jueves, 30 de enero de 2003

Mi vida como una gamba
Todo el día de cóctel en cóctel. Y mañana más. Mucho más. He llegado a la hora que he llegado y luego los trucos tontos de siempre que ya nadie se cree. He metido el abrigo en una bolsa de plástico para que pareciera que llevaba horas allí. Pero mi cara de culpabilidad me delata. Mi redactor jefe ha vuelto a pronunciar otra frase definitiva. Silvia me defendía. “Ay, pobrecito, que le cargais de trabajo”. “¿Este? Este
lo único que carga es el peso de la culpa. Y nada más”.

Por la tarde he tenido una llamada, justo la que quería, y me he empeñado en que me nominaran lo que yo tampoco quiero pronunciar. ¿Para qué colgué el poema, si luego soy yo mismo el que me olvido del principio número uno? Para empezar no darle nombre propio. Pero es que lo que me pide el cuerpo es oirlo. Oirlo una vez y otra vez*. Justo en el mejor momento de la conversación ha llegado Silvia y hemos caminado hacia la salida concentrados los tres en el teléfono. Me he tenido que callar, justo cuando debería haber dicho más. Pero cómo sin dar explicaciones. Luego no había saldo, no había oportunidad, no había una pequeña tregua en mi caos doméstico, un ratito en el que la ley de Murphy detuviera su paseo sobre mis cosas cotidianas para permitir que todo funcionara como debía, por una vez. No importa, todo está bien y ya sé lo que tengo que hacer: disfrutar con la intemperie, sin techo, abrirme la camisa para que el huracán o las brisas que quieran venir me traspasen.

Luego he acercado a Silvia a casa en un taxi, y en la despedida me ha abrazado y la he besado en el ojo y me ha besado cerca de los labios y la he abrazado y me ha acariciado el pecho y ha suspirado y me ha dado un beso en los morritos. Puf. Eso me pasa por jugar. Mañana le cuento a Noe que soy un trolero y que no me he liado con ella y ya está.

La cena fue orrible. Hora y media de discursos. Los de los pueblos es que no tienen medida. Vienen a Madrid a presentar no se qué y quieren hablar todos. Yo estoy a favor de que se gasten el presupuesto sin ética, pero sin educación, pues no (© bob). Había dos parejas delante de mí, la pareja cutre y la pareja notas. Los notas iban (él y ella) con rayas verticales, lo que me ha hecho plantearme el abandono de mi vestuario último. Excepto los calcetines, que seguiré lavando por las noches para ponérmelos todos los días hasta que se me salgan cuatro dedos por el agujero. Aunque no sé, porque entonces me sentiré aún más ligero con ellos. Los chistes eran del pelo “no tengo nada contra los negros, lo mismo me da un blanco que un puto negro, jajaja” o “era un poco raro, o sea que era maricón. Bueno, no he dicho nada malo, es como el que es manco, que es un poco raro porque le falta un brazo, jajaja”. Y encima me miraba como buscando aprobación. Creo que hubiera sido el momento de abordar la problemática de la coprofagía, un tema que siempre me ha hecho ilusión poner sobre la mesa pero para el que nunca había tenido un foro tan adecuado como el de hoy. Yo me he sentado ahí por la informática de mi derecha, que era distinta, tenía esa inocencia de quienes no van nunca a estos saraos y no saben que hay que ser falso o serio o profesional o profesionalmente graciosete. Me miraba para ver cómo se usaba la pala de pescado, pero a buena parte ha ido. Mira que llevo cenas y comidas a mis espaldas, pero siempre encuentro un modo nuevo y creativo de sostenerla, hoy tocaba modo puñal para picotear sobre los langostinos, ligeramente mal descongelados. Me he largado con el segundo plato a medias.

Antes había llamado a M@. “¿Qué tal estás?”, me ha preguntado. “Bien, como siempre. ¿Y tú?”. “Bien, bien, bueno, ¿qué tal?”. “Pues... ahora esperando para entrar en una cena y con mucho trabajo y eso. ¿Y tú? ¿Te ibas a dormir?”. “No, estaba viendo la tele... pero bueno, cuéntame, ¿y tú?”. “A ver, M@, que te llame no quiere decir necesariamente que me pase NADA...”. Le he dado el recado de bob y me ha convencido para ir la semana que viene a hacerme la prueba del VIH. Es que soy un vurro. Siempre que una chica me pedía que me quitara el condón pensaba: “está loca”. Hasta que me di cuenta de que el loco era yo. “Pues tengo una sustitución, y te podías pasar a hacerte un análisis”. “¿Un análisis del VIH?”. “No, si, bueno, de lo que sea, de más cosas...” “Que sí, que vale, que me escapo un rato del cole y me paso”. “No, nada de escaparse, si es a las ocho de la mañana”. “Coño, pero teniendo enchufe podré ir a la hora que quiera...”. “¡NO!. Esa es la hora de las extracciones. Mira, tú verás...” “Vaaaale, la semana que viene, un día a las ocho”.
Luego me he comprado una cocacola sin cafeína y El Víbora y he llamado a bob para decirle que ya había dado su recado. Ha cogido el teléfono preguntando algo así como que dónde estaba, qué me pasaba y en qué jaleo me había metido ahora. Últimamente me vengo sintiendo pelín quinceañero, pero es que esto empieza a recordarme a la preadolescencia, cuando tenía que explicar continuamente que YA era mayor. Mis hermanos me llamaban Calimero.


*(hay una cosa que te quiero decir
que es importante al menos para mí
toda la noche estuve sin dormir
porque una frase de tu boca quiero escuchar...
aunque parezca tonto voy a pedirte
que me lo repitas una vez y otra vez)

miércoles, 29 de enero de 2003

(¿Cómo hablar?
Si cada parte de mi mente es tuya,
Si no encuentro la palabra exacta
¿Cómo hablar?
¿Cómo decirte?
Que me has ganado muy poquito a poco
Tú que llegaste por casualidad.)

-Tienes muy buen color.
-Pues me ha dicho Mamen que tengo mala cara. Estoy fatal, me voy a ir a casa de lo mala que estoy.
-Pero bueno, mujer, si estás morena. ¿Dónde has estado de vacaciones?
-¿Morena? Ah, sí. Es artificial.
Vaya. La cena no tenía tan mala pinta como yo sospechaba, pero eso no quería decir que prometiera otra cosa que disgustos. Todo lleno de marujas y cacatúas. Me recoge la tarjeta una chica de la oficina, lo más parecido a Ivonne Reyes que me ha rozado nunca los dedos. Y con una sonrisa de aquí a aquí. Luego, me pongo al fondo, en la penumbra, en la fila de los malos, y la veo avanzar hacia la pantalla de video con el tanga negro evidenciándose sin pudor sobre el pantalón blanco que sólo ha podido encasquetarse cuando tenía una talla (aún) menos. Es modelo, es inocente. “Te puedo presentar al director de una revista para hombres”. “¿Pero para que me van a querer a mí en una revista de hombres?”. “No es de hombres, es para hombres”. “Pues eso”. “No. A ver, la compran hombres, pero salen chicas”. “Ah, entonces sí. Bueno, no, que yo soy decente”. No es tonta, es inocente. Practicamente inconsciente.
Nos han colocado por nombres en la mesa, a mi izquierda hay uno de chica, a mi derecha otro. Voy al baño y hablo con Dios. “Ya sabes que soy ateo, pero colócame al lado de esa chica, anda”. Y pienso que, si pasa, lo tengo que contar en el blog. Voy hacia mi sitio. A mi izquierda está una veterana, a mi derecha, su abuela. Con un escotazo. Mira, ya está, tómatelo bien, no todo puede salir. Dios no existe.
Encima no me entiendo con ellas. Habría que dar un salto generacional, y llevo yo un día como para atletismos. Se acerca Mamen. “¡Hola!, no te había visto. Que Beatriz se ha ido, así que si quieres te puedes poner a mi lado antes de que quiten el cubierto”. “Oye, ¿no te pareceré muy maleducado si me voy con esta chica”. “No, no, no te preocupes”. “Pero luego te vengo a ver, ¿eh? adios, adios”.
“Siéntate aquí”, me dice Mamen. “¿Aquí?”. Sí, aquí, entre Pivonne y ella.
Cuando llegue el día de mi juicio final, Dios me colocará sobre sus rodillas.
-Tú no creías en mí, ¿verdad, hijo?
-Pueeeees.... desde los 13 años, no mucho.
-Jeje, que gracia me hace este jodío chaval.
-Sí, ya lo había notado.
-Anda, anda... pasa, y que no se entere Judas.

