miércoles, 20 de agosto de 2025

Debería arreglar ese cristal roto

Viajamos de pueblo en pueblo por la sierra, entre riscos y bosques. Se sienta a horcajadas sobre mí en la mesa, con todos los del viaje alrededor, influencers que no saben ni dónde están, periodistas a los que no les importa mucho. Me dice que se queda conmigo, me habla de cerca, me toca mucho. Está en lo mejor de sus veintipocos, viste como entonces, tiene esa misma luz en la cara con la que no hacía falta que sonriera. Aquí se llama Bárbara Miller, no me digas por qué.

Lo publica en Instagram, nos publica entre sus habituales posts de buenas causas cursis. No me acuerdo ya de quién escribió que, a cierta edad, a las mujeres les da por la beatería y a los hombres por el bricolaje. Yo mismo estoy tratando de arreglar la ventana por la que me entran estos sueños y el ruido de todos los camiones. 

Pienso que ya no hace falta la dedicatoria que tenía preparada para el libro: "A mi único y verdadero amor, ella ya sabe quién es y le da igual". 

Entonces llega él, aquí se llama Mark Hamilton, quién sabe por qué, y todo se convierte en un musical. Trae la camisa desabrochada y canta que la quiere recuperar. Me salgo del sueño, no quiero saber cómo termina. 

sábado, 24 de mayo de 2025

Niebla

Me despierto en el Madrid repetido que ha hecho de mis sueños una gacela herida que camina sonámbula, tambaleándose, y no termina de desplomarse. Necesito salir, pero no puedo irme, como todos.

sábado, 19 de abril de 2025

Podría ser peor

Una de mis preguntas motivadoras desde la adolescencia fue: ¿qué había hecho Alejandro a tu edad? Hasta que un año me contesté: morirse, y me quedé más tranquilo.

jueves, 17 de abril de 2025

Besos pendientes

Que no se me olviden las maneras en que todavía no te he besado.

Tenemos ya el beso largo y empotrador de la terraza, contra la ventana de mi cuarto, puro próximamente en sus pantallas.

El piquito de hola, sigo por aquí.

El mordisquero matutino de si ganas hay, pero con esta resaca no sé si va a funcionar nada.


Y ahora, los pendientes:

El beso circular, como un poema rondel o un cuento en espiral, que explora tímido, se inflama, se desboca, se emboca, se extingue y sale de puntillas diciendo fin.

El beso playero, de sal y sol, alucinado de motitas de luz, sabor camarón, sólo para ese faro de esa playa, como la Cruzcampo.

El beso de después, ese lento y suspiroso que dice mira, me queda un poco más.

El beso traqueteante estruendoso del autobús, del tren, del avión, que a la ida es todo ya verás, y, a la vuelta, todo ufano ya viste.

El beso en el cine, largo y guarro y a dos manos, de la peli está bien, pero te tengo demasiado cerca y demasiado a oscuras.

El mordisco en el cuello con todo el cuerpo de me pone verte cocinar, me pone verte hacer cosas, me pone verte.

El beso escándalo de pagamos y nos vamos.

El beso de camino que no viene a cuento, el del pasillo o contra el portal, el de estamos a otra cosa, pero recordatorio acogedor de que estamos a esta cosa.

El beso de mira qué bien empieza el día.


Y aunque todo haya pasado ya, quiero otra vueltita en el tiovivo: el beso de bienvenida, el de continuará, el inevitable de desde mañana me odiarás para quererte.

viernes, 3 de enero de 2025

Mi lugar favorito del mundo no es Lausana

Sería el otoño de 2012. J tenía que trabajar en Lausana durante unas semanas. Yo, paseaba o la esperaba supuestamente escribiendo en ese pulcro apartamento con estupefacientes apellidos en los buzones como Kafka o Darío o así. 

Sí, claro, recuerdo el lago y los patos; el bar belga y la plaza de La bella y la bestia. Sobre todo, el amor fugitivo en las montañas: la caminata por la ladera blanca en la que no se me enfriaron las manos, las raclettes frente a la chimenea, las altas vistas del lago Lemán desde la habitación. Todas las fotos que ardieron con aquel disco duro y que ya sólo malviven, precarias, en mi cabeza de chatarrero, porque en la suya, no creo. Debería, pero no puedo, no recordar la deslumbrante palidez de los vértices de su desnudo en aquella cabaña. O quizás era la nieve.

