Hace muchos meses que se me rompió la persiana y decidí no
arreglarla. Quería ver si así, con un truco tan zafio, cambiaba mis ciclos de toda la vida y me volvía diurno. Funcionó. Ahora, me despierto como las princesas Disney, cuando los pajaritos
cantan, las nubes se levantan y un rayito de sol tiene a bien posarse en mis ojos o yo tengo a bien darme por enterado. Todas las mañanas, antes de salir de la cama, me imagino
con todo el detalle levantándome de un salto, particularmente, con el salto en espiral
que da Ryu en Street Fighter cuando gana la pelea. Luego, la realidad resulta
ser mucho más crujiente, cruje el colchón, cruje mi espalda, ññic, craj, y es
un espectáculo penoso que menos mal que no ve nadie. Peores son los días en los
que he intentado el salto.
Ryu sale mencionado en el libro que estoy escribiendo. Voy
diciéndolo por ahí: por fin estoy escribiendo un libro de relatos por fin. Lo digo
porque pienso que ya no tiene vuelta atrás, que ya todas las mañanas de mi vida
me levantaré con las legañas que sean, con la resaca que sea, con el trabajo
atrasado que tenga, y me pondré a escribir durante los primero 90 ó 120 minutos
del día. Si lo dejo para luego, la vida, perra o gata, se me mete en el cuerpo
y ya no estoy para escribir. El ritmo es de dos o tres párrafos al día, así que,
sí, calculo que necesitaré todo lo que me queda de vida para escribir este libro.
Digo también que esto está siendo una montaña rusa emocional
(en el libro descarto estas expresiones mierderas, no os preocupéis) pero en realidad no, en realidad es todo bajada y caída. El libro se planeó hace años, en un momento de introspección
sicoanalítica, cuando yo creía en esos viejos cuentos, y arreglar el material que
tenía me supone bucear por recuerdos que estaban bien donde estaban, o sea, que
no sabía dónde los había puesto y mejor así. Los momentos de subida fueron solo
al principio, cuando me sentí poderoso cerrando párrafos e historias. Pero
resulta que ya no lo vivo con el arrojo épico de los primeros días. Y que, ayer, como no fui directo a escribir, pasé todo el día -y no es la primera vez- sin apenas
levantarme de esta silla, planeando viajes imaginarios entre Skyscanner y Booking, sin hacer nada de lo que me había propuesto, ni literatura ni trabajo
atrasado. Ni ir al gimnasio, y la llave de acceso me mira rencorosa desde el
borde del espejo en el que le crecen las primeras telarañas del otoño.
Que resulta que a los castillos en el aire también se les resquebrajan
los muros, qué sorpresa.
2 comentarios:
A eso se le llama TDHA - Trastorno por déficit de atención con hiperactividad.
¿Sí? ¿Por qué lo piensas?
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