martes, 28 de enero de 2003

Esta mañana me han tocado mucho el culo. Había que meter el archivo, que llevaba tres meses en cajas, en las estanterías nuevas. Y nos hemos puesto todos a ello con alegría. Había estiramientos, agachadas, escorzos y culos subidos en sillas, culos a la altura de la cintura, culos que se chocaban, culos por aquí y por allá. A mí también me apetecía, es más, he tenido que sujetarme la mano un par de veces, porque sólo faltaba, con la fama que tengo. A mí los culos estéticamente no me dicen nada, pero al tacto, pues sí.
-A ver, organización, es la tercera vez que me tocais el culo.
Palmadas, patadas, restriegues. Incluso una compañera me ha abrazado con la mano sostenidamente en el trasero justo cuando pasaba una de las dos chicas de la redacción de al lado con cualidades de semidiosas. Para cuando he decidido pasar al contrataque ya se había terminado la mudanza. Será que me estoy haciendo bueno. O lento. Bueno, no, que ya lo era.
Lo que ha venido luego ha sido un concierto de estornudos y una sinfonía de sarpullidos que ha demostrado que no hay nadie en esta redacción que no tenga alergia al polvo.
A las cuatro he comido con mi redactor jefe, y por fin le he pagado los padrones, los pinchos morunos y las cañas que le debía de las tres apuestas consecutivas que perdí. A que llego toda la semana antes de las diez. A que no. A que tengo los dos reportajes terminados el jueves. A que no. A que tardo hora y media en acabar esto. A que no. Dice que él sólo apuesta sobre seguro.
La tarde ha sido tranquila, el que más cajas tenía para colocar era yo, porque como soy un sentimental me traje conmigo todo lo que tenía en los dos armarios del despacho. Entrevistas que hice en la antigüedad, reportajes cercados por el tiempo amarillo, vasos con posos fosilizados, un ejemplar del fanzine “jo, tía!”, algunos Víboras, un pantalón, direcciones de gente de países lejanos a la que nunca escribí y juguetes del Burger King para mi sobrina. Ahora sólo tengo una mesa pequeñaja y un cachín de armario, pero como soy un sentimental he vuelto a dejarlo todo por ahí, en los alrededores de mi sitio, y mañana no podré poner el pie por ahí. Ni mis compañeros. Pero da tanta pena seleccionar qué tirar. Y tanto trabajo.

Al final me he ido a una rueda de prensa de una cosa oficial en la que los que la daban han dejado bien clarito que tenían menos ganas de estar ahí que nadie. Han presentado su nuevo proyecto casi sin palabras, sólo con unos vídeos con fondo de gaitas y muchas imágenes de lado, iglesias, parques, trenes. Uno de los documentales hablaba de las actividades que tenían preparadas para el 2000, el último año que trabajaron, al parecer. Al final han dicho que si alguien tenía alguna pregunta..., pero que si no, no pasaba nada, que ponían las firmitas y ya está, a casa con las dietas. El que al parecer era el único periodista que había entre los palmeros y la clá (ah, bueno, también estaba yo) ha levantado la mano para señalar que él sí que tenía muchas preguntas, todas las del mundo, pero que se conformaba con saber qué era lo que habían presentado, que presupuesto tenían para ese qué y en qué se lo iban a gastar. Detalles, detalles, qué gente tan tiquismiquis y tan desagradable.
Con el canapé he tratado de comunicarme con unas rubias que debían de ser primas de los de la presentación.
-Hola.
-Hola. Somos de la revista XX, de publicidad.
-Ah, no sé si me suena. Yo, de Tal. ¿Y vais a ir al SuperEvento?
-Sí, claro.
-Pues os pegareis una paliza.
-¿Por?
-Bueno, porque allí vosotros trabajais un montón.
-Bueno, no sé exactamente que cifras facturais vosotros, pero en nuestra revista...
(niña, relájate, que tienes veinte añitos, anda)
-No, si me refiero a los de publicidad, que trabajais más que los redactores.
-¿Por?
-Bueno, nosotros sólo cogemos folletos y vosotros vais de un lado para otro con vuestros chanchullos...
-¿Con qué?
-Que vais a hacer negocios, es otra cosa...
-Bueno, cada uno tiene su tarea...
Ay, me rindo. Desde luego ya no se me olvida: ni una rueda de prensa más. Sólo presentaciones, cenas, cócteles y verbenas.

