viernes, 17 de enero de 2003

No sé si irme a Valladolor, quedarme en Madriz o ver mundo. Qué mal. Soy una duda. ¿Alguien quiere ser una respuesta?
“Me tatuaré tu nombre en la piel,
asi que no se te ocurra desaparecer”

Necesito a alguien que me diga dónde está Z o dónde hacen cirugía láser o dónde ponen tatuajes de pin y pon para que no me vuelva a pasar. Por favor. Gracias. (qué educado).

Llego a casa de Patri. Sólo una hora tarde. Está en la cocina hablando con V. la belga.
-A ver, me has contado todos los detalles, pero no me dices lo interesante.
-Es que está Vyf.
-Mira, me sé toda tu vida sexual y V. la mía, se la contaba todas las noches cuando la iba a ver.
-Bueno, pues estábamos en casa y empezamos a pillar y de repente me di cuenta de que no me apetecía.
-¿Y qué hiciste?
-Chup pársela.
-Jua jua.
-Es que se me da bien y así termina antes.
-Jua jua.
-Lo que pasa es que yo, hasta que no cojo confianza sólo hago eso.
-Pues a un montón de amigos míos les iba a encantar tu forma de relacionarte.
-Es que parezco una devorahombres, pero en realidad solo devoro una parte.
-Oye –dice V.- y tú que tienes experiencia, ¿no te parece que las pollas de los fumadores saben distintas que las de los no fumadores. Es que el chico con el que estuve no fumaba y era estupendo, sabía a Ambipur.
-Eeeh... ¿Cenamos?

Vamos a un bar de Lavapies, Esperanza Cabaret, y nada más entrar veo un cartel. Marco dorado, fondo negro, letras blancas: antes muerta que sencilla. Voy al baño, y me equivoco. El de ellas. Con peluches cruelmente colgados del techo. Segunda vez. El de ellos. Acierto. En la pared: es la falta de cariño la que llena los bares. Miro a mi alrededor ¿estará almu por aquí? ¿es esa? ¿el camarero es superfan de los blogs? Hablo con sus amigos. Hablo con él. Me dan un puzzle. Después de media hora de sed me pone las copas. Es lo que tienen los bares del buen rollito. Viva el botellón. No voteis a Ana Botella, por favor. Gracias. (qué educado).

El novio de mi compañera de piso se ha dado cuenta de que estaba borracho escribiendo esto en el salón y ha vuelto, no sea que se me hubiera ocurrido hacerla un cariñito. Hombres así hacen falta en España. Quién sabe. Soy un degenerado, asi que la demencia, la miopía extrema, el bloqueo olfativo, la sordera y la atrofia sensitiva podrían haberse apoderado de mí con la ayuda de las tres copas que llevo encima. Todos estos desgraciados sucesos quizá se hubieran confabulado para impulsarme a tirar la puerta de mi compañera de piso. Sí. Podría pasar. Hay que vigilar. Un caballero español nunca baja la guardia.

“Cómo cambian las cosas
cómo ha cambiado todo
cómo se abren mis ojos...”

