BONILLA ME PONE TONTO DEL CULO
Vengo de una cena estúpida de estúpidos estúpidos estúpidos italianos. Bueno, no, no eran estúpidos. Eran listos de más. Pero todavía no he conocido uno dedicado a la cosa pública que no lo sea. Esto consistía en una celebración de un institución deportiva que apoyaba la difusión del turismo y la gastronomía italiana aprovechando una maratón que se celebraba en Madrid. Lo que pasa es que la maratón se corrió hace dos semanas, había unos tres periodistas (incluyéndome) (bueno, quizás dos) para doce italianos con cargo venidos de Italia y no había ningún deportista. De hecho yo era el que tenía mejor tipín en esa mesa y eso ha sido lo más positivo de la cena. Unos folletos plastificados calidad jabugo sólo válidos para el evento, un programa de festejos in crescendo que no termina hoy ni mucho menos y, en fin, un viajecito fantastiquo. Años viéndolo y nunca dejan de soprenderme los imaginativos usos del dinero público italiano.
Total que me he vuelto paseando, que si el moscato, que si el friuli, que si el passito y he llamado a Merteuil. He sido sincero, que es una cosa que hago más de lo que debería, y le he dicho que la llamaba porque no tengo a nadie a quien llamar a esas horas y contarle mis tonterías. He dicho las palabras funghi porcini y nos hemos espiolao de la risa. No es únicamente que con una ex te puedas reir de cosas que os pasaron y que sólo sabéis vosotros. Es que no creo que a nadie más le vaya a hacer gracia mi absolutamante insoportable obsesión por cualquier cosa que llevara funghi porcini (para comer, para cenar, ¿no lo tienen para desayunar?) durante unos cuantos días en un pueblo perdido del norte de Italia sólo porque me hacía gracia el nombre: seta cerdo. Es por eso que me da una pereza infinita pensar en otra relación ¿cuánto tiempo tardará la nueva en entender mis chistes? ¿hay alguna garantía de que no me estrangule antes? Y bueno, como de costumbre, de follar ni hablamos.
Pero todo esto no tiene ninguna importancia. Yo lo que os quería contar es que cuando he llegado a casa tenía mi pedido de Casa del Libro encima de la mesa y venía con el último libro de poemas de Juan Bonilla. Y lo he olido (regular) y me he leído el primer poema, que en 18 versos detalla sus números de cuenta, sus direcciones de correo, sus nicks de todas partes y las claves de cada uno para terminar con esto:
Creo que nunca antes un poeta
había puesto tanta intimidad
al alcance de sus lectores.
Y será que tienen razón los que escriben que Bonilla la cagó cuando cambió la lírica por el ingenio. E igual esto se parece más a un chiste que a un poema. Pero me da un escalofrío completo y lento, de abajo arriba y me entran ganas de llorar como una groupie y de reir como un sicópata. A la vez. Porque soy fan, superfan, y Bonilla me pone tonto del culo.
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