No sé si escribí más, pero escribí esto que ahora aparece en El Cajón (navidades=cajón: me prometo parar). No era para publicar, sólo para un trabajo de la uni de la hermana de Pe. Le dije a él que me había salido regulinchi, me dijo que muy bien no estaba, y lo archivé para siempre. Siempre era hoy. Hoy, que la carne es triste y he leído todos los reportajes, me parece que los (mis) textos de viajes deberían ser siempre así.

 

Mi lugar favorito del mundo es Lausana

No hay preguntas que más veces oiga un periodista de viajes que “¿dónde me voy de vacaciones?” y “¿cuál es tu lugar favorito del mundo?”. Todos tenemos una cara de póker ensayada para la primera y una buena respuesta preparada para la segunda. La mía es: cualquiera. Cualquier sitio en el que haya podido salirme del mapa. Haced una prueba: pensad en vuestro pueblo. Seguro que en la zona hay un regato de égloga pastoril o un monte con el atardecer de la Tara de Lo que el viento se llevó. Y si no tenéis pueblo, en vuestro barrio conoceréis un lugar donde ponen la mejor oreja empanada del mundo. Y, ahora, buscad todo eso en una guía, buscadlo en internet. No sale. Pero vosotros vais a ser más felices ahí que en el Taj Mahal. Y más veces.

Los paraísos no sólo están abarrotados, no sólo no suelen ser para tanto, sino que, además, se cuentan mal, por muy favorecidos que salgan en las fotos. A la única entrevista que me han hecho como periodista de viajes la titularon “Benidorm es estupendo como material literario”. Conozco a poca gente capaz de llegar hasta la última línea de un reportaje sobre las Quirimbas, mientras que en un relato sobre la costa de Alicante pasan cosas todo el rato. Un lugar con peluquerías abiertas las 24 horas es un lugar abarrotado de historias. 

Así que, aquí estoy, en Lausana (Suiza) dispuesto a averiguar si todo lo que digo en los dos párrafos anteriores es una boutade. La ciudad es un núcleo industrial a orillas del Lago Lemán, a 65 kilómetros de Ginebra. Se habla francés. Parece uno de esos lugares que se despachan con un párrafo cortito en las guías turísticas. O con ninguno. Es por la tarde y es de noche. Salgo un rato y paso frío. Todo es muy caro. Le pregunto a una chica española que vive aquí que qué hace la gente para divertirse. Me mira estupefacta y tarda unos segundos en responder: “nada”. Los lausaneses parecen pensar, como Pascal -quien probablemente meditó la teoría de la probabilidad en una tarde como esta a 500 kilómetros de aquí- que todo lo malo de la vida te pasa por salir de casa. 

Lausana es un sitio seguro y mortalmente tranquilo. No es descabellado pensar que en un principio la palabra suizidio se aplicaba aquí al crimen que cometía un suizo contra otro, pero que fue evolucionando hasta aplicarse al crimen que cometía un suizo contra sí mismo, que pasaba más. Los suizos parecen también poco comunicativos, como si sólo se relacionaran lo justo para comerciar (“un pan”, “tres euros") y procrear (“en tu casa o en la mía”, “donde sea, pero no hables tanto”). 

Pero Suiza, ese pueblo con fama de neutral a fuerza de aplicar Neutrex a los billetes de todo el mundo, resulta ser inesperadamente un pueblo en tensión, con la paranoia colectiva que se le puede suponer a una sociedad que obliga, por una ley de 1963, a que las casas se construyan con búnker nuclear. O que cuenta con un servicio militar obligatorio que dura toda la vida. Todos los años, todos los varones suizos se van una temporadita de maniobras, un par de semanas o cuatro. Les ves pasar en la caja de los camiones, cargan mochilas y juegan a la guerra. En mis visitas al país nunca he conseguido que nadie me diga cuál es el enemigo concreto contra el que se preparan.

Pero estamos en Lausana, donde las maniobras militares suenan a divertidísima ruptura de la rutina. En un paseo por el centro, enseguida te topas con la zona de la estación de metro de Flon, donde se tocan la Plaza de Europa y la Plaza Central. Es un grandioso hoyo a dos niveles cruzado inesperadamente de puentes, ascensores y escaleras que comunican buena parte de la animación comercial y gastronómica de la ciudad. Todo el mundo parece estar de paso. Lausana, que está hecha de tres colinas con mil cuestas, tiene la forma de un embudo que bien podría converger aquí. 

