El jueves nada, antes de irme a la fiesta cubana decidí hacer un doblete y pasarme por el Palace. Le tocó una estancia en América a Noe y luego me tocó a mí otra en el mismo país, la entregaba Miss Universo, pero yo no me hice la foto ni me dio los besos porque había salido fuera alegando una necesidad y estaba haciendo una llamada necesaria, oyendo cosas bonitas y pelín místico, porque temblaba (de frío, de emoción, de frío) y levitaba un poco. En tan amoroso trance, volé tan alto, tan alto, que a la caza le di alcance. Y mientras me llamaban y me llamaban desde dentro. Mi redactor jefe se había rajado cuando le quisimos presentar a la Miss, a pesar de ladear la cabeza al unísono conmigo cada vez que ella se agachaba a ocultar su mano inocente dentro del saco de las papeletas mientras que su escote culpable se desocultaba con el movimiento. En fin, otro mito que cae. Pero al final tuvo que salir y dar los besos y sonreir en la foto. Cuando volví me cantaron una que me sonó: “eres un cabrón hijoputa, lalalala lalalala lalalala”, pero me dieron el premio. Y la idea (no mía, lo juro) es compartirlo con Noe, siete noches en su hotel y cinco en el mío. Qué bien, 12 noches durmiendo de nuevo en la misma habitación, esta vez bajo el calor tropical. ¿Me respetarás, no, Noe? Luego bailamos, orquesta en vivo, Miss Universo, una ministra de aquél país, muchas copas. Decidí meterme un trocito. Y le guiñé el ojo a una señora asombrosa porque era de la quinta de mi abuela y bailaba y eso. Así que se vino contra mí como un búfalo y tuve que hacer unos pases, mientras me contaba que trabajaba en Ameri can Air lines la compañía aerea con más volumen de facturación del mundo, haciendo la revista, la mejor de las que se hacen y que era “americana”. Se quedó con las ganas de añadir que era la sede del imperio, el país más principal. Ay, cómo son estos yankis de tiernos, que candor, yo es que me espiporro. Debería haberme ofrecido unos dólares por un scort, pero visto el plan en el que iba, parecía más bien que se iba a inclinar con agasajarme con unas cuentas y unos espejitos o con un par de cervezas. Buds, claro.
(seguiré) (digo yo)
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