domingo, 18 de octubre de 2020

Un cartabón y una escuadra al borde del camino

Es una maravilla llevar toda  la tarde aprendiendo sin culpa ni complejos de El tiempo es un canalla, de Jennifer Egan y de Todos quieren a Daisy Jones, de Taylor Jenkins Reid. Es mejor el primero, pero el segundo me lleva, de una manera tosca, a donde quiere llevarme, que es a un sitio parecido a algunos lugares del otro, a la energía creativa juvenil que arrasa con todo, a esa manera de creer que somos inmortales para algo más que para acuchillarnos a ver qué pasa, para ese dejar los efectos de nuestra eternidad del instante presente aquí para siempre. De una manera poco sofisticada, lo de Daisy Jones me conduce a donde quiere que esté, que es emocionándome hasta la lagrimita. Claro que, para entonces, ya llevo tres vodkas y un atardecer mediterráneo sobrehumano o celestial.

Al de Egan, en cambio, no le sobra casi ninguna palabra, es elegante y de una precisión relojera. Y me alegro de saber apreciarlo, que antes no, yo, tan poco lector de novelas; menos, las actuales; aún menos, las traducidas. Me recuerda en el macramé a La mujer del viajero en el tiempo y me pregunto por qué  las novelas españolas tienen tan poco de sinfonía. Aquí la costumbre es echar a rodar el espejo stendhaliano al borde del camino y ver lo que pasa. Y lo que pasa es una liebre, un pino, un mulero, lo que pase. Valle, Baroja, Delibes, incluso Clarín. Incluso Cervantes, aunque el pobre bastante tenía con estar inventando la novela moderna como para ponerse a diseñar mecanismos que encajaran en todas sus partes. Sé que esa geometría anglosajona viene de la academia y también sé que hay una generación de escritores españoles que ya se han leído la guía de Gotham Writers y la están aplicando. Lo que no sé es por qué no es posible reunir eso con un conocimiento y una continuidad con los clásicos o semi clásicos propios (incluso desde la ruptura, que es otra forma de continuidad). Supongo que pasará. Fantaseo con que podría ser yo el que hiciera que pase, pero me falta academia, desde luego paciencia planificadora, y me sobran ganas de divertirme con lo siguiente. Que es una novela de personaje, uno con el que me apetece pasar muchas horas de juerga, no trazarle pisadas de delineante.