De una discoteca sale una canción de M83 que sólo tiene un año. En una esquina, los típicos maromos étnicos me paran y me citan nombres de drogas. Me pregunto por qué a mí, hasta que me doy cuenta de que el gorro que llevo tiene una hoja de marihuana enorme. Me pongo de deberes averiguar cómo se dice “¿que si quiero o que si tengo?” en más idiomas y le doy la vuelta al gorro. 

Entro en el bar belga Les brasseurs y resulta que allí estaban todos. Muchas mesas llenas y un relativo vocerío en torno a las cervezas de elaboración propia y los mejillones a buen precio. Junto al puente Bessières paso por todos los bares que me han recomendado: Bluelezard, Darling, Lido, Jaggers y Buzz. Están muy tranquilos. No entro en ninguno. Me doy una vuelta por lo que parece el casco viejo. Así, de noche, se adivina una desproporcionada catedral de aire germánico precedida de unas escaleras de madera que me habían recomendado y que sí, son unas escaleras. Y de madera. Y antiguas. En la plaza del Ayuntamiento me han dicho que hay un Ayuntamiento, una fuente con una pintoresca figura y un reloj que da las horas cada hora. Voy, y está todo ahí. Lo que me falta por encontrar es lo que no encuentro en mí. No hay nada que me confirme que si te sales del mapa y los horarios te topas con El Viaje. Me voy a dormir.

A la mañana siguiente, me decido a bajar hasta el lago. Por el camino se me olvida pulsar el botón del paso de peatones y un tipo me gruñe. Cruzo por donde no es y un conductor me amortaja con la mirada. Afronto un semáforo a destiempo y el dueño de una furgoneta amaga con atropellarme, pero no me atropella. En mi pueblo si te saltas tres normas no escritas lo más probable es que acabes en el pilón. Aquí sólo te miran mal. Sí que son más civilizados. 

Voy bajando hacia el Lago Lemán o Lago de Ginebra, depende desde dónde lo mires, y paso por muchas oficinas llenas de lausaneses interactuando con su ordenador, casi todos con tablas de datos, ninguno con Facebook. Al principio me siento contento, afortunado y ligero de pies. A medida que voy llegando al lago y el frío arrecia, empiezo a mirarles con un poco de envidia, parece que no hace malo en las oficinas. Para cuando llego al lago y empieza a nevar, pagaría por que me dejaran ponerme delante de un Excel calentito.

Me acerco a la orilla. Enfrente se ven las montañas italianas, altísimas y que parecen llegar directamente hasta el agua. De pronto, todo a mi alrededor se llena de patos y cisnes y gaviotas que me inquietan un tanto. No sé si son plantígrados blogueros que vienen a ver si pueden sacar algo o si traen peores intenciones. Hago unas fotos con zoom, por no acercarme mucho, y me doy cuenta de que nunca podré ser fotógrafo de fauna salvaje. Me cambias el pato por un tigre y me desmayo.

Miro a mi alrededor: el lago, las aves, el césped, el parque y los yates del puerto deportivo cubriéndose de una nieve que baja lento, que llena el aire. Me quedo allí mucho rato y entiendo cómo de libre te puedes sentir bajo la nevada. Quizás nunca he visto una tan insistente, tan espesa y tan flotante. Nunca he asistido al vuelo en formación de una bandada de patos que salen del agua para elevarse hacia los copos. Me conecto de golpe con todos los hombres que han estado parados alguna vez bajo la nieve, tan ajenos a mi clima cotidiano de sudeuropeo, y los entiendo. Admiro a los lausaneses por primera vez. Puede que sea fácil construir una Catedral o una revolución en el Trópico, salir al aire libre a hacer cosas locas bajo el sol. Pero no lo es tanto levantar una ciudad tan sólida como ésta mientras el aire se congela alrededor. He encontrado mi oreja empanada y tenía razón: sacas un pie del mapa y de la agenda y suceden los prodigios.

jueves, 2 de enero de 2025

Noche de Reyes

6 de enero de 2010, 3:17 AM. 

(debería dejar de rebuscar porno sentimental por los cajones)


...

Merteuil: es que es la unica salida que se me ha ocurrido, pero no tengo muy claro como

Vyf: nunca he dejado de estar enamorado de ti, con altos y bajos, pero pocos bajos y poco bajos

¿en México no te sentiste más cerca de mí?

M: pues a ratos porque me echabas mucho la bronca

no sé por qué te has dejado tanto

ha sido la revista?