martes, 28 de enero de 2003

Esta mañana me han tocado mucho el culo. Había que meter el archivo, que llevaba tres meses en cajas, en las estanterías nuevas. Y nos hemos puesto todos a ello con alegría. Había estiramientos, agachadas, escorzos y culos subidos en sillas, culos a la altura de la cintura, culos que se chocaban, culos por aquí y por allá. A mí también me apetecía, es más, he tenido que sujetarme la mano un par de veces, porque sólo faltaba, con la fama que tengo. A mí los culos estéticamente no me dicen nada, pero al tacto, pues sí.
-A ver, organización, es la tercera vez que me tocais el culo.
Palmadas, patadas, restriegues. Incluso una compañera me ha abrazado con la mano sostenidamente en el trasero justo cuando pasaba una de las dos chicas de la redacción de al lado con cualidades de semidiosas. Para cuando he decidido pasar al contrataque ya se había terminado la mudanza. Será que me estoy haciendo bueno. O lento. Bueno, no, que ya lo era.
Lo que ha venido luego ha sido un concierto de estornudos y una sinfonía de sarpullidos que ha demostrado que no hay nadie en esta redacción que no tenga alergia al polvo.
A las cuatro he comido con mi redactor jefe, y por fin le he pagado los padrones, los pinchos morunos y las cañas que le debía de las tres apuestas consecutivas que perdí. A que llego toda la semana antes de las diez. A que no. A que tengo los dos reportajes terminados el jueves. A que no. A que tardo hora y media en acabar esto. A que no. Dice que él sólo apuesta sobre seguro.
La tarde ha sido tranquila, el que más cajas tenía para colocar era yo, porque como soy un sentimental me traje conmigo todo lo que tenía en los dos armarios del despacho. Entrevistas que hice en la antigüedad, reportajes cercados por el tiempo amarillo, vasos con posos fosilizados, un ejemplar del fanzine “jo, tía!”, algunos Víboras, un pantalón, direcciones de gente de países lejanos a la que nunca escribí y juguetes del Burger King para mi sobrina. Ahora sólo tengo una mesa pequeñaja y un cachín de armario, pero como soy un sentimental he vuelto a dejarlo todo por ahí, en los alrededores de mi sitio, y mañana no podré poner el pie por ahí. Ni mis compañeros. Pero da tanta pena seleccionar qué tirar. Y tanto trabajo.

Al final me he ido a una rueda de prensa de una cosa oficial en la que los que la daban han dejado bien clarito que tenían menos ganas de estar ahí que nadie. Han presentado su nuevo proyecto casi sin palabras, sólo con unos vídeos con fondo de gaitas y muchas imágenes de lado, iglesias, parques, trenes. Uno de los documentales hablaba de las actividades que tenían preparadas para el 2000, el último año que trabajaron, al parecer. Al final han dicho que si alguien tenía alguna pregunta..., pero que si no, no pasaba nada, que ponían las firmitas y ya está, a casa con las dietas. El que al parecer era el único periodista que había entre los palmeros y la clá (ah, bueno, también estaba yo) ha levantado la mano para señalar que él sí que tenía muchas preguntas, todas las del mundo, pero que se conformaba con saber qué era lo que habían presentado, que presupuesto tenían para ese qué y en qué se lo iban a gastar. Detalles, detalles, qué gente tan tiquismiquis y tan desagradable.
Con el canapé he tratado de comunicarme con unas rubias que debían de ser primas de los de la presentación.
-Hola.
-Hola. Somos de la revista XX, de publicidad.
-Ah, no sé si me suena. Yo, de Tal. ¿Y vais a ir al SuperEvento?
-Sí, claro.
-Pues os pegareis una paliza.
-¿Por?
-Bueno, porque allí vosotros trabajais un montón.
-Bueno, no sé exactamente que cifras facturais vosotros, pero en nuestra revista...
(niña, relájate, que tienes veinte añitos, anda)
-No, si me refiero a los de publicidad, que trabajais más que los redactores.
-¿Por?
-Bueno, nosotros sólo cogemos folletos y vosotros vais de un lado para otro con vuestros chanchullos...
-¿Con qué?
-Que vais a hacer negocios, es otra cosa...
-Bueno, cada uno tiene su tarea...
Ay, me rindo. Desde luego ya no se me olvida: ni una rueda de prensa más. Sólo presentaciones, cenas, cócteles y verbenas.

Luego he hablado con una chica que me gusta (eufemismo). Y me he sentido aéreo, y me daba igual y le he dicho “mira, me da igual, yo te lo tengo que decir” y ella, ay, no. Y luego le he mandado un mensaje tontísimo. Voy cantando solo por la calle Y me he enterado de que, al parecer, cuando me interesa (eufemismo II) así, de esta manera nueva, una chica, lo que trato por encima de todo es de que ella se de cuenta cuanto antes no de que me motiva (eufemismo III), sino de que soy idiota. Veo muchas probabilidades de hacer el pino o cantarla una canción la próxima vez que la vea. Pero bueno, la sensación es como de mucho oxígeno. Mucho mucho.

Y para terminar el día me he comprado un libro de Noel Clarasó, el autor de Pigmalión 1950, de la que tenía tantas frases lema apuntadas en la carpeta del cole. Yo escogí la soledad de La novela del sábado. Precio de este ejemplar: ptas. 6. Era antiguo, porque está en pesetas, porque tiene las hojas amarillas y porque termina las frases con expresiones como ¡ole! Y yo que lo recordaba gracioso a la vez que profundo y dramático y vitalista. Sólo sigue siendo esto último, que tampoco está mal. Habrá que renovar lecturas. A ver cuándo meto mano por fin a la biblioteca de bob.

También he hablado con Silvia, que ha vuelto ya del desierto y me ha pedido un par de favores y me ha escrito “te lo recompensaré”. Le he dicho que iba a hacer todo lo que me ha pedido, pero porque no era tan buen chico como para olvidarme de esa línea de su email. Ha dicho que qué bien, que ya pensaremos algo. “Ya está todo pensado”. Y es que está todo pensando. La idea es enrollarme un poco con ella para arreglar la mentirijilla que le dije el otro día a Noe. Pero sólo un poquito. Suena absurdo, pero porque es absurdo.