Luego he hablado con una chica que me gusta (eufemismo). Y me he sentido aéreo, y me daba igual y le he dicho “mira, me da igual, yo te lo tengo que decir” y ella, ay, no. Y luego le he mandado un mensaje tontísimo. Voy cantando solo por la calle Y me he enterado de que, al parecer, cuando me interesa (eufemismo II) así, de esta manera nueva, una chica, lo que trato por encima de todo es de que ella se de cuenta cuanto antes no de que me motiva (eufemismo III), sino de que soy idiota. Veo muchas probabilidades de hacer el pino o cantarla una canción la próxima vez que la vea. Pero bueno, la sensación es como de mucho oxígeno. Mucho mucho.

Y para terminar el día me he comprado un libro de Noel Clarasó, el autor de Pigmalión 1950, de la que tenía tantas frases lema apuntadas en la carpeta del cole. Yo escogí la soledad de La novela del sábado. Precio de este ejemplar: ptas. 6. Era antiguo, porque está en pesetas, porque tiene las hojas amarillas y porque termina las frases con expresiones como ¡ole! Y yo que lo recordaba gracioso a la vez que profundo y dramático y vitalista. Sólo sigue siendo esto último, que tampoco está mal. Habrá que renovar lecturas. A ver cuándo meto mano por fin a la biblioteca de bob.

También he hablado con Silvia, que ha vuelto ya del desierto y me ha pedido un par de favores y me ha escrito “te lo recompensaré”. Le he dicho que iba a hacer todo lo que me ha pedido, pero porque no era tan buen chico como para olvidarme de esa línea de su email. Ha dicho que qué bien, que ya pensaremos algo. “Ya está todo pensado”. Y es que está todo pensando. La idea es enrollarme un poco con ella para arreglar la mentirijilla que le dije el otro día a Noe. Pero sólo un poquito. Suena absurdo, pero porque es absurdo.

Luego están las brujas, que siguen sorprendiéndome, eso hay que reconocérselo. Pero me da igual. Tengo muchos recursos. Puedo salir desnudo al pasillo y saludarlas con una sonrisa profidén. O cantar en la ducha. Mucho. O traerme a algún nuevo amiguito pastillero. O al perro de almu, .

almu, quien, por cierto, tiene unos ojos increiiiibles. Muy grandes. La verdad es que no puedo decir nada malo de almu. O sea, que no puedo. Porque mientras que ella me contaba las cosas de su asombrosa existencia, yo le hice una antología de las anécdotas de mi vida que más me comprometen y avergüenzan. Así que cuando se iba me prohibió hablar mal de ella en el diario (“bueno, ya veré”) y como se ve que no se fiaba me chantajeó. Pero no un chantaje emocional, anda no lo hagas, no no, un auténtico chantaje Chicago años 30. “Mira, como hables mal de mí, cuento esto, esto y esto”. Caray con almudena.
Tuvimos un par de reconocibles momentos vyf . Por ejemplo cuando en el Café Doré paró la música justo en el momento en el que yo pronunciaba la frase “¡¡¡y tuvimos un rollito sado maso!!!”. Pero berreando. Luego, en el taxi, después de haber quedado más o menos estupendamente toda la noche mientras repetía en voz baja “tengo que ser bueno, tengo que ser bueno...” tuve (¡tuvimos!) un pequeño error de coordenadas a la hora del beso de despedida. Pero que, tal como iba, lo mismo me podía haber dado de morros contra la ventanilla. Aunque claro, eso me apetecía menos.
Y le preguntamos por un bar a una chica que nos contestó con otra pregunta (“¿tú tendrías una amiga con un abrigo de foquilla?”). Pues nunca lo había pensado.
Y un tipo (¿o era una tipa?) nos traspasó su energía positiva tocándonos el hombro y luego, descalzo por el bar hacía unas bonitas figuras con los pies en alto.
-Mira –le dije a la camarera- eso es mucho más estético, y más social y más alegre, se te va a llenar el bar de alegría y la gente va a estar mucho más contenta y mucho más a gusto.
-Sí, sí, tienes razón- me contestó.
-¿De qué hablabais?- me preguntó almu.
-Nada, de que está pensando en dar chupitos.
Y luego advertí sus piernas. “No me había fijado en tus piernas”. Bueno, era mentira.
Y todas esas cosas tontas.
Así que, si después de aquélla noche vuelve a quedar conmigo, la culpa es suya.