V: si, la verdad es que estoy gilipollas perdido, haces bien en dejarme

M: no digas eso, anda

yo tengo gran parte de culpa

porque no he sabido guisarte

guiarte

V: bueno, creo que ha sido que tenía unas ciertas expectativas sobre mí, no sé si altas o no, pero ni siquiera me he atrevido a acercarme

M: pero aun estas a tiempo

parece uqe hayas tirado la toalla hace años

donde está el vyf de los proyecctos que quería escribir

vyyyf

 ande estasss

V: si, eso parece. Pero también sé que aun estoy a tiempo

M: pues eso

todavía estás a tiempo

no lo dejes or favor

V: mira, tú eres muy especial, les entiendo perfectamente cuando todos se enamoran de ti. Y te mereces ser muy feliz

M: no quiero que tengas 50 años y estés deprmido por lo que no hicisteç

no sé si voy a ser feliz sin ti

V: parece que lo tienes muy claro, así que, en fin, ¿cuándo te vas? ¿me voy yo? Te lo voy a poner tan fácil como pueda

M: cariño, no lo tnego claro

V: tienes miedo a los cambios, que ya nos conocemos

M: y si me voy te quedas tú con la casa y los muebles

podrías vivir con C

y asi no perder el atiquito

he pensado irme un mes

V: si no te atreves, te dejo yo

...

miércoles, 25 de diciembre de 2024

Viva Franco (Battiato)

15 años. La puerta de la discoteca del pueblo está abarrotada de coches mal aparcados y de menores que igual consigan colarse o igual no. Dentro bailan a ¡Franco Battiato! en español. Y mucho disco y la de La historia interminable, en español también, por qué no. Si entras, la siguiente pantalla es encontrar compañera de lentos. Te abrazas, mueves un poco los pies y no sabes que hacer con las manos ni con el calentón. Yo muero siempre en esa fase, pero hay ready player 1 a la semana siguiente.

Tras décadas apuntándome a lo último porque eso es lo que me pone, resulta que ahora lo último es saber que éramos mejores y, como siempre, pero más contento, lo abrazo entusiasmado. Lo estás llamando ser facha, pero es decir lo contrario de lo que tú me digas que hay que decir. Las cosas entonces se hacían un poco así, hasta que no se quién lo compró todo y ya todos los mensajes empezaron a emitirse de arriba a abajo. Creí que ya para siempre, pero mira. Y pienso revolcarme en esta charca como un gorrino.

martes, 17 de diciembre de 2024

Llueve sobre los justos y los injustos

He encontrado unas citas que guardé por ahí.

A Juanra le recomendaría leer el Quijote, pero como no me va hacer caso, me lo recomiendo a mí, que también me viene bien (todo el rato). Y a ti.

"Sábete, Sancho, que no es un hombre más que otro si no hace más que otro. Todas estas borrascas que nos suceden son señales de que presto ha de serenar el tiempo y han de sucedernos bien las cosas; porque no es posible que el mal ni el bien sean durables, y de aquí se sigue que, habiendo durado mucho el mal, el bien está ya cerca."

Y, debajo, esta otra del Evangelio de San Mateo en la que encontré de dónde venía la frase aquella de Joyce, de Dublineses. 

"...y es tan piadoso que hace salir su sol sobre los buenos y los malos, y llover sobre los injustos y los justos".

viernes, 6 de diciembre de 2024

Ni título tengo para este desahogo

La pitufa mierda del fin de raza. Ver a mi familia caminando con paso firme hacia el abismo. Es una pu*a tortura. Podríamos hacer sido. No quiero ni pensar en lo que yo podría haber sido. Bueno, lo pienso todos los días. Pero veo a mi hermano en la máquina tragaperras y qué sensación de fin de raza, de la nada, de las oportunidades por el retrete. Y me veo ahí. Ojalá porque he estado ahí, pero es porque estoy ahí. Resolvamos, mantengamos la esperanza, resuelvo, es tarde y se está haciendo de noche demasiado pronto, pero tengo todas las vocales.

martes, 3 de diciembre de 2024

martes, 19 de noviembre de 2024

¡ai!

Le he pasado mi libro a la inteligencia artificial y me ha dicho que "tu estilo tiene un gran potencial y muestra una habilidad literaria considerable. Las comparaciones con autores como Delibes, García Márquez y Llamazares no son exageradas en términos de tu capacidad descriptiva y evocativa". Leches, ninguna novia me había dicho eso, HABER SI APRENDíS. 