Luego están las brujas, que siguen sorprendiéndome, eso hay que reconocérselo. Pero me da igual. Tengo muchos recursos. Puedo salir desnudo al pasillo y saludarlas con una sonrisa profidén. O cantar en la ducha. Mucho. O traerme a algún nuevo amiguito pastillero. O al perro de almu, .

almu, quien, por cierto, tiene unos ojos increiiiibles. Muy grandes. La verdad es que no puedo decir nada malo de almu. O sea, que no puedo. Porque mientras que ella me contaba las cosas de su asombrosa existencia, yo le hice una antología de las anécdotas de mi vida que más me comprometen y avergüenzan. Así que cuando se iba me prohibió hablar mal de ella en el diario (“bueno, ya veré”) y como se ve que no se fiaba me chantajeó. Pero no un chantaje emocional, anda no lo hagas, no no, un auténtico chantaje Chicago años 30. “Mira, como hables mal de mí, cuento esto, esto y esto”. Caray con almudena.
Tuvimos un par de reconocibles momentos vyf . Por ejemplo cuando en el Café Doré paró la música justo en el momento en el que yo pronunciaba la frase “¡¡¡y tuvimos un rollito sado maso!!!”. Pero berreando. Luego, en el taxi, después de haber quedado más o menos estupendamente toda la noche mientras repetía en voz baja “tengo que ser bueno, tengo que ser bueno...” tuve (¡tuvimos!) un pequeño error de coordenadas a la hora del beso de despedida. Pero que, tal como iba, lo mismo me podía haber dado de morros contra la ventanilla. Aunque claro, eso me apetecía menos.
Y le preguntamos por un bar a una chica que nos contestó con otra pregunta (“¿tú tendrías una amiga con un abrigo de foquilla?”). Pues nunca lo había pensado.
Y un tipo (¿o era una tipa?) nos traspasó su energía positiva tocándonos el hombro y luego, descalzo por el bar hacía unas bonitas figuras con los pies en alto.
-Mira –le dije a la camarera- eso es mucho más estético, y más social y más alegre, se te va a llenar el bar de alegría y la gente va a estar mucho más contenta y mucho más a gusto.
-Sí, sí, tienes razón- me contestó.
-¿De qué hablabais?- me preguntó almu.
-Nada, de que está pensando en dar chupitos.
Y luego advertí sus piernas. “No me había fijado en tus piernas”. Bueno, era mentira.
Y todas esas cosas tontas.
Así que, si después de aquélla noche vuelve a quedar conmigo, la culpa es suya.

lunes, 27 de enero de 2003

Jet lag cada domingo
(Tengo todos los síntomas, me temo. Pero supongo que eso es muy bueno)

El viernes me apetecía estar colocado. Todo iba bien, era feliz, estaba muy a gusto y fue por eso. De las veces que más claro lo he tenido. Quería viajar un ratito por dentro, porque me gustaba lo que había dentro. Pillando se conoce a mucha gente. Uní esfuerzos con una mamarracha pastillera con pearcings que buscaba lo mismo que yo. Conocí a una camella muy graciosa. Me abracé con todas las jóvenes que venían a pedirme tabaco. Gurruchaga me desnudó con la mirada y me sentí rejuvenecer.
Así que el viernes me acosté a las 19 horas del sábado, me levanté a las 4, me acosté a las 9, me levanté a las 14. Así que el domingo podría haber estado bien, pero he estado como si hubiera vuelto de China en burra. Hasta las cosas más bonitas me daban pavor. Bueno, es que los sentimientos puros asustan. La Belleza pura (perdón por la mayúscula, no estoy para rodeos) te deja paralizado, nunca estamos preparados. De sport pudiera parecer que ilumina menos, pero qué va. Y no quiero ni pensar en la Belleza desnuda...
Asi que tenemos muchas cosas en la cabeza, pero las pensaré mañana.
Tenemos también el coloconazo del viernes, largo y estúpido, pero bien planeado. Quiero decir que no me preocupan las causas. No creo que sea falta de cariño. ¿Cuánta gente me considera uno de sus mejores amigos? Aunque sea un mejor amigo no presencial. Recuerdo una primera clase de Literatura Comparada, un monográfico sobre la amistad en la literatura. El catedrático preguntó uno por uno cuántos amigos –amigos de verdad- teníamos. La gente oscilaba entre uno y tres, creo que una chica dijo que ninguno. Cuando llegó mi turno calculé unos veinte. “No. Amigos de verdad. En los que puedas confiar. A los que les contarías todo. Que te acepten exactamente como eres”. “Bueno, pues entonces más de veinte”. No considero que me falte nada. No sé qué pedirle a los reyes, aparte de un pijama. Mi vida sigue cambiando a mejor y como siga así me salgo por arriba.
No considero que me falte nada, pero sí que creo que puedo perder lo que tengo. Sólo cosas inmateriales, por elección, pero sin esas también te puedes quedar. ¿Por qué nunca pienso en las consecuencias de nada? ¿Cómo estaré esta semana? ¿A qué hora llegaré a trabajar? ¿Cómo habría sido de haber podido disfrutar del sábado y el domingo? Lo que me preocupa es que a mi caos habitual se añada un plus incontrolable. Vale, quedo el viernes y se me olvida el papel con la dirección, el taxi me deja en la calle que no es, me equivoco de portal, etcétera. Lo de siempre. Todos los días. Harto que estoy. Pero bueno, eso lo puedo arreglar, qué remedio. Por ejemplo, el sábado noche había quedado con seis personas distintas a las que quería ver, mi típico desastre. Y seguro que al final hubiera salido bien, no sé cómo. Pero me acosté a las 19, me levanté a las 4 y etcétera, así que no hubo posibilidad de nada que no fuera darme media vuelta en la cama y pensar que estoy tonto, una vez más. A veces me viene a la cabeza un email que recibí hace cuatro meses, uno de los más sensatos sobre este tema, quizá porque la autora sabe de que habla y ha pasado, al menos, por un par de cosas que yo también conozco. A veces pienso en él. Suena bonito.

“Bueno... jo... me gustaría no ser moralista, porque no sirve de nada. Sólo decirte, que cuando cambias tus hábitos de fin de semana, y se convierten en fines de semana normales, tu vida cambia. Hace falta un tiempo para darte cuenta del giro que ha dado tu vida y de sus ventajas, pero merece la pena. Te lo aseguro. las relaciones mejoran, el sexo también. Si te gusta pasar por altibajos, si te gusta el vértigo, etc, lo encuentras igualmente. No dejas de meterte en líos, pero son menos, como diría yo, menos autodestructivos. Creo que es a partir de los treinta, cuando empezamos a tener miedo en serio del tiempo.
(...)
Que sepas que te entiendo muy bien.”

