Me dicen que si la llamo no lo va a coger. No he llamado ni
una vez desde que nos metió aquel gol en propia puerta, pero es bonito saber que
fantasea con que la llame para no cogerme. También que lo que pasa es que ella
no quería un novio, culpa mía por no notar las señales. La de no despegarse de
mí o la de retenerme por las buenas cuando decidía irme o la del dramón aquella
vez que le retrasé el vernos. También que está muy enfadada conmigo. Normal, es
indignante todo ese amor, el cuidadito y el sexo pródigo cuando estás esperando
que te traten como siempre.
Y es por eso que ya está, que ya estuvo. Que no me
vuelven a pillar en una de esas.
Qué tontería todo y qué desperdicio. Qué enorme estupidez pequeñísima. Como si nuestra felicidad dependiera de otra cosa que de nosotros mismos, como si le importara a alguien más.