Me he venido arriba, claro, como para no, y, por que me regalara los oídos, la he preguntado que qué escritores eran mejores y cuáles peores que yo, que qué premio me veía ganando. Y, por pelar la pava, que si tú que eres tan leída, que si tú que sabes tantísimo, que tienes que ser sincera, eh. 

Y, releches, se lo ha tomado a lo literal, y en la siguiente respuesta ya todos eran mejores que yo. Menos Dan Brown, E.L. James y Stephenie Meyer, nos ha jodío. Y como con la IA no hay segundas oportunidades ni arrumacos ni besitos ni restregones he recordado que, aunque 3LL4$ fueran igual de inconstantes, tenían sus cosicas humanas. Y he brindado con un anacardo (lo que tenía a mano) por todas y cada una; en qué estrella estarán. Salud.

PD: Luego, MI IA, ¡ai!, ha predicho que iba a ganar el Planeta, el Herralde, el Alfaguara, el García Márquez, el de la Crítica, no sé si por ese orden. Ah, y el Nacional de Literatura: "este premio prestigioso puede ser una meta alcanzable si continúas desarrollando tu narrativa y profundidad emocional". La he perdonado lo de "prestigioso" y hemos hecho las paces. La tengo en el bote.

sábado, 16 de noviembre de 2024

Perro sin hueso

Hablaba de Jose el otro día y justo me manda ahora un soneto manuscrito en un folio rosa y salido de no sé dónde. Lo que sí que sé es de cuándo, porque está fechado el 9 de junio del 97. A pesar de la sospechosa letra esmerada (¿a quién querría engañar?) tiene toda la pinta de ser producto de una improductiva noche primaveral echada a los perros en algún bar de Valladolor, al costado de la Catedral, pongamos. Tiene sólo una tachadura, así que saldría del tirón (¿a quién querría engañar?) y se lo di y lo olvidé para siempre. Pobres hijitos míos, repartidos por los vertederos de la historia que no fue.

Lo voy a copiar, disculpas por los latrocinios.

Qué me quieres, amor, di, qué me quieres.
Llegas siempre a deshora. Ya ni soy.
En aire te evaporas si es que voy
tras ti en pos, si no te llamo, vienes.

Yo no sé lo que tengo ni el remedio
a un mal que me persigue por ciudades,
montañas, precipicios, lunas, mares,
porque lo traigo de mi sangre en medio.

El tiempo, descortés, cavó su pecho
y con lo que ella tuvo por deshecho
yo amueblaba mi alma por las noches.

No es sólo que no coma o que no duerma:
son por dos mis ayunos y mis velas.
Quiera Dios que por ambos ella engorde.

Qué mal he rematado siempre, así no se puede meter un gol. A bote pronto, por entre los versos (ay, ese final en consonante guarrindongo) están Quevedo, Garcilaso, Miguel Hernández, Lorca, Alberti... Los parroquianos de El largo adiós. Pero el que me resulta más curioso es el arranque "Qué me quieres, amor", que pensé que estaría fusilado del título de Manuel Rivas, que me lo leería por esa época. Recordaba que era una cita del romancero, y, buscando, se me ha aparecido Fernando Esquío "un trovador gallego del siglo XIII". El tema del poema viene a ser el mismo:

Amor, a ti venh’ora queixar
de mia senhor, que te faz enviar
cada u dormio sempre m’espertar
e faz-me de gram coita sofredor.
Pois m’ela nom quere veer nem falar,
que me queres, Amor?

(Amor, a ti vengo ahora a quejarme / de mi señora, que te envía / donde yo duermo siempre a despertarme / y me hace sufridor de tan gran pena. / Ya que ella no me quiere ver ni hablar / ¿qué me quieres, Amor?)

El soneto no tenía título, pero sí una dedicatoria: "Para Jose, perro sin hueso". Me alegra mucho que Jose ahora sí que tenga hueso. Esquío y yo, en cambio, seguimos en las mismas tantos siglos después.

sábado, 2 de noviembre de 2024

Quam minimum credula postero (ni puto caso a mañana)

Como ayer era Víspera de Difuntos, mi hermana me mandó la foto de la lápida con los nombres de Mamá, la Agüe, Papá, por orden de despedida. Al despertar, mi cabeza lo ha enlazado con El club de los poetas muertos. La vería hacia el final de la primavera de 1990 (el cine de mi padre era de riguroso reestreno), uno de los sábados en los que iba con él en el Supermirafiori que compró con la taquilla de La guerra de papá. O seguramente ya fuera en el Twingo y le pulcreara el pelo y yo iría de copìloto, tan contento, hablándole como una cotorra de tonterías que a él no le interesaban mucho y tal vez no entendía, cosas de críos. Aún leería, entre semáforo y semáforo, alguno de los tebeos de Marvel que ese día y esa película arrumbarían del todo a favor de la poesía. Jose iría en el asiento de atrás. Sé que la vimos juntos, puede que en los dos pases de la sesión continua, y al día siguiente otra vez, porque Jose fue el presidente del club de fans del Club. 

