viernes, 17 de septiembre de 2004

Parece que fue ayer

PARECE QUE FUE AYER

Si no fuera porque es imposible, yo diría que ayer mismo estaba en La Habana, que el puñetero huracán no tiró ni una mísera torre del aeropuerto, pero llenó los vuelos de ese día y nos evacuaron a un hotel, que usé mis influencias para asegurarme una plaza en el siguiente y conseguí una habitación en la planta ejecutiva y un asiento en Business, que mientras hablaba de todo ello con el director, la morena del pantalón rojo y los ojos grandes me sonreía desde la barra, que cuando me quedé solo con mi daiquiri y pasaron junto a mí me decidí a seguirla hasta el comedor, que me invitó a sentarme con ellas, que la invité a dos daiquiris y el segundo nos lo tomamos en mi habitación, que no quiso besarme cuando se lo pedí, pero espero dos minutos para lanzarse (lanzarse) sobre mí, que asesinamos al pato de toallas que estaba sobre la cama, que le arranqué su pantalón rojo y sus bragas empapadas, que me rasgó la camisa y me hizo marcas por todas partes, que rodamos mucho, que gritamos bastante, que miramos el Malecón desde la ventana y nos duchamos juntos, que le gustaban mis ojos pero no mi barriga, que cambié mi plaza de Business por la de la chica que se sentaba a su lado, que cogió su avión a Milán, que se fue.

Que sí, que te he pegado los tarros con dedicación y toda la elegancia de la que he sido capaz, pero que no he dejado de pensar en ti ni una sola vez, que si he vuelto ha sido sólo por ti, vida mía, que este curso te voy a querer más que nunca.
Ah, y que he aprendido un par de trucos, yatusabes.

domingo, 22 de agosto de 2004

MOJAMA Y POESÍA

MOJAMA Y POESÍA

Estoy en una playa gaditana
a un metro de las olas, a mi espalda
una señora gorda canta bingo.
Yo, muerdo la mojama.
Y leo a Roger Wolfe o a alguien parecido.

Y aquí vienen mis cosas esenciales.
No sé qué hacían aquí, en la playa de Cádiz.

Ya no soy de un lugar, no de un sólo lugar
y me asombra saber que hay playas esperándome,
que seré yo otra vez en algún pueblo
que no sea mi pueblo castellano
donde no queda nadie.

Las palomas me rozan los ricillos,
los niños me rebozan en arena,
el sol se echa a dormir sobre el castillo
y se escoña la pobre winsurfera.
La morena me mira fijamente,
y abre lento las piernas y las cierra . . .
me entero de que he puesto la toalla
demasiado pegada a los servicios,
el guiri más hermoso del albergue
se hace arrumacos con la brasileña,
y me dice Walt Whitman que se atrae la materia.

voy a darle un besazo a la binguera.