Nadie ha vuelto para contarlo
Sólo pensar en la muerte ya es una faena. Nada que se te
ocurra en esos momentos va a tener la mínima gracia. Así que lo dejas estar,
haces lo que puedes por no darle vueltas y el efecto rebote te lleva a creerte
inmortal. No inmortal en plan eufórico, poderoso, indestructible. Inmortal para
mal, inmortal de, en fin, como esto va a durar un montón, me voy a permitir
este día de papeleo y este otro de estar tristón.
Hoy me he levantado soñando con una página de El Jueves que
no he leído en El Jueves. Un chiste que hablaba del más allá, pero que no era de uno de
los dibujantes muertos, como debería haber sido; lo hacía uno de los vivos. En el duermevela he pensado “porque
nadie vuelve para contarlo”. He pensado que mi madre nunca ha vuelto para contarlo,
que si hubiera podido, habría hablado conmigo o con mis hermanos. He pensado
que todo termina con un fundido en negro, como en Los Soprano. No he pensado
nada que no sepa, sólo en cosas que suelo evitar.
Todo esto no es siquiera agradable de leer, lo sé.
Me ha venido a la cabeza mi amigo Javi y he pensado que él
es el que tiene razón. Mi amigo Javi se va al Sudeste asiático no sabe a qué.
Sabe que se va, sabe el día y sabe dónde llega ese día. El resto ya se verá. He
recordado cómo era el despertarse en un lugar extraño y dirigirse, como una
polilla, al lugar en donde estén la luz y la belleza, sin más objetivos. De todos
nosotros, él es el que tiene la razón.
Pensar en la muerte ha estado bien esta vez. Me he dado
cuenta de que me tengo que soltar, de que esto no consiste en más que amar lo
que hagas cada día. En encontrar la energía para tirar todo lo que sobra en
casa y abrir bien los ojos para estar atento a las oportunidades de dirigirse hacia la luz y la belleza. He recordado el verano que pasé como
voluntario en el barrio más chungo de Santo Domingo y lo que aprendí. Aprendí a
mirar a mi alrededor con amor y a dar lo que el mundo necesita de ti de verdad,
una sonrisa, un rato de mirarles bien y escucharles y sentir tú, sentir de
verdad, que tienen algo importante dentro por lo que vale la pena pararse un
ratito con ellos al borde del camino.
He pensado que me voy a soltar. En todo, pero especialmente
al escribir. Que no puedo esperar que una iluminación me baje del cielo el
texto perfecto. Que si me siento así de bien cuando escribo, con lo que
escribo, que sólo tengo que sentarme y hacerlo. Y que unos días tendré más suerte
que otros. Tengo que saquear mi cabeza, como estoy haciendo ahora y confiar en
que aunque no vaya a pasar a la historia con el texto de hoy, éste será un buen
día gracias al texto de hoy.
Porque no tengo un día que perder.
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