Me he quedado dormido en el tren y, veinticinco minutos después de que se parara, me he despertado en un vagón vacío. ¿Es posible que ni una de las cerca de cien personas que viajaban conmigo haya sido capaz de zarandearme y decirme que ya habíamos llegado? Sigo descubriendo Madrid.
Con las prisas me he dejado los zapatos que me regalaron por mi cumple. Deben de ser carísimos. He bajado corriendo al andén y el tren estaba parado en un semáforo. Cuando ya estaba llegando a la ventanilla, el maquinista ha arrancado. Mis zapatos, de todas formas, estaban en "atención al cliente". Resultado: una hora y media tarde al trabajo, mil quinientas de taxi y juro que nunca me volveré madrileño in that way. (Lo siento, es que tengo que practicar inglés)
La fiesta fue la bomba. Se me pasó volando, amaba a todo el mundo, cada vez que llamaban al timbre me daba un subidón. Y eso sin drogas y sin cenar. Treinta personas. Gente a la que quiero, gente a la que podría llegar a querer y gente a la que me tiraría. Acabamos en un karaoke a las ocho, previo paso por un puti del que casi salimos agujereados. Mantuve el tipo mientras mi amigo insultaba al dueño y salvé la situación con algo de diplomacia. Cuánto autocontrol, casi no me reconozco. Llegué al trabajo a la una.
Cuando apareció Nuria en la fiesta casi me pongo a llorar, nos dimos un abrazo de diez minutos, le regalé los pendientes y la pulsera de plata que la había traído de México, nos dimos un abrazo de tres minutos y casi me pongo a llorar cuando se los puso. Le dije que creí que ya no quería saber nada de mí ("qué poco me conoces", contestó) nos dimos un abrazo y casi me pongo a llorar. Todo el mundo se lo pasó muy bien, fuimos más de treinta, les encantó mi casa, mi terraza y mis invitadas. Casi me pongo a llorar cada vez que uno se iba a casa. Apenas crucé dos palabras con Noelia. Sólo le dije. "Has venido muy guapa, pero no te lo quería decir delante de todos estos". A mi derecha, sentado con una cerveza, estaba mi/su compañero de trabajo. Después de esa cagada no sabía muy bien qué decir. Creo que podría gustarla. Fue ella la que eligió los zapatos, Camper, marrones, de piel, con ribetes rojos. Qué buen gusto. Me sonríe a veces. A mí se me pone cara de bobo, y se me nota. Eso es lo malo, como siempre.
En Valladolor me pasó una cosa muy extraña. Si hace un par de fines de semana llegué a la conclusión de que Carmen no estaba a la altura de Noe, y que eso es lo que cuenta más que quién esté interesado en mí y quién no, el sábado me parecieron geniales los diez minutos que estuve con ella. Si hay algo que me atrae irremediablemente es la gente activa, divertida, hermosa y rabiosa, virgen y furiosa. Cuando llegué al Malecón Carmen estaba bailando sobre la barra ("como una puta de diez dólares", según mi amigo J.). Yo apenas vi el baile, porque estaba en el baño metiéndome mi primer trozo de pastilla de la noche. Estaba resplandeciente, vestida de blanco, más desnuda que nunca con esa ropa apretada. Parecía feliz, me sobaba cuando hablaba conmigo. Sólo que se fue a los diez minutos, no sin antes enrollarse con un tipo de 1,90, según vió mi amigo Jorge Dosneuronas que, por lo demás, nunca se entera de nada. Pongamos que se enrolló con ese tipo y se piró. Más a mi favor. Coño, cuanta vida tenía Carmen el sábado. Nada como la furia.
Su amiga (también es mi amiga, pero supongo que menos) me preguntó el domingo por ella: ¿te gusta? sí ¿por qué te gusta? porque es una posibilidad -debería cambiar ese argumento, lo he utilizado demasiado ultimamente, claro que peor sería decir la verdad completa, me venía a la cabeza, peligrosamente, la palabra tetas- ¿para qué la quieres? es curioso, pero por una vez, no me apetece tanto acostarme con ella con urgencia como empezar algo y hacer cosas juntos. Creo que eran las respuestas correctas. Coincidió que además eran verdad. Me pasé todo el domingo pensando en ella. Ya no me entiendo.
El sábado terminó cuando me encontré a unas amigas. A una de ellas le había mandado un mensaje hace unas semanas "¿nos enrollamos?" "sí". Con ellas y sus amigos acabé en una discoteca. Un par de trocitos más, para que me dé el globito, venga. Le recordé nuestra conversación por sms. Sonreía. Al rato se estaba enrollando con uno de los tipos. Dos en una noche. Dice Rafa que es que las doy suerte, que doy suerte a todo el mundo y que es un chollo salir conmigo porque todas se acaban enrollando con qlguien que les gusta. Humor negro.
Estoy agotado hoy. Si me enrollo con alguien que me guste proximamente¿dejaría de darle vueltas a todas esas cosas? ¿por qué tengo siempre unas quince candidatas, aunque a menudo haya una o dos principales? ¿me amo a mi mismo?
"¡Oh innoble servidumbre de amar seres humanos,
y la peor de todas
que es amarse a sí mismo!"
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