lunes, 27 de enero de 2003

Jet lag cada domingo
(Tengo todos los síntomas, me temo. Pero supongo que eso es muy bueno)

El viernes me apetecía estar colocado. Todo iba bien, era feliz, estaba muy a gusto y fue por eso. De las veces que más claro lo he tenido. Quería viajar un ratito por dentro, porque me gustaba lo que había dentro. Pillando se conoce a mucha gente. Uní esfuerzos con una mamarracha pastillera con pearcings que buscaba lo mismo que yo. Conocí a una camella muy graciosa. Me abracé con todas las jóvenes que venían a pedirme tabaco. Gurruchaga me desnudó con la mirada y me sentí rejuvenecer.
Así que el viernes me acosté a las 19 horas del sábado, me levanté a las 4, me acosté a las 9, me levanté a las 14. Así que el domingo podría haber estado bien, pero he estado como si hubiera vuelto de China en burra. Hasta las cosas más bonitas me daban pavor. Bueno, es que los sentimientos puros asustan. La Belleza pura (perdón por la mayúscula, no estoy para rodeos) te deja paralizado, nunca estamos preparados. De sport pudiera parecer que ilumina menos, pero qué va. Y no quiero ni pensar en la Belleza desnuda...
Asi que tenemos muchas cosas en la cabeza, pero las pensaré mañana.
Tenemos también el coloconazo del viernes, largo y estúpido, pero bien planeado. Quiero decir que no me preocupan las causas. No creo que sea falta de cariño. ¿Cuánta gente me considera uno de sus mejores amigos? Aunque sea un mejor amigo no presencial. Recuerdo una primera clase de Literatura Comparada, un monográfico sobre la amistad en la literatura. El catedrático preguntó uno por uno cuántos amigos –amigos de verdad- teníamos. La gente oscilaba entre uno y tres, creo que una chica dijo que ninguno. Cuando llegó mi turno calculé unos veinte. “No. Amigos de verdad. En los que puedas confiar. A los que les contarías todo. Que te acepten exactamente como eres”. “Bueno, pues entonces más de veinte”. No considero que me falte nada. No sé qué pedirle a los reyes, aparte de un pijama. Mi vida sigue cambiando a mejor y como siga así me salgo por arriba.
No considero que me falte nada, pero sí que creo que puedo perder lo que tengo. Sólo cosas inmateriales, por elección, pero sin esas también te puedes quedar. ¿Por qué nunca pienso en las consecuencias de nada? ¿Cómo estaré esta semana? ¿A qué hora llegaré a trabajar? ¿Cómo habría sido de haber podido disfrutar del sábado y el domingo? Lo que me preocupa es que a mi caos habitual se añada un plus incontrolable. Vale, quedo el viernes y se me olvida el papel con la dirección, el taxi me deja en la calle que no es, me equivoco de portal, etcétera. Lo de siempre. Todos los días. Harto que estoy. Pero bueno, eso lo puedo arreglar, qué remedio. Por ejemplo, el sábado noche había quedado con seis personas distintas a las que quería ver, mi típico desastre. Y seguro que al final hubiera salido bien, no sé cómo. Pero me acosté a las 19, me levanté a las 4 y etcétera, así que no hubo posibilidad de nada que no fuera darme media vuelta en la cama y pensar que estoy tonto, una vez más. A veces me viene a la cabeza un email que recibí hace cuatro meses, uno de los más sensatos sobre este tema, quizá porque la autora sabe de que habla y ha pasado, al menos, por un par de cosas que yo también conozco. A veces pienso en él. Suena bonito.

