sábado, 7 de marzo de 2020

Un plomo de calaveras


La visión administrativa se ha desbordado desde el momento en que hemos visto cómo los políticos son un peligro para la vida cotidiana y hemos puesto nuestros ojos vigilantes en ellos, en todo lo que hacen, en todo lo que dicen. Entiendo que los que se dedican a tareas administrativas o legislativas no puedan evitar analizar la realidad desde esos supuestos, como mi hermana, funcionaria de la Junta y licenciada en Derecho con matrículas de honor, y a la que a veces veo con estupor analizar la realidad solo desde ese punto de vista, como si no existieran más. Pero el problema es que, al poner la cosa política en el centro (su parte más pequeñita, la de los matices normativos), estamos pintando el mundo, construyéndolo, de eso. Se ve en titulares, en tuits, en conversaciones. Nuestra tarea, la de todos, debería ser ofrecer nuestras propias visiones del mundo, del presente, del pasado y el futuro; para que su tarea fuera, contaminados sin remedio de títulos, capítulos y disposiciones adicionales, traducirlo a esa nada vaga astronomía de reglamentos nada inconcretos que llevan en las cabezas.