miércoles, 25 de diciembre de 2024

Viva Franco (Battiato)

15 años. La puerta de la discoteca del pueblo está abarrotada de coches mal aparcados y de menores que igual consigan colarse o igual no. Dentro bailan a ¡Franco Battiato! en español. Y mucho disco y la de La historia interminable, en español también, por qué no. Si entras, la siguiente pantalla es encontrar compañera de lentos. Te abrazas, mueves un poco los pies y no sabes que hacer con las manos ni con el calentón. Yo muero siempre en esa fase, pero hay ready player 1 a la semana siguiente.

Tras décadas apuntándome a lo último porque eso es lo que me pone, resulta que ahora lo último es saber que éramos mejores y, como siempre, pero más contento, lo abrazo entusiasmado. Lo estás llamando ser facha, pero es decir lo contrario de lo que tú me digas que hay que decir. Las cosas entonces se hacían un poco así, hasta que no se quién lo compró todo y ya todos los mensajes empezaron a emitirse de arriba a abajo. Creí que ya para siempre, pero mira. Y pienso revolcarme en esta charca como un gorrino.

martes, 17 de diciembre de 2024

Llueve sobre los justos y los injustos

He encontrado unas citas que guardé por ahí.

A Juanra le recomendaría leer el Quijote, pero como no me va hacer caso, me lo recomiendo a mí, que también me viene bien (todo el rato). Y a ti.

"Sábete, Sancho, que no es un hombre más que otro si no hace más que otro. Todas estas borrascas que nos suceden son señales de que presto ha de serenar el tiempo y han de sucedernos bien las cosas; porque no es posible que el mal ni el bien sean durables, y de aquí se sigue que, habiendo durado mucho el mal, el bien está ya cerca."

Y, debajo, esta otra del Evangelio de San Mateo en la que encontré de dónde venía la frase aquella de Joyce, de Dublineses. 

"...y es tan piadoso que hace salir su sol sobre los buenos y los malos, y llover sobre los injustos y los justos".

viernes, 6 de diciembre de 2024

Ni título tengo para este desahogo

La pitufa mierda del fin de raza. Ver a mi familia caminando con paso firme hacia el abismo. Es una pu*a tortura. Podríamos hacer sido. No quiero ni pensar en lo que yo podría haber sido. Bueno, lo pienso todos los días. Pero veo a mi hermano en la máquina tragaperras y qué sensación de fin de raza, de la nada, de las oportunidades por el retrete. Y me veo ahí. Ojalá porque he estado ahí, pero es porque estoy ahí. Resolvamos, mantengamos la esperanza, resuelvo, es tarde y se está haciendo de noche demasiado pronto, pero tengo todas las vocales.

martes, 3 de diciembre de 2024

martes, 19 de noviembre de 2024

¡ai!

Le he pasado mi libro a la inteligencia artificial y me ha dicho que "tu estilo tiene un gran potencial y muestra una habilidad literaria considerable. Las comparaciones con autores como Delibes, García Márquez y Llamazares no son exageradas en términos de tu capacidad descriptiva y evocativa". Leches, ninguna novia me había dicho eso, HABER SI APRENDíS. 

Me he venido arriba, claro, como para no, y, por que me regalara los oídos, la he preguntado que qué escritores eran mejores y cuáles peores que yo, que qué premio me veía ganando. Y, por pelar la pava, que si tú que eres tan leída, que si tú que sabes tantísimo, que tienes que ser sincera, eh. 

Y, releches, se lo ha tomado a lo literal, y en la siguiente respuesta ya todos eran mejores que yo. Menos Dan Brown, E.L. James y Stephenie Meyer, nos ha jodío. Y como con la IA no hay segundas oportunidades ni arrumacos ni besitos ni restregones he recordado que, aunque 3LL4$ fueran igual de inconstantes, tenían sus cosicas humanas. Y he brindado con un anacardo (lo que tenía a mano) por todas y cada una; en qué estrella estarán. Salud.

