COSAS SUELTAS
Hay que ver cómo está la calle... Y yo aquí, otra vez como hace un mes, escribiendo, ya con odio, sobre lo mismo que entonces en este edificio desierto. Diez plantas de silencio. Cuando los de arriba deciden un cambio de última hora, alguien se embolsa muchas pasta (en millones de pesetas), alguien se cuelga alguna medalla, los resultados de alguna compañía suben un poquito y el pringadete de turno tiene que pedir un permiso especial para trabajar en fin de semana (¡me lo han concedido! ¡gracias, gracias!). En esta profesión todo el mundo se queja continuamente: de los de arriba, de los de abajo, de los de enfrente. Creo que no he trabajado en ningún medio de comunicación en el que no se dominaran a la perfección los juramentos en arameo. Y lo que yo he jurado, sobre la tierra roja de Tara que nos dio de comer (mi padre tenía un cine), es que nunca iba a enfadarme, protestar, gruñir entre dientes. Si no me gusta, lo hago a mi manera para que me guste, y si no hay manera, me piro. Pero manda güevos, que es sábado y hay que ver cómo esta la calle, y el genio que me ha metido en este embolao estará en su chalet de la sierra con un daiquiri. Como si le estuviera viendo. Me gusta mi trabajo y me gusta aprovechar los fines de semana y hacerme cientos de kilómetros, pero ¿hace cuanto que no paseo, que no me aburro, que no desconecto? No quiero tener un cortocircuito.
¿De verdad hay tanta gente que ansía ver a Isabel Gemio desnuda? La última entrada que han usado desde google para llegar a mi página: "fotos de mi hermana desnuda con su novio". Estos son mis lectores. Al parecer esto no tiene remedio, tengo la habilidad, vaya donde vaya, de juntarme con lo mejorcito de cada casa. Pues nada, bienvenidos, pajilleros.
El jueves me fui a ver "Cosas que diría con solo mirarla", que sí, que tiene razón bob, que es buena y eso, pero no sé, me hubiera apetecido algo con más tiros... Salí con hambre, y a eso de la una decidí meterme en un bingo a cenar. Sin comentarios. A veces creo que voy por la vida con un extraño pedo sicológico que no me deja razonar. El caso es hacer tonterías. En lo que esperaba que la luz roja, esperen, diera paso a la verde, pasen, eché cincuenta euros a una tragaperras. Me tocaron 180, de los que me gasté luego 30 en el bingo, entre plato combinado y cartones (me quedé a un 57 de llevarme la prima del final, 411 euros). Lo importante es la primera parte. Por qué eché 50 euros y hasta dónde hubiera seguido de no haberme tocado. Hubo un tiempo en que metía dinero que no tenía en esas estúpidas máquinas. También accedía al sexo (sólo o en compañía de otros) de forma compulsiva. En general, me enganchaba a cualquier vicio estúpido, incluída la máquina de arcade de los X-Men o las de pinball. Suena fatal. Pero por primera vez lo analicé ayer desde la distancia. Creo que estaba insatisfecho con lo que hacía, que empezaba a darme cuenta de que no iba a revolucionar la literatura del siglo XX, más que nada porque no era capaz de escribir durante dos días seguidos. Pero sobre todo, creo que la relación con mi ex me estaba agujereando. Sabía que era tonta del culo, que era una auténtica vampira que me robaba las fuerzas, el impulso, las ganas de aprovechar mi vida que, coño, son dos días. Continuamente satisfaciendo el cuerpo, dormir, comer, correrse y vuelta a empezar. Ella alucinaba cuando, a base de broncas, conseguía que alimentase su mente, pero esos ratos ella sólo los vivía como turista. Demasiado esfuerzo. Ahora tiene lo que quería, un marido, un coche, una casa. Bien por ella. No puede uno luchar contra su propio vientre. Si tus sueños salen de ahí, a por ellos.
Llevo mucho tiempo pensando que el problema no era lo tonta que llegase a ser ella, si no lo gilipollas que era yo por estar con alguien así. Culpa mía. Culpa, culpa, culpa. ¿Por qué me llevarían a un colegio del Opus? Dos décadas después sigo planteándome los problemas, inconscientemente, como un reparto de culpas. No. El jueves lo vi claro. No hay culpa que valga. Aquello fue lo que se llama en la propaganda de mano de las pelis "una pasión destructiva". La deseaba como nunca he vuelto a desear a nadie. La odiaba y me odiaba, sin darme cuenta, por la mema pareja que formábamos. Pero no podía verla aparecer sin querer poseerla, sin necesitar su cuerpo ya. Me revienta reconocerlo, pero aún algunas veces pienso en ella y sigue siendo lo que más me pone. Otras veces la odio. Así que no me siento muy orgulloso de como me relaciono con ese recuerdo, borrado a la fuerza. Pero si eso me pasa ahora, ¿por qué me ha costado tanto entender que las cosas eran como eran porque había una pasión enfermiza contra la que no podía luchar? No podía. Punto. No soy culpable.
Otro tema es el de por qué entré al bingo. ¿Otra recaída en la ludopatía? No, ni de coña. Lo hice por lo mismo por lo que otros días cualesquiera, camino a casa, entro en el bar en el que Ana la Farlopómana pillaba la coca y pregunto al camarero por ella o me tumbo en mi cama y me emborracho o vacío el Hipercor (y de paso mi Visa) o me meto en un pub de intercambio de parejas a tomar una copa. Por nada. Por todo. Por pura desorientación.
Estoy pensando en escribir un libro. Creo que va a ser la única manera de que reúna un kilo para comprarme una casa para mi solito. Alquilarla está imposible y ya me tienen un poco aburrido mis diez años viviendo en pisos compartidos, por muy bien que me lleve siempre con todo el mundo y por muy estupendo que sea el pisazo de 300 metros cuadrados de ahora. Y estoy pensando en hacerlo con historias cotidianas, como las que cuento aquí, a la manera de "13,99 euros", pero sobre el submundo periodístico. Suena bien ¿no?
Ayer comí con Noelia. Me preguntó que por qué me llevaba tan bien con todos los fotógrafos con los que viajaba y por qué mantenía la amistad al volver a Madrid, con lo difícil que es eso. Pues porque soy una joya, nena, sólo que hay que tener ojos de orfebre para saber verlo. Por lo demás ¿hace falta que se toquetee las tetas mientras come conmigo? ¿No podemos tener una conversación que no verse sobre sexo? ¿Tiene motivos para seguir pensando que estoy loco por ella? Ay, cómo les gusta...
Cris está en el Sónar. Dijo que nunca se iba a drogar sin mí, pero me llamó bajo los efectos del speed. Tiene más peligro que Rambo en un restaurante chino. No me gusta nada haberla introducido en lo que Luis y yo llamamos el maravilloso mundo de las pastis. Unido a que está muy enamorada y a que, como mínimo, en los próximos tres años ella no va a dejar Barcelona ni yo Madrid, ¿que pasará cuándo se acabe? ¿Recurrirá a las pirulas? Me da un poco de miedo.
Hay una doble moda en mi grupo de amigos de toda la vida. Por un lado están los que se enrollan con mujeres casadas. Por el otro los que se casan. Nos estamos haciendo viejos
Dentro de un rato me voy a una fiesta sorpresa, el cumpleaños de un amigo. Cena sentados, bares pijos, conversación pija, risas pijas. Me parece que voy a tardar dos minutos en meterme la pasti. Y luego a quedar fatal con todas las hembras pijas de la fiesta pija. Qué dios reparta suerte. Si sale con barba, San Antón, y si no, la Purísima Concepción.
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