle en serio (tanto como soy capaz) y le dije "ya sabes que si eso...". A lo que me respondió: "sí, sí, ya sé que cuando eso, eso". Y como no quiere hablar en serio ni me contesta a los dos mails en los que le he hecho consideraciones extra humorísticas, pues oye, que le den morcilla, que yo no pienso hablar solo de temas pactados que uno tiene su ética periodística (bueno, no sé dónde me la he dejado, pero la tenía por aquí). Que si eso, paso de eso.
Así que entré a por otro vodka ginger ale, y el camarero me lo puso antes de que abriera la boca, un síntoma que ya debería haberme puesto sobre aviso. Y conocí a las organizadoras y a la que traía a los famosos y a otra que me insistía mucho en que su marido estaba de viaje, y estuvimos hablando de los temas típicos, sexo y drogas. Bueno, típicos míos, porque no he visto a nadie en estos saraos hablar más que de sandeces, que no escuchan más que ellos mismos, con su voz impostada. Pero allí estaba yo, con una conversación de relax total, rodeado de chicas, como una más, sintiéndome como la última coca cola del desierto. Alguien propuso irnos a una habitación a probar esa maría tan buena. Pero no salió y me fui a casa haciendo eses incluso cuando iba sentado en el taxi.

El martes empezó bien, renové mi vestuario en un mercadillo chollo para periodistas triperos y estaba francamente mafioso con toda esa ropa oscura. Pero luego tuve un día de esos. Uno en el que sabes a qué huelen las nubes, y una niña china te sonríe y le dabas una hostia a alguien. Supongo que era la resaca (oh, qué sagaz). Y cuando ya me iba a casa farfullando me llamó Patri, que además de amiga es mi concuñada y tenemos una ahijada a medias, y me invitó a una fiesta en su piso. "Es que somos sólo chicas y nos faltan hombres". Sólo decir que efectivamente. Y cuando Patri se fue a dormir yo me quedé con las otras trece o catorce en el Karaoke (nunca se me olvidará la cara de desolación del pobre pincha cuando le pedí la canción de Pimpinela). Y todas se acercaban y me hablaban y cantaban conmigo y bailaban conmigo... Me sentí como la última Coca Cola del desierto, ahora con mayúsculas. Si las del día anterior andaban por los cuarenta y pico estás estaban en los 20-21, eran de la misma peña del mismo pueblo. Y yo estaba muy crecido, y no me seas literal, querido diario. Después de tontear por aquí y por allá me decidí por una chica encantadora, de padres árabes. Y me enamoré de ella. Pero ya se me ha pasado. Es lo bueno que tengo. Nos dimos la mano en la despedida como Ana Ozores y el deán de la Catedral de Vetusta. "Te llamaré mañana". "Sí". Y en lugar de eso le mandé un mensaje cursi, casi con promesas de matrimonio, del que me avergoncé tanto que, como no me contestó, no la llamé. Si es que, si es que.

El resto de la semana yo que sé, no hubo mucho más que contar, que llego tarde a casa y Laura se despierta (qué coincidencia) tan despeinada, tan dormida, tan sexy... Y no sé si darle un beso, porque no la veo nunca aunque vivamos juntos o entrar con ella y arroparla, pero mejor no. "Estás muy guapa con ese pijama". "Pero si es una camiseta vieja y un pantalón de chico". "Entonces eres tú, que te sienta bien cualquier trapito". Y pasa a mi lado, pero no nos rozamos, y trato de pensar en otra cosa cuando me meto en la cama. Y me fumo un porro y me leo el prólogo de un libro que me compré en Cádiz "Cómo dárselas de entendido en sexo sin serlo".