“Bueno... jo... me gustaría no ser moralista, porque no sirve de nada. Sólo decirte, que cuando cambias tus hábitos de fin de semana, y se convierten en fines de semana normales, tu vida cambia. Hace falta un tiempo para darte cuenta del giro que ha dado tu vida y de sus ventajas, pero merece la pena. Te lo aseguro. las relaciones mejoran, el sexo también. Si te gusta pasar por altibajos, si te gusta el vértigo, etc, lo encuentras igualmente. No dejas de meterte en líos, pero son menos, como diría yo, menos autodestructivos. Creo que es a partir de los treinta, cuando empezamos a tener miedo en serio del tiempo.
(...)
Que sepas que te entiendo muy bien.”

Suena bonito. ¿Por qué no?

jueves, 23 de enero de 2003

NO DISPAREN SOBRE EL PIANISTA
("Os regalo mis canciones y me apuntan con el dedo,
mira por donde va Robe, ¡para mí que ya está pedo!"
Extremoduro)

Querido conocido:
Era inevitable que pasaras por aquí, cuestión de tiempo. No sé si me conoces mucho o poco, quizá seamos amigos. No sé si apareces por ahí, en alguna esquinita o si hablo mucho de ti, que también puede ser. Quizás te sientas traicionado, por lo que cuento, pero nadie lo lee. Nadie que conozcamos. Es como si hablase en voz alta conmigo mismo. Quizá no estés de acuerdo con lo que digo, o no salgas favorecido en el retrato, pero sólo es una elaboración literaria de la realidad, una instantánea de un momento perdido en el tiempo. Sé que ese no eres tú y tú deberías saber que yo lo sé. A lo mejor estaba cabreado contigo cuando lo escribí o enamorado de ti o esa frase quedaba bien ahí. No me lo tengas en cuenta. Mucho. A lo mejor lo que te molesta es no aparecer en esta página. Eso podemos negociarlo :)
Quiero pensar que soy difícil de odiar, entre otras cosas porque a mí me resulta imposible ese sentimiento. Quiero pensar que me tienes algo de cariño. Y que vas a ser discreto, que no vas a conseguirme enemistades ni problemas laborales, ni problemas. Confío en ti. Quizás lo más sensato sería cargarme esta página, borrar todos los archivos y todas las huellas. Pero sabes que no soy sensato. Y después de leerla, seguro que entiendes por qué la tengo cariño, por qué prefiero arriesgarme tanto a ajusticiarla.
Quizá quieras contarme que has estado aquí o quizá no. Estaría bien, pero lo dejo en tus manos.
Estoy en tus manos. Pero ten en cuenta que también escribo para ti.
bueno, que el otro día iba a escribir un post que decía: "bob ya lleva tres días sin querer verme a todas horas, no sé, yo creo que ya no me quiere como antes", pero ya no lo escribo, ahora somos un poco enemigos, porque he salido con él y me ha dicho que me calle ¡que me calle! con una sutileza cruel, yo le estaba contando que siempre que recomiendo a alguien en mi trabajo resulta ser un tipo muy hablador (bueno, en realidad era un subinciso de un subinciso de un subinciso de un inciso del tema principal) y ha apostillado "no como tú, que no hablas nada", vale, era la única frase que conseguía meter el chaval en la conversación, pero ¿y qué? ¿y qué, a ver? si llevaba toda la noche sin parar de hablar sería por algo, porque tendría algo (unas cien cosas) interesante que contar, porque no tenía una boca que llevarme a la boca o porque soy un sicópata parlanchín, no sé, no sé ¿y qué? ¿y qué? menos mal que he conocido a su amigo javier que ha sido la parte interesante de la noche (vaya, habla más que yo y con más gracia y eso), vale que había prometido hacer huelga de lengua caída y no decir nada en toda la noche como protesta por su malajismo, vale que no lo he cumplido, porque soy un tipo educado más que nada, vale, pero bueno, es que los subtemas de los subtemas estaban francamente interesantes, vaya, que si va a vivir conmigo debería aprender a poner el piloto automático, digo yo, en fin, que luego nos hemos apostado un gramo de farlopa vs un chulazo con todos los gastos pagados a que llego o no llego a mi trabajo entre diez y diez y cuarto (de la mañana, supongo, ah, bueno, eso no lo hemos aclarado) y que son, um, las 3,50 y aún no están cerradas las apuestas en los comentarios, ¿quién creeis que ganará? (bob, eres un loro, si hablo tanto es para impedir que hables tú, loro)

