jueves, 19 de septiembre de 2002

Desde la bañera enana del hostal veo a Cris sobre la cama, desnuda, dormida. Con las piernas encogidas leo el Zot! polvoriento que acabo de comprar en una papelería de Vejer de la Frontera con cualidades de catacumba. De pronto, levanta la cabeza como si tuviera un resorte en el cuello.
–El adjetivo de fasto es fastuoso ¿verdad?
–Sí, cariño.
–Así que fastoso no existe ¿no?
–No, cariño.
Y hunde su cabeza otra vez en el colchón. Se vuelve a dormir, casi roncando, como si no hubiese ya nada de lo que preocuparse.

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