PD: Luego, MI IA, ¡ai!, ha predicho que iba a ganar el Planeta, el Herralde, el Alfaguara, el García Márquez, el de la Crítica, no sé si por ese orden. Ah, y el Nacional de Literatura: "este premio prestigioso puede ser una meta alcanzable si continúas desarrollando tu narrativa y profundidad emocional". La he perdonado lo de "prestigioso" y hemos hecho las paces. La tengo en el bote.

sábado, 16 de noviembre de 2024

Perro sin hueso

Hablaba de Jose el otro día y justo me manda ahora un soneto manuscrito en un folio rosa y salido de no sé dónde. Lo que sí que sé es de cuándo, porque está fechado el 9 de junio del 97. A pesar de la sospechosa letra esmerada (¿a quién querría engañar?) tiene toda la pinta de ser producto de una improductiva noche primaveral echada a los perros en algún bar de Valladolor, al costado de la Catedral, pongamos. Tiene sólo una tachadura, así que saldría del tirón (¿a quién querría engañar?) y se lo di y lo olvidé para siempre. Pobres hijitos míos, repartidos por los vertederos de la historia que no fue.

Lo voy a copiar, disculpas por los latrocinios.

Qué me quieres, amor, di, qué me quieres.
Llegas siempre a deshora. Ya ni soy.
En aire te evaporas si es que voy
tras ti en pos, si no te llamo, vienes.

Yo no sé lo que tengo ni el remedio
a un mal que me persigue por ciudades,
montañas, precipicios, lunas, mares,
porque lo traigo de mi sangre en medio.

El tiempo, descortés, cavó su pecho
y con lo que ella tuvo por deshecho
yo amueblaba mi alma por las noches.

No es sólo que no coma o que no duerma:
son por dos mis ayunos y mis velas.
Quiera Dios que por ambos ella engorde.

Qué mal he rematado siempre, así no se puede meter un gol. A bote pronto, por entre los versos (ay, ese final en consonante guarrindongo) están Quevedo, Garcilaso, Miguel Hernández, Lorca, Alberti... Los parroquianos de El largo adiós. Pero el que me resulta más curioso es el arranque "Qué me quieres, amor", que pensé que estaría fusilado del título de Manuel Rivas, que me lo leería por esa época. Recordaba que era una cita del romancero, y, buscando, se me ha aparecido Fernando Esquío "un trovador gallego del siglo XIII". El tema del poema viene a ser el mismo:

Amor, a ti venh’ora queixar
de mia senhor, que te faz enviar
cada u dormio sempre m’espertar
e faz-me de gram coita sofredor.
Pois m’ela nom quere veer nem falar,
que me queres, Amor?

(Amor, a ti vengo ahora a quejarme / de mi señora, que te envía / donde yo duermo siempre a despertarme / y me hace sufridor de tan gran pena. / Ya que ella no me quiere ver ni hablar / ¿qué me quieres, Amor?)

El soneto no tenía título, pero sí una dedicatoria: "Para Jose, perro sin hueso". Me alegra mucho que Jose ahora sí que tenga hueso. Esquío y yo, en cambio, seguimos en las mismas tantos siglos después.

sábado, 2 de noviembre de 2024

Quam minimum credula postero (ni puto caso a mañana)

Como ayer era Víspera de Difuntos, mi hermana me mandó la foto de la lápida con los nombres de Mamá, la Agüe, Papá, por orden de despedida. Al despertar, mi cabeza lo ha enlazado con El club de los poetas muertos. La vería hacia el final de la primavera de 1990 (el cine de mi padre era de riguroso reestreno), uno de los sábados en los que iba con él en el Supermirafiori que compró con la taquilla de La guerra de papá. O seguramente ya fuera en el Twingo y le pulcreara el pelo y yo iría de copìloto, tan contento, hablándole como una cotorra de tonterías que a él no le interesaban mucho y tal vez no entendía, cosas de críos. Aún leería, entre semáforo y semáforo, alguno de los tebeos de Marvel que ese día y esa película arrumbarían del todo a favor de la poesía. Jose iría en el asiento de atrás. Sé que la vimos juntos, puede que en los dos pases de la sesión continua, y al día siguiente otra vez, porque Jose fue el presidente del club de fans del Club. 