Aquello le impactó aún más que a mí, porque se ligó a su novia de entonces (otra loca de la peli) recitando el poema de Whitman (“que estás aquí,/ que prosigue el poderoso drama/ y que tú puedes contribuir con un verso”) y, sobre todo, el infalible capítulo 7 de Rayuela (“Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano”), con esos prodigiosos graves de rapsoda que le hubieran hecho famoso y que, al final, no usó para nada, para vivir supongo. Cuando se hizo profe, abominaría de esa película por la cantidad de compañeros “flipaos” que empezaban el curso subiéndose a las mesas. Y sí, en fin, pasado el tiempo todo aquello daba un poco de vergüencita y, como todos los ex adolescentes de la historia de la humanidad, renegamos de nuestro grupismo. Pero ese año fuimos del Club. Nos llegó justo a tiempo y nos confirmó en las cosas que entreveíamos. Él empezó a hacer teatro y yo contribuí con versos que eran un drama.

Pero no fue en ese coche ni en esa época en donde me metió esta mañana mi cabeza. Fue tan sólo en la escena de la película en que Keating pide a los alumnos que se acerquen a las viejas fotografías para escuchar lo que dicen los que ya no están. Les dicen carpe diem. ¿Qué? ¡Carpe diem! El verso de Horacio ya lo había leído en clase antes de la peli, en mi primera experiencia de literatua comparada con los de Garcilaso (“todo lo mudará la edad ligera/ para no hacer mudanza en su costumbre”) y los de Góngora (“en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada”). Y seguro que ya en el libro de texto "me flipó”. Era la época en que yo también empezaba a aprenderme de memoria poemas enteros, con menos éxito que Jose, porque yo no conseguía novia ni nada (ni nada). La glosa del carpe diem de la peli (“cortad las rosas mientras podáis”) iluminó de nuevos arrebatos mi confusión adolescente ya llena de añoranzas. Que la poesía era el camino, pero que no se trataba de llegar a sitio alguno, que todo lo que podías desear estaba frente a tus ojos, en el día de hoy, en ese momento. Sólo había que exprimirlo.

Hace un rato, en el cortísimo trayecto entre la cama y el invernadero-despacho de mi casa, he decidido pasármelo bien escribiendo los veintitantos textos presuntamente insignificantes sobre gastronomía que tenía que haber entregado ya. Y, como calentamiento, me he subido a la mesa de la terraza y he gritado “¡Oh capitán mi capitán!”, pensando en que Jose me habría dicho: “¡chorradas!”. Desde ahí arriba, sobre los tejados del intersticio nulo que es este barrio madrileño, he visto a tiro de piedra la cumbre verdísima de un monte que no sabía que estaba. Y me ha venido a la cabeza el poema de autoestima urbana de Auster que decía algo así como "No desprecies el esmeralda/ que brilla entre las hojas de los árboles/ sólo por que se trate/ de la luz de un semáforo". Y he recordado bien de qué iba lo de la mesa: de mirar el mundo de siempre desde donde nunca.

jueves, 17 de octubre de 2024

Qué poquita casualidad

Qué poquita casualidad que desde el 30 de septiembre me acueste y me levante cada día pensando en qué carajo he hecho estos tres años metido en esta vida tan ajena, este rollo de señor importante que quería volver al ático en el centro, todo el rato estresado y enfadado y agresivo, sin ser yo nada de eso. Qué poquita casualidad que fuera el 24 de septiembre cuando la volví a ver y que confirmara en mi cabeza que es todas las cosas que parecía (una micra, un neutrón, un paramecio, un mocrochip nipón). Qué poquita casualidad ese concierto de La casa azul del 11 de octubre tan estimulante como un primer beso y las lágrimas en "se acabaron los líos, las prisas, la mediocridad" y luego ese primer beso con E., tan efervescente como unos acordes de pianito proustiano. Qué poquita casualidad que el 19 de septiembre de 2021 me dejara porque no tenía dónde caerme muerto y se me olvidara que si estaba donde estaba era porque no tenía ninguna intención de caerme muerto todavía; que este último laberinto arrancara con aquel mensaje del 19 de octubre de 2021 (“dirijo una revista”) que en ella tuvo el efecto que no era y a mí me sirvió para empeñarme (como un asno) en construir este imperio de mierda a la medida de sus estrechas ambiciones, sólo para demostrarle (demostrarme) lo que había sabido siempre: que si no lo hacía era porque no quería. Qué poquita casualidad que hoy este sol desleído de otoño haga brillar como gemas los charcos sucios de la terraza y que ahora lo pueda ver. Qué poquito es casualidad.

