Salí de casa con prisa y cogí una mascarilla cualquiera. Al ponérmela, olía a carbonilla de sardina. Recordé el chiringuito del faro, el hombre que tocaba Como el agua mientras yo leía una historia sobre un invierno castellano y bebía un tinto de verano, y Lucía, en la arena, escondía la cabeza entre los brazos para dormir la siesta. Recordé la alegría de su culo caribeño entrando en el agua con una cojera premeditada a lo Marilyn.
Nostalgia tipo bua de cosas que pasaron hace una
semana. Ese es mi chico.
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