Sobre el mar no sé escribir, me sale que canta como una pianola, con teclas de ola que siguen un rollo sin fin. Sé escribir sobre la tierra, la que se riega de lágrimas rojas de consistencia y consecuencias de terrón sobre las espigas en gancho de todas las gargantas. No se puede ser poeta de todas las cosas: el alma del niño pelea, pero cada puño es un rebuzno y se le va poniendo la cara de máscara y desde la máscara no se ve el camino de vuelta a lo que fue. Y eso es lo que aprendí hoy.
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