miércoles, 22 de enero de 2003

Es probable que las brujas me hayan visto el trasero (momentos VyF)

Uno de los momentos cumbre de mi comida de hoy ha sido cuando ha llegado la hora de sentarse y nos han dado la carpeta con la información y nos han soltado el rollo a cambio del que nos daban el rancho. Todos han sacado diligentemente el boli del bolsillo, menos yo, que no había llevado. Cagada. Parece una bobada, pero si todos a tu alrededor escriben tu no sabes qué hacer con las manos. Y terminas mirando al orate cogiéndote la barbilla con la izquierda y el codo de la izquierda con la derecha. Pose de poeta. Y mientras, él se dirige sólo a ti, porque los demás han conseguido esquivar sus ojos haciendo como que se lo apuntan. Como en el cole. Parece que te agradece el interés y tú asientes, cabeceando como una vaca. En realidad estás intentando sacarle al espagueti un parecido con algún cómico italiano para concluir que se asemeja al idiota de la cena de los idiotas más que a nadie. Con perdón, claro, era un tipo diligente. La de prensa también te mira. Tus compañeros de mesa te observan de reojo, mientras escriben en sus libretas datos idénticos a los que vienen en el kit de prensa. Y yo lo que quería era hacer lo mismo que ellos, lo juro. Eso es un momento VyF.

El otro día Fer me escribió este mensaje: “Esta tarde he tenido un momento VyF cuando al sacar la cartera se m ha caído un condón delante d la gente de clase. Cuídate”.

Una semana después el redactor jefe me dijo: “el otro día me acordé mucho de ti. Tuve un momento VyF. Me pasé toda la noche llamando a la nueva novia de mi amigo N con el nombre de la antigua. Hasta que otra amiga se puso detrás de ella a hacerme todo tipo de gestos de que no”.

Cuando escribí el último post, tenía sólo esa media hora porque quería llegar al videoclub. Igual no le pasa a nadie, igual lo hacéis en la FNAC, o en el Carrefour, o en la biblioteca, pero a mí a menudo me motiva el videoclub para empezar juegos de miradas: carreritas, corre corre que te pillo, el esconderite, la oca erótica. Había una chica. Y yo me he paseado lánguidamente -aunque borracho- entre ella y los dvds, buceando disimuladamente entre su selección, coincidiendo con sus ojos fugazmente, acariciando los lomos de Kandahar, Amores Perros, sosteniendo con firmeza Alta Fidelidad (que, no obstante, sube el nivel de las últimas mierdas que he alquilado, Vanilla Sky o The Mexican). Luego he ido a pagar y he dejado sobre el mostrador la revista femenina que llevaba a casa como parte de mi campaña para congraciarme con las brujas y pasar sin demasiados contratiempos el mes y medio que me queda en el piso. El dependiente se ha quedado mirándolo para fisgar el nombre de la revista en la que trabajo, escrito junto al mío en una etiqueta sobre un anuncio de Chanel en el que salían un perro y una dama. Le he pillado.
-¡Qué perro más bonito!-ha disimulado.
-Sí bueno, pero...
-Sí, claro, la chica tampoco está mal.
-Mejor que el perro.
-Sí. La foto es bonita.
-Sí, ¡entre el perro y la perraca...! JUA, JUA.
He mirado de reojo, y un paso por detrás de mí estaba la chica del escondite, horrorizada. Daba igual lo que dijera entonces, yo que tantos hombres he sido nunca seré aquél en cuyos brazos desfallecía la chica del videoclub. He salido tapándome literalmente la cara. Lo sé, lo sé. A nadie le da tanta vergüenza que sea así como a mí.