Suena bonito. ¿Por qué no?

jueves, 23 de enero de 2003

NO DISPAREN SOBRE EL PIANISTA
("Os regalo mis canciones y me apuntan con el dedo,
mira por donde va Robe, ¡para mí que ya está pedo!"
Extremoduro)

Querido conocido:
Era inevitable que pasaras por aquí, cuestión de tiempo. No sé si me conoces mucho o poco, quizá seamos amigos. No sé si apareces por ahí, en alguna esquinita o si hablo mucho de ti, que también puede ser. Quizás te sientas traicionado, por lo que cuento, pero nadie lo lee. Nadie que conozcamos. Es como si hablase en voz alta conmigo mismo. Quizá no estés de acuerdo con lo que digo, o no salgas favorecido en el retrato, pero sólo es una elaboración literaria de la realidad, una instantánea de un momento perdido en el tiempo. Sé que ese no eres tú y tú deberías saber que yo lo sé. A lo mejor estaba cabreado contigo cuando lo escribí o enamorado de ti o esa frase quedaba bien ahí. No me lo tengas en cuenta. Mucho. A lo mejor lo que te molesta es no aparecer en esta página. Eso podemos negociarlo :)
Quiero pensar que soy difícil de odiar, entre otras cosas porque a mí me resulta imposible ese sentimiento. Quiero pensar que me tienes algo de cariño. Y que vas a ser discreto, que no vas a conseguirme enemistades ni problemas laborales, ni problemas. Confío en ti. Quizás lo más sensato sería cargarme esta página, borrar todos los archivos y todas las huellas. Pero sabes que no soy sensato. Y después de leerla, seguro que entiendes por qué la tengo cariño, por qué prefiero arriesgarme tanto a ajusticiarla.
Quizá quieras contarme que has estado aquí o quizá no. Estaría bien, pero lo dejo en tus manos.
Estoy en tus manos. Pero ten en cuenta que también escribo para ti.
bueno, que el otro día iba a escribir un post que decía: "bob ya lleva tres días sin querer verme a todas horas, no sé, yo creo que ya no me quiere como antes", pero ya no lo escribo, ahora somos un poco enemigos, porque he salido con él y me ha dicho que me calle ¡que me calle! con una sutileza cruel, yo le estaba contando que siempre que recomiendo a alguien en mi trabajo resulta ser un tipo muy hablador (bueno, en realidad era un subinciso de un subinciso de un subinciso de un inciso del tema principal) y ha apostillado "no como tú, que no hablas nada", vale, era la única frase que conseguía meter el chaval en la conversación, pero ¿y qué? ¿y qué, a ver? si llevaba toda la noche sin parar de hablar sería por algo, porque tendría algo (unas cien cosas) interesante que contar, porque no tenía una boca que llevarme a la boca o porque soy un sicópata parlanchín, no sé, no sé ¿y qué? ¿y qué? menos mal que he conocido a su amigo javier que ha sido la parte interesante de la noche (vaya, habla más que yo y con más gracia y eso), vale que había prometido hacer huelga de lengua caída y no decir nada en toda la noche como protesta por su malajismo, vale que no lo he cumplido, porque soy un tipo educado más que nada, vale, pero bueno, es que los subtemas de los subtemas estaban francamente interesantes, vaya, que si va a vivir conmigo debería aprender a poner el piloto automático, digo yo, en fin, que luego nos hemos apostado un gramo de farlopa vs un chulazo con todos los gastos pagados a que llego o no llego a mi trabajo entre diez y diez y cuarto (de la mañana, supongo, ah, bueno, eso no lo hemos aclarado) y que son, um, las 3,50 y aún no están cerradas las apuestas en los comentarios, ¿quién creeis que ganará? (bob, eres un loro, si hablo tanto es para impedir que hables tú, loro)

miércoles, 22 de enero de 2003

Es probable que las brujas me hayan visto el trasero (momentos VyF)

Uno de los momentos cumbre de mi comida de hoy ha sido cuando ha llegado la hora de sentarse y nos han dado la carpeta con la información y nos han soltado el rollo a cambio del que nos daban el rancho. Todos han sacado diligentemente el boli del bolsillo, menos yo, que no había llevado. Cagada. Parece una bobada, pero si todos a tu alrededor escriben tu no sabes qué hacer con las manos. Y terminas mirando al orate cogiéndote la barbilla con la izquierda y el codo de la izquierda con la derecha. Pose de poeta. Y mientras, él se dirige sólo a ti, porque los demás han conseguido esquivar sus ojos haciendo como que se lo apuntan. Como en el cole. Parece que te agradece el interés y tú asientes, cabeceando como una vaca. En realidad estás intentando sacarle al espagueti un parecido con algún cómico italiano para concluir que se asemeja al idiota de la cena de los idiotas más que a nadie. Con perdón, claro, era un tipo diligente. La de prensa también te mira. Tus compañeros de mesa te observan de reojo, mientras escriben en sus libretas datos idénticos a los que vienen en el kit de prensa. Y yo lo que quería era hacer lo mismo que ellos, lo juro. Eso es un momento VyF.

El otro día Fer me escribió este mensaje: “Esta tarde he tenido un momento VyF cuando al sacar la cartera se m ha caído un condón delante d la gente de clase. Cuídate”.

Una semana después el redactor jefe me dijo: “el otro día me acordé mucho de ti. Tuve un momento VyF. Me pasé toda la noche llamando a la nueva novia de mi amigo N con el nombre de la antigua. Hasta que otra amiga se puso detrás de ella a hacerme todo tipo de gestos de que no”.

Cuando escribí el último post, tenía sólo esa media hora porque quería llegar al videoclub. Igual no le pasa a nadie, igual lo hacéis en la FNAC, o en el Carrefour, o en la biblioteca, pero a mí a menudo me motiva el videoclub para empezar juegos de miradas: carreritas, corre corre que te pillo, el esconderite, la oca erótica. Había una chica. Y yo me he paseado lánguidamente -aunque borracho- entre ella y los dvds, buceando disimuladamente entre su selección, coincidiendo con sus ojos fugazmente, acariciando los lomos de Kandahar, Amores Perros, sosteniendo con firmeza Alta Fidelidad (que, no obstante, sube el nivel de las últimas mierdas que he alquilado, Vanilla Sky o The Mexican). Luego he ido a pagar y he dejado sobre el mostrador la revista femenina que llevaba a casa como parte de mi campaña para congraciarme con las brujas y pasar sin demasiados contratiempos el mes y medio que me queda en el piso. El dependiente se ha quedado mirándolo para fisgar el nombre de la revista en la que trabajo, escrito junto al mío en una etiqueta sobre un anuncio de Chanel en el que salían un perro y una dama. Le he pillado.
-¡Qué perro más bonito!-ha disimulado.
-Sí bueno, pero...
-Sí, claro, la chica tampoco está mal.
-Mejor que el perro.
-Sí. La foto es bonita.
-Sí, ¡entre el perro y la perraca...! JUA, JUA.
He mirado de reojo, y un paso por detrás de mí estaba la chica del escondite, horrorizada. Daba igual lo que dijera entonces, yo que tantos hombres he sido nunca seré aquél en cuyos brazos desfallecía la chica del videoclub. He salido tapándome literalmente la cara. Lo sé, lo sé. A nadie le da tanta vergüenza que sea así como a mí.

Por fin en casa. No sé qué coño estuve haciendo durante las noches del fin de semana con mi fashionable pijama de cuadritos de Caprabo, pero me he cargado la goma del pantalón. Hoy se ha deslizado grácilmente hasta mis tobillos justo cuando atravesaba el pasillo.