martes, 14 de enero de 2003

No sé quién te dijo, Bob, que Al sur de Granada era insoportable. A lo mejor fue alguien demasiado urbano, o que nunca se quedó desnudo y temblando después de un amor arrasador, el primero. O que no se acuerda. Esa mirada final, la de la mujer que sonríe a su antiguo amante con los ojos de los quince años y ese amor puro e incesante, tan físico, a mí me hablan, son viejos conocidos. Tengo una carta que escribí a los 19 ó 20 para mi yo de ahora. Relato como subo una cuesta de mi pueblo, como me abro la camisa para sentir frío, aire, noche. Para sentir. Maldigo al que seré, al que soy, si prefiere la comodidad de estar abrigado, si no es capaz de encontrar toda la felicidad en un gesto como ése, en la consciencia de estar vivo.
A veces, cuando no funciona la memoria selectiva y tengo que pensar en ella, me doy cuenta de que cuando se fue sin una sonrisa, sin una caricia, sin un “hasta siempre”, cuando decidió que no existieran aquellos ocho años, no importaba tanto que me estuviera traicionando a mí. Eso qué más daba. Para entonces ya habíamos perdido todas las batallas. La auténtica traición se la hizo a la chica de 22 años que temblaba por primera vez, desnuda entre mis brazos. Y al soñador de 19 que le cantaba nanas, le recitaba al oído y recorría su piel lentamente, como si no hubiera ninguna otra cosa en el mundo, sonriendo con los ojos muy abiertos en la oscuridad. A ambos, que valían la pena.
Al menos yo sé que existieron, sé quiénes fueron.
Definitivamente abandono la casa el 1 de marzo. Ya sé cómo se sintió María José Galera, la pobre.

viernes, 10 de enero de 2003

RAZONES (egoístas) PARA IRME A VIVIR CON BOB

-Tiene una casa nueva, bonita y bien decorada. Aunque no significa mucho que lo diga alguien que establece la frontera entre la buena decoración y la mala a partir del tercer cuadro que contiene la lámina que venía con el marco. Además, que a mí las paredes pintadas de colorines siempre me parecen buenas. Y ultramodernas desde que vi a unos modernos en Londres pintando su casa en todos los tonos ocres posibles, incluidos techos.
-Tengo un baño para mí solito. Bueno, la verdad es que eso me da igual, pero tengo un baño para mí solito.
-No hay tele ni frigorífico, un adelanto.
-No hay cama, lo que me da la oportunidad de comprarme una cama de agua de hotel de Las Vegas, el sueño de mi vida.
-Cuando me paso toda la noche hablando sin parar no piensa (mucho) que soy un pesado. E incluso tiene el detalle de callarse lo pesado que soy por disculparme por quinta vez por lo pesado que he estado hablando sin parar toda la noche.
-No ha llegado a un grado suficiente de alcoholismo yonki como para beberse la botella de Rioja reserva 96 él solo en su habitación, y la comparte.
-Tiene todos esos libros que me quiero leer.
-Cuando le hablo de cosas de compañeros de piso, como dinero y nosequé me recuerda que lo importante es compartir otras cosas, que es el concepto que yo tenía, el mejor, pero que, al parecer, lo estaba perdiendo.
-Siempre que lleve a una chica a casa va a ser hospitalario y le va a dar conversación. E incluso, cuando pasen un montón de meses sin que entre en mi habitación más chica que esa encantadora que le limpia la casa con cariño, no va a mofarse con excesiva crueldad.
-Bob es divertido.
-Le gorronearé maría.
-El, en cambio, me saldrá baratísimo en drogas de las mías.
-Daré salida a las 21 botellas de vino y 3 de licor que arrastro dentro de mis cajas de casa en casa.
-Iremos de compras borrachos y me ayudará a cambiar de imagen y a llevar zapatos de una sola pieza.
-Conoceré a Cristina, aunque me tenga de porteador.
-Conoceré a la Hormiga.
-Cuando me deje la próxima chica me escuchará. O mejor, se emborrachará conmigo.
-Quedaré bien con mis amigos modernillos gracias al busto de Boomer del salón, les cuente o no la apasionada historia de por qué está ahí, en un lugar tan principal, la efigie de ese hombre elástico.
-Pondré a prueba mi lealtad cuando me encuentre a Bob con la cabeza de Boomer en el otro lado de la cama. Seré una tumba, y ni siquiera lo escribiré en el blog.
-Quedaré bien con mi amigo gay cuando le presente al atractivo Bob.
-Quedaré bien con las churris al menos en el intervalo que va entre el momento en el que vean ese salón minimalista y culto, con Bob en él leyendo, y aquél en que descubran que la cama es de agua.
-Me enseñará a no ser tan macarra y a no usar frases como ¿te ha gustado?, ¿te ha gustado?, ¿te ha gustado?, ¿qué diferencia has notado entre tu novio y yo? o habrá que repetirlo, ¿no?
-Podré lloriquear sobre lo difícil que está el sexo heterosexual, los subnormales códigos de seducción sine qua non y la necesidad de rebajarte. Y de parecer seguro de ti mismo, cuando de lo único de lo que estás seguro en esta vida es de que cantas fatal y te empalmas enseguida. Bob fingirá que le interesa muchísimo y que todo es nuevo y misterioso para él. ¿¡Qué mejtaj contando!?
-Si llegamos al verano nos bañaremos en la piscina.
-Voy a sostener el otro vaso tantas noches tontas como surjan. Si me pidiera otra cosa, como montar un mueble o afinar cuando canto en la ducha, pues no, pero eso se me da. Así que, me querrá.