Me encargan medio libro. La respuesta a mis números rojos. Y, si no me lo gasto todo, a lo mejor debería comprarme un piso. Jajaja, si no me lo gasto todo. El jueves voy a la presentación de un hotel liberal en el Caribe. Yo sé de qué va eso, pero en mi mesa están los de siempre oyéndose a sí mismos, tratando de impresionar a las chicas. Ellos: "Es que eso no va a funcionar, porque enseguida aparecerán los celos". Yo: "Pero es que la gente que va allí puede que lleve años haciéndolo, no creo que vayan a ver que pasa". Ellos: "Eso no le puede gustar a nadie, mejor irse a un país de turismo sexual". Yo: "Eso es precisamente lo que más les gusta, lo que más morbo les da, eso sin contar el componente bisexual". Ellos: "Nadie se va a ir hasta allí para eso". Yo: "La gente de ese rollo va a donde sea y se gasta lo que sea para eso y para no encontrarse con sus vecinos". Ellos: "Además está la seducción, que es lo que más nos gusta a todos". Yo: "Aquí también hay mucha seducción, pero cortita, porque lo que se buscan son resultados, sexo, fantasías". Ellos: "No deberían anunciarse en revistas porno". Yo: "Pero es que ahí está su público objetivo. Anunciarse en otro tipo de revistas puede significar que de cien mil lectores, con suerte, haya cien interesados en el intercambio de parejas, es matar moscas a cañonazos. En cambio, en una revista o una web de contactos, de 30.000 lectores hay 30.000 interesados. Es como si Jaguar decidiera, en lugar de patrocinar torneos de golf, patrocinar Gran Hermano". Por fin se deciden a hacerle el vacío a ese chaval listillo. "Qué descaro, quién se ha creído que es, yo llevo años y años pontificando en este tipo de cenas sin tener ni puta idea de nada". Así que, a partir de ahí, en esa mesa nadie me mira ni me contesta cuando hablo. Oh, qué tristeza, debería habérmelo pensado antes de llevarle la contraria al clan de los imbéciles estructurales. Para la próxima tengo que apuntarme en alguna parte que debo hacer reverencias y reir muy fuerte esas bromas taan originales y taan espontáneas. Quizá mi público está entre las chicas. Una de ellas, la morena del lunes, que ahora me sonríe intrigada. Durante unos días pareció que era yo el que me iba a ir a ese hotel caribeño. Pero no, esta vez no toca. Casi mejor, porque algún día correrá una pequeña leyenda sobre mí, y no sé si quiero que sea nada de lo que se pueda hacer en ese hotel. Quizás sea una que hable de una misteriosa desaparición en el golfo de México, como la de Cravan, o en la frontera, como la de Bierce. Ya no me quiero jubilar en mi pueblo. Sólo dejarme ir. Internarme en algún territorio desconocido, morir explorando.

El sábado en Valladolor hacemos más o menos lo de siempre. Al final de la noche miro a mis amigos. Luis me dice que está muy contento de haber tenido fuerza de voluntad y haberse metido poquito, porque lo va a dejar. Calculo que lleva encima, al menos, dos gramos de farlopa. Cuando un amigo te dice que va a dejar las drogas y que sólo se va a meter una pizca, date por jodido. Es como los que están dejando de fumar. Acaban con toda tu cajetilla. Y Javi y Jorge hablando toda la noche de mujeres, sin acercarse a nadie pero absolutamente obsesionados con el tema, haciendo continuas excursiones a los baños. Y me miro a mí. El más patético de todos. Me siento mal. Me duele el estómago, estoy acatarrado, me dan arcadas, pero me lo meto todo. No me engaño, no digo que vaya a dejarlo. Ya no quiero enrollarme con nadie, ni siquiera encontrarme a ninguna amiga. Despacho a la chica de la tele, tan sonriente y cariñosa siempre, en un minuto. Lo único que quiero es estar colocado.

Y el domingo por la noche una chica encantadora me devuelve por un ratito mi imaginación. E imagino. Y hoy, frente al ordenador, escribo una cosa absurda contra tres de las religiones major (el confuncionismo, no, pobres). No debería estar ahí, pero dicen que está bien y que se publica. Ellos me excomulgarán, lanzarán una fatwa contra mí y me castigarán a reencarnarme en burro por lo que digo. Yo, por cómo lo digo. Mi cabeza funciona a medias y estoy perdiendo las palabras. Y me asusto, porque sin la palabra no sé quién soy.

martes, 12 de noviembre de 2002

(tiene razón Urban Noises, ni un enlace más)

Ayer le mandé este mensaje a toda mi lista de contactos de hotmail, que por cierto, vista así en mogollón tiene un montón de exes, lo que me hace sentir viejo y estúpido:


>>>Ya sabeis que estas cosas se me dan fatal, que siempre empiezo la relación con muchas ganas, soy todo atenciones, miradas, conversaciones divertidas... Pero, no sé por qué, en unos pocos meses la comunicación empieza a fallar poco a poco, me disperso con otras cosas, lo que antes era nuevo, reluciente y atractivo se ha ido rompiendo poco a poco y no me he preocupado de arreglarlo, ni de mantener la chispa ni de nada. Asi que llega el inevitable olvido. Y luego lo lamento, claro.