NOTA: El termino perraca me lo ha contagiado el simpático de Fire, juraría. Nunca le estaré suficientemente agradecido, es un filántropo, un invaluable transmisor de cultura, la muy puta.

martes, 21 de enero de 2003

EL POST DE LOS 30 MINUTOS
Vale, tengo 30 minutos para este post, prisa, prisa, no me iré por las ramas.
He llegado un pelín exaltado a la redacción a las 5,30 de la tarde. "¡Hola!, ¡hola!, ¡hola a todos!. ¿Qué es esto? me voy un momento y esto es un sindios, ¿qué hace un redactor haciendo de director? Dónde está el redactor jefe? ¡Hola, hola! ¿Has estado de compras? (a las de la redacción de al lado) ¿Me has traído algo?"
–Pues no, zoquete, es el chopping para un reportaje.
–Ah, perdón.
Luego he tirado el perchero.
Le decía antes a Bob que no sé para que se molestan en invitarme al Jockey, si a mí me ponen un cubo de tintorro y es el mismo efecto. Lo que pasa es que llego a los sitios y me pongo un poco nervioso y busco al camarero con la bandeja de las bebidas. ¿Comida? No ¿Concretas? No (ah, no, que ha dicho la Real que no se llaman concretas). ¿Drinkeo? Pues que sí. Y hoy tenía más peligro porque el primer vino ha sido el del desayuno. Me he levantado a las 12,30 tan avergonzado (tan avergonzado como todos los días), que he llamado al redactor jefe para explicarle que me iba a comprar zapatos, porque no tenía zapatos adecuados para la comida y las otras doce que tengo estas dos semanas. Pues vale. No consigo asombrarle. (y aquí hago un inciso para aclarar que cada vez le tengo más cariño, pero que nuestras relaciones se han enfriado por mi extraño concepto de la puntualidad o por su gripe, no sé, voy a traerle una cesta de frutas un día de estos para que todos me llamen pelota pero con razón).
Así que me presento, y voy a darle la mano a un viejillo de la competencia que anda por ahí y me da el costado. Y luego me llaman no se qué por acercarme sólo a las churris en los saraos. A ver.
Como me quedo con la mano en el aire aprovecho para acercarla a la bandeja de las cervezas. Vale. Hay que mezclar. Imprescindible.
Mmm, me voy a sentar el primero para ver quién elige ponerse a mi lado (prueba científica). Bueno no, mejor me siento al lado de ese bolso que yo diría que es de una de las dos únicas jovencitas que hay en la sala. Acetate. Me siento bastante orgulloso de mi buen ojo y muy pedo antes de que empiecen. A mi lado un chaval de la prensa económica me entra compartiendo conmigo su extrañeza por las últimas compras de la empresa que hace la presentación.
–A lo mejor no compraron a estos porque no les interesaba ese segmento del mercado.
–Sí, si es lo que yo digo siempre…
Llevo la misma ropa que en la boda de mi primo. Camisa negra de rayas verticales y corbata de topos. En aquélla ocasión mi hermano el mayor hizo una crítica constructiva de mi indumentaria. "Pero tú ¿qué gracia crees que estás haciendo vestido así?" A mi hermano no le gusta mucho como visto. Bueno, en general nada de lo que hago. Y de lo que digo, para que os voy a contar. Yo medité, en la puerta de la iglesia, sobre sus sabios consejos mientras veía como le forraban el Jaguar de papel higiénico. No participé, pero tampoco lo impedí, ojo. Qué bien se queda uno. La verdad es que a mi hermano el mayor le quiero más de lo que se imagina. Y sin que se de cuenta me fijo. Y le imito. Se supone que éramos los más listos de la casa. De una casa con muchos listos y matrículas de honor y tal. El lleva una empresa que factura 150.000 millones de pesetas. Y yo ahora me voy a beber una botella de un trago para ver si se me pasa la resaca y mañana llegaré calladito y meteré la cabeza en la pantalla del ordenador para ver si se me pasa la vergüenza laboral. Y lo cierto es que debe de tener razón, que una camisa oscura con traje queda como de cateto modernillo. Ay, tantas reglas y tan poca cabeza.
La chica de mi derecha dice mucho "claaaro", "sí, sí, sí", "por supueesto". Al principio pienso que me toma el pelo, pero no, que es así de aseverativa. Al ratito pone al novio sobre el solomillo. Mi novio, mi novio. Ay, qué pereza. Luego me miro en el espejo a ver si tengo algo escrito en la cara.
A dos cuerpos de distancia está la otra churri. De la ciudad del acueducto, el cochinillo y los carritos de bebé (es que es lo único que hago cuando voy allí). Quedamos para sacar a pasear a mi sobrina la próxima vez. Quedamos los tres para vernos la semana que viene en una feria. Quedamos en ir a una fiesta dentro de dos jueves. Quedamos en que las mando un email. Apuntan móviles. Piden móviles. Pido un Marie Brizard. Luego acompaño a la número dos, que ha ascendido, en un taxi y me doy cuenta de que cecea. Nos gusta Madrid. Antes se ha levantado para ir al baño y me he dado cuenta de que tiene un culazo. A los viejos verdes de cualquier edad nos gustan los culazos.
Miramos a nuestro alrededor y estamos solos en la mesa. Hasta han quitado las sillas. Una vez más, no sé como lo consigo. Prueba a levantarte sin tambalear. Acaricio el brazo a la de prensa (una absoluta desconocida) mientras hablo con ella y tratamos de averiguar dónde nos hemos visto antes. Probablemente en ninguna parte, pero no se lo digo. A mi jefe no le sorprenderé, pero a mí sí, todos los días. y siempre por lo mismo.
Clink! 30 minutos. Su post, gracias.

lunes, 20 de enero de 2003

Bueno, aunque os haya destripado el final, os voy a colgar el poema entero.

EL DESEO SIN NOMBRE
¿Qué hacer con el deseo?
Para empezar no darle un nombre propio
ni confundirlo con el mero amor,
l'amour, la mugre,
ese canguro de noches lluviosas
que transforma al deseo en niño moribundo
y con una almohada, por su bien,
le aplasta la cabeza.

En cuanto tiene nombre propio
el deseo rebaja su estatura
de coloso que es cuerpo sin memoria,
simulacro de un dios venido a más.
El nombre propio enciende una linterna
que anula la extensión de sed y oscuridad
en que el deseo vive.
El nombre propio pone suelo exacto
al abismo, y un techo a la intemperie.

No hay construcción de hielo que lo apague,
ni incendio arrasador que lo contenga,
no hay costumbre que pueda exterminarlo
ni nombre propio que se haga su dueño.
Escritura profunda que murmura
la ansiosa melodía de estar vivos,
no preguntes qué hacer con el deseo:
disfruta de lo que él haga contigo.

(es de Bonilla, para los perspicaces y los suspicaces)
"no preguntes qué hacer con el deseo:
disfruta de lo que él haga contigo."

domingo, 19 de enero de 2003

Cuando llegué lo que quería era despertar a las brujas de mis compañeras para contárselo, gritarlo por la ventana del patio, subirme a la azotea para escribirlo en las paredes. Sí, sí, sí, muy adolescente. Pero es que fue tan bonito.

viernes, 17 de enero de 2003

No sé si irme a Valladolor, quedarme en Madriz o ver mundo. Qué mal. Soy una duda. ¿Alguien quiere ser una respuesta?
“Me tatuaré tu nombre en la piel,
asi que no se te ocurra desaparecer”

Necesito a alguien que me diga dónde está Z o dónde hacen cirugía láser o dónde ponen tatuajes de pin y pon para que no me vuelva a pasar. Por favor. Gracias. (qué educado).

