miércoles, 23 de julio de 2003

La comida y yo, un blog sobre bulimia.

Por aquí están empezarlo a hacerlo muy bien. Para una enfermedad del coco como ésta yo diría que viene estupendamente saber que no estás sola (o solo ¿hay bulímicos? tiene que ser que sí), que antes que a ti le ha pasado a alguien lo de la vergüenza, la culpa, el asco, pero que tarde o temprano necesitas que lo sepa gente de confianza, alguien que te ayude. Que como decía bandaluna en un comentario, es una enfermedad y cuando uno está enfermo va al médico, sin más. Vale, algunas enfermedades dan más vergüenza que otras, y uno puede estar años sufriendo en silencio las hemorroides hasta que se pregunta para qué o decide practicar sexo anal. Pero son enfermedades, con sus complicaciones si no se tratan, sus procesos y sus curaciones.
Pero lo mejor de este blog yo no creo que sean las grandes respuestas generales, esas están por aquí y por allá, por toda la red; lo mejor podría ser el relato de las batallas cotidianas, las perdidas y las ganadas, los avances pequeñitos y los grandes retrocesos, las decisiones, los amigos, los primeros pasos con asociaciones y médicos. Las historias de quienes están en plena guerra y también (e importa mucho) las de quienes las ganan o las van ganando. Betty dice que es imposible dejarlo, que quien lo cuenta miente. Supongo que no es la única en pensar así. A lo mejor un email o varios de quienes demuestran con su buena salud que sí que es posible podrían hacerle cambiar de opinión y darle esperanza.
¿Qué necesita este blog? Necesita co autores que cuenten su día a día. Los que lo tuvieron, los que pelean, los que están cerca de ellos. Necesita (urgentemente) una maqueta atractiva, alguien que pueda indexarlo adecuadamente en los buscadores, alguien que ponga unos comentarios. Necesita que la enlacemos y que la apoyemos y que la leamos. Ella desnuda allí lo que menos le gusta de sí misma y pone sus horas y su buena voluntad. Dice que si puede ayudar a una sola persona valdrá la pena.
Está claro que yo nunca había pensado un solo minuto en este problema, ni se me había ocurrido hacer nada por quienes lo están pasando fatal e incluso se están jodiendo la vida con él. Hasta que me lo encontré muy de frente. Es entonces cuando tienes que elegir entre volver la cabeza o aportar ese poco que tú puedes. Y te estoy pasando la pelota.
La comida y yo, un blog sobre bulimia.
El jefe me manda un email: "He recibido otra vez la noticia por otro boletín. Guardala por si la necesitas. Cuidado con las erratas en el corredor turístico que va de Mahahua al Pulticub".

miércoles, 16 de julio de 2003

Dan igual los horóscopos adversos, el viento mordiéndonos el hueso de la risa, la intemperie del teléfono contigo pero sin ti. No importan la lluvia de interrogaciones haciendo sopa de nuestros parlamentos, las palabras de amor escondiéndose bajo los charcos, el termómetro de nuestra imaginación recogiendo símiles invernales a cuarenta grados en la calle. A paseo las ganas de correr a resguardo del granizo de lo que no sabemos, los trompos sobre la carretera de nuestros cuerpos ya no tan resbaladizos, las soluciones prácticas y evidentes de los ratos de claridad nívea. Yo lo que te prometí fue no dejarte ni un minuto sola. Y si me desdigo, será para ampliarlo: ni un segundo. Seré de roca (ciego, absurdo, solo y desnudo, parece que va a llover, parece que viene el diluvio universal). Estaré aquí, no me pienso mover.

martes, 15 de julio de 2003

Me dejan casi sólo en vacaciones y tengo que editar textos que dicen: "el clima y la luz mediterránea que nos saludan ante la mirada de las palmeras gigantes de la entrada". Las palmeras no miran, la luz no saluda, yo me desespero. En este reportaje los rosetones son magníficos, la comida muy buena y las calles muy bonitas. Y sólo me sobran dos mil caracteres. Y sólo es la una y media de la víspera del día de cierre.
Mi compañera E me confunde con el redactor jefe, que es el sabelotodo (y no lo digo por las gafas), y me pregunta por países conflictivos para no sacarlos en su sección. No debemos hablar de países conflictivos. "¿Ha pasado algo en Turquía?", "¿ha pasado algo? ¡no me asustes!". ¿Qué tal India?", "¿mucho calor?". "¿Has estado en Nueva York?", "no" (¿y esa a qué venía?). "¿Y Persia?", "Persia muy bien, en Persia están perfectos, saca Persia" (...) "oye, que Persia es Irán", "ah, no, pues entonces no". "¿Ho-chi-min?", ¿Ho-chi-min? ¿Ho-chi-min? ¡yo qué coño sé Jochimín!
Nos vamos a comer E y yo, y mientras me explica con profusión gesticulativa por qué nunca compartiría mesa con el maquetador nuevo, le da un sopapo a su cocacola que cae sobre la mía y ambas se vuelcan encima de mi pantalón, mi camisa y todo lo demás. Me espera una tarde pegajosa. Esta chica es una sicópata encantadora. Pero ya está mucho mejor. El verano pasado, cuando nos quedamos solos quemó mi papelera. Como el fuego era pequeño me la llevé al baño para apagarla y a la altura del ascensor se avivó nosecómo entre mis brazos y casi me quema las cejas. La tiré en el suelo y las llamas seguían creciendo, así que me puse a pisarla y se me atascó el pie dentro, entre las llamas. Pero ya está mucho mejor.
El director me dice que quite de mi texto los "lo cierto es que...", "la verdad es que...", "y es que...", que le parece que está leyendo a Buruaga todo el rato. "Eran para unir los párrafos". "Pues si quieres unir párrafos puedes usar puntos y seguido, puntos y aparte, comas..." Y es que lo cierto es que las disquisiciones de estilo son de lo más divertido que pasa por aquí.
Me llama mi niña. Dice que no me quiere hacer daño. Le digo que entonces no me muerda la próxima vez y ya está.
Me acerco humildemente al maquetador en prácticas. "Perdona, es que en esta página hay que meter...", "¡¡no!!, ¡¡ahora no!!". "Disculpa, no hagas eso, es que todos los textos los tengo que revisar yo antes de que los lleves a...", "¡¡¡nononono!!! ¡luego, luego...!". Jo, espero no haberle molestado.
Me llama la niña y lloramos un ratito.
Me llama la niña y me cuenta lo que lleva puesto y lo que no lleva puesto y a mí eso me anima mucho, porque a quién no le mola una erección continuada durante toda una noche de trabajo salvaje frente al ordenador. A mitad de conversación se queda dormida con mi voz sedante. Yo creo que sólo me quiere para eso.
Me llama la niña a las dos de la mañana y me pide que busque en google si había o no había gallos en la época de Jesucristo. Dice que si no no puede dormir, que le dan miedo unas profecias que ha oido. Hablamos mucho rato sobre los códigos ocultos de la Biblia y si creemos en Dios y si Jesucristo existió de verdad y eso.
Las dos y media. Ya queda menos.