viernes, 20 de septiembre de 2002

Era martes. El día antes había tenido una agradable charla con El Jefazo, y me había dado una vuelta por allí. Pero fue el martes cuando tomé posesión de mi claustrofóbico, pero provisional despacho sin ventanas. Me conectaron la línea telefónica, me trajeron un ordenador y estuve toda la mañana haciendo unas complejas gestiones (os las explicaría, pero no las entenderíais) para conseguir unos bolis y un cuaderno. También intenté hablar con mi director o con alguien de la redacción en Barcelona. Lo conseguiría un par de semanas después, pero en aquél momento no tenía prisa. Luego, con la satisfacción del deber cumplido, me fui a dar un garbeo por los alrededores, buscando un sitio donde comer. Me fijé en un restaurante que ofrecía una carta alimenticia y otra musical, que indicaba lo que iba a sonar durante la comida. Seguro que pedí una ensalada y un filete, es lo que comía siempre. Volví al trabajo con ganas de probar mi ordenador y mi teléfono nuevo. Al llegar a mi planta vi a una becaria gordita llorando y hablando por el móvil: "no sé, ni idea, ha sido una avioneta que se ha chocado, estoy llamando y no contesta". Pensé: pobre chica, está fatal. Cuando entré, estaban todos mirando hacia arriba, hacia las pantallas de televisión situadas en las columnas de la redacción del periódico vecino. Había un rascacielos en llamas. Y la rubia púber a la que había echado el ojo por la mañana, parada frente a mi despacho, mirando embobada la retransmisión. "Ahora o nunca". "Hola, ¿qué ha pasado?". "No sé, lo acaban de poner, parece que un avión se ha chocado contra las Torres gemelas". Miro hacia arriba y otro avión se choca contra la otra torre. Alguien grita "¡otro, otro!". He comido bien, acabo de empezar en el trabajo de mis sueños, soy jefecillo, tengo un despacho. Y el primer pensamiento que viene a mi cabeza es que en ese mismo instante, allí, están muriendo, gritando, sufriendo cientos de personas. Se me revuelve el estómago.

"Santi, ¿estás viéndolo?". Durante muchos minutos hablamos de lo que pasa y de lo que va a pasar. La tercera guerra mundial. Igual siguen cayendo aviones. Igual cae uno aquí. "Coje un autobús y vente para acá pitando". "¡Para qué habré salido del pueblo!".

Mis primeras prácticas fueron en un periódico de una ciudad chiquitaja y tranquila. Siempre se abría Local con los acuerdos municipales. En aquellos tres meses de verano explotó una bombona de butano que se cargó un par de casas, un tren atropelló a una niña y los vecinos se amotinaron y cortaron las vías y, como traca final, la ciudad se inundó, algo que no había pasado nunca. Se cortaron la luz y el teléfono y tuvimos que irnos a otro lado a hacer el periódico.

Esta vez mi hermano también lo tuvo clarísimo: era culpa mía. Hablamos por teléfono y me lo reprochó. "Mira que siempre te tienen que pasar a ti estas cosas ¿eh?"