Por fin en casa. No sé qué coño estuve haciendo durante las noches del fin de semana con mi fashionable pijama de cuadritos de Caprabo, pero me he cargado la goma del pantalón. Hoy se ha deslizado grácilmente hasta mis tobillos justo cuando atravesaba el pasillo.


NOTA: El termino perraca me lo ha contagiado el simpático de Fire, juraría. Nunca le estaré suficientemente agradecido, es un filántropo, un invaluable transmisor de cultura, la muy puta.

martes, 21 de enero de 2003

EL POST DE LOS 30 MINUTOS
Vale, tengo 30 minutos para este post, prisa, prisa, no me iré por las ramas.
He llegado un pelín exaltado a la redacción a las 5,30 de la tarde. "¡Hola!, ¡hola!, ¡hola a todos!. ¿Qué es esto? me voy un momento y esto es un sindios, ¿qué hace un redactor haciendo de director? Dónde está el redactor jefe? ¡Hola, hola! ¿Has estado de compras? (a las de la redacción de al lado) ¿Me has traído algo?"
–Pues no, zoquete, es el chopping para un reportaje.
–Ah, perdón.
Luego he tirado el perchero.
Le decía antes a Bob que no sé para que se molestan en invitarme al Jockey, si a mí me ponen un cubo de tintorro y es el mismo efecto. Lo que pasa es que llego a los sitios y me pongo un poco nervioso y busco al camarero con la bandeja de las bebidas. ¿Comida? No ¿Concretas? No (ah, no, que ha dicho la Real que no se llaman concretas). ¿Drinkeo? Pues que sí. Y hoy tenía más peligro porque el primer vino ha sido el del desayuno. Me he levantado a las 12,30 tan avergonzado (tan avergonzado como todos los días), que he llamado al redactor jefe para explicarle que me iba a comprar zapatos, porque no tenía zapatos adecuados para la comida y las otras doce que tengo estas dos semanas. Pues vale. No consigo asombrarle. (y aquí hago un inciso para aclarar que cada vez le tengo más cariño, pero que nuestras relaciones se han enfriado por mi extraño concepto de la puntualidad o por su gripe, no sé, voy a traerle una cesta de frutas un día de estos para que todos me llamen pelota pero con razón).
Así que me presento, y voy a darle la mano a un viejillo de la competencia que anda por ahí y me da el costado. Y luego me llaman no se qué por acercarme sólo a las churris en los saraos. A ver.
Como me quedo con la mano en el aire aprovecho para acercarla a la bandeja de las cervezas. Vale. Hay que mezclar. Imprescindible.
Mmm, me voy a sentar el primero para ver quién elige ponerse a mi lado (prueba científica). Bueno no, mejor me siento al lado de ese bolso que yo diría que es de una de las dos únicas jovencitas que hay en la sala. Acetate. Me siento bastante orgulloso de mi buen ojo y muy pedo antes de que empiecen. A mi lado un chaval de la prensa económica me entra compartiendo conmigo su extrañeza por las últimas compras de la empresa que hace la presentación.
–A lo mejor no compraron a estos porque no les interesaba ese segmento del mercado.
–Sí, si es lo que yo digo siempre…
Llevo la misma ropa que en la boda de mi primo. Camisa negra de rayas verticales y corbata de topos. En aquélla ocasión mi hermano el mayor hizo una crítica constructiva de mi indumentaria. "Pero tú ¿qué gracia crees que estás haciendo vestido así?" A mi hermano no le gusta mucho como visto. Bueno, en general nada de lo que hago. Y de lo que digo, para que os voy a contar. Yo medité, en la puerta de la iglesia, sobre sus sabios consejos mientras veía como le forraban el Jaguar de papel higiénico. No participé, pero tampoco lo impedí, ojo. Qué bien se queda uno. La verdad es que a mi hermano el mayor le quiero más de lo que se imagina. Y sin que se de cuenta me fijo. Y le imito. Se supone que éramos los más listos de la casa. De una casa con muchos listos y matrículas de honor y tal. El lleva una empresa que factura 150.000 millones de pesetas. Y yo ahora me voy a beber una botella de un trago para ver si se me pasa la resaca y mañana llegaré calladito y meteré la cabeza en la pantalla del ordenador para ver si se me pasa la vergüenza laboral. Y lo cierto es que debe de tener razón, que una camisa oscura con traje queda como de cateto modernillo. Ay, tantas reglas y tan poca cabeza.
La chica de mi derecha dice mucho "claaaro", "sí, sí, sí", "por supueesto". Al principio pienso que me toma el pelo, pero no, que es así de aseverativa. Al ratito pone al novio sobre el solomillo. Mi novio, mi novio. Ay, qué pereza. Luego me miro en el espejo a ver si tengo algo escrito en la cara.
A dos cuerpos de distancia está la otra churri. De la ciudad del acueducto, el cochinillo y los carritos de bebé (es que es lo único que hago cuando voy allí). Quedamos para sacar a pasear a mi sobrina la próxima vez. Quedamos los tres para vernos la semana que viene en una feria. Quedamos en ir a una fiesta dentro de dos jueves. Quedamos en que las mando un email. Apuntan móviles. Piden móviles. Pido un Marie Brizard. Luego acompaño a la número dos, que ha ascendido, en un taxi y me doy cuenta de que cecea. Nos gusta Madrid. Antes se ha levantado para ir al baño y me he dado cuenta de que tiene un culazo. A los viejos verdes de cualquier edad nos gustan los culazos.
Miramos a nuestro alrededor y estamos solos en la mesa. Hasta han quitado las sillas. Una vez más, no sé como lo consigo. Prueba a levantarte sin tambalear. Acaricio el brazo a la de prensa (una absoluta desconocida) mientras hablo con ella y tratamos de averiguar dónde nos hemos visto antes. Probablemente en ninguna parte, pero no se lo digo. A mi jefe no le sorprenderé, pero a mí sí, todos los días. y siempre por lo mismo.
Clink! 30 minutos. Su post, gracias.