jueves, 9 de enero de 2003

fernand0 me ha hecho un regalo encantador. Me hace mucha gracia la selección, dice que habla sobre él más que sobre mí. Lo cierto es que ha elegido los textos más metablogueros de esta página, aquellos en los que me dirijo a vosotros, o en los que explico mis motivaciones, mis procesos o lo que sea. GRACIAS. Guardaré la antología con cariño. Se lee bien así, descontextualizada.
Tu regalo me hace sentir aún más perro por no haberle colgado aún el mío a la pobre que tuvo la desgracia de que le tocase yo en el sorteo. Mira, churri, alguien tenía que apechugar conmigo. El año que viene tendrás más suerte. Pero en los próximos días colgaré tu detallito por aquí. Si te sirve de consuelo, tampoco he cumplido con el amigo invisible de mi hermana ni con el de mi sicólogo, otros a los que la fortuna les ha vuelto un poco la espalda estos reyes con lo del sorteo. A lo mejor resulta que a partir de ahora todo os sale bien en el AMOR, sólo facilidades, días de sol, noches de mimosín entre las sábanas y ratos tan suaves que resbalais dulcemente. Ojalá. No sabeis cuánto me gustaría.

Anoche le dije a Noe que me había enrollado con Silvia, no sé por qué mentí, estoy tontísimo, nunca había hecho algo parecido. Sólo me dio medio piquito. Y claro, estoy pensando que cuando vuelva de Egipto debería enrollarme con ella para arreglarlo. Si se deja. Y si no se deja, doble mal rollo.