Llego a casa de Patri. Sólo una hora tarde. Está en la cocina hablando con V. la belga.
-A ver, me has contado todos los detalles, pero no me dices lo interesante.
-Es que está Vyf.
-Mira, me sé toda tu vida sexual y V. la mía, se la contaba todas las noches cuando la iba a ver.
-Bueno, pues estábamos en casa y empezamos a pillar y de repente me di cuenta de que no me apetecía.
-¿Y qué hiciste?
-Chup pársela.
-Jua jua.
-Es que se me da bien y así termina antes.
-Jua jua.
-Lo que pasa es que yo, hasta que no cojo confianza sólo hago eso.
-Pues a un montón de amigos míos les iba a encantar tu forma de relacionarte.
-Es que parezco una devorahombres, pero en realidad solo devoro una parte.
-Oye –dice V.- y tú que tienes experiencia, ¿no te parece que las pollas de los fumadores saben distintas que las de los no fumadores. Es que el chico con el que estuve no fumaba y era estupendo, sabía a Ambipur.
-Eeeh... ¿Cenamos?

Vamos a un bar de Lavapies, Esperanza Cabaret, y nada más entrar veo un cartel. Marco dorado, fondo negro, letras blancas: antes muerta que sencilla. Voy al baño, y me equivoco. El de ellas. Con peluches cruelmente colgados del techo. Segunda vez. El de ellos. Acierto. En la pared: es la falta de cariño la que llena los bares. Miro a mi alrededor ¿estará almu por aquí? ¿es esa? ¿el camarero es superfan de los blogs? Hablo con sus amigos. Hablo con él. Me dan un puzzle. Después de media hora de sed me pone las copas. Es lo que tienen los bares del buen rollito. Viva el botellón. No voteis a Ana Botella, por favor. Gracias. (qué educado).

El novio de mi compañera de piso se ha dado cuenta de que estaba borracho escribiendo esto en el salón y ha vuelto, no sea que se me hubiera ocurrido hacerla un cariñito. Hombres así hacen falta en España. Quién sabe. Soy un degenerado, asi que la demencia, la miopía extrema, el bloqueo olfativo, la sordera y la atrofia sensitiva podrían haberse apoderado de mí con la ayuda de las tres copas que llevo encima. Todos estos desgraciados sucesos quizá se hubieran confabulado para impulsarme a tirar la puerta de mi compañera de piso. Sí. Podría pasar. Hay que vigilar. Un caballero español nunca baja la guardia.

“Cómo cambian las cosas
cómo ha cambiado todo
cómo se abren mis ojos...”

martes, 14 de enero de 2003

No sé quién te dijo, Bob, que Al sur de Granada era insoportable. A lo mejor fue alguien demasiado urbano, o que nunca se quedó desnudo y temblando después de un amor arrasador, el primero. O que no se acuerda. Esa mirada final, la de la mujer que sonríe a su antiguo amante con los ojos de los quince años y ese amor puro e incesante, tan físico, a mí me hablan, son viejos conocidos. Tengo una carta que escribí a los 19 ó 20 para mi yo de ahora. Relato como subo una cuesta de mi pueblo, como me abro la camisa para sentir frío, aire, noche. Para sentir. Maldigo al que seré, al que soy, si prefiere la comodidad de estar abrigado, si no es capaz de encontrar toda la felicidad en un gesto como ése, en la consciencia de estar vivo.
A veces, cuando no funciona la memoria selectiva y tengo que pensar en ella, me doy cuenta de que cuando se fue sin una sonrisa, sin una caricia, sin un “hasta siempre”, cuando decidió que no existieran aquellos ocho años, no importaba tanto que me estuviera traicionando a mí. Eso qué más daba. Para entonces ya habíamos perdido todas las batallas. La auténtica traición se la hizo a la chica de 22 años que temblaba por primera vez, desnuda entre mis brazos. Y al soñador de 19 que le cantaba nanas, le recitaba al oído y recorría su piel lentamente, como si no hubiera ninguna otra cosa en el mundo, sonriendo con los ojos muy abiertos en la oscuridad. A ambos, que valían la pena.
Al menos yo sé que existieron, sé quiénes fueron.
Definitivamente abandono la casa el 1 de marzo. Ya sé cómo se sintió María José Galera, la pobre.

viernes, 10 de enero de 2003

RAZONES (egoístas) PARA IRME A VIVIR CON BOB

-Tiene una casa nueva, bonita y bien decorada. Aunque no significa mucho que lo diga alguien que establece la frontera entre la buena decoración y la mala a partir del tercer cuadro que contiene la lámina que venía con el marco. Además, que a mí las paredes pintadas de colorines siempre me parecen buenas. Y ultramodernas desde que vi a unos modernos en Londres pintando su casa en todos los tonos ocres posibles, incluidos techos.
-Tengo un baño para mí solito. Bueno, la verdad es que eso me da igual, pero tengo un baño para mí solito.
-No hay tele ni frigorífico, un adelanto.
-No hay cama, lo que me da la oportunidad de comprarme una cama de agua de hotel de Las Vegas, el sueño de mi vida.
-Cuando me paso toda la noche hablando sin parar no piensa (mucho) que soy un pesado. E incluso tiene el detalle de callarse lo pesado que soy por disculparme por quinta vez por lo pesado que he estado hablando sin parar toda la noche.
-No ha llegado a un grado suficiente de alcoholismo yonki como para beberse la botella de Rioja reserva 96 él solo en su habitación, y la comparte.
-Tiene todos esos libros que me quiero leer.
-Cuando le hablo de cosas de compañeros de piso, como dinero y nosequé me recuerda que lo importante es compartir otras cosas, que es el concepto que yo tenía, el mejor, pero que, al parecer, lo estaba perdiendo.
-Siempre que lleve a una chica a casa va a ser hospitalario y le va a dar conversación. E incluso, cuando pasen un montón de meses sin que entre en mi habitación más chica que esa encantadora que le limpia la casa con cariño, no va a mofarse con excesiva crueldad.
-Bob es divertido.
-Le gorronearé maría.
-El, en cambio, me saldrá baratísimo en drogas de las mías.
-Daré salida a las 21 botellas de vino y 3 de licor que arrastro dentro de mis cajas de casa en casa.
-Iremos de compras borrachos y me ayudará a cambiar de imagen y a llevar zapatos de una sola pieza.
-Conoceré a Cristina, aunque me tenga de porteador.
-Conoceré a la Hormiga.
-Cuando me deje la próxima chica me escuchará. O mejor, se emborrachará conmigo.
-Quedaré bien con mis amigos modernillos gracias al busto de Boomer del salón, les cuente o no la apasionada historia de por qué está ahí, en un lugar tan principal, la efigie de ese hombre elástico.
-Pondré a prueba mi lealtad cuando me encuentre a Bob con la cabeza de Boomer en el otro lado de la cama. Seré una tumba, y ni siquiera lo escribiré en el blog.
-Quedaré bien con mi amigo gay cuando le presente al atractivo Bob.
-Quedaré bien con las churris al menos en el intervalo que va entre el momento en el que vean ese salón minimalista y culto, con Bob en él leyendo, y aquél en que descubran que la cama es de agua.
-Me enseñará a no ser tan macarra y a no usar frases como ¿te ha gustado?, ¿te ha gustado?, ¿te ha gustado?, ¿qué diferencia has notado entre tu novio y yo? o habrá que repetirlo, ¿no?
-Podré lloriquear sobre lo difícil que está el sexo heterosexual, los subnormales códigos de seducción sine qua non y la necesidad de rebajarte. Y de parecer seguro de ti mismo, cuando de lo único de lo que estás seguro en esta vida es de que cantas fatal y te empalmas enseguida. Bob fingirá que le interesa muchísimo y que todo es nuevo y misterioso para él. ¿¡Qué mejtaj contando!?
-Si llegamos al verano nos bañaremos en la piscina.
-Voy a sostener el otro vaso tantas noches tontas como surjan. Si me pidiera otra cosa, como montar un mueble o afinar cuando canto en la ducha, pues no, pero eso se me da. Así que, me querrá.