Pero esta vez no va a ser así,


esta vez es para siempre,



me gusta de verdad,




y no pienso cometer los errores del pasado.




Pero teneis que apoyarme,



ayudarme,



no dejeis que esta vez lo vuelva a perder,





¡¡¡¡¡¡USADLO!!!!!!



635 XX XX XX



Y hoy he recibido esta respuesta:


>>>Después de haber leído tu mensaje me has dejado un poco... no sé,
sorprendida. Sorprendida por darte tan rápido cuenta de los errores, lo cuál
es bueno. Creo que yo no soy la consejera adecuada, más que nada porque
nunca hemos hablado de estos temas, pero no importa. Ten mucho ánimo y
adelante y si necesitas hablar pues no te cortes, que te escucho.

        Besitos. 


Me he tenido que agarrar a la silla para no ceder a la tentación de reenviarsela a todos. No queremos que las novias de mis amigos me odien aún más ¿no?

viernes, 8 de noviembre de 2002

(oye se acabó el patrocinio de urban-noises ¿eh? a ver que va a ser esto)

–Oye Puri, ¿has visto esto? Yo dejo la escobilla en el lado derecho del váter y me la encuentro en el izquierdo de vez en cuando. Y hay unas manchas negras en la pared, justo en el lado del que me quitan la escobilla. Llevaban una temporada sin aparecer, pero mira, hoy ha vuelto a pasar. ¿Para qué coño me cambiarán la puñetera escobilla de lado esta panda de capullos?
–Veamos. Mmm. Las manchas en la pared son de zapatos. No hay duda. Aquí hay alguien que se echa siestas en el suelo del baño, en posición fetal. Y debe de ser de la revista XXX, porque les cambiaron de planta y por eso no viene tanto por aquí. O no se atrevía a bajar al baño de su antigua planta sólo a dormir, hasta ahora, que el sueño y el escaqueo han sido más fuertes que su vergüenza, a la que supongo escasa, por otra parte.
–¿Y la escobilla?
–¿La escobilla? Bueno... Por la posición está claro que sólo le gusta dormir apoyado en su costado derecho. ¿Qué tiene el izquierdo que no tenga el derecho? El corazón. A este tipo (y es un tipo, porque este es el servicio de caballeros) le da pánico oirse los latidos del corazón mientras duerme, así que sólo puede acostarse con los pies a la derecha del váter, y, para eso, tiene que situar la escobilla en la otra parte.
–Diantres, cuánto sabes, Puri.
–Elemental, querida Jennifer, pa eso me estudié el temario de "método deductivo y literatura victoriana" en las oposiciones. Y por eso soy jefa. Y esta media horita que te has pasado aquí con esto, me la haces extra para limpiar la mesa del guarro alcohólico ese de la tercera, que un día le va a salir una rana de un vaso de ponche abandonado.