miércoles, 8 de enero de 2003

Delante de mí hay un inmigrante con una toalla. Pensión Serantes, 12 euros la habitación doble. Sin ventana, eso sí. Un único baño. Y como se me ha olvidado el gel, me tendré que duchar con el jabon de las manos. Y como se me ha olvidado la toalla, me tendré que secar con esa miniatura robada en un hotel de Mallorca que me ha ofrecido gentilmente el servicio de habitaciones. Las camas son plegables. No hay bombilla en el techo, pero hay una lámpara. Todo cruje. Una bonita decoración de baúles antiguos, alfombras años 50 y suelo de madera que le hace los graves a la cama. Bueno, a lo mejor no es cosa del decorador, igual es que la alfombra y los baúles y todo lo demás lleva aquí varias décadas. Cuando estuve alojado un mes en este establecimiento, mientras buscaba piso, hace cosa de 6 ó 7 años, no me pareció tan sórdido. Se me hacía divertido, con el punki alemán antifascista con el que me iba de copas, los australianos que estaban esperando sus bicicletas para empezar el Camino de Santiago, la asombrosa orquesta rusa que tocaba en el Arriaga. Habían conseguido repartirse, los quince, entre tres habitaciones. Y sobre todo, con esos gémidos nocturnos, tan intensos, tan estruendosos la noche aquélla desde la habitación de al lado... Fue fantástico ver salir a dos jovencitas inglesas con sus mochilas. Os aseguro que las de Tatu os dejarían refrigerados a su lado. Francamente, siempre me ha parecido una memez sentir morbo por las chicas a las que les gustan las chicas, tan poco práctico. Pero es inevitable después de un concierto gutural de horas y horas. Mucho mejor que los ensayos de los quince músicos. Al menos una de ellas tocaba con mucha más maestría, eso seguro.
Pero bueno, ahora ya es otra cosa, son inmigrantes negros buscándose la vida en su día libre. Y no me dan conversación y yo tengo mucha prisa. Y nadie gime. Me voy a comer un bocata. Solo. Porque he marcado tres veces mal la clave del móvil y se me ha ido al carajo. Ahora, tarde, me acuerdo del código pin, pero sólo me pide el maldito pon. Creo que Bilbao no es la ciudad ideal para que la pasee solo, hay un recuerdo traicionero agazapado en cada esquina. En los letreros de los cafés. En un jardincillo. En la orilla de la ría donde veíamos a las gaviotas sobrevolar nuestro coche mientras la leía mi último cuento. En el metro de los últimos días. En el puto Burger King. Así que me meto en el cine a ver lo que echen. Quién me lo iba a decir, vuelvo a Bilbao y me meto en el cine. ¿Dónde están mis amigos? ¿Ni siquiera me apetece pasear por la ciudad que más noches me he pateado? Echan la de 007, pero bien, porque me compro un montón de marranadas y me las como y me quedo dormido enseguida y salgo con una sensación agradable, más descansado. Preparado para la noche en la que "que sueñes con los angelitos y que no te piquen los bichitos" pasará de ser una frase tonta a lo que le he pedido a los reyes.


Por qué será que me acuerdo ahora de dónde estaba yo el año pasado, más o menos por estas fechas. Era una ciudad balneario que ya utilizaban los romanos como centro de vacaciones. Señorial, cara, pulcra. Estaba alojado en un gran hotel europeo, un cinco estrellas, supongo, y me habían dado una suite con el nombre de un lord, una cama enorme, una tele de pantalla plana, un dvd, unas vistas a un jardín inglés con una arquitectura de veinte siglos, fuentes, su pequeño laberinto. Cené en el restaurante del hotel. Cocina de autor, una torre coronada por un champiñón gigante y en cada capa una delicatessen y una salsa. Una de las noches me acompañó un ratito en mi habitación la guía turística con las (con perdón) tetas más extensas (grandes es insuficiente) que he tenido y tendré nunca en mis manitas. "Yo esto no lo hago nunca", insistía. "Mejor, porque como te venga una excursión de japoneses..." Ay, las enamoradas de Neruda, cómo son de soñadoras. Y luego a visitar palacios, mueos, termas, catedrales altas y distinguidas. A comer con los simpáticos representantes locales a los que no entendía ni jota. A mandarle mensajes a Ana la Multiorgásmica. Siempre que voy a Inglaterra me lío con una Ana. Siempre que vuelvo, me la encuentro desenamorada.

Yo el contraste lo veo con diáfana claridad, no sé vosotros. Puñetera crisis. En fin, si no quereis que esto vuelva a pasar, por favor: sed solidarios y COMPRAD REVISTAS. Cinco Estrellas, sí. Pensión Serantes, no. Nunca Mais.