jueves, 9 de enero de 2003

fernand0 me ha hecho un regalo encantador. Me hace mucha gracia la selección, dice que habla sobre él más que sobre mí. Lo cierto es que ha elegido los textos más metablogueros de esta página, aquellos en los que me dirijo a vosotros, o en los que explico mis motivaciones, mis procesos o lo que sea. GRACIAS. Guardaré la antología con cariño. Se lee bien así, descontextualizada.
Tu regalo me hace sentir aún más perro por no haberle colgado aún el mío a la pobre que tuvo la desgracia de que le tocase yo en el sorteo. Mira, churri, alguien tenía que apechugar conmigo. El año que viene tendrás más suerte. Pero en los próximos días colgaré tu detallito por aquí. Si te sirve de consuelo, tampoco he cumplido con el amigo invisible de mi hermana ni con el de mi sicólogo, otros a los que la fortuna les ha vuelto un poco la espalda estos reyes con lo del sorteo. A lo mejor resulta que a partir de ahora todo os sale bien en el AMOR, sólo facilidades, días de sol, noches de mimosín entre las sábanas y ratos tan suaves que resbalais dulcemente. Ojalá. No sabeis cuánto me gustaría.

Anoche le dije a Noe que me había enrollado con Silvia, no sé por qué mentí, estoy tontísimo, nunca había hecho algo parecido. Sólo me dio medio piquito. Y claro, estoy pensando que cuando vuelva de Egipto debería enrollarme con ella para arreglarlo. Si se deja. Y si no se deja, doble mal rollo.

miércoles, 8 de enero de 2003

Delante de mí hay un inmigrante con una toalla. Pensión Serantes, 12 euros la habitación doble. Sin ventana, eso sí. Un único baño. Y como se me ha olvidado el gel, me tendré que duchar con el jabon de las manos. Y como se me ha olvidado la toalla, me tendré que secar con esa miniatura robada en un hotel de Mallorca que me ha ofrecido gentilmente el servicio de habitaciones. Las camas son plegables. No hay bombilla en el techo, pero hay una lámpara. Todo cruje. Una bonita decoración de baúles antiguos, alfombras años 50 y suelo de madera que le hace los graves a la cama. Bueno, a lo mejor no es cosa del decorador, igual es que la alfombra y los baúles y todo lo demás lleva aquí varias décadas. Cuando estuve alojado un mes en este establecimiento, mientras buscaba piso, hace cosa de 6 ó 7 años, no me pareció tan sórdido. Se me hacía divertido, con el punki alemán antifascista con el que me iba de copas, los australianos que estaban esperando sus bicicletas para empezar el Camino de Santiago, la asombrosa orquesta rusa que tocaba en el Arriaga. Habían conseguido repartirse, los quince, entre tres habitaciones. Y sobre todo, con esos gémidos nocturnos, tan intensos, tan estruendosos la noche aquélla desde la habitación de al lado... Fue fantástico ver salir a dos jovencitas inglesas con sus mochilas. Os aseguro que las de Tatu os dejarían refrigerados a su lado. Francamente, siempre me ha parecido una memez sentir morbo por las chicas a las que les gustan las chicas, tan poco práctico. Pero es inevitable después de un concierto gutural de horas y horas. Mucho mejor que los ensayos de los quince músicos. Al menos una de ellas tocaba con mucha más maestría, eso seguro.
Pero bueno, ahora ya es otra cosa, son inmigrantes negros buscándose la vida en su día libre. Y no me dan conversación y yo tengo mucha prisa. Y nadie gime. Me voy a comer un bocata. Solo. Porque he marcado tres veces mal la clave del móvil y se me ha ido al carajo. Ahora, tarde, me acuerdo del código pin, pero sólo me pide el maldito pon. Creo que Bilbao no es la ciudad ideal para que la pasee solo, hay un recuerdo traicionero agazapado en cada esquina. En los letreros de los cafés. En un jardincillo. En la orilla de la ría donde veíamos a las gaviotas sobrevolar nuestro coche mientras la leía mi último cuento. En el metro de los últimos días. En el puto Burger King. Así que me meto en el cine a ver lo que echen. Quién me lo iba a decir, vuelvo a Bilbao y me meto en el cine. ¿Dónde están mis amigos? ¿Ni siquiera me apetece pasear por la ciudad que más noches me he pateado? Echan la de 007, pero bien, porque me compro un montón de marranadas y me las como y me quedo dormido enseguida y salgo con una sensación agradable, más descansado. Preparado para la noche en la que "que sueñes con los angelitos y que no te piquen los bichitos" pasará de ser una frase tonta a lo que le he pedido a los reyes.


Por qué será que me acuerdo ahora de dónde estaba yo el año pasado, más o menos por estas fechas. Era una ciudad balneario que ya utilizaban los romanos como centro de vacaciones. Señorial, cara, pulcra. Estaba alojado en un gran hotel europeo, un cinco estrellas, supongo, y me habían dado una suite con el nombre de un lord, una cama enorme, una tele de pantalla plana, un dvd, unas vistas a un jardín inglés con una arquitectura de veinte siglos, fuentes, su pequeño laberinto. Cené en el restaurante del hotel. Cocina de autor, una torre coronada por un champiñón gigante y en cada capa una delicatessen y una salsa. Una de las noches me acompañó un ratito en mi habitación la guía turística con las (con perdón) tetas más extensas (grandes es insuficiente) que he tenido y tendré nunca en mis manitas. "Yo esto no lo hago nunca", insistía. "Mejor, porque como te venga una excursión de japoneses..." Ay, las enamoradas de Neruda, cómo son de soñadoras. Y luego a visitar palacios, mueos, termas, catedrales altas y distinguidas. A comer con los simpáticos representantes locales a los que no entendía ni jota. A mandarle mensajes a Ana la Multiorgásmica. Siempre que voy a Inglaterra me lío con una Ana. Siempre que vuelvo, me la encuentro desenamorada.

Yo el contraste lo veo con diáfana claridad, no sé vosotros. Puñetera crisis. En fin, si no quereis que esto vuelva a pasar, por favor: sed solidarios y COMPRAD REVISTAS. Cinco Estrellas, sí. Pensión Serantes, no. Nunca Mais.