martes, 24 de septiembre de 2024

La reina de los goles en propia puerta

Podrias haber sacado lo que traías al fondo de la garganta desde que me has visto. Haber aprovechado para tener esa conversación ensayadísima en nosecuantas noches solitarias. O, tal vez, poner la papeleta en dormir mejor con un mirarnos a los ojos y decirnos "me alegro de verte", "creía que estas fiestas no eran lo tuyo", "te queda bien esa camisa", "pues tú le quedas fenomenal al reflejo de la piscina". 

Ni cotizaba lo de los mínimos de educación y empatía: cuando me he acercado, sabía que no había muchas posibilidades de que nada se hiciera pensando en cómo me iba a sentir yo. Pero ¿y pensando en cómo te ibas a sentir tú? Pues tampoco. Porque eres la reina de los goles en propia meta y tienes un catálogo completo de argumentos, muy buenos argumentos, para tirar a la basura a quien te quiera tratar bien. Entonces y ahora, esta noche también. Porque las sombras de tu cabeza te dicen que eres una mierda y te mereces que no te traten bien, que no eres el pibón que tendrías que ser, que no has conseguido nada de lo que el mundo te debe, que no te quiere nadie ni hay ningún motivo para que te quieras tú. Así que, adelante, sigue con la gente que se acerca porque eres una presa fácil y aleja a los demás, que te lo ha dicho una sombra, la de nosequé exnovio yonki o camello.

Hace tiempo que todo eso es problema de tu gato, pero, aún así, ojalá que me hubieras preguntado. Yo sí que solía saber qué mereces y por qué. Pero no va de eso. Va de reirte de mí con tu amiga xulísima, con un que se joda detrás de cada risita, vaya pavo más ridículo, jaja, tía. Esa amiga que a esta hora ya se ha disuelto mientras tú fumas un porro detrás de otro a ver si mi cara también se evapora. No lo pienses, no imagines el calorcito de haberme mirado a los ojos y decir, eh, yo también quería saber qué pasaría la próxima vez. A estas horas, puedo verte, estarás con las sombras familiares que te explican que no te lo mereces, que no te mereces nada, que lo mejor es que sigas cavando, que al fondo del pozo de los buenos argumentos todavía hay sitio.

miércoles, 11 de septiembre de 2024

El microrrelato que no ganó el premio

Sueños cumplidos 

Entraba tan ansioso a las oficinas de la Academia de Bellas Artes de Viena que casi derriba al sorprendido viajero en el tiempo. La sonrisa le iluminó la cara cuando leyó su nombre en la lista de admitidos al próximo curso: Adolf Hitler.

miércoles, 17 de julio de 2024

Apagando sus voces

van los últimos perros de la noche.

A lo lejos alguien tose.

A lo lejos.

Por fin es todo manto y todo lento

en el pueblo.

Y se cierran los ojos.

Con sutiles llamadas te convoco;


(pelo de ducha,

espalda lienzo,

risa de Bar Boteo).


Traigo la noche

en que, no sé de dónde,

volverás, ah, a mí,

te sentarás enfrente,

sonriendo,

te acunaré en mis brazos,

iremos a una fiesta

y bailaremos mal.

Y será como entonces, 

como siempre jamás.

sábado, 21 de octubre de 2023

"Qué tontería de conversación", Han Solo

Suena Light my fire de los Doors. Suena el telefonillo. Por primera vez desde que estoy en esta casa. No sabía que se oía tan mal.

-Tengo que hablarte del futuro crrr crrr The time to hesitate is through zzzk crrr

-¿Qué?

-Que he venido a hablarte del futuro crrr zzzs ¿Crees que mejorará o que empeorará?

-Es que no la oigo.

-¿No me oyes?