Aquello le impactó aún más que a mí, porque se ligó a su novia de entonces (otra loca de la peli) recitando el poema de Whitman (“que estás aquí,/ que prosigue el poderoso drama/ y que tú puedes contribuir con un verso”) y, sobre todo, el infalible capítulo 7 de Rayuela (“Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano”), con esos prodigiosos graves de rapsoda que le hubieran hecho famoso y que, al final, no usó para nada, para vivir supongo. Cuando se hizo profe, abominaría de esa película por la cantidad de compañeros “flipaos” que empezaban el curso subiéndose a las mesas. Y sí, en fin, pasado el tiempo todo aquello daba un poco de vergüencita y, como todos los ex adolescentes de la historia de la humanidad, renegamos de nuestro grupismo. Pero ese año fuimos del Club. Nos llegó justo a tiempo y nos confirmó en las cosas que entreveíamos. Él empezó a hacer teatro y yo contribuí con versos que eran un drama.

Pero no fue en ese coche ni en esa época en donde me metió esta mañana mi cabeza. Fue tan sólo en la escena de la película en que Keating pide a los alumnos que se acerquen a las viejas fotografías para escuchar lo que dicen los que ya no están. Les dicen carpe diem. ¿Qué? ¡Carpe diem! El verso de Horacio ya lo había leído en clase antes de la peli, en mi primera experiencia de literatua comparada con los de Garcilaso (“todo lo mudará la edad ligera/ para no hacer mudanza en su costumbre”) y los de Góngora (“en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada”). Y seguro que ya en el libro de texto "me flipó”. Era la época en que yo también empezaba a aprenderme de memoria poemas enteros, con menos éxito que Jose, porque yo no conseguía novia ni nada (ni nada). La glosa del carpe diem de la peli (“cortad las rosas mientras podáis”) iluminó de nuevos arrebatos mi confusión adolescente ya llena de añoranzas. Que la poesía era el camino, pero que no se trataba de llegar a sitio alguno, que todo lo que podías desear estaba frente a tus ojos, en el día de hoy, en ese momento. Sólo había que exprimirlo.

Hace un rato, en el cortísimo trayecto entre la cama y el invernadero-despacho de mi casa, he decidido pasármelo bien escribiendo los veintitantos textos presuntamente insignificantes sobre gastronomía que tenía que haber entregado ya. Y, como calentamiento, me he subido a la mesa de la terraza y he gritado “¡Oh capitán mi capitán!”, pensando en que Jose me habría dicho: “¡chorradas!”. Desde ahí arriba, sobre los tejados del intersticio nulo que es este barrio madrileño, he visto a tiro de piedra la cumbre verdísima de un monte que no sabía que estaba. Y me ha venido a la cabeza el poema de autoestima urbana de Auster que decía algo así como "No desprecies el esmeralda/ que brilla entre las hojas de los árboles/ sólo por que se trate/ de la luz de un semáforo". Y he recordado bien de qué iba lo de la mesa: de mirar el mundo de siempre desde donde nunca.

