miércoles, 16 de julio de 2003

Dan igual los horóscopos adversos, el viento mordiéndonos el hueso de la risa, la intemperie del teléfono contigo pero sin ti. No importan la lluvia de interrogaciones haciendo sopa de nuestros parlamentos, las palabras de amor escondiéndose bajo los charcos, el termómetro de nuestra imaginación recogiendo símiles invernales a cuarenta grados en la calle. A paseo las ganas de correr a resguardo del granizo de lo que no sabemos, los trompos sobre la carretera de nuestros cuerpos ya no tan resbaladizos, las soluciones prácticas y evidentes de los ratos de claridad nívea. Yo lo que te prometí fue no dejarte ni un minuto sola. Y si me desdigo, será para ampliarlo: ni un segundo. Seré de roca (ciego, absurdo, solo y desnudo, parece que va a llover, parece que viene el diluvio universal). Estaré aquí, no me pienso mover.

martes, 15 de julio de 2003

Me dejan casi sólo en vacaciones y tengo que editar textos que dicen: "el clima y la luz mediterránea que nos saludan ante la mirada de las palmeras gigantes de la entrada". Las palmeras no miran, la luz no saluda, yo me desespero. En este reportaje los rosetones son magníficos, la comida muy buena y las calles muy bonitas. Y sólo me sobran dos mil caracteres. Y sólo es la una y media de la víspera del día de cierre.
Mi compañera E me confunde con el redactor jefe, que es el sabelotodo (y no lo digo por las gafas), y me pregunta por países conflictivos para no sacarlos en su sección. No debemos hablar de países conflictivos. "¿Ha pasado algo en Turquía?", "¿ha pasado algo? ¡no me asustes!". ¿Qué tal India?", "¿mucho calor?". "¿Has estado en Nueva York?", "no" (¿y esa a qué venía?). "¿Y Persia?", "Persia muy bien, en Persia están perfectos, saca Persia" (...) "oye, que Persia es Irán", "ah, no, pues entonces no". "¿Ho-chi-min?", ¿Ho-chi-min? ¿Ho-chi-min? ¡yo qué coño sé Jochimín!
Nos vamos a comer E y yo, y mientras me explica con profusión gesticulativa por qué nunca compartiría mesa con el maquetador nuevo, le da un sopapo a su cocacola que cae sobre la mía y ambas se vuelcan encima de mi pantalón, mi camisa y todo lo demás. Me espera una tarde pegajosa. Esta chica es una sicópata encantadora. Pero ya está mucho mejor. El verano pasado, cuando nos quedamos solos quemó mi papelera. Como el fuego era pequeño me la llevé al baño para apagarla y a la altura del ascensor se avivó nosecómo entre mis brazos y casi me quema las cejas. La tiré en el suelo y las llamas seguían creciendo, así que me puse a pisarla y se me atascó el pie dentro, entre las llamas. Pero ya está mucho mejor.
El director me dice que quite de mi texto los "lo cierto es que...", "la verdad es que...", "y es que...", que le parece que está leyendo a Buruaga todo el rato. "Eran para unir los párrafos". "Pues si quieres unir párrafos puedes usar puntos y seguido, puntos y aparte, comas..." Y es que lo cierto es que las disquisiciones de estilo son de lo más divertido que pasa por aquí.
Me llama mi niña. Dice que no me quiere hacer daño. Le digo que entonces no me muerda la próxima vez y ya está.
Me acerco humildemente al maquetador en prácticas. "Perdona, es que en esta página hay que meter...", "¡¡no!!, ¡¡ahora no!!". "Disculpa, no hagas eso, es que todos los textos los tengo que revisar yo antes de que los lleves a...", "¡¡¡nononono!!! ¡luego, luego...!". Jo, espero no haberle molestado.
Me llama la niña y lloramos un ratito.
Me llama la niña y me cuenta lo que lleva puesto y lo que no lleva puesto y a mí eso me anima mucho, porque a quién no le mola una erección continuada durante toda una noche de trabajo salvaje frente al ordenador. A mitad de conversación se queda dormida con mi voz sedante. Yo creo que sólo me quiere para eso.
Me llama la niña a las dos de la mañana y me pide que busque en google si había o no había gallos en la época de Jesucristo. Dice que si no no puede dormir, que le dan miedo unas profecias que ha oido. Hablamos mucho rato sobre los códigos ocultos de la Biblia y si creemos en Dios y si Jesucristo existió de verdad y eso.
Las dos y media. Ya queda menos.

miércoles, 9 de julio de 2003

Vine al trabajo con una camiseta de publicidad y barba de una semana, y mi compañera se puso a buscar a otro para que fuera a la inauguración del hotel. Hasta preguntó a gente de otras revistas. Así que salí del taxi un poco dormido y un poco acomplejado, la verdad, hasta parecía que el abrepuertas me miraba mal. Pero la que me recibió fue ni más ni menos que almu, que estaba también en minoría frente a todas esas corbatas, vestiditos, bisutería. Compartiendo el mismo disgusto, que así se hace más llevadero, entramos hasta el fondo, pero parándonos mucho, un poco amilanados hasta que nos hicimos con la situación, esto es, hasta que llegamos a la barra.
Me presentó a su amiga A, que tenía un problema superpráctico con sus pezones. En mi humildísima opinión, eso adorna cuantitativa y cualitativamente más que todas esas joyas falsísimas que había por ahí. Y que todos los problemas tenían que ser así.
El hotel creo que era el más grande de Europa o el que tenía más columnas de Europa o algo así. Las había de todos los pelos y colores y estaban puestas por aquí y por allá al azar, como en una instalación. Las que llegaban hasta el techo estaban hechas del mismo material que los espejos de la risa, debe de ser eso del metraquilato. En realidad todo el hotel era un ejemplo excelente de reciclaje y buen rollo ecológico. ¿Que no sabemos que hacer con la vajilla de la abuela?, pues la ponemos aquí, ¿que tengo unas cortinas del burdel que me cerraron? pues pa la puerta. ¿Que no le hemos encontrado utilidad a estos capiteles jónicos recuerdo de Atenas tamaño persona? pues uno a cada lado de la puerta. Y así todo. Por ejemplo lo de las columnas brillantosas era un material que no sabían que hacer con él. Que no sabían que hacer con él en los 70.
Y por lo demás, me cogí el pedo de todos los pedos, que he perdido mucha práctica. Me bebí mil copas, creo que esto es la edad y que ya me empieza a aparecer el instinto Imserso, que si veo algo gratis me pongo a la cola, sea jamón, copas o pegatinas.
Llegué a casa, me hice una pizza, por postear, posteé post-it para bob y O. por toda la casa (dibujos y tonterías), rompí un vaso (losientolosientolosiento), hablé con betty, que siempre se puede confiar en que a la misma hora esté un poco más pedo que tú, y mandé a mi niña un mensaje cariñoso, largo e intrincado. Qué bonito sería acordarse de lo que puse.
Por la mañana venía dormido en el metro, me he despertado en mi parada, he salido corriendo, se me ha caído un tebeo, he vuelto a por él, he salido, y allí al lado estaba A. Ya no tenía los problemas de anoche. Sic transit gloria mundi, qué resaca.