Paradojas. La historia de S.
La historia de S empieza cuando salí del Palace (ver 7 de febrero) y me fui a una fiesta cubana. Allí había quedado con S2 en lo que parecía una cita galante. Lo parecía hasta que su amiga S3 (bueno, por seguir haciendo eses, porque no sé cómo se llamaba) me contó que hoy se había enterado de que estaba embarazada. Por eso estaba tan contenta, por eso había dejado de fumar y de beber ese día. Y no porque se alegrara de verme y hubiera decidido estar sobria durante todo el proceso de seducción. Ejem. Luego había quedado con S. Nada más verme me besó en la boca. Un beso en la boca no compromete a nada, pero suele ser prologo de algún lío del que no vas a saber salir. Matemático. Fue la noche aquella en la que nevó un ratito, justo en lo que cambiabamos de bar.
Para el siguiente nos besamos más.
Se fueron todos, y S3 se quedó con S y conmigo, a cuál más pedo. Bueno, ganaba S3. La dejamos hablando con nosequien y nos fuimos a una esquina de la barra, hasta que la camarera se acercó a decirnos que nos controláramosun poquito, que había una cámara encima de nosotros y habían bajado a darle un toque. Era divertido, pero yo estaba empezando a tener remordimientos. Estaba tan enamorado de burbuja. Sin esperanza, además, que parece que es más amor el amor sin esperanza.
Así que cuando S se fue al baño yo abracé a S3. Cuando volvió, estabamos acariciándonos la espalda y mirándonos a los ojos. Vi la cara de cabreo de S y pensé que ahí se acababa todo. S3 dijo "qué majo es este chico" y S sonrió y contestó: "sí, yo le quiero un montón". Para las despedidas, mientras S hablaba con unos mexicanos que nos encontramos en la calle, S3 me contaba lo bien que le había caído y yo le di mi teléfono. "Si quieres, podemos quedar este fin de semana". Sonreímos.
Al día siguiente me llamó S2 para agradecerme que hubiera cuidado de S3, que la hubiera alejado de unos tipejos que andaban por ahí y que hubiera sido tan atento. "Eres un caballero", me dijo. Sí, el caballero negro.
La siguiente vez que vi a S fue un lunes en el que iba a comer con burbuja, pero no nos llamamos y sentí mi cuerpo como vacío, como flotando, como estremecido todo el día, algo lo suficientemente físico como para alertarme de que iba por muy mal camino. Porque las desesperaciones mentales ya me las sé, me pasó todo el día masturbando las neuronas, y luego nunca es nada. Pero cuando notas como si un bicho te estuviera paseando la cabeza, como si tu estómago estuviera a punto de echar a volar, malo.
Hablé con S y quedamos para cenar. Después, se quedó en el aire la idea de tomar el postre en una cama. Pensé que me sentaría bien después de tres meses, que me dejaría de doler, que las cosas se recolocarían solas, amor, deseo, enamoramiento, fascinación, tonteo, exaltación ante un objeto artístico. Cogería la proporción exacta de cada cosa, la que convenía a lo que se podía y no se podía hacer, como el tipo práctico que soy, y la colocaría sobre mi idea de burbuja.
Como las brujas estaban en plena actividad tocahuevos por aquella época y no me sentía capaz de inspirarme con ellas al otro lado de la puerta dejando notitas y maquinando, deslicé algo descabellado: entrar en el club de intercambio que había justo enfrente de mi casa. Se aprobó. y durante cuatro horas o cinco horas estuvimos bañándonos en el jacuzzi, entrando en la habitación del sado, en la pirámide del amor, riendo y bebiendo. Cuando por fin nos decidimos, cuando estábamos solos sobre un colchón, pensé de pronto en burbuja, en lo que yo sentía, en que por un momento me quiso pero ya se le había pasado. Y tuve el primer estruendoso gatillazo de mi vida.
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