(para que luego digan que mis posts no tienen moraleja)

sábado, 4 de enero de 2003

Estaba claro que con Marta no, que un tipo con este historial, un elemento que ha bailado jotas segovianas en Coca, que ha ganado un reloj en el concurso de poesía de su pueblo, que se lo gastaba todo al póquer en la cafetería de la universidad mientras desayunaba un sol y sombra bien cargado de anís, que leía a Góngora en un pinar de su pueblo, después de bajar la cuesta de la Pio ja en una destartalada bicicleta sintiendo, feliz, el viento en la cara, un chavo que se sentaba a ver el atardecer sobre el páramo castellano mientras escuchaba a un paisano contándole lo buenas que eran las canciones de Jorge Negrete, un pollo que se pasó la pre adolescencia haciendo de acomodador en el cine de su padre, robando botellines vacíos para revenderlos, descubriendo el sexo en recortes de Interviú o en la vecina que tomaba el sol en el césped de la piscina de la urbanización, un chico que empezó a fumar hace un par de años, que descubrió las drogas en el 2001, que tiene una fijación estúpida con las peluqueras, que juega con los niños y huye de los perros, que llora con algunas poesías, un cafre que quemaba moscas en el horno de leña de la señora P atro, que le rompió la nariz al presunto rico del pueblo que le había robado al amor de sus diecisiete, que, antes de ser apaleado, insultaba a los tipos que venían en manada a provocarle porque les caía mal, un pardillo que aún se emociona cuando una chica nueva le baja los calzoncillos despacito y le pregunta ¿puedo?, que confunde el amor con cualquier otra cosa relacionada con la acumulación de sangre en un punto que no sé, que iguala unos ojos cualesquiera y su cosa blancuzca con la idea platónica de la belleza, la verdad, la virtud... alguien así, con todo su mestizaje desfasado, no tenía mucho que hacer con una enamorada de lo nuevo, siempre reiniciando desde el mismo punto. Estaba claro que ella se iba a quedar con el tipo del pendiente. Lo que no era tan evidente al principio es que fuera a preferir antes al otro y antes al otro y antes a cualquier otro. Vaya. Pintan bastos en virgenfuriosilandia.
Lo que pasa es que no sé, que soy transparente, que soy incapaz para la sofisticación y el artificio, que no debería pertenecer ni al club en el que me han admitido como miembro por error. Porque no podría ser mod, ni rocker, como quise justo cuando volví de la peluquería con ese tupé clavadito al de Elvis, justo antes de que mi madre me metiera la cabeza debajo de la ducha. Ni neoliberal, ni grunge, ni de esta tribu de periodistas, ni de los jóvenes escritores triperos (y eso que en teoría eso debería dárseme bien: congresos y subvenciones), ni de mi grupo de amigos, ordenados, reposados, cómodos, incluso los que se creen transgresores. Ni de mi casa, ni de mi cuerpo, ni de mi mente. Estoy fuera. Expulsado del paraíso. Non grato en el purgatorio. Aburrido para el infierno. También soy demasiado siglo XX y un poco siglo XIX y una pizca del XVII. Ya es tarde, ya no puedo, no puedo ser un objeto de consumo. Con lo que me gustaría. Hasta siempre Martita, no hay nada que yo pueda hacer. Me molaban tus piernas y tus medias de rejilla. Te habría mordido.
Menos mal que mañana voy a Bilbao, menos mal que he quedado con la hermana de mi amigo. No todo está perdido, quizá me pida otra vez que la atice, como cuando estábamos en la cama de la peluquería de mi ex y me daba patadas para que la sacudiera. Aunque yo me conformaría con un poco de sol o de chirimiri para hacer la fotosíntesis, con recorrerme la noche bilbaína con provecho y escribir otra vez un texto que arranque una sonrisa o boquiabra un momento a mi redactor jefe. Sólo eso. Saber que tengo la palabra exacta. Mínima, nada espectacular, pero ajustada.
O quizás me compre unos libros viejos en la Plaza Nueva de Bilbao y les pinte un ex libris con una fecha de después del 2000 y una frase que escribió Baudelaire en el 1800. Hay que ser sublime sin interrupción.

viernes, 3 de enero de 2003

Vuelve uno de las vacaciones un poco... iba a poner deprimidillo, pero resacoso es más exacto. La nochevieja terminó a las cuatro de la tarde del uno de enero y siguió con un bonito viaje infernal en tren. Así que después de todos mis buenos propósitos, me levanto a las once y media. Coño, las once y media. Y me voy a trabajar sin ducharme ni afeitarme ni despertarme. Me han dejado una lista de tres folios con las cosas que tengo que hacer durante las vacaciones de los demás. Creo que voy a contestar el correo. Email de Ana la Cocainómana: "Del día tal al día tal no estaré en la oficina, contactar con mi compañera XX" (XX, vaya nombre que le pusieron sus papás). Mi neurona legañosa se abre paso entre toda ese material de despojo que debo de tener dentro del cráneo, y decide que eso ha sido un intento de comunicación, un año después. Contesto. "Feliz 2003 para ti también. besos". Al minuto me llega un correo de Ana que dice: "Del día tal al día tal no estaré en la oficina, contactar con mi compañera XX". Vale, era su mensajeador automático y no ella quien me escribió. Cuando llegue y encuentre mi email se reafirmará en la idea de que soy gilipollas. Encima dándole argumentos. Abro el número de este mes. Una mierda, una mierda, una mierda, una mierda. Bien, escribí cuatro mierdas una detrás de otra. Genial. Llamo a Silvia. Le había dicho que no podía comer con ella porque quería recoger mi habitación al mediodía (ja), pero creo que ahora es más urgente lo de cogerme un pedo vespertino y reirme un rato de mí mismo. Vamos al restaurante al que llevo a todas mis visitas. Con el menú del día nos ponen un Rioja reserva del 95, qué majos. Y no es vinagre. Nos ventilamos la botella. Una copita de anís del Mono. Otra de Marie Brizard en otro bar. Hablamos de amor y casi llora, hablamos de amigos y casi llora, hablamos de trabajo y casi llora. Le acompaño hasta el taxi dando tumbos. Me besa en la esquina de los labios, mala puntería, me he movido mucho. Me pillo una cerveza en la máquina. Trabajo un rato. Quedo con Z. Me despisto y en vez de esperarla en la máquina del café me quedo en mi sitio, así que todos la miran y todos cotillean. Desde que nos enrollamos ha tenido cuatro viajes y un catarro y medio, así que casi sólo nos vemos en los pasillos. Reímos. Quedamos en ir a cenar juntos cuando vuelva, para celebrar que he terminado mi libro. ¿Sigue pendiente el viaje al Caribe? Sí, claro. Ella se encarga. Le pregunto que si se ha hecho algo en el pelo, que está muy guapa. Me dice que no. Pues entonces estás tan guapa como entonces. Tú también estás guapo. Le pregunto si lleva una de sus camisetas. Se sube el jersey y me la enseña, es la de cuando la conocí, de la que hablamos en nuestra primera conversación. Entonces y ahora sigo hipnotizado, pensando en lo bien rellenada que está esa camiseta, pero sólo me atrevo a hablar del diseño. Ahora además tengo un recuerdo brutal que me tensa las manos. Mantiene el jersey alzado mucho más tiempo de lo adecuado. Mantengo las manos más inmóviles de lo que me gustaría. En la puerta del ascensor le cuento que le he hablado a un amigo de ella, y que me dice que no son normales tantos viajes, que a ver si va a ser que no me quiere ver. Hablamos luego por teléfono y me dice que le explique a mi amigo que... Vale. Me voy al cine. En ninguno echan nada bueno. Ah, sí, en el Princesa están reunidas todas las pelis que quiero ver. Me duermo en un taxi y se me pasa un poco la cogorza. Con una botella de agua en el bolsillo del pantalón y una coca cola del Mc Donalds con pajita y todo asomándome por la cazadora (hay que combatir la resaca temprana) pido una entrada para El traje.Voy a pagarla y la taquillera me dice "no, déjalo". Sin siquiera un gesto de sorpresa doy las gracias y entro.
¿Os había dicho ya que me encanta el Madrid oceánico? Semper eadem. Siempre la misma y siempre renovada.