Una historia urbana
Allí está, sentada en el taburete, su sonrisa saltando sobre mi nuevo retraso, todas las baratijas egipcias en el cuello y las muñecas, la mirada brillante. Y me pregunto si quiero partirle el corazón hoy, si voy a resquebrajárselo en este bar de madera. Me acaricia la mano y me susurra las ganas que tenía de verme. Sólo dispongo de un segundo para decidir si le digo lo que venía a decirle. Pero la beso, mantengo la ficción otra noche y me pongo un plazo que no cumpliré para empezar a quererme un poquito, un poco más que a los demás. Sugiero que nos vayamos a la cama.
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