(para que luego digan que mis posts no tienen moraleja)

sábado, 4 de enero de 2003

Estaba claro que con Marta no, que un tipo con este historial, un elemento que ha bailado jotas segovianas en Coca, que ha ganado un reloj en el concurso de poesía de su pueblo, que se lo gastaba todo al póquer en la cafetería de la universidad mientras desayunaba un sol y sombra bien cargado de anís, que leía a Góngora en un pinar de su pueblo, después de bajar la cuesta de la Pio ja en una destartalada bicicleta sintiendo, feliz, el viento en la cara, un chavo que se sentaba a ver el atardecer sobre el páramo castellano mientras escuchaba a un paisano contándole lo buenas que eran las canciones de Jorge Negrete, un pollo que se pasó la pre adolescencia haciendo de acomodador en el cine de su padre, robando botellines vacíos para revenderlos, descubriendo el sexo en recortes de Interviú o en la vecina que tomaba el sol en el césped de la piscina de la urbanización, un chico que empezó a fumar hace un par de años, que descubrió las drogas en el 2001, que tiene una fijación estúpida con las peluqueras, que juega con los niños y huye de los perros, que llora con algunas poesías, un cafre que quemaba moscas en el horno de leña de la señora P atro, que le rompió la nariz al presunto rico del pueblo que le había robado al amor de sus diecisiete, que, antes de ser apaleado, insultaba a los tipos que venían en manada a provocarle porque les caía mal, un pardillo que aún se emociona cuando una chica nueva le baja los calzoncillos despacito y le pregunta ¿puedo?, que confunde el amor con cualquier otra cosa relacionada con la acumulación de sangre en un punto que no sé, que iguala unos ojos cualesquiera y su cosa blancuzca con la idea platónica de la belleza, la verdad, la virtud... alguien así, con todo su mestizaje desfasado, no tenía mucho que hacer con una enamorada de lo nuevo, siempre reiniciando desde el mismo punto. Estaba claro que ella se iba a quedar con el tipo del pendiente. Lo que no era tan evidente al principio es que fuera a preferir antes al otro y antes al otro y antes a cualquier otro. Vaya. Pintan bastos en virgenfuriosilandia.
Lo que pasa es que no sé, que soy transparente, que soy incapaz para la sofisticación y el artificio, que no debería pertenecer ni al club en el que me han admitido como miembro por error. Porque no podría ser mod, ni rocker, como quise justo cuando volví de la peluquería con ese tupé clavadito al de Elvis, justo antes de que mi madre me metiera la cabeza debajo de la ducha. Ni neoliberal, ni grunge, ni de esta tribu de periodistas, ni de los jóvenes escritores triperos (y eso que en teoría eso debería dárseme bien: congresos y subvenciones), ni de mi grupo de amigos, ordenados, reposados, cómodos, incluso los que se creen transgresores. Ni de mi casa, ni de mi cuerpo, ni de mi mente. Estoy fuera. Expulsado del paraíso. Non grato en el purgatorio. Aburrido para el infierno. También soy demasiado siglo XX y un poco siglo XIX y una pizca del XVII. Ya es tarde, ya no puedo, no puedo ser un objeto de consumo. Con lo que me gustaría. Hasta siempre Martita, no hay nada que yo pueda hacer. Me molaban tus piernas y tus medias de rejilla. Te habría mordido.
Menos mal que mañana voy a Bilbao, menos mal que he quedado con la hermana de mi amigo. No todo está perdido, quizá me pida otra vez que la atice, como cuando estábamos en la cama de la peluquería de mi ex y me daba patadas para que la sacudiera. Aunque yo me conformaría con un poco de sol o de chirimiri para hacer la fotosíntesis, con recorrerme la noche bilbaína con provecho y escribir otra vez un texto que arranque una sonrisa o boquiabra un momento a mi redactor jefe. Sólo eso. Saber que tengo la palabra exacta. Mínima, nada espectacular, pero ajustada.
O quizás me compre unos libros viejos en la Plaza Nueva de Bilbao y les pinte un ex libris con una fecha de después del 2000 y una frase que escribió Baudelaire en el 1800. Hay que ser sublime sin interrupción.

