No sé si las cosas van así, si los chicos se identifican con
Bestia y las chicas con Bella y ya. Supongo que no, que habrá un mezcladito,
Bella, Bestia, cada uno un ratito, cada pibe la cosa que sea en su momento. Yo
he empezado con Bella, la rarita del pueblo que leía libros, pero enseguida he
sido Bestia, el que no quiere a nadie y al que nadie quiere. Los feísimos,
Bestia y yo, que se me ha roto un diente y lo intento tapar con una barba
desbocada y parezco un sócrates yonki. Tanto he sido Bestia, que me he pasado
llorando de la mitad de la película en adelante, que dura dos horas. No sé si
cuando vi la original, la de dibujos, lloré. Si lo hice me escondería, porque
iba con dos amigos a los que no les pegaba nada Disney. Sólo recuerdo eso, que
me preguntaba por qué mi amigo se empeñó en que fuéramos a ver esa peli.
Precisamente ese amigo, que era un crío de temprana filosofía rocosa: trabajo,
familia, pueblo. Creo que me pasé la película esperando que ocurriera algo que
justificara el que él nos hubiera llevado. Me acuerdo sólo de eso y del baile,
que era un tiovivo que te centrifugaba las emociones.
Justo esta tarde pensaba en que no es que tenga el corazón
roto por las decepciones, es que he tenido un montón de corazones sucesivos. Los
he roto todos y los he ido reemplazando, como los móviles. No sé de dónde
sacaba los otros. Éste es del Rastro, mugriento y deshabitado. Lo pensaba
porque, entre todas las cosas prosaicas y burocráticas de mis días de ahora, ha
sonado la canción no tan moñas como parece que me recuerda a la Chica Confetti. Y puede que ese sea el
único recuerdo en el que me detengo y está bien, el único que se salvó de la
portabilidad de corazones, corazones. Ella se acuerda de mí cuando oye esta canción,
aunque igual no suena muy a menudo a su lado del Atlántico.
Llevo un tiempo creyéndome todas mis objeciones contra el
amor romántico, creyéndomelas de verdad, no como cuando las gritaba fuerte y
con golpe en las barras de zinc malasañero. Pero se me olvida -y me lo recuerda
Bestia- la función que tiene la esperanza. Tendrá que anticipar un un amor
raro, vale, vale porque otro no va a valer, pero que sea esperanza. Recuerdo
que entendí de verdad lo importante que era la esperanza en Cuba. En Cuba hagas
lo que hagas nunca vas a mejorar, no vas a poder cambiar de vida, no vas a poder
prosperar. Cuando la esperanza se te cae, o te la caen, tienes que tener muy
buen conformar, quedarte con lo que hay y ya nunca –nunca- aspirar a nada más. ¿Cómo
se puede vivir así? ¿Cómo he podido yo vivir así? Sobreviviendo. Me recuerda
David que ya no tengo 20 años, me lo recuerda todo el rato. Que sí, claro. Pero es que no es una cuestión de
edad, yo nunca he sido de otra manera, sólo cuando me he escondido. No volveré
a la vida de verdad hasta que no pueda sentir alrededor la belleza, la verdad y
la justicia. Verdad, justicia, belleza: yo os convoco.
1 comentario:
Aquí Justicia
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