lunes, 20 de enero de 2003

Bueno, aunque os haya destripado el final, os voy a colgar el poema entero.

EL DESEO SIN NOMBRE
¿Qué hacer con el deseo?
Para empezar no darle un nombre propio
ni confundirlo con el mero amor,
l'amour, la mugre,
ese canguro de noches lluviosas
que transforma al deseo en niño moribundo
y con una almohada, por su bien,
le aplasta la cabeza.

En cuanto tiene nombre propio
el deseo rebaja su estatura
de coloso que es cuerpo sin memoria,
simulacro de un dios venido a más.
El nombre propio enciende una linterna
que anula la extensión de sed y oscuridad
en que el deseo vive.
El nombre propio pone suelo exacto
al abismo, y un techo a la intemperie.

No hay construcción de hielo que lo apague,
ni incendio arrasador que lo contenga,
no hay costumbre que pueda exterminarlo
ni nombre propio que se haga su dueño.
Escritura profunda que murmura
la ansiosa melodía de estar vivos,
no preguntes qué hacer con el deseo:
disfruta de lo que él haga contigo.

(es de Bonilla, para los perspicaces y los suspicaces)
"no preguntes qué hacer con el deseo:
disfruta de lo que él haga contigo."

domingo, 19 de enero de 2003

Cuando llegué lo que quería era despertar a las brujas de mis compañeras para contárselo, gritarlo por la ventana del patio, subirme a la azotea para escribirlo en las paredes. Sí, sí, sí, muy adolescente. Pero es que fue tan bonito.