viernes, 3 de enero de 2003

Vuelve uno de las vacaciones un poco... iba a poner deprimidillo, pero resacoso es más exacto. La nochevieja terminó a las cuatro de la tarde del uno de enero y siguió con un bonito viaje infernal en tren. Así que después de todos mis buenos propósitos, me levanto a las once y media. Coño, las once y media. Y me voy a trabajar sin ducharme ni afeitarme ni despertarme. Me han dejado una lista de tres folios con las cosas que tengo que hacer durante las vacaciones de los demás. Creo que voy a contestar el correo. Email de Ana la Cocainómana: "Del día tal al día tal no estaré en la oficina, contactar con mi compañera XX" (XX, vaya nombre que le pusieron sus papás). Mi neurona legañosa se abre paso entre toda ese material de despojo que debo de tener dentro del cráneo, y decide que eso ha sido un intento de comunicación, un año después. Contesto. "Feliz 2003 para ti también. besos". Al minuto me llega un correo de Ana que dice: "Del día tal al día tal no estaré en la oficina, contactar con mi compañera XX". Vale, era su mensajeador automático y no ella quien me escribió. Cuando llegue y encuentre mi email se reafirmará en la idea de que soy gilipollas. Encima dándole argumentos. Abro el número de este mes. Una mierda, una mierda, una mierda, una mierda. Bien, escribí cuatro mierdas una detrás de otra. Genial. Llamo a Silvia. Le había dicho que no podía comer con ella porque quería recoger mi habitación al mediodía (ja), pero creo que ahora es más urgente lo de cogerme un pedo vespertino y reirme un rato de mí mismo. Vamos al restaurante al que llevo a todas mis visitas. Con el menú del día nos ponen un Rioja reserva del 95, qué majos. Y no es vinagre. Nos ventilamos la botella. Una copita de anís del Mono. Otra de Marie Brizard en otro bar. Hablamos de amor y casi llora, hablamos de amigos y casi llora, hablamos de trabajo y casi llora. Le acompaño hasta el taxi dando tumbos. Me besa en la esquina de los labios, mala puntería, me he movido mucho. Me pillo una cerveza en la máquina. Trabajo un rato. Quedo con Z. Me despisto y en vez de esperarla en la máquina del café me quedo en mi sitio, así que todos la miran y todos cotillean. Desde que nos enrollamos ha tenido cuatro viajes y un catarro y medio, así que casi sólo nos vemos en los pasillos. Reímos. Quedamos en ir a cenar juntos cuando vuelva, para celebrar que he terminado mi libro. ¿Sigue pendiente el viaje al Caribe? Sí, claro. Ella se encarga. Le pregunto que si se ha hecho algo en el pelo, que está muy guapa. Me dice que no. Pues entonces estás tan guapa como entonces. Tú también estás guapo. Le pregunto si lleva una de sus camisetas. Se sube el jersey y me la enseña, es la de cuando la conocí, de la que hablamos en nuestra primera conversación. Entonces y ahora sigo hipnotizado, pensando en lo bien rellenada que está esa camiseta, pero sólo me atrevo a hablar del diseño. Ahora además tengo un recuerdo brutal que me tensa las manos. Mantiene el jersey alzado mucho más tiempo de lo adecuado. Mantengo las manos más inmóviles de lo que me gustaría. En la puerta del ascensor le cuento que le he hablado a un amigo de ella, y que me dice que no son normales tantos viajes, que a ver si va a ser que no me quiere ver. Hablamos luego por teléfono y me dice que le explique a mi amigo que... Vale. Me voy al cine. En ninguno echan nada bueno. Ah, sí, en el Princesa están reunidas todas las pelis que quiero ver. Me duermo en un taxi y se me pasa un poco la cogorza. Con una botella de agua en el bolsillo del pantalón y una coca cola del Mc Donalds con pajita y todo asomándome por la cazadora (hay que combatir la resaca temprana) pido una entrada para El traje.Voy a pagarla y la taquillera me dice "no, déjalo". Sin siquiera un gesto de sorpresa doy las gracias y entro.
¿Os había dicho ya que me encanta el Madrid oceánico? Semper eadem. Siempre la misma y siempre renovada.