Este diario ha tenido que cambiar necesariamente. Se ha llenado de señoritas con las que me gustaría pasar un rato a oscuras y en relativo silencio o en la playa y desnudo o en el coche y clavándonoslo todo o... Y algún compañero de profesión. Y dos amigos. Y muchos heteros comedidos.Y luego está bob, que me lo consiente todo. Al estilo de la señora P atro, a la que le maté treinta huevos de pato, justo antes de nacer. Cuando toda la familia, sedienta de justa venganza, se dirigía al corral en el que yo aún sostenía el palo homicida, más que nada para ir a golpear a los pollos en cuanto no estuvieran tan vigilados, la señora P atro les detuvo. "Ay, dejadle, pobre chico". Pues eso, gente que me malcría. (Y por cierto, qué tiempos aquellos, ojalá hubiese mantenido hasta hoy una pequeña reserva de instintos asesinos, mira que nunca pienso en el futuro)
Así que ante toda estas personas de bien yo ya no puedo contar cosas verdaderamente íntimas, de esas con las que quedas fatal. Hay que cuidar la imagen ahora. Sería contraproducente que explicara que el otro día me quedé mirando la boca de una chica en el metro. Una chica a la que el brazo de su novio, guiri como ella, le tapaba la parte superior de la cara. Así que me concentré en su boca. Una boca normal, de una chica normal, una rubia pequeñaja, de las que me cruzo últimamente. Lo cierto es que, no sé en que iría pensando, pero empecé a imaginar cómo estaría esa boca con mi polla dentro. En ese momento, se abrió. La lengua asomó ligeramente, curvada como si alojase sobre ella un objeto cilíndrico invisible. La sacó un poquito más, y empezó a balancear la cabeza de atrás hacia adelante. Quizás me había leído el pensamiento. Abrió aún más la boca. Tenía unos dientes muy bien organizados, asomando apenas detras de los labios. Volvió a cerrar un poco la boca, justo con la forma de un huevo en horizontal. Repitió la operación varias veces bajo mi supervisión, adelante, atrás, lengua fuera, lengua curvada, lengua dentro, dientes asomando. Hasta que por fin, un par de estaciones más lejos de donde había empezado con aquello, estornudó.
Pero claro, ese no es el tipo de cosas que pueda contar aquí ahora. Ni eso ni que en ese momento se abrieron las puertas y tuve que salir del vagón colocándome el paquete para que no se notara tanto. Demasiado íntimo. O por decirlo de otra manera, que ninguna bloguera o lectora de pro querría acostarse conmigo después de saber que soy un desagradable y un guarro.
Asi que no lo cuento.

miércoles, 6 de noviembre de 2002

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RETORNOS DE LO VIVO LEJANO
(¿alguien sería tan encantador como para pasarme el "retorno del amor fugitivo en los montes"?)

Retorno del falso amor en el Mito.
Jueves, traslado de casa, lau me acoge este mes porque es buena. Y, ejem, está buena. Dos tropezones más en la cocina y no respondo. Tertulia divertida en mi nuevo hogar. Kike me lleva a casa de un amigo. ¿Y por qué no nos metemos...? Nos metemos. Le acompaño a ver a su chica. Un encanto. Todo empieza a ser de color rosa. Les dejo solos. Y me voy al Black & White. ¿Por qué? Porque la gente es agradable, hay tecno y odio el resto de las opciones. Vale, el Ritmo & Compas es guay para decirle a los amigos: mira que bar más bueno tengo al lado de casa. Pero a los diez minutos de estar en sus oscuros dominios me entra un sueño de la muerte. A los de la sala Sol les exterminaba. El Omhs no recuerdo dónde está, pero me da miedo. Para aburrirme en Juan Bravo me voy a misa, que te ríes más. Y en el resto de los bares siempre he entrado borracho o después de un buen rato de caminar perdido. Que solo me sé ese, quiero decir.
Se me acerca un tipo. Antes de que me diga nada ya sé quién es. De la misma calaña que el de Cádiz. Yo estaba solo y me sacó media litrona y unos cuantos cigarrillos. Junto con sus amigos me estuvo contando historias de gente peligrosa que tiraba de navaja a la mínima, para luego hacerse íntimo de su contendiente. De una rama parecida a la del patinador de Marsella que me contaba en Amsterdam que su ropa era nueva, pero que la había ensuciado y pintado a propósito porque él era una artista y había perdido las tarjetas de crédito. Soy un imán para ellos.
-Te acabas de meter una pastilla ¿no? Te he visto.
-Sí, pero ya no me quedan.
–Yo también. Tengo un cuarto todavía. ¿Eres hetero?
–Sí.
–Yo también. Tengo novia.
–Yo también.
Y a partir de ahí se crea un vínculo indisoluble que nos mantiene juntos, casi sin palabras, toda la noche. Por suerte uno ya está fogueado y sólo me cuesta 30 ó 40 cigarrillos.
-¿Dónde vas? -me pregunta cada vez que me muevo.
-Al baño. No te preocupes que ahora vuelvo.
-¿Me das un abrazo, rubia? Es que necesito cariño.
-Y a mí también.
-Coño, no me copies los trucos. Vámonos al Mito.
-Venga.
Bailo. Un presunto guaperas me pregunta que si entiendo. ¿Aún se usa eso? Dice que es una lástima, que ya se lo imaginaba. Y se va y no me vuelve a hablar, aunque lo intento. Una rubia graciosa, mona y pequeñaja se frota conmigo. La voy a besar y se aparta. Abre los ojos hasta donde llega. Así, parece una supernena. Al rato vuelve y me besa. Va y viene, me besa cuando quiere. "Se acabó el que tú lo decidas todo. Te voy a besar yo", le digo. "Ya te he dicho que de cintura para abajo, nada". ¿Cuándo me ha dicho qué? Hago memoria y juraría que las únicas cosas que le he oído son: "he pedido Like a prayer", "me encanta Madonna" y, la más larga de todas, "me encanta Like a prayer, pero me pone un poco triste porque me recuerda a mi novio, que está en Tenerife".
Mi nuevo amigo se besa con alguien. Me llama para presentarme. Es un tío muy femenino. Ecuatoriano. Ahora caigo. Es Tiffany. Creo que los dos hacemos como que no nos recordamos. Durante toda una noche larga y estúpida que acaba en el Moreno. Me paso varias horas completamente ido. Al final, mi buen amigo, ese que no me acuerdo de cómo se llamaba, le remplaza por una gorda morena que me insulta en cuanto nos presentan. Como todo me hace mucha gracia, me hace mucha gracia. Me llevo al ex travesti a desayunar. Sigo hablándole utilizando el género femenino. No soy capaz de verle como un chico, aunque ya no interpreta el papel de cuando le conocí. Me llama macho. Hablamos y me cuenta otra versión de su vida. En esta le va mucho mejor. Y me alegro.