jueves, 17 de octubre de 2024

Qué poquita casualidad

Qué poquita casualidad que desde el 30 de septiembre me acueste y me levante cada día pensando en qué carajo he hecho estos tres años metido en esta vida tan ajena, este rollo de señor importante que quería volver al ático en el centro, todo el rato estresado y enfadado y agresivo, sin ser yo nada de eso. Qué poquita casualidad que fuera el 24 de septiembre cuando la volví a ver y que confirmara en mi cabeza que es todas las cosas que parecía (una micra, un neutrón, un paramecio, un mocrochip nipón). Qué poquita casualidad ese concierto de La casa azul del 11 de octubre tan estimulante como un primer beso y las lágrimas en "se acabaron los líos, las prisas, la mediocridad" y luego ese primer beso con E., tan efervescente como unos acordes de pianito proustiano. Qué poquita casualidad que el 19 de septiembre de 2021 me dejara porque no tenía dónde caerme muerto y se me olvidara que si estaba donde estaba era porque no tenía ninguna intención de caerme muerto todavía; que este último laberinto arrancara con aquel mensaje del 19 de octubre de 2021 (“dirijo una revista”) que en ella tuvo el efecto que no era y a mí me sirvió para empeñarme (como un asno) en construir este imperio de mierda a la medida de sus estrechas ambiciones, sólo para demostrarle (demostrarme) lo que había sabido siempre: que si no lo hacía era porque no quería. Qué poquita casualidad que hoy este sol desleído de otoño haga brillar como gemas los charcos sucios de la terraza y que ahora lo pueda ver. Qué poquito es casualidad.

martes, 24 de septiembre de 2024

La reina de los goles en propia puerta

Podrias haber sacado lo que traías al fondo de la garganta desde que me has visto. Haber aprovechado para tener esa conversación ensayadísima en nosecuantas noches solitarias. O, tal vez, poner la papeleta en dormir mejor con un mirarnos a los ojos y decirnos "me alegro de verte", "creía que estas fiestas no eran lo tuyo", "te queda bien esa camisa", "pues tú le quedas fenomenal al reflejo de la piscina". 

Ni cotizaba lo de los mínimos de educación y empatía: cuando me he acercado, sabía que no había muchas posibilidades de que nada se hiciera pensando en cómo me iba a sentir yo. Pero ¿y pensando en cómo te ibas a sentir tú? Pues tampoco. Porque eres la reina de los goles en propia meta y tienes un catálogo completo de argumentos, muy buenos argumentos, para tirar a la basura a quien te quiera tratar bien. Entonces y ahora, esta noche también. Porque las sombras de tu cabeza te dicen que eres una mierda y te mereces que no te traten bien, que no eres el pibón que tendrías que ser, que no has conseguido nada de lo que el mundo te debe, que no te quiere nadie ni hay ningún motivo para que te quieras tú. Así que, adelante, sigue con la gente que se acerca porque eres una presa fácil y aleja a los demás, que te lo ha dicho una sombra, la de nosequé exnovio yonki o camello.

Hace tiempo que todo eso es problema de tu gato, pero, aún así, ojalá que me hubieras preguntado. Yo sí que solía saber qué mereces y por qué. Pero no va de eso. Va de reirte de mí con tu amiga xulísima, con un que se joda detrás de cada risita, vaya pavo más ridículo, jaja, tía. Esa amiga que a esta hora ya se ha disuelto mientras tú fumas un porro detrás de otro a ver si mi cara también se evapora. No lo pienses, no imagines el calorcito de haberme mirado a los ojos y decir, eh, yo también quería saber qué pasaría la próxima vez. A estas horas, puedo verte, estarás con las sombras familiares que te explican que no te lo mereces, que no te mereces nada, que lo mejor es que sigas cavando, que al fondo del pozo de los buenos argumentos todavía hay sitio.

miércoles, 11 de septiembre de 2024

El microrrelato que no ganó el premio

Sueños cumplidos 

Entraba tan ansioso a las oficinas de la Academia de Bellas Artes de Viena que casi derriba al sorprendido viajero en el tiempo. La sonrisa le iluminó la cara cuando leyó su nombre en la lista de admitidos al próximo curso: Adolf Hitler.

miércoles, 17 de julio de 2024

Apagando sus voces

van los últimos perros de la noche.

A lo lejos alguien tose.

A lo lejos.

Por fin es todo manto y todo lento

en el pueblo.

Y se cierran los ojos.

Con sutiles llamadas te convoco;


(pelo de ducha,

espalda lienzo,

risa de Bar Boteo).


Traigo la noche

en que, no sé de dónde,

volverás, ah, a mí,

te sentarás enfrente,

sonriendo,

te acunaré en mis brazos,

iremos a una fiesta

y bailaremos mal.

Y será como entonces, 

como siempre jamás.