Ayer se me iluminó la cocorota, como a un esqueleto de la era atómica. Estaba escribiendo la entrada pequeñita de un pretendido diario diario que ya naufragaba al segundo intento. Mientras, con la otra mano quedaba con una chica mexicana que parecía encantadora, lo que me devolvía un poco la extraviada fe no solo en Tinder, si no en la humanidad. Y quizá fue por eso que releí alguna vieja entrada mía y me entró una ya desusada fe en mí mismo. Luego fue todo subir y subir y venirme arriba sin cuento cuando la semillita de la idea de que no estaba tan mal lo que leía fue germinando ¿y por qué no hago una selección de textos de este blog en epub?, quizá ordenado de otra manera, un poco por temas, segando la morralla y los jeroglíficos, tal vez ¿Y si lo regalo a los lectores? ¿Y si lo vendo en Amazon a un euro? Qué digo a un euro ¡a dos! ¿Y si lo paseo antes por alguna editorial? ¿Y qué tal mandárselo a un agente literario? Y la fantasía siguió escalando y solo tuve el pudor de cortarla un par de premios nacionales antes de Nobel.
Llevo una temporada acompañando de cerca y mirando con lupa lo que han hecho mis amigos, David, Aitor y María. Y lo que han hecho son tres grandísimos libros, cada uno en lo suyo. Considerando eso de que pierdan o no la guerra han ganado los manuales de literatura, ahí están ya, con su nombre en la portada, su ISBN y su ejemplar en la Biblioteca Nacional. Mientras que lo mío es un átomo perdido que encoge a medida que internet se hace infinito y mis palabras infinitesimales. ¿Y si salto a la pista a ver qué pasa? Saltar a la pista a ver qué pasa siempre ha sido una cosa muy mía. También, bailar como un zombie que ha visto un cerebro bonito y cantar como un gato que está triste y azul, pero ahora no es el momento de recordar eso.
Hoy llegaré a lo de la mexicana, que es un vermut, con unas bonitas ojeras que no van a ayudar nada, porque estuve horas dando saltitos en la cama mientras lo planeaba. Es el momento de que si has llegado hasta aquí me dejes tu opinión. Tienes todo un infinito barrizal de anonimato en el que ponerte tan sincero como te gustaría serlo en la vida real así que ¿por qué no? Corre antes de que esto se convierta en un granito de arroz, una micra, un neutrón, un paramecio, un microchip nipón.
6 comentarios:
Pues sí.
Me encantaria leer ese libro
Gracias, Mantis, no esperaba menos de ti. Más igual, pero menos, no.
Y, Anónimo, a mí me encantaría saber quién eres ¿alguna pista?
La primera vez que pasé por aquí fue en 2003. No suelo venir mucho, pero a veces me gusta pasar por aquí. No estaría nada mal encontrar un día tu libro en un cajón de un puesto de libros usados del rastro, gastado por el tiempo. Pero mejor si lo podemos comprar antes en una librería. Ponte a prueba, a ver qué pasa.
Secundo el comentario de Anónimo.
No hay nada más surrealista que la vida misma. Recuerdo hace bastante tiempo (o poco, la percepción del tiempo da para otro tema), allá por 2005, cuando acaba de venir a vivir a Noruega, que un día di por casualidad con tu blog. Recuerdo que la entrada "Peggy Sue se casó", me gustó tanto, que todavía a día de hoy pienso que es uno de los fragmentos con el ritmo más bonito que he leído nunca. El tiempo pasó y se me olvidó tu blog, pero no la sensación de ese fragmento. Más de diez años después, buscando por la red sobre el recurso literario de la magdalena de Proust, di con un blog que tenía estas llamas en color amarillo y naranja que tiene el tuyo. Y, al igual que ocurría con la dichosa magdalena, yo me acordé de ti y de tu blog. Me llevó un rato encontrarlo de nuevo, y me dio bastante pena ver que en los últimos años habías ido escribiendo menos. Releí mil veces el fragmento de Peggy Sue se casó y todo lo que habías escrito hasta entonces. Siempre he pensado que tenía que contactarte alguna vez para decirte lo de este fragmento, pero la vida nos lleva siempre con sus prisas y nunca encontré la ocasión. Pues bien, esta tarde, paseando por la calle, sintiendo el sol en mi cara después del largo invierno, me vino de repente tu fragmento a la cabeza. A veces se me viene cuando tengo la sensación de que algo es "perfecto", de que todo está en armonía con el universo y de que todo tiene una razón de ser. Vuelvo a entrar en tu blog hoy, después de un par de años, y me encuentro con nuevas entradas y con tu pregunta sobre si deberías de publicar tus textos, seguir escribiendo... Bueno, aquí me he plantado y he dicho que no me acostaba sin escribirte esto que debería de haberte escrito en 2005. Sí, hazlo. Sí, mil veces. Y sí, es verdad que somos átomos que se vuelven cada vez más invisibles en la inmensidad de todo lo nuevo que sobreviene todo el tiempo, cada segundo. Yo no sé si tu intención es hacerte millonario con el tema porque no sé cuántos libros venderías, desconozco el mercado literario. Pero si lo que quieres es ser un electrón que signifique mucho para ciertas personas, que piensen en tus textos de vez en cuando, cuando les pasen ciertas cosas; convertirte en una pequeña parte de sus vidas, y así inmortalizarte un poco en vida y después, la respuesta es sí. De verdad, hazlo. Y por cierto, gracias por el texto de Peggy Sue se casó.
El cuerpo me pide ponerme ñoño y contestar con un texto sentimental a tope de mermelada. Ya sabéis, el encierro. Pero, en vez de eso, mejor os cuento el efecto que han tenido: gracias a vuestros dos comentarios prodigiosos que a estas alturas de las cosas no me esperaba (precioso, Mar), he termninado de tomar ciertas decisiones editoriales que vienen a ser básicamente que sí que quiero publicar parte de estos diarios y que sí lo haré con este seudónimo y contando con los que estemos aquí, 10, 20 los que seamos (por eso he puesto un formulario de contacto y quiero mandar algo así como una newsletter tan casera como este blog al menos hasta que se publique). No Mar, esas cosas no dan dinero, nunca, jamás, sería una carambola muy rara, es más fácil que te caiga un rayo. Todo lo más (y me parece muchísimo) le llegaría a otra gente de la que me gustaría saber su opinión. Lo que he decidido es que por el camino me gustaría proteger "esa sensación de entrar como en una cueva, en un lugar en el que hay mucha intimidad, una frecuencia bajita: no trabajes para Facebook" como me acaba de decir mi amiga María.
Le acababa de escribir: "Soy un suicida, pero qué bien que lo leáis cuatro si sois MIS cuatro".
No me hace falta conooceros, pero qué maravilla saber que existís en más sitios que en mi cabeza.
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