Retorno de la sicópata.
Viernes. Me cuentan que la sicópata se fue de la boda de Jesús prontito porque, según le explicó a los novios después de referirles su versión del suceso (probablemente muy parecida a la mía: en las dos los malos éramos nosotros) "no puedo seguir aquí porque el rubito y el otro me dan nauseas". Lo peor es que la novia nos echa la culpa de todo a nosotros. Es como enfadarse con el cocinero de Hannibal Lecter, que, al parecer, le puso mucho pescado cuando era pequeño.

Retorno de la soledad en Babilonia.
Sábado. Cris y VyF R.I.P. (2 de mayo-2 de noviembre de 2002). No me besa, no quiere que saque el billete a Madrid con ella, no quiere que nos divirtamos juntos esta noche. "Vamos a un bar y me lo dices cuanto antes". ¿Que seamos amigos? ¿Unos amigos que no salen juntos, que van a la misma ciudad pero en diferentes autobuses, que no se besan aunque les apetezca? Si te enrollaste ayer con un ex novio, enróllate hoy conmigo, que ya soy tu ex. Dejarme es bueno para ti, claro. Yo estaba a gusto así, pero claro, yo soy como soy... Si te entiendo. Me decía que nadie era tan desastroso como ella y que a ella siempre la dejaban. Pero niña, que yo sí que no he estado con nadie que no me terminase abandonando. Me jode batir récords y romper reglas, porque siempre son los mismos récords y las mismas reglas. Bueno, ya qué más da. Le di las esporas, los trescientos euros y el último número de mi revista. Le recite el poema de la primera vez. "Eres el chico que me descubrió la poesía". Me dio una caja de bombones llena de cogollos de marihuana. Niños y niñas, tomad nota: si dejais a alguien, es un regalo cojonudo.

Retorno del director general en el peor momento.
Lunes. Yo creí que vivía en su despacho. Pero no, el director general ha pasado un par de veces junto a mi ordenador. En una de ellas estaba documentándome sobre Amsterdam con unas fotos muy entretenidas de una chica poco vestida. En la otra tenía el culo fuera de la silla y estaba a punto de caerme al suelo presa de un ataque de risa maligno. El lunes voy a por el pan nuestro de cada día a la máquina de los sandwiches. Sólo queda una bolsa de patatas y la puerta no funciona. Decidido a hacer el mal y a llevármela gratis, empiezo a golpearla desde todos los ángulos posibles y a insultarla en todos los dialectos que me sé y en algunos que me invento. Cuando más concentrado y entretenido estoy, noto una conmoción en la fuerza. Se me caen las monedas al suelo. Antes de girarme, ya sé quién lleva un rato detrás de mí.

(NOTA: Recordar cambiar la emisora. No es una gran idea despertarse con Un año de amor el lunes y con Y si fuera ella el martes).