En una mano un Lexatín y en la otra una raya. Supongo que el
Lexatín, aunque no lo parezca, es lo que me lleva al mundo en el que soy yo de verdad, a la cama y a escribir mañana. La raya, en cambio, me sacará a las calles
y a la ficción. No son tan fáciles de distinguir, a menudo soy yo al aire libre y a veces el escritor es sólo un personaje. Tengo en la cabeza la
frase taladrándome: “igual no eres escritor”. Igual si no te sientas, si no
tecleas, si no cambias algo por esto, si no lo quieres lo suficiente para
hacerlo, no lo eres. Suena bastante lógico: si no escribes, igual no eres
escritor. Tengo que elegir y me tomo el Lexatín. Y al rato, qué coño, la raya. Quiero pensar que me estoy asegurando de que llegaré a alguno de los dos mundos, pero lo cierto es que lo único que he hecho es aplazar un día más la elección.
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