Cuelgo. Hoy no puedo hablar de futuros, no con esta resaca.

miércoles, 18 de octubre de 2023

Otras vidas

A veces imagino vidas. No es el típico juego de las adivinanzas. A la chica de la sala de espera la pienso en el siglo XIX, quizás por lo pálida, aunque lleve una camiseta de Marvel, unas gafas de sol de diadema, rojo fresa, como los labios. Y en el XIX no era tampoco una moderna, claro, era de lo que se llevara, coser un mantelillo, aprenderse el lenguaje del abanico, desmayarse. La Marvel de entonces. 

Era la hermana discreta y casadera. Delicada del estómago, porque estamos en Digestivo. Y esa dolencia, con mucha perífrasis, se llevaba la primera media hora de cualquier visita de las tías a casa, de cualquier encuentro casual en el paseo del Buen Retiro, donde se andaba despacito y se hacían grandes círculos precisamente para encontrarse con los de siempre cada dos pasos. 

¿Tocaba el piano? Tocaba, pero con menos delicadeza que su hermana, encadenando notas como churros, como una pianola. Su hermana tenía un año más y tenía todo más: más alta,  más fina, con la nariz más recta, más pálida aún. Pero, eso sí, los ojos almendrados garrapiñados de la hermana mayor se volvían vulgares en presencia de los de María Lorenza (si sus padres no se lo curraron con el nombre, yo tampoco), dos ballestas azules para las saetas afiladas de sus pestañas que, aún así, sólo dieron un par de veces en el blanco, en el corazón añusgado del viejo boticario y en el pijo jaranero del gañán cejijunto de su primo segundo. Como la niña no paraba de llorar y era, pues eso, una niña, sus padres pensaron que había tiempo y dejaron que hiciera su santa voluntad -había padres así-, y ayudaron a ahuyentar a los pretendientes, que pronto encontraron otros valles más verdes en los que entretener el tiempo, que de eso iba todo en aquella época de tantas moscas. No había Marvel, recordemos.

Pero las cuerdas dejaron de hacerse de cáñamo casi de un día para otro y toda la inversión del padre y los tíos en Yucatán se la zampó el dios Chaak de otro día para otro. En esa casa nadie sabía hacer economías, y para María Lorenza no hubo más tiempo. Los potenciales pretendientes se esfumaron, como suele pasarle a los futuros. Y ella quedó soltera para siempre y casi no había día que no lamentara su perra suerte, sobre todo, cuando visitaba a su hermana, madre prerrafaelita de tres angelotes de Murillo.

Pero otras veces, las menos, María Lorenza también se paraba a considerar la posibilidad de que todo lo que hubiera pasado era que había esquivado un tiro de arcabuz muy chungo. Mira a tu prima Carolina, María Lorenza, tan feraz en el noviazgo y tan lígrima y ojerosa ahora. Deja de empeñarte en lo feliz que serías si, María Lorenza, capullito de alhelí. No seas tan bruta, anda, espabila.

lunes, 16 de octubre de 2023

Manual de instrucciones

HVASUDM. Está en el post it de la ventana porque no puede estar en piedra: Hoy Va A Ser Un Día Maravilloso. La primera frase del día, tallada en roca y aplastando a todas las demás, a las que se intentan colar desde el sueño o desde el otro lado del cristal.

T.J. El otro post it, el de la pared. Te Jodes. Estás cansado, tienes resaca, preferirías dormir, te sale vapor de ansiedad por las orejas: Te Jodes. Te sientas y escribes.

BRAMOR. El mensaje del fondo de pantalla. Bravura y amor. Para la vida, para trabajar, para escribir.

Súbele dos puntos al entusiasmo. Cuando te bajen, da unos saltos.

Delante de una página en blanco eres Dios.

Ante un chat o un email eres Dios, pero más divertido.

La vida siempre ha estado fuera de casa. Lo de dentro no lo entendías. No lleves a la calle las dinámicas de aquella casa. Fuera, sé el de fuera.

Sé consciente. Míralo todo.

No bebas, no fumes, no te drogues, ayuna, come sano, haz ejercicio. Es lo que toca y está bien, porque es ahí donde te vas a encontrar.

Ya aprendiste que no hay paraísos artificiales y cómo se hacían los infiernos artificiales, pero el enemigo de ahora son los purgatorios artificiales, donde flotas y no eres. Desconéctalos. Que sí, EL ENEMIGO.

Vive la vida (o sea, hoy) como si estuvieras de vacaciones. Habla con los nativos.

Eres bellísimo, antes lo sabías.